La activista feminista palestina Sana Atabeh trabaja en la Casa de Acogida de mujeres en situación de maltrato en Nablús, uno de los dos únicos espacios de esta naturaleza que existen en Cisjordania. Atabeh milita en el FDLP.
Entiende la ocupación israelí como un factor de fondo que determina episodios de violencia en el ámbito personal en su país.
¿En qué organización trabajas y qué trabajo lleváis a cabo?
Trabajo en una casa de acogida con mujeres que han sufrido la violencia machista. Estamos en un centro en Nablús; en Cisjordania únicamente hay otro en Belén.
El centro está abierto desde los años 90. Nuestra tarea gira en torno de dos aspectos: en primer lugar, hacemos de intermediarios entre las mujeres víctimas de violencia machista y los ministerios de Asuntos de la Mujer, el de Salud y el de Educación, además de con la UNRWA.
Después las dirigimos a los centros adecuados y específicos según el tipo de violencia que hayan padecido. Cada caso es diferente pero por lo general, lo que ofrece la casa de acogida es protección, un espacio de seguridad para la mujer y para su familia hasta que su situación se resuelva.
¿Podrías describirnos cuál es la situación en estos momentos?
La gente está harta. Muchas veces, el hecho de que como palestinos vivamos bajo ocupación constante y permanente es lo que determina las decisiones tanto en el ámbito político como en el privado. La chispa siempre está allí pero en este caso, la llama prendió cuando un grupo de colonos israelíes quemaron viva a una familia de la localidad de Duma.
La familia estaba durmiendo por la noche en su casa; no había ni armas ni combatientes pero les prendieron fuego. Murió la madre, el padre y un bebé. Solo sobrevivió el hijo pequeño. Este fue el detonante que hizo que la gente saliese a la calle.
Quiero aclarar que Occidente nos culpa y nos demoniza porque utilizamos cuchillos, porque disparamos o causamos la muerte a los israelíes, pero la resistencia es un derecho reconocido por el Derecho Internacional Humanitario, por Naciones Unidas, que estipula que un pueblo ocupado tiene derecho a todas las formas de resistencia, incluida la resistencia armada, a fin de conseguir la libertad de su tierra.
De modo que me pregunto por qué se impide luchar contra la ocupación cuando es la ocupación la que ejerce la violencia. Isad Afuleh tenía un cuchillo en la mano y a su alrededor quince soldados israelíes armados con las armas más sofisticadas que le abatieron a tiros.
Los episodios que están teniendo lugar estos días son el resultado directo de las políticas de ocupación militar y de las decisiones del Estado sionista. Incluso a los jóvenes adolescentes (entre 14 y 16 años) que tiran piedras les disparan con munición real.
Podrían detenerlos o disparar a los pies o arrestarles, pero no matarlos. No, es el resultado de una decisión política para aplastar toda forma de resistencia. Y esta es la injusticia más extrema que padece la población palestina hoy en día.
¿Cuál es el papel y la contribución de las mujeres en la lucha por la liberación nacional palestina?
Nosotras afirmamos con orgullo que los movimientos de mujeres en Palestina no son de reciente creación sino que vienen de lejos.
La primera asociación de mujeres se formó en 1922. Después, en 1926 surgieron otras que participaron de manera activa en el movimiento de liberación de Palestina.
Participaban en las manifestaciones, incentivaban la movilización social ayudando a los combatientes... por tanto, el papel político que han adoptado las mujeres y la función que han desempeñado en la lucha nacional y de emancipación social ha sido muy relevante y es antiguo.
Articulamos ya la lucha por la tierra contra el ocupante inglés, jordano e israelí, y por otro lado luchamos en la esfera social de manera auto-organizada en colectivos y movimientos de mujeres, lo que nos ha convertido desde hace tiempo en un objetivo de la ocupación.
En los años ochenta no podías decir que militabas en organizaciones de mujeres porque podías ser detenida por las acciones que llevábamos a cabo.
Por ejemplo, recuerdo que cuando tenía catorce años y barríamos las calles voluntariamente para mantener nuestras ciudades limpias, o poníamos sillas en las estaciones de autobús, venían los soldados y nos arrestaban.
Nosotras cuando los veíamos huíamos. Considerábamos estas labores voluntarias como una tarea nacional que simbolizaba nuestra preocupación por la tierra y por la nación.
Nos veían como una amenaza porque organizábamos grupos que crecían, nos formábamos, nos politizábamos y participábamos en acciones contra la ocupación. Actualmente, si os habéis fijado, las jóvenes se manifiestan codo a codo con los chicos para hacer frente a la ocupación, igual que lo han venido haciendo a lo largo de la historia.
¿Cuáles son hoy en día los retos de las organizaciones y los movimientos feministas en cuanto a las violencias machistas?
Para nosotras es una prioridad aumentar la participación y la presencia de las mujeres palestinas en los espacios de toma de decisiones y en el ámbito político.
Como hecho positivo, cabe destacar que la cuota de participación y representación de las mujeres en la vida política ha pasado del 15% al 30%. En algunos países europeos, creo que en Suecia, también han conseguido la cuota de 30% de representación.
Las organizaciones y los movimientos de mujeres trabajan por la educación de las mujeres, para aumentar la sensibilización y el conocimiento de las causas que provocan la violencia machista y para crear espacios de confianza donde poder hablar de las diversas formas de violencia machista que afrontamos de manera cotidiana.
Porque muchas de las mujeres piensan que la violencia machista es la física, los golpes, pero también hay violencia económica, emocional y psicológica.
Los ataques verbales, los insultos, el desprecio, el no respetar la opinión, etc.; nosotras hacemos que las mujeres tomen conciencia de todas estas formas de violencia.
El hecho de que el marido no quiera dormir con la esposa, por ejemplo, también es una forma de violencia que intentamos combatir.
Normalmente, nos reunimos muchas mujeres en alguna casa y hablamos sobre violencia, leyes, derechos, justicia, derecho internacional, sobre la situación política actual o sobre temas relacionados con la salud. Se trata de empoderar a las mujeres y hacer que sean ellas quienes tomen sus propias decisiones.
La violencia [machista] está presente en las sociedades árabes al igual que en las europeas.
En Europa, las mujeres sois muy conscientes de vuestros derechos, las leyes os protegen pero os siguen asesinando. Hoy en día, la violencia machista está presente en todas las sociedades.
¿Cuáles son los ejes de la opresión que identificas como mujer palestina?
Si quisiéramos hacer un estudio de caso, veríamos que muchas de las mujeres que han asistido a talleres y formaciones no han podido poner en práctica los conocimientos aprendidos porque el cambio social siempre es lento. La transformación social requiere tiempo. ¿Qué es lo que hace que las mujeres sean independientes?
Las hay que tienen estudios, que tienen trabajo, y sin embargo no se separan aunque estén expuestas a la violencia machista del marido cada día. Muchas veces esto ocurre porque el marido es quien controla sus ingresos, su salario.
A menudo, intervienen otros factores como el empleo, el incremento de la inseguridad y los abusos constantes a los derechos humanos.
Pero los valores sociales también juegan un papel importante porque son los que impregnan las mentalidades de las mujeres y los hombres. Muchas veces, la misma familia de la mujer es quien no acepta o no concibe la idea del divorcio.
“¿Qué quiere decir que vas a volver divorciada?, ¿qué dirá la gente?, ¿como mantendrás a tus hijos?”
También incidimos sobre la Autoridad Nacional Palestina para que modifique la legislación, como el Código Civil jordano, extremadamente retrógrado hacia las mujeres. Asimismo, luchamos para facilitar el acceso de las mujeres a los juzgados, a la administración.
¿Cómo os percibe la comunidad?, ¿consideran que traicionáis los valores tradicionales o que estáis occidentalizadas?
Sí, a veces, cuando hacemos conferencias sobre el empoderamiento de la mujer contra la violencia, nos dicen: “Este modo de pensar procede de Occidente”. Pero estos conceptos no vienen de Occidente, se pueden encontrar en los mismos textos del islam.
El islam, entre otras cosas, habla del respeto entre los miembros de una familia o de una comunidad. Cuando nos atacan, nosotros aportamos pruebas y ejemplos de la realidad de nuestra comunidad, del Corán y del comportamiento del Profeta, de los dichos del Profeta y de la tradición.
Hay gente que no está de acuerdo con que la situación de las mujeres evoluciones ni con que tengan un papel, un lugar, capacidad de decisión y de participación junto con los hombres en las decisiones políticas y en el trabajo; esta gente es la que dice que estas ideas vienen de Occidente. Si permitimos que los fanáticos y los opresores se interfieran, no avanzaremos.
Precisamente, nosotras resistimos y luchamos contra la invasión de uno de los Estados más poderosos del planeta, Israel, y lo estamos combatiendo de la misma manera que luchamos contra las ideas opresoras y retrógradas de nuestra comunidad. Es difícil, pero seguimos trabajando.
¿Crees que el sionismo instrumentaliza la violencia machista que identificas en Palestina para limpiar sus políticas de empleo, colonización y apartheid?
Lo cierto es que la mujer israelí sufre opresión, persecución, violencia y acoso sexual en grados muy elevados pero eso se desconoce porque no es la imagen que les gusta vender ante el mundo.
Aún así, los medios de comunicación israelíes nos presentan a las mujeres palestinas como débiles y nos culpabilizan de instigar a nuestros hijos a luchar contra la ocupación, nos hacen responsables.
Pero las mujeres palestinas no somos débiles. Cuando las mujeres tienen los maridos o los hijos en prisión ellas son el pilar fundamental de la familia, el sustento social alrededor del cual se articula toda la sociedad.
¿Cuál es su relación con los movimientos feministas del 48 [del interior de Israel]?
Tenemos mucha relación con las compañeras del 48.
Estamos en contacto con ellas por cuestiones relacionadas con la mujer en general y, en particular, por las mujeres palestinas que tienen que vivir bajo la legislación israelí.
Porque las mujeres palestinas viven una doble opresión: por ser mujeres y por ser palestinas en territorio israelí.
La situación de las palestinas del interior, la Palestina de 1948 [Israel], es muy difícil, no tienen derechos y sufren muchísimas discriminaciones por parte de los israelíes y, a pesar de tener un carné de identidad israelí están consideradas como ciudadanas de segunda clase.
¿Existen organizaciones israelíes que colaboren con vosotras?
Como mujeres sólo trabajamos con aquellas israelíes que están en contra de la ocupación, del racismo y del régimen de apartheid. Pero no tenemos demasiada relación.
A veces hemos hecho encuentros con madres que perdieron a sus hijos en algún atentado y con madres palestinas, pero nunca con madres de militares. La cuestión es: ¿si un militar viene a mi tierra a matarnos por qué deberíamos empatizar con su madre?
Pero si son civiles asesinados, entonces sí. Apoyamos a las madres de los refusnik (jóvenes israelíes que rechazan servir en el ejército de Israel).
Desde los feminismos blancos hay mucha obsesión con el velo y con el islam, ¿qué opinas?
Se trata de la libertad de cada mujer y de su fe, lo que no impide que sea una luchadora ni evita que vaya a la cárcel.
En mi caso, como feminista, tengo una amiga que viste velo integral y también tengo muchas parientes que llevan velo, pero somos amigas porque nuestras ideas nos unen.
Ella no se ha metido nunca conmigo, yo no llevo velo ni visto de manera tradicional pero me respeta y yo la respeto. Esta debería ser una elección libre, del mismo modo que vestir un traje corto o llevar escote es una elección para las mujeres occidentales.
¿Por qué vosotras tenéis esa libertad y nosotras no podemos disfrutar de la nuestra? Es distinto en el caso de que se me presione para que me cubra sin que yo esté convencida de querer hacerlo.
Pero en cuanto a los extremistas islamistas, nosotras, como mujeres, estamos en contra. Siempre que sea una decisión libre, el velo, al igual que una falda corta, no impide pensar; que cada una ejerza el papel que desee como desee en la lucha.
¿Como se puede luchar contra la ocupación desde Occidente?
Las organizaciones feministas, políticas, progresistas y de cualquier ámbito que se opongan a todo tipo de ocupación deben presionar a sus gobiernos para crear conciencia.
Con concentraciones o manifestaciones frente a las embajadas israelíes... y presionando a los parlamentos para que los gobiernos de la comunidad internacional simpaticen con la causa palestina.
Y a través del boicot a Israel [BDS]; no olvidemos el importantísimo papel que desempeñó en Sudáfrica.
El boicot hace que Israel se tambalee hasta el punto de que hoy en día, los fabricantes de productos manufacturados de los asentamientos se ven obligados a rotular como made in Israel y ocultar el nombre del asentamiento de procedencia para desviar la atención de la gente y pasar los controles. Porque saben que sabe que se está haciendo boicot a la producción que exportan los asentamientos, ubicados en el territorio palestino de 1967, según los acuerdos de Oslo.
La mitad de este territorio, por no decir un 80%, está ocupado por asentamientos ilegales y por el muro del apartheid que sigue en construcción. En definitiva, la comunidad internacional debe alzar la voz. No dejaremos de defender nuestra tierra y nuestras casas, nuestra dignidad y nuestra libertad. Porque liberar la tierra significa que yo pueda caminar libre, respirar cuando quiera y moverme donde quiera.
Yo nunca he visto el mar; no me han permitido nunca ver el Mediterráneo; lo he visto por primera vez en el avión viniendo hacia aquí y me he dicho a mi misma: este es nuestro mar. Mi hijo tiene 28 años y nunca ha podido ir a Jerusalén.
Sana Atabeh trabaja en una casa de acogida de mujeres en situación de maltrato en Nablús, Palestina. Activista feminista, es militante del Frente Democrático para la Liberación de Palestina.