Camino a La quebrada del Churo. Foto: Kaloian. |
El segundo día salimos temprano rumbo a La Quebrada del Churo, donde el Che y sus compañeros enfrentaron su último combate y fueron apresados.
Hasta ahora siempre pensamos que era “Yuro”.
Pero en todos los carteles y señaléticas está escrito Churo. Incluso hasta la gente del lugar lo llama así.
A nuestra expedición se suma la pareja de médicos.
Así se va nivelando el grupo.
Ahora somos cuatro cubanos (orientales para mayor orgullo) y cinco argentinos.
Nos guía Guadalupe, una señora que con sus cuarenta años y en sandalias de goma, camina con más vitalidad que nosotros nueve, más jóvenes y con botas, por un camino angosto, cuesta abajo, en parte lleno de piedras y marabú, con un sol intenso que arde por encima de nuestras cabezas.
Luego de casi dos horas de descender por la montaña llegamos hasta la quebrada.
Allí, en medio de una semiselva, Guadalupe nos lleva hasta la piedra donde se parapetó el Che durante su último combate.
No había otra en los alrededores por lo que no dudamos de la afirmación.
Nos cuenta que luego de varios testimonios de muchas personas que estuvieron involucrados en esa batalla final y de estudios in situhechos por historiadores e investigadores de varios países, no solo determinaron la piedra en sí, sino además pormenores del enfrentamiento y hasta el camino por donde trasladaron al Che hasta La Higuera.
En estos mismos parajes, donde 17 guerrilleros mal armados y cansados se enfrentaron a un ejército fuertemente pertrechado estábamos nosotros, en medio del silencio.
Aquel 8 de octubre de 1967, cuando los guerrilleros descendían por esta quebrada de unos 300 metros cuadrados, los rangers los sorprendieron.
El Che decidió, junto al grupo de hombres en mejores condiciones físicas, enfrentar al enemigo para que los heridos puedieran escapar.
“Yo pienso que él pudo haber escapado.
Pero traía un grupo de gente enferma que no se podía desplazar a la misma velocidad que él.
Cuando el ejército comienza la persecución, decide pararse y dice a los enfermos que sigan. Entretanto, el cerco se va cerrando.
Sin embargo, los enfermos logran salir.
O sea, el enemigo fue más lento que los enfermos. A los que venían en la persecución directa, el Che los aguanta. Cuando él va a continuar, el cerco se cerró y entonces se produce el enfrentamiento directo.
Pero si él hubiese salido con los enfermos, se habría salvado”, ha contado en muchas ocasiones el cubano Harry Villegas («Pombo»), uno de los cinco combatientes que lograron sobrevivir.
Cerca de tres horas duró el combate. Herido en una pierna y con su fusil descontinuado, el Che es capturado por el ejército y trasladado a La Higuera donde luego de varias horas sin atención médica es asesinado.
Retornamos cuando el sol estaba en su punto máximo.
Cuesta arriba nos costó mucho más. La mayoría del trayecto lo hicimos en silencio.
Luego, en medio de la noche, mientras intercambiábamos impresiones sobre nuestro trayecto, ninguno de nosotros podía dejar de pensar que transitamos el mismo camino por el que hace 46 años condujeron al Che herido y atado desde la Quebrada del Churo hasta La Higuera, donde finalmente lo mataron en la escuelita de la región.
Es 30 de diciembre de 2013. Se esfumó el año. Tenemos que seguir viaje. Particularmente me quedaría más tiempo en este poblado. Creo que es el sentir de la mayoría de mis compañeros.
Es un sitio apacible y hermoso, aunque el azar haya querido que en este lugar se cometiera el asesinato de uno de los hombres más grandes y lúcidos de nuestra historia.
Podría resultar paradójico, pero nos sentimos a gusto en el pueblo. En un par de días ya hemos conocido a la mayoría de sus moradores y la hospitalidad es moneda corriente.
En especial Mafa y su familia, que nos presta su horno de barro para asar un pequeño puerco porque hemos decidido que, aunque falta un día para que termine el año, nosotros le ponemos fin a nuestro 2013 en La Higuera.
PD: Indagando si era Churo o Yuro encontré que la misma duda le asaltó al periodista de origen boliviano Reginaldo Ustariz Arze, testigo de la exposición del cadáver del Che en la lavandería del hospital de Valle Grande y más tarde autor del libro Che Guevara: Vida, muerte y resurrección de un mito.
En su texto Ustariz Arze refiere que “yuro”, en quechua significa cantarillo o recipiente de arcilla.
Por su parte “churo”, caracol. De este modo y por su parecido le podríamos decirle a esta quebrada de las dos maneras.
Yo prefiero llamarle Churo como los lugareños.