Durante más de un mes las plantaciones de té de Kerala, en el sur de la India, han sido escenario de disturbios. Miles de recolectoras han bloqueado carreteras, sitiado las oficinas de las plantaciones, paralizado su funcionamiento.
Pero fue más que una batalla sindical: las mujeres luchaban contra los dueños de las plantaciones y también contra los sindicatos cómplices, contra las condiciones de trabajo esclavo, contra su propio pueblo y contra la indiferencia del estado y los medios de comunicación.
Y al final ganaron los aumentos de salarios y algunas otras concesiones.
La batalla comenzó a principios de septiembre. Las plantaciones de té en la India parecen haber quedado en la época colonial, solo diferente en que los actuales dueños no son británicos: en Kerala son por ejemplo la plantación de la empresa Devan Kannan (multinacional controlada por Tata, propietaria de la marca Tetley) o la Plantación de Harrison, la más grande de unas 50 empresas en Kerala.
Las plantaciones de té son impresionantes colinas cubiertas de un verde brillante, pero el trabajo en ellas es el infierno: tienen que recoger hojas durante largas horas por una miseria de salario y vivir en casuchas disponibles por la empresa, que no tienen aseo ni otros servicios básicos.
Los forrajeros (trabajadorxs de las plantaciones de té) son en su mayoría las mujeres y los Dalits (intocables, o "intocables": el más bajo peldaño de la jerarquía social y discriminatoria de la India).
La rabia explotó este verano, cuando la Kannan Devan Hill Plantation decidió cortar el bono pagado a los trabajadorxs hasta entonces – alrededor del 20% sobre los salarios de 230 rupias al día (3,5 dólares).
Un día a principios de septiembre un grupo de mujeres decidió formar un colectivo llamado Pombilai Orumai, «Unidad de la Mujer». Ese mismo día en grupos se acercaron a las oficinas de la empresa, en la ciudad de Munnar. Pidieron recuperar el bono y aumentar los salarios; protestaron por la explotación de su trabajo, por sus chozas sin ningún aseo y por su vida tan difícil.
Sus lemas no fueron dirigidos sólo a los propietarios de las plantaciones. De hecho también criticaron a los dirigentes sindicales que supuestamente las representaban.
Las empresas y hasta los sindicatos fueron tomados por sorpresa. Las plantaciones de té no conocían disturbios desde tiempo inmemorial, al menos desde que encontraron un acomodo con los líderes sindicales, puestos de trabajo asalariado y ciertas garantías de derechos.
Algunos líderes sindicales se han convertido en miembros del Parlamento del estado, otros son en realidad son parte de una burocracia paraestatal. Ni que decir siempre habían logrado relaciones de trabajo más suaves.
El hecho es que cuando un maestro de plantación decidió ir a hablar con las mujeres, fue recibido (agredido) a golpes de sandalias (al parecer la policía tuvo que ir a rescatarlo).
En resumen la huelga creció; Finalmente unas 6000 trabajadoras de numerosas fincas, incluso distantes, se reunieron en la ciudad de Munnar, donde sitiaron las oficinas de las plantaciones – y también del sindicato. Tiendas cerradas y vida bloqueada (para ponerse al día, incluso los sindicatos se vieron forzados a convocar una huelga por aumentos salariales).
La prensa India, que antes había ignorado la historia, comenzó a hablar de ello.
Finalmente las trabajadores sin ninguna experiencia y a menudo semianalfabetas, ganaron – al menos en parte.
Forzaron a la empresa de Devan Kannan a restaurar el bono. Finalmente aceptaron un acuerdo por un sueldo de 301 rupias diarias: no eran los 500 rupias que pedían, pero siguen siendo un aumento del 30 por ciento.
Quizás más importe, obligaron a los representantes de la empresa y de los sindicatos a tratar con ellas.
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Publicado por Odio de Clase