Este martes se cumple una década de los disturbios producidos en el año 2005 en los barrios del extrarradio de la urbe parisina.
Las clases populares de Les Mureaux, considerado el epicentro de la guerrilla urbana, se alzaron frente a las condiciones de marginalidad, discriminación racial, precariedad y desigualdad social de la periferia.
La chispa de la revuelta fue la muerte de Zihed Benna y Bouna Traoré, dos muchachos de origen africano de 15 y 17 años que cayeron fulminados en una cabina de electricidad mientras buscaban refugio en una persecución policial en Clichy-sous-Bois, una comuna pobre del Este de la ciudad.
Los disturbios se iniciaron el jueves 27 de octubre de 2005 en los barrios del alrededor de París y la quema de coches y los enfrentamientos con la policía se extendieron rápidamente al resto de Francia.
En una muestra de clasismo repugnante, el entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, tildó a los manifestantes de “escoria”, unas declaraciones que incrementaron la rabia e indignación.
El Estado francés llevó a cabo un despliegue policial sin precedentes con el objetivo de reprimir la revuelta. La noche del sábado 5 de noviembre, considerado uno de los momentos más tensos de la oleada de disturbios, 1.295 vehículos fueron incendiados y 312 personas arrestadas.
Los manifestantes advirtieron a los medios de comunicación allí desplegados que los disturbios eran una forma de expresar la frustración por el desempleo y el acoso policial en la zona. Uno de los manifestantes afirmó: «la gente se ha unido para decir que “estamos hartos”, y agregó “vivimos en guetos”.
El entonces presidente Jacques Chirac admitió que su país tenía problemas “innegables” en las zonas urbanas más pobres, y que se debía trabajar para solucionarlos.
La revuelta se alargó durante 3 semanas. El Gobierno francés decretó el Estado de Emergencia y toques de queda para evitar manifestaciones. Esta reacción popular ha sido conocida posteriormente como el “Parisazo”.