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«Causa todavía asombro, la vacilación y las posiciones «centristas» de algunos (1), las fluctuaciones de personas que actúan en sus posiciones como «hombre-veleta» (2) y los simples «enamorados de las siglas» y sus posiciones seguidistas (3). 


En realidad, lo raro es que estas posturas causen sorpresa, pues a la vista está el bajo nivel de formación ideológica no solo de las masas, sino de los miembros con claras inclinaciones revolucionarias, e incluso de los abundantes autodenominados «marxista-leninistas», un triste hecho objetivo que irremediable ayuda a alimentar estas posturas antimarxistas y aunque no es el factor determinante. 

Expliquemos un poco esas posiciones:

Primer caso: resulta fácil ser testigo de como gente que condena unas tesis o actuaciones oportunistas de un revisionismo en particular, no hace lo propio con otra rama revisionista diferente; 

Segundo caso: otro tipo de gente mantiene una correcta posición sobre X tema, y al poco tiempo, al conectar con cualquier charlatán barato «de tres al cuarto» este es capaz de voltear su correcta posición, «de jure» se acepta algo o a alguien como contrarrevolucionario pero en la praxis no se lucha contra él e incluso se llevan a cabo las mismas teorizaciones y prácticas contrarrevolucionarias que se perjura combatir; 

Tercer caso: otros, con tal de «salvar los muebles» llegan a formular todo tipo de patéticas excusas, e incluso se llega a perdonar a sus organizaciones las mismas actuaciones que se señalan en otras y por las que se escandalizan.

Generalmente estas tres posturas, casos o tendencias, por llamarlas de alguna manera, tienen sus particulares para intentar afrontar los problemas de sus contradicciones:

El revisionista del tipo (1) argumenta que las tesis y acciones del revisionismo (A) y (B) no pueden ser comparados ni son de la misma naturaleza –cuando la aplastante evidencia demuestra lo contrario–. Con ello intenta cerrar la crítica al revisionismo (B) sin más debate. 

Aquí se forma un curioso panorama: las mismas desviaciones del revisionismo (A), suponen, según ellos, un oprobio para el comunismo, una traición y dichas distorsiones deben ser combatidas, mientras que las mismas, o parecidas, aplicadas en el caso del revisionismo (B) son desviaciones que piden que sean entendidas en el contexto, y que se defienden como poco importantes pese a todo, subsanables y temporales. 

Es bastante normal que los revisionistas tengan que defender a otra corriente revisionista y la colmen de flores y la tomen como una corriente revolucionaria, esto se hace porque: (a) generalmente los revisionistas simplemente buscan defender a todo aquél que también acepte su línea; (b) porque se depende de la financiación de esa otra rama revisionista; (c) porque las desviaciones del otro revisionismo se comparten y apoyan; (d) porque se cree que si se hace bandera del otro revisionismo puede ser un buen «gancho» para engañar a las masas, en lo fundamental porque este está muy asentado en la sociedad nacional o internacional.

El revisionista del tipo (2) lo mismo se solidariza con las críticas al oportunismo que participa en la propagación del mismo oportunismo, e incluso puede realizar las dos actividades a la vez, triste pero cierto. 

Estos elementos pese a tener a su alcance el material disponible de estudio e incluso pese a haberse formado lo suficiente como para no cometer errores de bulto, son de espíritu voluble y realmente deberíamos preguntarnos si realmente beneficia o perjudica que estas personas pasen por nuestras filas y sean representantes de nuestros movimientos. 

El revisionista de este tipo práctica por naturaleza lo que Enver Hoxha denominaba la «lucha desde el seto», esto es, que de vez en cuando lanza un par de «flechas» desde el «seto» a los oportunistas –una crítica incompleta y a veces incluso indirecta–, pero luego sale del «seto» manda sus mejores deseos a los revisionistas mientras los llama «camaradas».

 Estos se suelen caracterizar con frases vacuas para justificar su no combate al revisionismo como «ellos no son el enemigo real» o su variante más audaz «ahora no hay que criticarlos».

 ¡Preciosos sofismas! Temen la exposición de ideas, les entra pánico por el debate puro y duro, y se preocupan más bien por el qué dirán si se posiciona demasiado a un lado u otro. Incluso piensan que es preferible evitar el debate ya que de exponer según que opiniones se perderían militantes. 

Como si la revolución en vez de necesitar un partido pertrechado de una unidad de pensamiento y acción, necesitara de un club de amigos, y en lugar de la clarificación ideológica la «paz y armonía de diferentes ideas» entre los «amigos».

El revisionista de tipo (3) se vanagloria de militar en una organización con más años que ninguna, de estar «en la lucha» e incluso de haber participado en enfrentamientos armados.

 Pero salta a la vista que no puede realizar análisis propios, sino solo reproducir la propaganda machada que le manda el partido para propagar, y oculta el hecho de que su organización o nunca tuvo un carácter de clase, de tipo proletario, o si lo tuvo, «hace largo tiempo que ese barco zarpó», habiendo degenerado. 

En este último caso, a estos revisionistas les gusta «vivir de las rentas», es decir, vivir de los logros históricos del partido como si esos logros –en los que muchas veces ni siquiera estaban presentes–, equilibraran las presentes desviaciones y actos traicioneros de la organización y les eximiera de toda responsabilidad. 

Toda exposición y crítica de la teoría y práctica revisionista de la organización presente, siempre es desechada por un «amor ciego» hacia las siglas, una mezcolanza de folclorismo y sentimentalismo casi religioso, aunque tampoco se debe dejar de prestar atención al hecho de que muchos elementos burocratizados de estas organizaciones incluso sacan beneficio económico de estas organizaciones, por lo que bajo este cóctel, no solo es normal su estoica defensa de una mentira, sino que se ven abocados a ello. 

Un verdadero comunista, si de verdad respetara las siglas, si quisiera defender el partido de la clase obrera de su patria o su sindicato de clase, no ocultaría sino que expondría y espolearía toda desviación y vicio de su organización, le entraría una repulsa casi violenta al ver como se intenta bajo fraseología y simbología traficar con los intereses de la clase obrera.

 Pero claro en este caso no estamos hablando de comunistas, sino de gente que cree ser comunista.

En todos estos casos vemos más una dolencia que estriba más en falta de voluntad de buscar la verdad científica de los hechos, y un rechazo a toda lógica cuerda, que a una falta de formación ideológica y de medios para entender las situaciones –aunque como hemos dicho la misma carencia de formación ideológica alimentan estas posturas–.

Nuestra posición ante estos fenómenos pues, es clara:

«Nuestro partido opina que la situación es de tal naturaleza que ningún partido ni persona que se llame comunista o revolucionario, puede permanecer indiferente, esperando el ataque revisionista y limitándose exclusivamente a saludar la lucha que los demás libran contra el revisionismo.

 El tiempo no espera. 

Los marxista-leninistas deben estar a la ofensiva y no a la defensiva, al ataque y no en retirada. No han temido ni temen a los revisionistas, a sus amenazas ni a sus presiones. 

El temor es ajeno a los marxista-leninistas, tanto en la lucha contra el imperialismo como en la lucha contra el revisionismo.

 Sólo los revisionistas le tienen miedo al imperialismo y al marxismo-leninismo. Tener miedo a los revisionistas significa temer aún más al imperialismo y no confiar en la fuerza ni en el triunfo del marxismo-leninismo. (...) 

En la lucha contra el revisionismo moderno, al igual que frente a todos los demás problemas, la única posición correcta es la posición de principios. 

Con los principios no se puede traficar, cuando se trata de la defensa de los principios no hay que detenerse a mitad del camino, no hay que mantener jamás una actitud vacilante y oportunista. 

La lucha entre el marxismo-leninismo y el revisionismo es una manifestación de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre el socialismo y el capitalismo. En esta lucha no puede haber una línea intermedia. 

La línea del «término medio», como ha demostrado durante largos años la experiencia histórica, es la línea de la conciliación de los contrarios, que jamás pueden conciliarse, es una posición inestable y momentánea. 

La línea intermedia no puede servir ni siquiera para enmascarar la desviación de los principios marxista-leninistas, puesto que la lucha contra el revisionismo, si no se inspira en motivos ideológicos, sino únicamente en ciertas contradicciones económicas o políticas, sobre bases nacionalistas y chovinistas, es un bluff y no llegará muy lejos. 

Quién se atiene a esta línea en su actitud hacia los renegados del marxismo-leninismo, tarde o temprano, corre el peligro de caer, él mismo, en las posiciones de éstos». 

(Enver Hoxha; Informe en el Vº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1966)

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