El Vaticano es, sin duda, la más basta y potente organización que ha existido nunca.
Tiene, a tenor de ciertos aspectos, el carácter de un Estado y es reconocido como tal por un cierto número de gobiernos.
Aunque el desmembramiento de la monarquía austro-húngara había disminuido considerablemente su influencia sigue siendo todavía una de las fuerzas políticas más eficientes de la historia moderna.
La base organizativa del Vaticano está en Italia: aquí residen los órganos ejecutivos de las organizaciones católicas, cuya compleja red abarca una gran parte del mundo.
En Italia el aparato eclesiástico del Vaticano implica a cerca de 200.000 personas; cifra imponente, sobre todo cuando se tiene en cuenta que este comprende miles y miles de personas dotadas de inteligencia, cultura, consumada habilidad en el arte de la intriga y en la preparación y realización metódica y silenciosa de diseños políticos.
Muchos de estos hombres encarnan las más viejas tradiciones de organización de las masas y, en consecuencia, la mayor fuerza reaccionaria existente en Italia, fuerza tanto más temible por insidiosa e inasible. Antes de intentar un golpe de estado, el fascismo debe buscar un acuerdo con ella.
Se dice que el Vaticano, aunque muy interesado en el ascenso del fascismo al poder, pagó muy caro su apoyo al mismo.
El rescate del banco de Roma, donde estaban depositados todos los fondos eclesiásticos, costó, según se dice, más de un millón de liras al pueblo italiano.
A menudo se habla del Vaticano y de su influencia sin conocerse exactamente la estructura y la fuerza real de la organización ya que no interesa dar una idea precisa. El Vaticano es un enemigo internacional del proletariado revolucionario.
Es evidente que, en gran parte, el proletariado italiano deberá resolver con sus propios medios el problema del papado pero es igual de evidente que no lo conseguirá sólo, sin la eficaz contribución del proletariado internacional.
La organización eclesiástica del Vaticano refleja su carácter internacional.
Esta constituye la base del poder del papado en Italia y en el mundo.
En Italia se encuentran dos tipos diferentes de organización católica: 1) la organización de masas, religiosa por excelencia, oficialmente basada sobre la jerarquía eclesiástica: es la unión popular de los católicos italianos, o, como es llamada de forma corriente en los periódicos, la Acción Católica; 2) un partido político, el Partido Popular italiano, que por poco no entró en conflicto abierto con la Acción Católica.
De hecho, se estaba convirtiendo cada vez más en la organización del bajo clero y de los campesinos pobres, mientras que la Acción Católica se encuentra en manos de la aristocracia, de los grandes propietarios y de la autoridad eclesiástica, reaccionaria y simpatizante del fascismo.
El Papa es el jefe supremo tanto de la maquinaria eclesiástica como de Acción Católica. Esta última ignora los congresos nacionales y cualquier otra forma de organización democrática. Ignora también, al menos oficialmente, tendencias, fracciones y corrientes de ideas diferentes. Ha sido construida jerárquicamente de abajo a arriba.
Por el contrario, el partido popular es oficialmente independiente de la autoridad eclesiástica, acoge entre sus filas incluso a los no católicos –a pesar de tener en su programa, entre otras cosas, la defensa de la religión- sufre todas las vicisitudes bajo las cuales es puesto un partido de masas, ya ha experimentado más de una escisión y es el terreno de obstinadas luchas de tendencias que reflejan los conflictos de clase de las masas rurales italianas.
Pio XI, el actual Papa, el 260 sucesor de san Pedro, antes de ser elegido Papa era cardenal de Milán. Desde el punto de vista político, pertenecía a aquella especie de reaccionarios italianos que se conocen por el nombre de “moderati lombardi”, grupo compuesto de aristócratas, de grandes terratenientes y de grandes industriales que se encuentran más a la derecha que el Corriere della sera.
El Papa actual, cuando todavía se llamaba Felice Ratti y era cardenal de Milán, manifestó más de una vez su simpatía por el fascismo y por Mussolini. Los “moderati” milaneses tercian con Ratti, elegido Papa, para asegurarse de su apoyo al fascismo en el momento del golpe de Estado.
En el Vaticano el Papa es asistido por el Sacro Colegio, compuesto por 60 cardenales nombrados por él mismo, que a su vez eligen al Papa cuando queda vacante el trono de San Pedro.
De estos 60 cardenales, al menos 30 son elegidos siempre entre el clero italiano para asegurarse la elección de un Papa de nacionalidad italiana. Después vienen los españoles con 6 cardenales, los franceses con 5, etc. La administración internacional de la Iglesia está encomendada a un colegio de patriarcas y arzobispos a cargo de diferentes ritos nacionales reconocidos oficialmente.
La corte pontificia recuerda a la organización gubernamental de un gran Estado. Cerca de 200 funcionarios eclesiásticos presiden los diversos departamentos y secciones, forman parte de distintas comisiones, etc.
La más importante entre las secciones es, sin duda, la secretaría de Estado que dirige los asuntos políticos y diplomáticos del Vaticano. A su cabeza se encuentra el cardenal Pietro Gasparri, que ya ha ejercido las funciones de secretario de estado al lado de dos predecesores de Pio XI.
El partido popular se formó bajo su alta protección: es un hombre poderoso, muy dotado y, como quien dice, de espíritu democrático. La verdad es que él ha sido blanco de furiosos ataques por parte de los periodistas fascistas que incluso han pedido su dimisión.
Veintiséis estados tienen a sus representantes en el Vaticano, que a su vez está representado en 37 estados.
En Italia, en particular en Roma, se encuentra la dirección central de 215 órdenes religiosas, 89 masculinas y 126 femeninas, gran parte de las cuales existen desde hace 1000 o, incluso, 1500 años, y que tienen conventos y congregaciones en todos los países. Los benedictinos, por ejemplo, que están especializados en la instrucción se jactaban en su orden, en 1920, de contar con 7.100 monjes, distribuidos en 160 conventos, y 11.800 monjas.
La orden masculina es dirigida por un primado y cuenta con los siguientes dignatarios: un cardenal, 6 arzobispos, 9 obispos, 121 priores. Los benedictinos administran 800 iglesias y 170 escuelas.
¡Y esta no es más que una de las 215 órdenes católicas! La santa compañía de Jesús cuenta oficialmente con 17.540 miembros, entre los que hay 8.586 padres, 4.957 estudiantes y 3.997 hermanos laicos. Los jesuitas son muy poderosos en Italia. Gracias a sus intrigas han conseguido, en ocasiones, hacer sentir su influencia incluso entre las filas de los partidos proletarios.
Durante la guerra buscaron, a través de Francesco Ciccotti, por entonces corresponsal delAvanti! en Roma, hoy nittiano*, obtener de Serrati que el Avanti! cesara la campaña contra su orden, la cual se había apropiado de todas las escuelas privadas de Torino.
En Roma reside la Congregación para la propagación de la fe que a través de sus misioneros busca difundir el catolicismo en todos los países. Tiene a su servicio a 16.000 misioneros y 30.000 misioneras, 6.000 sacerdotes indígenas y 29.000 catequistas: y esto solamente en los países no cristianos. Ministra, además, 30.000 iglesias, 147 seminarios con 6.000 estudiantes, 24.000 escuelas populares, 409 hospitales, 1.183 dispensarios médicos, 1.263 orfanatos y 63 imprentas.
La gran institución mundial llamada Apostolado de la oración es creación de los jesuitas: abarca a 26 millones de miembros divididos en grupos de 15 personas, los cuales tienen, cada uno, a la cabeza a un y a una ferviente. Distribuye una publicación periódica central que sale en 51 ediciones diferentes y en 39 idiomas, entre los cuales hay 6 dialectos indígenas, uno de Madagascar, etc. Cuenta con un millón y medio de suscriptores y tiene una tirada de 10 millones de ejemplares.
El Apostolado de la oración es, indudablemente, una de las mayores organizaciones de propaganda religiosa. Sería muy interesante estudiar sus métodos. Consigue con medios muy simples ejercer una influencia enorme sobre grandes masas de la población rural, excitando el fanatismo religioso y sugiriendo la política que más conviene a los intereses de la Iglesia.
Una de sus publicaciones, ciertamente la más difundida, costaba antes de la guerra dos centavos al año: era una hoja ilustrada de carácter religioso y político. Recuerdo haber leído, en el 1912, el siguiente pasaje: “Nosotros recomendamos a todos nuestros lectores rezar por los fabricantes de azúcar atacados traicioneramente por los así llamados antiproteccionistas, es decir, por los masones y los no creyentes”.
Era la época en la que el partido democrático en Italia dirigía una luminosa campaña contra el proteccionismo aduanero, colisionando así con los intereses de los azucareros. Los propagandistas del librecambismo eran, en esta época, atacados a menudo por los campesinos, que estaban inspirados por los jesuitas del Apostolado de la oración.
*Partidario de Francesco Saverio Nitti.
Fuente original del cual se ha hecho la traducción:
El artículo en cuestión está fechado el 12 de marzo de 1924 y se incluye en La Correspondencia Internacional.