Pablo Gonzalez

Nicaragua: 4 DE MAYO DE 1927

Para refrescarnos la memoria y alimentar nuestro espíritu patriótico, nada mejor que permitir que el propio General Sandino, en su inmejorable estilo de auténtico prócer nacional, nos relate lo que sucedió aquel 4 de mayo de 1927:

"Regresó el correo diciéndome: 'Ya se fue el general Moncada y en estos mismos momentos debe estarse echando sus buenos mielazos con los yankees'.

"El 5 de mayo, recibí una orden verbal enviada por Moncada con el coronel Pompilio Reyes, que reconcentrara las fuerzas a mi mando en el pueblo de Santa Lucía; que ya no había necesidad de poner retenes; que la gente podía dormir bajo techo porque ya estaba todo arreglado.

Consideré muy informal aquella orden y me fui inmediatamente con mi Estado Mayor a La Cruz, jurisdicción de Teustepe, lugar donde estaba Moncada.

 Le encontré en una hamaca que había bajo un árbol frondoso. 

Al vernos, Moncada se levantó saludándome. Me refirió la orden que me había enviado con el coronel Reyes.

 Le pedí una explicación de la forma en que había quedado arreglada la paz. 

Que aquel gobierno había aceptado la solicitud de Adolfo Díaz para supervigilar las elecciones presidenciales y que por consiguiente el gobierno norteamericano custodiaría las armas de Adolfo Díaz y las de los liberales.

Que a cambio de la depuesta de las armas daría diez dólares por cada rifle al hombre que lo tuviera. Que al que no depusiera las armas pacíficamente lo desarmarían por la fuerza.

 Yo me sonreí maliciosamente. 

Fue objeto de sorpresa mi sonrisa para Moncada, quien agregó: 'También nos darán el control de seis departamentos de la República. Usted es el candidato escogido para jefe político de Jinotega. 

El gobierno de Díaz pagará todas las bestias que actualmente estén en la guerra y usted puede recoger las que más pueda y será legalmente dueño de ellas.

Pregunté a Moncada si estaba de acuerdo todo el Ejército y me respondió: 'Tiene que estarlo puesto que a todos les será pagado el sueldo que hayan devengado.

 A usted le corresponden -continuó- diez dólares diarios durante el tiempo que ha permanecido en armas. "Yo me sonreí maliciosamente. 

El 4 de mayo a que nos hemos referido, continúa relatándonos Sandino, es efectivamente día de fiesta nacional, pero no es porque Moncada haya negociado al Ejército liberal como a partida de ganado en Tipitapa, no. 

Es fiesta nacional porque fue ese el día en que Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le quedaban todavía hijos que con su sangre lavarían la mancha de los demás. 

Le manifesté nuevamente que yo sería uno de los opositores. 

Con su palabra fácil procuró convencerme de una vez, respecto a la claudicación, diciéndome que sería una locura pelear con los Estados Unidos de Norteamérica, porque es aquella una nación poderosa que tiene ciento veinte millones de habitantes; que yo no podía hacer nada con trescientos hombres que tenía a mi mando. 

Que nos sucedería igual que a una presa que está bajo la garra de un tigre que en tanto más se mueve, más se le ahondan las uñas.

Sentí un profundo desprecio desde ese momento por Moncada. 

Le dije que yo consideraba un deber morirnos o libertarnos. 

Que con ese fin yo había enarbolado la bandera rojinegra simbolizando libertad o muerte.

 Que el pueblo nicaragüense de aquella guerra constitucionalista esperaba su libertad.

Él sonrió sarcásticamente. 

Me dijo textualmente estas palabras, en tono despreciativo.

 “No hombre… ¿Cómo se va a sacrificar usted por el pueblo? 

El pueblo no agradece… Esto se lo digo por experiencia propia… La vida se acaba y la patria queda… El deber de todo ser humano es gozar, y vivir sin preocuparse mucho…”

Me despedí de él y me fui hacia donde estaban todas mis Fuerzas. Como, según dejo dicho, yo estaba en ese momento con mi Estado Mayor, ante Moncada, todos los que lo formaban son testigos del relato que dejo hecho.

Así entregó las armas Moncada. Comprendí que éste traicionaba los intereses de la revolución, pues así lo declaró el doctor Sacasa, y comprendí también con amargura que eran defraudados los ideales del pueblo nicaragüense.

Llegué al cerro El Común, en el cual estaba mi fuerza, y participé a todos lo que oí de propia boca de Moncada y lo que en él comprendimos.

 No era posible que yo fuera indiferente a la actitud asumida por un traidor. 

Recordé en esos momentos las frases hirientes con que nos calificaban a los nicaragüenses en el exterior. 

Así pasé tres días en el cerro del Común, abatido, triste, sin saber qué actitud tomar, si entregar las armas o defender el país, que reclamaba conmiseración a sus hijos. 

No quise que mis soldados me viesen llorar, y busqué la soledad.

Allí solo, reflexioné mucho, sentí que una voz extraña que me decía: '¡Vende patria!' Rompí la cadena de reflexiones, y me decidí a luchar, comprendiendo que yo era el llamado para protestar por la traición a la Patria y que las balas serían las únicas que deberían defender la soberanía de Nicaragua, pues no había razón para que los Estados Unidos intervinieran en nuestros asuntos de familia. 

Fue entonces cuando publiqué mi primer manifiesto." (R. Belausteguigoitia/ con Sandino en Nicaragua pag.101) 

Continúa relatando el General Sandino: Salí del cerro el común con un ejército de unos 400 hombres, dirigiéndose a las Segovia. 

Allí se apodero de Jinotega defendida por unos cientos de hombres; pero la lealtad de su gente comenzaba a quebrantarse.

 Sandino hablo a sus soldados, los arengo y les dijo que era preciso combatir hasta la muerte contra la intervención yanqui.

Sin embargo siguió adelante hacia la montaña, para evitar la pérdida de las armas de los que se fueran. Ya en el Chipote, hizo dar un paso al frente a los que quisieran permanecer con él. 

Entre los que se habían marchado antes y los que ahora se fueron, solo quedaban 29 hombres; con el 30.

 ¡Buen ejército para lucha contra la intervención yaqui!. (R. Belausteguigoitia/ con Sandino en Nicaragua pag.102) 

Con esa patriótica determinación de Sandino, como ya otros han observado, aquella guerra convencional de montoneros se transformaría en la primera guerra de guerrillas liberada en el continente americano y seria él dirigiendo un ejército de obreros y campesinos quienes le propinarían la primera derrota militar en el continente al imperio americano.

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