Un estamento con sede en Las Palmas de Gran Canaria, creado por el estado español para fomentar la multiculturalidad, la tolerancia y el conocimiento de la realidad africana, convertida por el PP en pocos años en un nido de mercaderes, cuyo principal objetivo es cobijar y apoyar a multinacionales sanguinarias, causantes y responsables directas de millones de violaciones de derechos civiles, guerras fraticidas, destrucción premeditada y pormenorizada del patrimonio natural y étnico del continente hermano.
Su director general colocado a dedo por el siniestro ministro del petróleo, un tal Luís Padrón, afirma pública y vergonzosamente, que “la actuación del gobierno español en la valla de Ceuta y Melilla es correcta”, cuando todo tipo de organismos internacionales de defensa de los derechos humanos han denunciado la violencia desmedida, el racismo y el maltrato generalizado por parte de la policía del régimen borbónico, una intimidación sistemática contra las personas migrantes que intentan entrar en Europa buscando una nueva vida.
Una institución con un presupuesto de 871.250 euros anuales de los fondos de Cooperación de los Presupuestos Generales del estado al margen de la realidad, sin sensibilidad con la situación dramática de los pueblos de África, volcada de forma exclusiva en la potenciación de empresas y corporaciones con las manos manchadas de sangre, responsables directas de la muerte de miles de líderes sociales o ecologistas como Ken Saro-Wiwa en Nigeria, asesinado por sicarios de la Shell, un exterminio programado de poblaciones indígenas para quedarse con sus territorios ricos en coltán, hidrocarburos, diamantes y otros jugosos botines por los que son capaces de asesinar, torturar, masacrar, mientras les pagan los vicios caros a gobernantes y corruptos dictadores.
Esta entidad ignora a las organizaciones y asociaciones africanas en las Islas Canarias y resto del estado, colectivos que rechazan su total apoyo a la depredación del continente, el respaldo a dictaduras criminales como la de Guinea Ecuatorial, su absoluta desvinculación de la realidad social de millones de personas que mueren por inanición, que sufren la explotación de occidente y sus mafiosas multinacionales.
La solidaridad y la defensa de los derechos humanos debería ser el objetivo fundamental de este tipo de entidades, teniendo en cuenta la cruenta realidad del llamado “continente negro”, la búsqueda de salidas a la miseria de sus pueblos, el fomento de la tolerancia, el antirracismo, el intercambio y la cooperación, acercando a la población canaria, española y europea a los riquísimos valores culturales de cada pueblo desde Libia a Sudáfrica, el comercio justo, la potenciación de una inversión sostenible, al margen de la especulación, del saqueo, del robo, del genocidio de unas multinacionales causantes directas de miles de muertes diarias por hambre, sed y guerras invisibilizadas en los medios de comunicación occidentales.