En la página 11 de la edición No. 3691 de Trinchera de la Noticia del 10 de marzo de 2015 he leído que Eduardo Montealegre negó que su decisión de no correr como candidato a presidente de la República en 2016 tenga que ver con el juicio de los CENIs y que él cree que los inventos que muchos caen en la trampa y que se repiten a través de los medios se caen por sí solos, preguntándose finalmente dónde están los 700 millones de dólares del que se le acusa en el juicio.
Voy a refrescar la memoria de Eduardo Montealegre, un político que usa inapropiadamente la inmunidad de su cargo público, que no ejerce, y se vuelve un impune al no presentarse ante las autoridades judiciales no sólo por mis dos querellas personales debido a sus injurias y calumnias contra mí, sino también por la acusación penal que le hizo la Fiscalía General de la República por su presunta delincuencia cometida en 2003, cuando él ejercía el cargo de ministro de Hacienda y Crédito Público en el gobierno del Ing. Enrique Bolaños, al reestructurar la deuda pública por las quiebras de cuatro bancos que se dieron en 2000 y 2001, y al aprobar, como ministro y como miembro del Consejo Directivo del Banco Central de Nicaragua (BCN), las subastas de activos de los cuatro bancos liquidados.
A inicios de 2006, la Contraloría General de la República (CGR) me llamó para auxiliarla en el análisis de las liquidaciones de INTERBANK, BANCAFÉ, BAMER y BANIC, el primero y el tercero comprados por el BANPRO, el segundo por el BDF y el tercero por el BANCENTRO, tarea que realicé ad honorem a lo largo de un año.
Lo que sigue a continuación es resultado de mis investigaciones sobre el comportamiento de Eduardo Montealegre Rivas, sin obviar que la CGR sólo investiga al empleado público.
Cuando Eduardo Montealegre reestructuró la deuda de US$230.6 millones por los CENIs/INTERBANK y los CENIs/BANIC redujo la descomunal tasa de rendimiento “dolarizada” de 21.43% que el abogado Noel Ramírez Sánchez, ex presidente del BCN, había establecido para los CENIs/INTERBANK hasta 8.30%, pero determinó el valor presente de la deuda de esos CENIS con una tasa de descuento de 7.4999% en vez de aplicar la tasa de rendimiento originalmente pactada de 21.43%, por lo cual infló esta deuda de los nicaragüenses en US$23.4 millones con la emisión de los nuevos papeles llamados Bonos Bancarios, con plazo de 10 años, que aún seguimos pagando con nuestros impuestos.
Además, en esta reestructuración de CENIS/INTERBANK/BANIC aprobó la emisión de dos bonos cupón cero, uno a 5 años plazo y el otro a 10 años plazo, cuyo valor futuro fue igual a US$21.2 millones.
El ex ministro de Hacienda llamó a esta parte de su operación como una “reingeniería financiera” que produjo un ahorro a Nicaragua en términos de valor presente, una afirmación que estimo es bastante descarada.
Cuando Eduardo Montealegre reestructuró la deuda de US$40 millones por los CENIs/BDF sólo autorizó la emisión de Bonos Bancarios, redujo la tasa de rendimiento originalmente pactada de 10.65% a 7.43%, pero diferenció plazos de redención de 1 año y 3 años a cada 50% del monto total reestructurado.
Cuando Eduardo Montealegre reestructuró la deuda de US$49.4 millones por los CENIS/BAMER, sólo se emitieron Bonos Bancarios pero elevó la tasa de rendimiento originalmente pactada de 7.93% a 8.29% y estableció un plazo de 10 años.
Se puede observar que la reestructuración de esta deuda pública interna no se efectuó en forma soberana sino en forma comercial.
¿Por qué Eduardo Montealegre aplicó plazos distintos, subió y bajó tasas de rendimientos, y reestructuró deudas con dos instituciones financieras acreedoras del extinto INTERBANK, ajenas al mandato presidencial de rescatar sólo a los depositantes?
¿Por qué infló la deuda de los nicaragüenses con su reingeniería financiera en el caso de los CENIs/INTERBANK?
¿Por qué no consideró que los Bonos Bancarios, emitidos en córdobas con mantenimiento de valor, fueron inversiones sin riesgo, porque no estaban sujetos a la creación de ninguna reserva?
Por estas preguntas, en cierto momento declaré públicamente que Eduardo Montealegre tenía que aclarar algunos asuntos a la Nación y al Juez.
En el caso de las subastas de los activos de los bancos liquidados, la CGR afirmó que era “un caso que chorrea sangre”.
Considero que un ministro de Hacienda es un guardador de la cosa pública y debe protegerla, cosa que no hizo Eduardo Montealegre desde su silla en el Consejo Directivo del BCN. Veamos unos pocos ejemplos.
En licitaciones públicas, a sobre cerrado y al martillo en vez de usarse en estos casos el método apropiado que es el del precio base, se subastó la cartera de crédito (en libros) de US$151.6 millones en US$4.8 millones, con ganadores que manejaban información privilegiada porque ya habían adquirido o auditaban a los bancos liquidados; cada dólar de la cartera cafetalera fue vendida a un solo oferente en apenas 11 centavos de dólar con sus garantías hipotecarias; cada dólar de la cartera de la tarjeta de crédito y microcrédito fue vendido a un solo oferente en la irrisoria cantidad de 2.8 centavos de dólar; el terreno de tres manzanas con el edificio del extinto BANIC fue vendido en US$5.2 millones, cuando su valor de mercado se aproximaba a US$16 millones; 668 obras de arte fueron vendidas en 930 mil dólares, entre las cuales se distinguen obras de arte que forman parte del patrimonio nacional; se desconoció el destino del hardware y del software que automatizaban las operaciones de los cuatro bancos liquidados; y en dos subastas de vehículos sólo se obtuvo 152 mil dólares.
En conclusión, solo Eduardo Montealegre cree que todo lo que he descrito anteriormente es un invento que se cae por sí solo. No lo es, porque toda esa información está debidamente documentada en la CGR y, tengo entendido, también se encuentra en la Fiscalía General de la República y en un expediente en un juzgado local de los Penal de Managua, en el cual este político aparece, entre 39 acusados, como el acusado No. 26 en su calidad de coautor de los delitos contra la economía nacional la industria y el comercio, delito de Fraude, y delito de Tráfico de influencias.
Por todo lo que descrito anteriormente no creo que Eduardo Montealegre sea un político pragmático y de principios.
Tampoco creo que Nicaragua, un país en que abundan los pobres, vaya a tener algún día un presidente que sea banquero.
Lo que sí creo es que Eduardo Montealegre simula ser un político para arroparse en la inmunidad que le confiere su cargo público que no ocupa para no enfrentar la justicia.
El diputado Eduardo Montealegre, que no ejerce sus funciones, sabe que la inmunidad no es eterna y, talvez por esto, no pretende correr como candidato a presidente de la República.
https://nestoravendano.wordpress.com/2015/03/11/un-diputado-olvidadizo/