Las opciones de Hamás son bien complejas ya que se enfrenta tanto a críticas como alabanzas por su cambio de táctica, pero es la supervivencia lo que está en juego.
A pesar de su éxito repeliendo los avances del ejército israelí en Gaza, las maniobras políticas regionales de los últimos años no están dando sus frutos.
Aislado de forma conjunta por Israel y otras partes árabes, sin ayuda de la Autoridad Palestina (AP) de Mahmud Abbas, el Movimiento de la Resistencia Islámica está de nuevo enfrentándose a difíciles decisiones y parece estar eligiendo un cauteloso retorno a su antiguo campo con Irán y Hizbollah.
Pero en esta ocasión la maniobra es especialmente arriesgada.
Aislamiento, aislamiento, aislamiento
Sin embargo, las otras opciones de Hamás son demasiado limitadas o sencillamente no existen. Pocos países árabes parecen interesados en tirar a Hamás, al que han abandonado para que atienda las necesidades de Gaza tras la más mortífera de las guerras de Israel contra la Franja.
No obstante, el movimiento está teniendo que enfrentar retos formidables: una economía hundida, una infraestructura en ruinas, los túneles de Rafah destruidos y un persistente asedio de Israel.
El progreso del acuerdo Hamás-Fatah, seguido de la formación de un nuevo gobierno, eran los requisitos previos para otros pasos ulteriores, incluyendo la reforma de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
El que un día fuera prometedor avance hacia la unidad se vio interrumpido por la devastadora guerra de Israel, la llamada Operación Margen Protector, que mató e hirió a miles de gazatíes. La guerra dejó también en peor situación aún a la desolada Franja de Gaza.
En vez de establecer rápidamente los ministerios de gobierno en Gaza, canalizar dinero hacia la devastada Franja y empezar de inmediato el proceso de reconstrucción, el gobierno de Rami Hamdallah, con sede en Ramala, fue dilatándolo todo en lo que sólo podría entenderse como razones políticas.
En cualquier caso, muy poco dinero del prometido para reconstruir Gaza ha llegado a su destino. Incluso la creatividad de Gaza en el arte de la supervivencia está agotándose. Si no encuentran una salida, aunque sea limitada, Gaza no podrá resistir mucho más tiempo.
El intento de Hamás de involucrar a Egipto como forma de encontrar un espacio alternativo para romper el asedio no ha dado tampoco resultados. Desde el advenimiento del ahora Presidente Abdul Fatah al-Sisi en julio de 2013, el gobierno egipcio ha percibido a la Hermandad Musulmana y a Hamás como una misma cosa, procediendo con toda rapidez el pasado marzo a declarar organización terrorista a Hamás.
Incluso muchos de los medios de comunicación egipcios culpan a menudo a Hamás de la guerra en curso en el Sinaí, que se remonta a años. La demonización alcanzó su cénit cuando el ala militar de Hamás, las Brigadas de Is al-Din al-Qasam se encontraron recientemente prohibidas y acusadas de “terrorismo” por un tribunal egipcio. El intento de las brigadas de defenderse diciendo que nunca han intervenido en los asuntos de ningún país árabe cayó en oídos sordos.
Con los túneles destruidos y con la “zona tampón” establecida y fortificada alrededor de la Franja de Gaza por el lado egipcio de la frontera, el asedio es ahora total.
Sin embargo, Gaza podía haber sobrevivido pero la guerra israelí dejó tras de sí miles de familias sin hogar, más de 11.000 heridos y una pobreza arraigada.
La conferencia de donantes celebrada en El Cairo el pasado año prometió reconstruir Gaza, pero no se ha entregado casi nada. Naciones Unidas y la Liga Árabe han vuelto a pedir que se cumplan las promesas.
Pero, aunque llegaran a cumplirse, EEUU y sus aliados insisten en que el dinero no se canalice a través de Hamás.
Cambiando de nuevo el engranaje político
Así pues, ¿qué va a hacer Hamás?
Antes de la llamada Primavera Árabe, la región se dividía en dos campos políticos. Uno de ellos era conocido como el “eje de la resistencia”, también como el campo de la “oposición” y estaba compuesto por Irán, Siria, Hizbollah y Hamás. El otro es el campo de los “moderados”, que agrupa a los aliados regionales de EEUU. El último se posicionó para contrarrestar al primero.
Había entonces una división entre sunníes y chiíes, pero no era tan pronunciada como ahora. La existencia de Hamás, una organización sunní dentro un grupo de mayoría chií y la clara demarcación de que la lucha entre EEUU-Israel versus el “eje de la resistencia” relegaba cualquier diferencia sectaria por insignificante.
Inicialmente, antes del duro golpe sufrido por toda la región a causa de las guerras y otros conflictos sangrientos, la Primavera Árabe de 2011 trajo grandes promesas pero también una polarización sectaria y política sin precedentes.
Hamás, producto de un movimiento de liberación nacional con una ideología religiosa propia, no pudo escapar del etiquetado sectario que se ha convertido de repente en la prueba definitiva de la política en Oriente Medio.
Una guerra en Siria parecía ser el mejor escenario que varias potencias occidentales contemplaban, incluyendo EEUU e Israel. Otros regímenes árabes siguieron su ejemplo, inyectando armamento masivo en un levantamiento que una vez fue popular y pacífico, no dejando espacio para un acuerdo negociado a la crisis. Irán y Rusia saltaron enseguida a la palestra, cada uno con una serie diferente de objetivos.
Para Irán, puede decirse que la guerra se convirtió en su oportunidad para extender su influencia regional. Con Hizbollah incorporándose a la lucha –que por entonces incluía ya a numerosos grupos de cosecha propia y extranjera-, el aspecto sunní-chií del conflicto se hizo evidente.
De todos modos, ninguna de las partes hubiera permitido que Hamás actuara fuera del amenazante paradigma sectario. Se esperaba que el grupo tomara partido y que lo hiciera con rapidez. Egipto, bajo el depuesto Presidente Mohamed Morsi, que estaba en posición de mediar en una solución de base regional a la crisis siria, tomó también partido.
Sus medidas acabaron con cualquier posibilidad de liderar una transición negociada hacia la democracia en Siria.
Mientras tanto, los palestinos siguieron desunidos cuando más importante era su unidad. Incluso la terrible situación de la inmensa población de refugiados palestinos parecía no ser merecedora de un frente político palestino unido. Mientras varios grupos pequeños luchaban junto al régimen de Damasco, otros se situaban junto a la oposición.
La Autoridad Palestina de Abbas siguió inmersa en un necio discurso de “proceso de paz”, prestando muy poca atención a los miles de refugiados palestinos asesinados y muertos de hambre en Siria.
Las maniobras de Hamás le salieron caras. Se separó del eje Irán-Siria-Hizbollah, incorporándose a un frente árabe que se había llegado a unir para ver el derrocamiento del régimen de Bashar al-Asad.
Pero la guerra fue haciéndose cada vez más espantosa en ambos bandos, y la oposición se escindió en numerosos grupos, incluyendo el notoriamente violento Estado Islámico (EI).
Los llamamientos a la democracia y a las reformas ya no eran el aspecto dominante, el EI declaraba un califato y el vocabulario principal del conflicto estaba dominado por el lenguaje sectario y religioso.
La agitación en Egipto complicó aún más las cosas para Hamás. Cuando Morsi fue derrocado, los partidarios de Sisi desataron una guerra total contra la Hermandad Musulmana y cualquiera que estuviera afiliado con ellos, incluido Hamás.
El movimiento no logró en absoluto amortizar su apuesta. Cada vez más empobrecido y aislado, Hamás trató de respiraruniendo fuerzas con el Fatah de Abbas para poner fin a la división y buscar una salida a lo que se había convertido en un paradigma sin esperanza.
La otra guerra de Israel contra Gaza
Pero entonces, Israel atacó Gaza. El debate en los medios se centró en la conexión, no probada, de Hamás con el secuestro y asesinato de tres colonos adolescentes israelíes. Pero la historia no iba de eso. Con la salida de Hamás del “eje de la resistencia” y su aislamiento respecto al campo árabe “moderado”, el movimiento estaba más debilitado que nunca.
El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu encontró la oportunidad para dar el golpe final a Hamás mientras machacaba Gaza con inigualable brutalidad. Antes de degradar sus capacidades militares, intentó romper políticamente a Hamás.
La masiva destrucción de las infraestructuras –escuelas, hospitales, fábricas, edificios del gobierno, tiendas, túneles y miles de hogares- no solo respondía a la habitual crueldad israelí en su trato hacia los palestinos.
Trataba también de asegurar que Hamás no tuviera oportunidad alguna de gobernar Gaza tras la guerra y que se viniera sencillamente abajo ante la imposible tarea de reconstruir la Franja sin ayuda, cemento ni salvavidas material alguno por ningún lado.
Aunque la guerra en sí ha terminado con una elevada cifra de 2.200 muertos palestinos, sigue librándose una guerra económica en dos frentes distintos: Israel y Egipto. Y mientras en Ramala la AP reflexiona perezosamente sobre su regreso a Gaza, Hamás ha empezado a mirar a Teherán en busca de ayuda.
Restaurando el eje
Mientras tanto, los árabes, asfixiados con sus propios problemas, observaban el duro castigo de Israel a Gaza con una mezcla de temor, entretenimiento y anticipación.
Los que habían instado a Hamás a que abandonara a Irán no dieron ni un paso adelante para llenar el vacío existente de armas, dinero y otro material de ayuda. No sólo muchos en Hamás vieron eso como una traición, otros que nunca intentaron que rompiera con Irán empezaron a presionar al movimiento para que reconsiderara de nuevo sus alianzas políticas.
De hecho, el proceso de restablecer vínculos con Irán lleva meses en marcha, y hay numerosos –aunque imprecisos- indicios de algún tipo de acercamiento entre Irán y Hizbollah por un lado y Hamás por otro que van sumándose hacia una conclusión previsible.
Aparte de la guerra de Israel contra Gaza, otros tres factores han ido empujando a favor de la consolidación de vínculos entre las dos partes: uno, el retorno al consenso político entre los países del Golfo y las presiones sobre Qatar para que se distancie de la Hermandad; dos, la falta de horizontes políticos como consecuencia de la fallida o dilatada reconciliación con Fatah; y tres, el cierre permanente de la frontera de Rafah.
La oportunidad
Cuando un helicóptero de combate israelí atacó un convoy de vehículos en la provincia siria de Quneitra matando a seis combatientes de Hizbollah, incluido el hijo del legendario líder Imad Mughaniya –él mismo asesinado en una operación conjunta de la CIA y el Mossad- junto a un comandante iraní, Hamás ofreció rápidamente sus condolencias.
El más notable de estos mensajes provino de Mohammed al-Deif, el líder de las Brigadas al-Qasam. Deif pidió hacerse cargo de las armas en una batalla conjunta contra Israel.
También llovieron los mensajes políticos, uno del ex Primer Ministro del gobierno de Hamás Ismail Haniyeh (que es el actual jefe adjunto del buró político del movimiento): “Declaramos nuestra total solidaridad con el Líbano y con la resistencia libanesa”, dijo, apelando a la unidad contra el “principal enemigo de la ummah”.
Esto, junto con el llamamiento del líder de Hamás, Jaled Meshal, a favor de la resistencia pacífica en Siria, indica que el regreso de Hamás al campo iraní es cuestión de tiempo.
De hecho, ese regreso tendrá lugar más pronto que tarde, como sugirió Ahmed Yusef, el antiguo alto asesor de Haniyeh y miembro destacado del movimiento. Declaró que Meshal debería desplazarse pronto a Teherán para reunirse con los altos dirigentes iraníes.
De vuelta al principio
Es probable que el posible retorno de Hamás al campo de Irán sea cauteloso, calculado y también costoso. Hay una crisis de confianza entre todas las partes. Sin embargo, para algunos el regreso de Hamás era inevitable cuando no esencial para la supervivencia del movimiento, que cada vez se enfrenta a mayores presiones.
Pero Irán y Hizbollah necesitan también de Hamás, al menos para romper, de forma sincera o como sea, con la narrativa sectaria dominante que ha envuelto la región. La imagen de Irán y Hizbollah, considerado este último en otro tiempo como el bastión de la resistencia, está en sus mínimos históricos.
Desde luego, hay muchos que se sienten frustrados por el cambio de táctica de Hamás, insistiendo en no querer ver el imposible dilema al que se enfrenta el grupo. La oposición siria ha dejado claros sus sentimientos.
Pero para Hamás las opciones son muy duras y todas igual de difíciles. Un poeta árabe describió una vez esas duras opciones como “dos problemas, el más dulce de los cuales es amargo”.
Algunos castigarán a Hamás por su nueva estrategia, otros lo alabarán por su vuelta al sentido común. Pero para Hamás y la resistencia palestina en Gaza, se trata de mera supervivencia.
Ramzy Baroud –ramzybaroud.net- es doctor en Historia de los Pueblos por la Universidad de Exeter. Es editor-jefe de Middle East Eye, columnista de análisis internacional, consultor de los medios, autor y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es “My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story” (Pluto Press, Londres).