Los académicos y teólogos llevan unos 200 años sosteniendo una intensa discusión: ¿existió un rabino del siglo I llamado Yeshua ben Yosef, cuyos seguidores, a través de un proceso de evangelización, extendieron los misterios de su doctrina, o se trata más bien de un constructo histórico (un héroe más literario que histórico) que sirvió para agrupar política e identitariamente a las colonias del Imperio Romano?
Algunos afirman que la figura histórica luego fue “embellecida” por mitos provenientes de Asia Menor y trazas de neoplatonismo; otros, que pudieron existir numerosos Cristos, y que el fenómeno de los profetas era más común de lo que imaginamos.
Tal vez para muchos, la respuesta a este enigma se encuentre en la fe de quien pregunta; para los demás, existen algunas evidencias históricas a tomar en cuenta, tanto para afirmar la existencia de Yeshua ben Yosef como para negarla:
1. No existe evidencia secular del siglo I que pruebe la existencia de Yeshua ben Yosef
El investigador Bart Ehrman afirma que los autores paganos del siglo I no hacen ninguna referencia al Jesús bíblico: la única base histórica de Jesús es la Biblia, lo que sería tanto como decir que la única base para la existencia histórica del Quijote es el libro homónimo.
Sabemos que el Jesús bíblico nació, fue registrado en un famoso censo y luego juzgado y ejecutado. Investigadores historiográficos como Ehrman suponen que debería existir algún tipo de rastro en fuentes no cristianas.
Sin embargo, Ehrman afirma también que “tenemos muchos documentos de la época: los escritos de poetas, filósofos, historiadores, científicos y oficiales de gobierno, por ejemplo, sin mencionar la enorme colección de inscripciones en piedra que sobreviven, y cartas privadas y documentos legales en papiro.
Y nada en este largo inventario de escritos supervivientes menciona el nombre de Jesús”.
2. Los primeros redactores del Nuevo Testamento desconocen detalles de la vida de Jesús que van apareciendo en posteriores manuscritos
Pablo el Apóstol no da cuenta de ninguna Inmaculada Concepción (aunque los teólogos se han esforzado en hacer entrar a la fuerza en el dogma contradicciones lógicas evidentes, sustituyéndolas por aparatosos saltos de fe), de ninguna Estrella de Oriente y de ningún milagro.
¿Es que Pablo no conocía bien a su famoso maestro?
De hecho, el apóstol ni siquiera menciona que Jesús tuviera discípulos; Pablo, el más cristiano de los cristianos, a menudo se opone a los otros discípulos por no considerarlos verdaderos cristianos …
El teólogo liberal Marcus Borg afirma que en la forma actual del Nuevo Testamento, “colocar los Evangelios después de Pablo es muestra de que, como documentos escritos, no son la fuente del Cristianismo, sino un producto suyo.
El Evangelio –las buenas nuevas— acerca de Jesús y ajenas a él, existieron antes de los Evangelios. Son productos de las primeras comunidades cristianas muchas décadas antes de la vida del Jesús histórico y nos dicen cómo veían estas comunidades su significación en el contexto histórico”.
3. Las historias del Nuevo Testamento no pretenden ser de primera mano
Desde los tiempos de Hammurabi era una práctica común ofrendar la autoría de una obra a una autoridad famosa, desde reyes hasta dioses. Sabemos que los cuatro Evangelios bíblicos correspondientes a Mateo, Marco, Lucas y Juan, no fueron escritos por ellos.
De hecho, los nombres de los Evangelios fueron fijados en el siglo II de nuestra era, años después de que todos los discípulos históricos pudieran haber vivido.
Los investigadores creen que las cartas de Pablo (de la 6ª a la 13ª) son genuinas, pero ni en ellas existe una mención a algún evento de primera mano –por otro lado, un procedimiento histórico muy común en la literatura antigua: Herodoto narra vivamente eventos que tuvieron lugar siglos antes de su nacimiento, y durante siglos se le consideró una fuente histórica confiable.
4. Los Evangelios (única fuente histórica de Jesús) se contradicen
La página ExChristian.net permite examinar detalladamente las contradicciones entre los Evangelios. Aunque Marco es considerado el primer texto sobre la vida de Jesús, los análisis lingüísticos sugieren que Lucas y Mateo simplemente trabajaron sobre el texto de Marco, añadiendo correcciones y nuevos materiales.
Los discípulos ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre el lugar donde vieron a su maestro, luego de volver a la vida.
Según Marco 16:7 y Mateo 28:7, el evento ocurrió en Galilea; pero según Lucas 24:33,36 y Juan 20:19, el hecho tuvo lugar en Jerusalén.
5. Los investigadores actuales que afirman haber encontrado evidencia del Jesús histórico también se contradicen
En Deconstructing Jesus (un recuento de las evidencias históricas supuestamente ligadas a la comprobación del Jesús histórico) Robert Price afirma que “el Jesús histórico (si acaso hubo uno) pudo bien haber sido un rey mesiánico, o un fariseo progresista, o un chamán de Galilea, o un místico, o un sabio helénico. Pero sin duda no pudo haber sido todos al mismo tiempo”.
David Fitzgerald, por su parte, concluye que la cuestión del Jesús histórico no puede evadirse de las ficcionalizaciones que los académicos realizan al tratar de reconstruirlo. Probablemente ocurriría lo mismo si tratáramos de probar la existencia histórica de Siddharta Gautama o de alguna de las más de 44 variantes conocidas del mito de Hércules.
Pablo y el resto de la primera generación de cristianos integraron la traducción Septuaginta de las escrituras hebreas con ritos paganos y otros provenientes del gnosticismo, para proveer de un relato maravilloso sobre un dios encarnado que volvió de entre los muertos –al igual que hicieron antes los egipcios, persas, griegos e hindús.
Lo que es incontrovertible que este relato tomó tracción y, al ser adoptado como religión del Imperio Romano, alcanzó las cimas de poder que sigue detentando en nuestros días.
Dicho en otras palabras, tal vez no podemos probar la existencia de Yeshua ben Yosef, pero los efectos de esa discusión siguen impactando el mundo 2000 años después.
(Fuentes: http://www.alternet.org/, Pijamasurf)