Pablo Gonzalez

¡TODOS SOMOS AFRODESCENDIENTES!


Esas diferenciaciones no explicadas ni comprendidas llevaron a que los movimientos de los grupos humanos - las múltiples migraciones -, se convirtieran en motivo de confrontaciones por territorio y por el control y disfrute de las riquezas naturales.

Cuestionando el “Derecho Mayor”

En algunas comunidades del Cauca ha hecho carrera una idea bastante particular frente a un supuesto “Derecho Mayor” que poseen algunas comunidades que se consideran originarias o nativas por “ser de aquí”.

A partir de esa idea se han construido toda clase de teorías. Se “recuperan” leyendas y mitos para demostrar que tal o cual pueblo ha vivido en el territorio que actualmente ocupan y que lo habitan “desde siempre”.

Esa idea se contrapone a los descubrimientos que están en desarrollo por parte de antropólogos, arqueólogos, historiadores, genetistas, geógrafos, y especialistas de otras disciplinas, que están demostrando con pruebas irrefutables que toda la humanidad tuvo su primera madre en una costa del África suroccidental.

Tales hallazgos científicos muestran cómo el “humano moderno” fue bordeando las playas del continente africano hasta llegar a tierras del centro-asiático, constituyendo en los fértiles valles de los ríos Tigris y Éufrates, y más adelante del río Indo y Ganges, los principales centros de las civilizaciones primigenias, que también se establecieron en ricas regiones del actual Afganistán. 

De esos lugares el ser humano – a lo largo de cientos de miles de años – fue migrando y poblando todos los continentes del globo terráqueo en uno de los viajes más asombrosos y todavía desconocidos que conforman nuestra maravillosa odisea global.

La ciencia también está demostrando que América fue poblada en diversos momentos y oleadas. Primero por pueblos asiáticos que atravesaron el Estrecho de Bering hace 35.000 años. Después por comunidades de los archipiélagos malasios que cruzaron directamente el Océano Pacífico hasta llegar a lo que hoy es Chile y Perú en fecha que está por ser determinada.

Existen fuertes indicios que aproximadamente 14.000 años atrás, llegaron a Norteamérica pueblos europeos que bordearon las masas glaciares pasando por Islandia y Groenlandia hasta llegar a la Isla de Terranova en el actual Canadá. Existen vestigios arqueológicos que lo demuestran.

Poco a poco la humanidad va conociendo los movimientos migratorios de nuestros antepasados y va haciendo conciencia sobre nuestros orígenes comunes. 

Es un movimiento que pareciera empujarnos a un reencuentro global. 

Es cómo si los genes de nuestros padres africanos originarios nos empujaran a un mutuo reconocimiento. Pareciera que una fuerza vital nos llamara a reencontrarnos y reconciliarnos.

Es claro que la dura y difícil vida nos ha diferenciado. Hemos llegado al punto de creernos unos mejores que otros.

 La ignorancia nos hizo pensar que éramos unos más puros o más inteligentes que otros. Inventamos teorías para justificar que somos pueblos escogidos o elegidos por dioses particulares. 

No entendíamos que el dios Fuego o el dios Sol, tenían un mismo origen en nuestras raíces comunes. 

De esa manera, a punta de hacer infinitas nuestras diferencias, hemos estado al borde del exterminio humano.

Es evidente que el tiempo y las diversas condiciones de vida nos generaron cambios visibles en nuestra piel, forma y color del cabello y demás estructuras corporales. 

Les llamamos razas. 

Son producto de la interacción con ambientes heterogéneos y disímiles que durante decenas de miles de años influyeron en nuestra naturaleza física y en nuestra cultura.

Esas diferenciaciones no explicadas ni comprendidas llevaron a que los movimientos de los grupos humanos - las múltiples migraciones -, se convirtieran en motivo de confrontaciones por territorio y por el control y disfrute de las riquezas naturales. 

Así, las guerras e invasiones se volvieron constantes entre los pueblos de todas las regiones de la tierra.

También ocurrieron entre los pueblos que habitaron el continente “americano”. Esos movimientos migratorios de grandes grupos humanos están siendo investigados. 

Poco a poco irán siendo conocidos y explicados. 

Servirán para establecer las conexiones y relaciones entre pueblos que habitan zonas distantes pero que tienen características comunes. 

Todavía nos falta mucho por conocer sobre nuestro pasado. 

Por ello argumentar un “Derecho Especial o Mayor” aduciendo la estadía por cientos o miles de años en un territorio no sólo es ahistórico e idealista, sino que es – desde el punto de vista de una “política humana” – un error conceptual. 

Además, se convierte en un motivo de enfrentamiento actual entre los pueblos. 

Muchos de ellos fueron desplazados contra su voluntad por guerras, desastres naturales, o por otros motivos desconocidos, y en algún lugar de la tierra tienen que ser bienvenidos.

Los pobladores del Cauca y de Nariño, especialmente el pueblo Misak o guambiano, así como los Pastos y Quillacingas, tienen indudablemente un vínculo con los pueblos que existen en diversas regiones del actual Ecuador y Perú. 

Sabemos ahora que estaban aquí – en el Cauca - a la llegada de los españoles. 

Eran un pueblo poderoso, con una agricultura y una cerámica desarrolladas, con capacidad comercial increíble y con conexiones con otros pueblos hacia todos los puntos cardinales.

Lo que no podemos afirmar – como lo hacen los pueblos originarios australianos – es que “desde siempre”, “desde tiempos inmemoriales”, estamos aquí y “somos de aquí”. No lo sabemos.

 No están trazadas y conocidas con claridad las rutas, migraciones, guerras y desplazamientos que se sucedieron a lo largo de más de 30.000 años o más, que tiene la historia del ser humano en América o como se le quiera llamar a este continente.

El día que lo sepamos vamos a entender que “todos somos de aquí y de allá”. 

Las cosmovisiones ancestrales de los indios americanos así lo afirman: “Somos parte del Cosmos”, somos hijos de la Tierra, y tal parece, algún día tendremos que emigrar hacia otro planeta si no hacemos esfuerzos serios y consistentes por preservar la naturaleza terrestre.

Por ello debemos cuestionarnos sobre el sustento ideológico de éste tipo de “derechos”.

 Son herencias de visiones conservadoras que sólo sirven para enfrentarnos y dividirnos. 

Con la sabiduría ancestral de nuestros pueblos amerindios debemos reafirmar que… ¡Todos somos de aquí y de allá! ¡Todos somos hijos de la Madre Tierra! ¡Todos somos hermanos!

Related Posts

Subscribe Our Newsletter