[Nota de ODC: lo que a continuación publicamos son extractos de un largo artículo titulado "UCRANIA: DE LA REVOLUCIÓN DE COLOR A LA INSURRECCIÓN POPULAR" de la revista Causa Proletaria nº64 del MIR. El artículo es mucho más extenso y muy interesante. Disponemos de la revista en archivo PDF y a todo el que este interesado se lo podemos enviar si nos escribe a nuestro correo.]
Al ser derrotado el proletariado soviético, jubilosos los enemigos de la clase obrera declararon muerto el ideal comunista y vimos a burgueses, pequeño-burgueses e izquierdistas sectarios bailando juntos al festejar la contrarrevolución mundial. A 25 años de esos acontecimientos, las expectativas de cada uno de estos sectores se desmoronan.
El capital imperialista que aspiraba someter al espacio post-soviético se topa de narices con un agresivo imperialismo ruso que ya no está dispuesto a hacer las concesiones que hiciera el liquidador Gorbachov; la «tercera vía» de la pequeño-burguesía mundial naufraga ante el inexorable proceso de acumulación y centralización de capitales que ha incrementado exponencialmente su ritmo tras la derrota del proletariado soviético; la izquierda sectaria incapaz de dar una explicación a la dinámica de la lucha de clases en los últimos 25 años, recurre a fórmulas y dogmas, y como resultado, termina siempre a la cola de la burguesía en todos los procesos sociales.
Los capitales imperialistas actualmente luchan con uñas y dientes por repartirse el mundo, Estados Unidos intenta mediante todo su poderío militar lograr el control total del Medio Oriente, Francia despliega su política colonial en el occidente de África, Alemania subyuga Europa Oriental y Japón bota al tacho de la basura la doctrina pacifista recuperando de modo veloz las tradiciones del militarismo.
Esta voracidad hizo caer a Yugoslavia, Iraq, Afganistán y Libia, y se lanzó con ferocidad sobre Siria, pero Rusia y China conscientes de que la tendencia histórica va en dirección de una agresión en contra suya se ven forzadas a unirse y bloquear las pretensiones del imperialismo occidental de invadir Siria (como lo hicieran con Libia).
Los centros de ataque del imperialismo dan una respuesta inmediata y retoman la iniciativa al movilizar sus contingentes en el país donde tienen mayor fuerza e influencia dentro del espacio post-soviético: Ucrania.
Esta acción que, en los cálculos de los estrategas imperialistas, sería una pacífica revolución de color la cual permitiría dar jaque a Moscú y ubicar los cañones de la O TA N a sus puertas, solo precipita la ruptura del eslabón más débil en la cadena de dominación imperialista dentro de Europa Oriental.
Ucrania otrora una de las zonas de mejor nivel de vida y alta industrialización en la Unión Soviética (URSS), ha sufrido de forma terrible las consecuencias de la contrarrevolución: saqueo sistemático de riquezas, destrucción de fuerzas productivas, indolencia en el mantenimiento de grandes centros científicos.
En los 25 años desde la derrota del proletariado soviético, el país ha visto reducirse la producción en un 60%, su población ha perdido 10 millones de personas consecuencia del aumento de la mortalidad por el desempleo, hambre, falta de servicios sanitarios y migración.
Este infame régimen al servicio de los saqueadores de la riqueza creada por el pueblo soviético durante los años del poder de obreros y campesinos, el régimen de los clanes oligárquicos liderados por hombres como Ajmedov, Kolomoyski, Taruta, etc., no tenía otra opción para justificar su ascenso al poder, santificado con la creación de Ucrania como estado independiente de la U R S S , que recurrir a la exaltación de los más viles prejuicios nacionales y étnicos.
La oligarquía ucraniana se esmeró al poner en los altares a criminales como Stepan Bandera y otros colaboracionistas nazi-fascistas de la Segunda Guerra Mundial.
Es necesario hacer un poco de historia y recordar que los «banderistas» crearon una doctrina sobre la Ucrania «étnicamente pura», objetivo que se topaba con la verdadera Ucrania en la cual por siglos han cohabitado poblaciones húngaras, polacas, judías, rumanas, ucranianas y rusas.
El sueño fascista de la Ucrania banderista significó el asesinato de 500.000 seres humanos (incluyendo a los ucranianos anti-fascistas) y los miembros del ejército banderista fueron activos colaboradores de las SS de Hitler en las tristemente célebres masacres de Lvov, Baby Yar y Volinia.
El estado ucraniano contemporáneo, como engendro de la contrarrevolución burguesa, ha exaltado el nacionalismo más estrecho y miserable, se ha empeñado en re-escribir la historia por medio de exculpar a los colaboracionistas de sus crímenes y dar al nacionalismo ucrofascista el nivel de ideología de estado, esto pese a que el ucrofascismo, el «banderismo», es considerado por más de la mitad de la población que habita el estado ucraniano, que no es de origen étnico ucraniano, como una ideología genocida responsable de la muerte y desaparición de sus antepasados.
Pero un detalle así poco importa, los oligarcas ucranianos y el capital financiero internacional dieron generoso financiamiento a las bandas fascistas como «Svoboda» y «Pravy Sektor»* que en estos momentos pisotean la memoria de los héroes soviéticos vencedores del fascismo que lucharon bajo las banderas del internacionalismo proletario.