Para apoyarlo, los opositores furibundos se hacen los desentendidos ante su hoja de vida, habitada por los personajes más siniestros de la historia reciente de Colombia.
El expresidente colombiano, notable enemigo público de Venezuela, ha sido un caso perdido desde su infancia, marcada por un padre dominante y severo. Su obsesión contra el proceso revolucionario bolivariano lo ha convertido en ídolo del escualidismo puro.
Para apoyarlo, los opositores furibundos se hacen los desentendidos ante su hoja de vida, habitada por los personajes más siniestros de la historia reciente de Colombia.
Álvaro Uribe Vélez se tomó en serio el hecho de haber venido al mundo el 4 de julio, día nacional de Estados Unidos: el hombre es pitiyanqui de nacimiento.
Bueno, sin exagerar, es un caso perdido desde que estaba en la escuela, no en el sentido académico (era un excelente estudiante) sino en el sentido ideológico.
En un tiempo de juventudes rebeldes, contestatarias y de izquierda, él era conservador, modosito y derechista.
Los que conocen su historia aseguran que la culpa es de su padre, Alberto Uribe, quien era estricto y severo con sus hijos. Gloria H., una psicóloga muy popular y mediática, calificó al ex presidente colombiano como un caso patológico de inflexibilidad.
“Es tal la rigidez emocional y corporal de Uribe que, observe sus manos, ni siquiera puede doblar sus dedos. Rígidos, tiesos, al igual que sus ideas, sus obsesiones, su terquedad, su rabia.
Es un hombre con problemas serios de comportamiento que, como un Hitler, puede llevar a un pueblo a la barbarie”, escribió la especialista en su columna “Revolturas” del diario "El País" de Cali.
El carácter intransigente no fue la única huella que Alberto Uribe dejó en su hijo. En 1983, el padre resultó muerto en un intento de secuestro llevado a cabo por la guerrilla.
Según los biógrafos, ese trágico epílogo paterno ha marcado el desempeño político de Uribe desde entonces (en ese momento era alcalde de Medellín) y hasta la actualidad, pero en especial lo hizo a lo largo de sus dos períodos presidenciales (2002-2006/2006-2010), en los que la meta de destruir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia fue prácticamente una obsesión.
Hoy, su odio contra esta organización rebelde se ha enfocado en su sucesor (y exministro de Defensa), Juan Manuel Santos, porque este no siguió su línea destructiva sino que ha procurado el diálogo.
Obsesivo con esa y muchas otras ideas (siempre en la línea con el imperio estadounidense), Uribe se ha constituido en un enemigo público de Venezuela. Lo fue con el comandante Chávez y lo ha sido, con una tozudez que parece agudizarse, con el presidente Maduro.
Consecuentemente, Uribe, quien actualmente tiene 62 años de edad, es el ídolo del antichavismo en pleno, una gente capaz de apoyar a Satanás solo para oponerse a la Revolución.
Aplaudir a Uribe es una tarea sencilla únicamente para los escuálidos más desaforados, pues el antioqueño tiene una hoja de vida en la que, renglón tras renglón, uno se tropieza con los personajes menos recomendables de la historia contemporánea de Colombia.
Individuos como el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria y el jefe paramilitar Carlos Castaño aparecen al lado de Uribe, aunque él siempre jura que no llegó a conocerlos.
La relación con Escobar fue divulgada por Virginia Vallejo, una ex amante del capo, en su libro Amando a Pablo, odiando a Escobar.
Allí se dice que el delincuente llegó a adorar a Uribe porque, como director de Aeronáutica Civil, le facilitó al Cartel de Medellín las operaciones aéreas. Vallejo, quien era presentadora de televisión, contó que Escobar llamaba a Uribe el “Doctor Varito”.
La mujer agregó un punto de vista personal que describe muy bien al pérfido personaje: “Pienso que es uno de los contados amigos de Pablo con cara de gente decente y, que yo recuerde, el único con gafas de estudioso”.
(Clodovaldo Hernández/ Ciudad CCS)