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Instituto Tavistock : OVNIS


EL IMPERATIVO EXTRATERRESTRE

Hace treinta años, el científico espacial Krafft Ehricke demostró que la alternativa de una política de no crecimiento conduciría al hundimiento de la civilización:

«Política basada en el poder geopolítico, guerras por los recursos naturales, oleadas de epidemias, estabilización demográfica mediante la muerte y pobreza extrema.» 

A fin de combatir la política de no crecimiento, Ehricke desarrolló el concepto de imperativo extraterrestre para hacer frente al ataque lanzado contra la humanidad por quienes proponen las teorías malthusianas de la escasez. El concepto central desarrollado por Ehricke es «distinguir entre multiplicación y crecimiento». En un artículo de 1982, afirmó que

«el crecimiento, a diferencia de la multiplicación, amplía los conocimientos, la sabiduría y la capacidad para crecer de una nueva manera». 

Literalmente lo contrario del genocida informe del Club de Roma, Los límites del crecimiento. Ehricke señalaba que los malthusianos nunca habían considerado

«que la exploración del espacio fuera una actividad que competiera al hombre, porque para ellos la Tierra era un sistema cerrado». [20]

Ello se debe a que, como escribió el propio Ehricke en 1973 en un artículo que hablaba de su mentor Hermann Oberth:

«El desarrollo del proyecto de los viajes espaciales fue la consecuencia más lógica y más noble del ideal renacentista, que de nuevo situó al hombre en una relación orgánica y activa con el universo que lo rodeaba, y que percibió, en la síntesis del conocimiento y de sus capacidades, su empresa más elevada [ ... ] Los conceptos de "límite" y de "imposibilidad" fueron relegados a dos regiones claramente distintas. A saber, el "limite" de nuestro estado actual de conocimientos y la "imposibilidad" de un proceso que discurra en contra de las bien entendidas leyes de la naturaleza.» [21]

Sus argumentos para demostrar la falsedad de la descripción anticientífica de los astronautas del Apolo de la vista de la Tierra, cuando camino a la Luna sostuvieron que era un globo «frágil» que estaba siendo «destruido» por la humanidad, fueron los siguientes:

«La Tierra no es meramente una nave espacial. Es parte del convoy del Sol, en su viaje a través del inmenso océano de nuestra galaxia, la Vía Láctea [ ... ] Los mundos que acompañan al nuestro están subdesarrollados. La Tierra es el único barco de pasajeros de lujo que forma parte de un convoy de vagones de mercancías cargados de recursos. Dichos recursos están para que nosotros los usemos, cuando la Tierra nos haya transportado hasta un punto en el que tengamos
la inteligencia y los medios necesarios para ser parcialmente independientes de nuestro planeta.» [22]

En efecto, tenemos mundos enteros que explorar, de los que sabemos muy poco; será una exploración que nos tendrá ocupados durante unos cuantos cientos de generaciones. Y esto es exactamente lo que la plataforma anticientífica, sirviéndose de Sagan, Aspen, el WWF y H. G. Wells, está intentando evitar a toda costa.

LA LLEGADA DE LOS OVNIS

Volvemos a estar donde empezamos, contemplando las «puertas de la percepción», atrapados en la laberíntica tarea de unir los puntitos del dibujo. 

En los capítulos anteriores hemos unido los puntitos de la participación de agentes de inteligencia en la arqueología egipcia, el estudio de lo paranormal, las operaciones de la Office of Strategic Services, la guerra psicológica, los científicos de Paperclip, el asesinato de Kennedy..., una especie de miscelánea de operaciones aprobadas por los gobiernos, que incluyen de todo, desde sesiones espiritistas y brujería hasta visión remota y drogas exóticas. 

Y una de dos, o estamos de acuerdo con Jim Garrison, el fiscal del caso Kennedy, en que esas coincidencias son la prueba de una operación de inteligencia, o en que tras las coincidencias hay algo más: un «principio de conexiones sin causa», por parafrasear a Carl Jung, que demuestra las importantes conexiones que hay entre las cosas que suceden en el mundo.

Por ejemplo, Theodore von Kármán, físico húngaro-estadounidense, y un equipo de la NASA pusieron a prueba por primera vez un cohete espacial en Arroyo Seco, Pasadena, el 31 de octubre de 1936. La víspera de Todos los Santos (Halloween en Estados Unidos) y casualmente el mismo día de la última sesión de espiritismo que celebró Houdini.

 Quienes piensen que quizás el hecho de que se lanzase por primera vez un cohete en la víspera de Todos los Santos fue una simple coincidencia deberían consultar la página web oficial del Jet Propulsion Laboratory, donde dice que la era espacial estadounidense comenzó el «31 de enero de 1958 con el lanzamiento del primer satélite estadounidense, el Explorer 1, construido y controlado por el JPL». El 31 de enero, naturalmente, es la festividad pagana conocida por los cristianos como la presentación del Niño Jesús en el templo, y para los paganos, como Oimelc. 

De modo que, para bien o para mal, tenga algún significado o no, la prueba del día de Halloween de 1936, culminó con el lanzamiento del 31 de enero de 1958 y fue el resultado del trabajo de la misma organización; ya que el equipo de Von Kármán, denominado GALCIT, terminó siendo el que fundó el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL). El encargado del lanzamiento del Explorer fue el doctor Wernher von Braun, el científico nazi que anteriormente había trabajado en Peenemuende y Nordhausen.

El año 1947 supuso un punto de inflexión en el período de la posguerra. Fue el año en que se creó la CIA, el año en que se descubrieron los Manuscritos del Mar Muerto y el año en que Winston Churchill pronunció su famoso discurso del «Telón de Acero» y con él declaró el inicio de la guerra fría. Fue el año en que la Marina de Estados Unidos dio comienzo al proyecto CHATTER, la búsqueda de un «suero de la verdad» viable, una poción mágica que desvelara los secretos de la mente.

 Fue el año en que murió el mayor defensor del satanismo del siglo XX, Aleister Crowley. Y, si hemos de creer a los Beatles, fue el año en que la banda del Sargento Pepper aprendió a tocar. Fue el año del famoso accidente de un ovni en Roswell, Nuevo México. ¿Más —o menos— de lo que se ve a simple vista?

Los extraterrestres, las naves espaciales, los «hombres de negro», los visitantes de otros planetas y el fenómeno ovni desembarcaron en las primeras páginas de los periódicos de Estados Unidos, y en un santiamén se armó la marimorena. 

El avistamiento, en 1947, de un ovni en Roswell atrajo a dos hombres —un antiguo cargo de la OSS, Fred Lee Crisman, [23] y a un ex agente especial del FBI, Guy Bannister—, que veinte años después serían sospechosos.de haber servido de apoyo en el asesinato de Kennedy. Crisman y Bannister eran dos hombres que tenían amistad con una larga lista de gente que más adelante formaría parte de la conspiración destinada a matar al presidente. Las posibilidades de que no sucediera esto deben de ser de proporciones astronómicas. La constante aparición de «coincidencias» como éstas hacen que la mayoría de las personas pierda el aplomo, muestre su estupefacción y mire incrédula a su.alrededor con expresión

temerosa y suspicaz, como si la realidad misma estuviera formada por capas igual que una cebolla, como un palimpsesto que contuviese numerosos sucesos escritos unos sobre otros, todos en la misma página. En este caso, la Operación Paperclip, los ovnis y el asesinato de Kennedy, tres sucesos escritos en la misma capa de la cebolla. Nazis, alienígenas y asesinato político.

 Casi entran ganas de simpatizar con Poncio Pilato, que preguntaba «Cuá1 es la verdad?», y la tentación de lavarse las manos respecto de todo este asunto casi resulta desproporcionada.

Una de las cosas de las que se acusa a quienes aseguran haber visto ovnis es que su testimonio pierde fuerza por culpa de su falta de experiencia, de profesionalidad, conocimiento de los fenómenos astronómicos, etcétera. 

En otras palabras, no son acreditados científicos, militares, policías ni miembros del Gobierno, es decir, personas encargadas de delimitar los contornos de nuestra realidad cotidiana. 

¿Qué ocurriría si pudiéramos presentar un testigo perfecto o varios teniendo como público al mundo entero? ¿Cambiaría nuestra manera de percibir el fenómeno de los ovnis?

LA CREACIÓN DE CONSENSO

El papel de la Inteligencia de las Fuerzas Aéreas queda desvelado cuando examinamos el patrón de los principales avistamientos de ovnis registrados en todo el mundo entre 1947 y 1973.

«De los 145 avistamientos ocurridos en Estados Unidos, 54 fueron hechos por los militares: 46 por las Fuerzas Aéreas, 6 por la Marina, 1 por el Ejército y 1 por los guardacostas.

 El modus operandi está bien claro. Un par de coroneles de las Fuerzas Aéreas anuncia que ha visto un platillo volador. 

El anuncio da lugar a titulares y, en todas partes, personas sugestionables empiezan a descubrir ovnis en todas las luces que ven volando. Esos nuevos descubrimientos aparecen en los titulares en los periódicos nacionales y el número de artículos acerca de los ovnis se multiplica. 

Y para que el interés no decaiga, sale un oficial de las Fuerzas Aéreas y anuncia que va a dimitir y que piensa revelar información secreta de los militares acerca de naves espaciales alienígenas. Uno de esos casos tuvo lugar en 1960, cuando dimitió el vicealmirante Roscoe Henry Hillenkoetter, de la Marina estadounidense, condecorado héroe de guerra y antiguo director de la CIA.»

Hillenkoetter dejó el puesto que ocupaba en el NICAP (el Comité Nacional de Investigación de Fenómenos Aéreos, el más prestigioso grupo especializado en la investigación del fenómeno de los ovnis) pocos días antes de que la CIA indagase su papel en la investigación sobre ovnis a través del Science and Astronautics Committee [Comité para la Ciencia y la Astronáutica] del Senado; investigación que contaba con el respaldo de senadores como Barry Goldwater.

«El público no lo sabe, pero hay altos mandos de las Fuerzas Aéreas que están seriamente preocupados por los ovnis», afirmó Hillenkoetter. [24]

Uno de quienes promovieron el tema de los ovnis, Jacques Vallee, describe pormenorizadamente los efectos del timo de los ovnis en las páginas de su Mensajeros del Engaño:

«1. El hecho de creer en los ovnis abre aún más la brecha que separa a la gente de las instituciones científicas.
»2.La propagación de esa información socava la imagen de que los seres humanos son dueños de su destino.
»3.El incremento del interés por los ovnis conduce a la idea de la unificación política del planeta.
»4.Las organizaciones de personas que dicen haber visto ovnis puede que se conviertan en la base de una nueva y "muy demandada" religión.
»5.Además de creer en la existencia de extraterrestres, se están extendiendo argumentos irracionales basados en la fe.
»6.Este tipo de filosofías, con frecuencia, cree en razas superiores y en sistemas totalitarios que acabarían con la democracia
[...] Una fuerte creencia en la intervención de los extraterrestres podría revivir este primitivo concepto y provocar que determinados grupos reclamaran privilegios característicos de los seres que descienden de exploradores estelares.» [25]

Vallee es un estrecho colaborador y socio del profesor Ron Bracewell, quien, junto con John Lily, agente del programa MK-ULTRA, el astromístico Carl Sagan y Walter Sullivan, editor de temas científicos del New York Times y autor de We are not Alone [No estamos solos: la búsqueda de vida inteligente en otros mundos], es miembro de la Order of Dolphin [Orden del Delfín], fundada en 1961 para promover la idea de la existencia de civilizaciones superiores o extraterrestres.

Otro pirado que pertenece a este grupo es el astrofísico estadounidense Frank Drake, fundador del SETI, un grupo que tiene como misión principal la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (significado de sus siglas en inglés) empleando la ecuación de Drake, que se utiliza para estimar el número de civilizaciones extraterrestres detectables que hay en la galaxia de la Vía Láctea.

EL FIN

Hacer preguntas tiene algo de enigmático. Las preguntas tienen la virtud de conformar el futuro. En La guerra de los mundos, H. G. Wells escribió lo siguiente:

«Alguien podría preguntarse si de haber planetas similares a nuestra Tierra en el cielo, ¿deberíamos pelearnos por ver quién ocupa la mejor porción del universo? Porque si esos mundos son más nobles, nosotros no somos las más nobles de las criaturas racionales. Y entonces, ¿cómo puede ser que todas las cosas hayan sido hechas para el hombre? ¿Cómo vamos a ser nosotros los únicos dueños de la obra realizada por Dios?»

Tengo que reconocer que yo no habría formulado esas preguntas. Yo habría querido saber: ¿Cómo podemos hacer para cambiar el mundo? ¿Cómo podemos hacer para ser inmortales?

A finales de los años cincuenta, el científico Lloyd Berkner, que había acompañado al almirante Byrd en la expedición a la Antártida en 1928, expresó su visión del futuro:

«La ciencia es belleza creativa en el amplio sentido de la palabra. Proporciona un criterio sistemático y fiable de aplicación universal en la búsqueda platónica de "lo armonioso, lo bello y lo deseable" [ ... ] Sin duda, lo que distingue al hombre civilizado de todas las demás criaturas es su capacidad de aprender, de utilizar los Conocimientos para liberarse de las vicisitudes de su entorno.»

Mucho antes de que el Club de Roma se convirtiera en una pesadilla real, Berkner previó el argumento que esgrimiría dicho club sobre el posible «beneficio en relación con el coste» de la exploración del espacio:

«Cada nuevo descubrimiento tecnológico derivado de la ciencia beneficia a la sociedad indefinidamente en el futuro. Así pues, el capital que representan los descubrimientos sobrevive a todas las otras formas. Por consiguiente, la inversión en investigación debería considerarse un gasto compensado por los beneficios permanentes adquiridos por la sociedad.» [26]

Esto no le gustó nada a la oligarquía ni al Instituto Tavistock. A mediados de los años sesenta, la revista del Instituto informó, con preocupación, de que e1 programa espacial estaba produciendo un número «extraordinario» de científicos e ingenieros y «supernumerarios».

«Pronto habrá dos científicos por cada hombre, mujer y perro que hay en la sociedad», advirtieron.
«La creciente provisión de dichos científicos e ingenieros ejercería un profundo impacto en los valores de la sociedad estadounidense, tanto entre los trabajadores cualificados como entre los administrativos», [27] sostuvo el Instituto.

Entre finales de los cincuenta y finales de los sesenta, el mundo contempló, con asombro y reverencia, cómo el hombre conquistaba el espacio.

«No eran sólo los científicos y los ingenieros, eran también los niños, que se inscribían a millares en clubs dedicados al tema y pasaban los fines de semana lanzando artilugios de aficionado, contagiados por el optimismo del programa Apolo. En 1962, los directores de la revista Fortune, en una reflexión acerca de la industria de Estados Unidos, publicaron el libro The Space Industry: AmerÍcas Newest Giant [La industria espacial: el nuevo gigante americano]. Uno de sus capítulos se titulaba Hitching the Economy to the Infinite [Enganchar la economía al infinito].
»El espacio no tiene fin y, por lo que respecta a la economía de Estados Unidos, lo más probable es que el programa espacial tampoco lo tenga [ ... ] El hombre ha enganchado su carro al infinito y probablemente no quiera desengancharlo [ ... ] En resumen, es posible que la aventura espacial sea maravillosa durante más tiempo del que calculan incluso sus más apasionados defensores [ ... ] En general, no hay nada que sea más fecundo, tanto desde el punto de vista de la industria como desde el social, que las grandes movilizaciones de conocimientos y esfuerzos científicos; y ésta es la mayor de todas.»

La vida de los mortales tiene un comienzo y un fin inevitable. Entonces, ¿qué «interés» imperecedero tenemos en ser personas? ¿Podemos pensar que la inmortalidad es una aproximación a lo infinito? Cuando descubrimos principios nuevos y se los transmitimos a nuestros hijos, a quienes vendrán después, vivimos eternamente en la historia de la humanidad. Nuestra existencia mortal deja de ser meramente un comienzo y un final; nuestra existencia mortal es un lugar en la eternidad, desde el que irradiamos la experiencia de las generaciones que nos precedieron y proyectamos nuestra existencia hacia el futuro.

En un discurso pronunciado en Tejas el 19 de enero de 2007, Mike Griffin, administrador de la NASA, dio su opinión sobre la exploración espacial. La Verdadera Razón de que nos esforcemos por ser mejores es que

«queremos dejar algo a la generación siguiente, o a la que vendrá después de ésa, a fin de demostrarles que hemos estado aquí, a fin de enseñarles lo que hemos hecho durante el tiempo que hemos pasado aquí. Ése es el impulso que llevó a construir las catedrales, las pirámides y otras muchas, muchísimas cosas más. [ ... ] Pienso que cuando hacemos las cosas realmente por "razones verdaderas", conseguimos nuestros mayores logros».

Griffin continuó diciendo:

«Los que construyeron las catedrales sabían por qué lo hacían [ ... ] Ahora volvemos la vista para remontarnos seiscientos u ochocientos años en el tiempo y seguimos asombrándonos de lo que hicieron ellos...»
Y finalizó diciendo: «Yo sostengo que los resultados obtenidos por nuestro programa espacial son las catedrales de hoy en día. El programa espacial aborda las "verdaderas razones" por las que hacemos las cosas los seres humanos. Las catedrales de la segunda mitad del primer siglo de la Era Espacial están esperando a ser construidas. Lo que requeriría nada menos que la visión filosófica de los hombres que crearon las catedrales de siglos pasados y las del primer medio siglo de la exploración del espacio.»

Frente a la euforia generalizada de la exploración legítima del espacio y al ánimo de superación de la humanidad ante las generaciones futuras, la versión acuario-dionisíaca de la ciencia, basada en la irracionalidad del ecologismo existencial, en la experiencia psicodélica, en la palabrería y en la conciencia cósmica común, se revela como lo que es: una sofisticada herramienta diseñada, por un lado, para atrapar, desorientar y destruir las mentes creativas de la generación más joven, que alberga «peligrosas» ilusiones asociadas con la fe en el progreso tecnológico y en el espíritu de innovación y, por otro, para desplazar al hombre del lugar que por derecho le corresponde en el universo: el epicentro.

La verdad siempre se encuentra en los procesos de orden superior. La auténtica soberanía no radica en la opinión popular, sino en el poder creativo de la mente humana individual.

La única defensa que tenemos contra quienes intentan lavarnos el cerebro es desarrollar nuestras capacidades mentales —de forma individual— para que hagan de cortafuegos contra la guerra psicológica y el colonialismo cultural.

Demonios, Dios... alienígenas como nosotros. Así son las cosas.

NOTAS

20.«Why Man Must Explore Mars», LIR Science & Technology, n.° 30, julio de 1997.
21.Ibid.
22.Ibid.
23.Véase archivos del FBI: BUFILE 62-83894-52,62-83894-40,-89, -91, todos con la designación «SM-X», «Security Matter - X» o «SM Dash X».
24. http://www.phils.com.au/nytarticle.htm.
25. Robert Zubrin, «There is No Science in Science Fiction», The Campaigner, abril de 1981, p. 30.
26.Marsha Freeman, «Mankind's Next 50 Years of Space Expioration», EIR, octubre de 2007.
27.Ibid.

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