Pablo Gonzalez

El inventor del LED rojo carga contra el comité de los Nobel

El inventor del LED rojo carga contra el comité de los Nobel de Física

Nick Holonyak acusa a la organización de insultarle al ignorar su trabajo desarrollado en la década de los 60 y que considera germen de las investigaciones posteriores.

Nick Holonyak, un profesor de ingeniería de la Universidad de Illinois ya retirado, inventó el primer espectro visible de luz LED roja en 1962, cuando trabajaba para General Electric.

 Reconocido su trabajo entre los círculos de especialistas, no se ha quedado callado cuando comprobó en directo cómo el comité de los premios Nobel reconocía el trabajo de otros investigadores en este campo, como los japoneses Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y el estadounidense de origen japonés Shuji Nakamura.

El profesor Holonyak asegura que el LED azul nunca hubiera sido posible sin el trabajo que él y otros investigadores realizaron en la década de 1960, lo que ha permitido posteriormenet a otros a construir nuevas tecnologías sobre sus logros. 

"Ya soy mayor, pero esto me parece un insulto", ha asegurado.

Este profesor, que confiesa no tener ambición de premios, pero que le ha indignado que en el reconocimiento a esta tecnología no se le incluyera, asegura que no pretende minusvalorar el trabajo de los científicos premiados y que solo persigue hacer una llamada de atención al comité del Nobel. 

"Mi trabajo, sencillamente, no se puede separar del de ellos. No sería justo", remarca.

El pasado martes, los profesores japoneses Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura fueron galardonados con el premio Nobel de Física 2014 por su invención que ha permitido fuentes de luz brillantes y que ahorran energía.

Cuando los académicos del Nobel se hacen los suecos

Kafka, Joyce, Tolstoi, Proust, Borges, Cortázar... Con la lista de los escritores que nunca recibieron el Nobel de Literatura se podría leer, y muy bien, durante varias vidas. 

Frente a esa pléyade de gigantes del verbo nos encontramos con otros tantos cuya obra, vida y milagros tienen para el común de los mortales la misma trascendencia que un chicle reseco bajo el tablero de un pupitre.

Es el caso, por ejemplo, del poeta yugoslavo Ivo Andrić, reverenciado por el jurado de la época "por la fuerza épica con la que ha reflejado temas y descrito destinos humanos de la historia de su país", o de los daneses de apellido frondoso Henrik Pontoppidan y Karl Adolph Gjellerup, ambos galardonados en 1917 por su obra "inspirada por ideales grandiosos". ¿Les suenan de algo?

El listado de ilustres desconocidos galardonados con el Nobel de Literatura resulta inabarcable. 

Grazia Deledda, Wladyslaw Reymont, Carl Spitteler, Frans Eemil Sillanpää... juntaletras de pro cuya obra quedó relegada a recónditos seminarios y farragosas tesinas. 

Las siempre ampulosas argumentaciones de la academia para justificar el porqué de los galardonados nos dan pistas para entender su falta de puntería. 

Las constantes referencias a la épica, la moral, las minorías marginadas o la recuperación de territorios exóticos explican, en parte, la razón de tan notables descuidos.

Quizá por ello las transformaciones místicas y la brutalidad física y psicológica de Kafkano fueran del agrado de los académicos de la época o que el gusto por las cuestiones abstractas y la experimentación privaran de tan ilustre galardón la inagotable literatura del gran Borges.

Sea como fuere, la academia sueca sigue en sus trece, solo el tiempo dirá si las líneas de los recientemente galardonados Tranströmer, Mo Yan o Gao Xingjian marcarán época.

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