Volver a Iraq del que nunca quisieron salir y terminar con sus planes de quitar del poder a Assad, son dos de los objetivos que los EE.UU nunca han renunciado ni van renunciar ya que significaría desistir de sus planes de dominación regional y global.
Es por esa razón que Estados Unidos ahora de la mano del Estado Islámico y la participación de la llamada “coalición de los voluntariosos” está de regreso para terminar con su misión no cumplida en Irak y Siria.
Antes de que en el último minuto fuera abortada la operación de cambio de régimen en Siria en septiembre del año pasado, la principal demanda de EE.UU, así como de sus aliados, era que Assad tenía que irse o ser eliminado como condición para una transición democrática que implicaba el nombramiento de un gobierno títere fiel a los intereses de sus masters en occidente.
Fue un respiro temporal nada más para el gobierno de Assad, pues la agresión imperialista no estaba dispuesta a prescindir de uno de sus principales objetivos geopolíticos en el Medio Oriente y solo sería cuestión de tiempo y preparación del siguiente acto para reunir a los mismos actores en torno a un objetivo común, la remoción de Assad esta vez bajo el pretexto de eliminar a una banda de decapitadores de cabezas, de su propia creación, que muy próximamente (le han dicho al público para meterle miedo y lograr su consentimiento) estarían haciendo lo mismo con inocentes ciudadanos en sus propias ciudades.
Volver a Iraq del que nunca quisieron salir y terminar con sus planes de quitar del poder a Assad, son dos de los objetivos que los EE.UU nunca han renunciado ni van renunciar ya que significaría desistir de sus planes de dominación regional y global.
Es por esa razón que Estados Unidos ahora de la mano del Estado Islámico y la participación de la llamada “coalición de los voluntariosos” está de regreso para terminar con su misión no cumplida en Irak y Siria.
Es muy significativo que en esta nueva trama imperialista, según Zero Hedge, sea otra vez Arabia Saudita, uno de los principales implicados en el fallido plan del 2013. Pero aún más significativo, es el retorno como el titiritero del Príncipe de las Tinieblas, Bandar bin Sultan o Bandar Bush, quien en ese papel fracasó en sacar a Assad del poder en el 2013.
Esto le agrega un dejo de deja vu a todo este nuevo complot imperialista en Siria.
De acuerdo al citado portal, el mayor instigador en esta, y en aquella intervención directa, o invasión o incluso la guerra, como algunos preferirían llamarlaen el territorio soberano de Siria, no fue Estados Unidos sino Arabia Saudita. Bin Sultan fue oficialmente despedido poco después de que la campaña del 2013 para sustituir el liderazgo de Siria con un régimen más “dócil” había, si no oficialmente, fracasado, pero las ambiciones de Arabia Saudita con relación a Siria se mantuvieron.
Todo eso es revelado, indica Tyler Durden, por el Wall Street Journal, en un artículo que expone las relaciones que tras bastidores los EE.UU condujo con Arabia Saudita para poder obtener “luz verde” para lanzar sus ataques aéreos contra EIIS, o más bien, contra partes de Irak y Siria.
Y, como es lógico, señala, es una vez más Assad cuyo destino era la moneda de cambio para lograr que los saudíes se pusieran del lado de los EE.UU, ya que para poder iniciar la incursión en territorio soberano sirio “se necesitaron meses de trabajo tras bastidores de los EE.UU y los líderes árabes, que estuvieron de acuerdo en la necesidad de cooperar contra el Estado Islámico, pero no cómo ni cuándo.
El proceso les permitió a los saudíes tener ventaja para extraer un nuevo compromiso de Estados Unidos para intensificar el entrenamiento de los rebeldes que luchan contra Assad, cuya desaparición los sauditas todavía ven como una prioridad”.
En concreto todo lo negociado secretamente entre los estadounidenses y lo saudíes giró en torno al derrocamiento del gobierno de Assad. Estados Unidos necesitaba la colaboración árabe para darle a la operación anti EI la semblanza de una acción concertada de los miembros de la coalición árabe-estadounidense que EE.UU estuvo afanosamente tratando de formar para intentar legitimar ante la opinión pública mundial la ilegitimidad de un acto de agresión contra un país soberano y su gobierno, pero para ello fue necesario acceder a las demandas saudíes que estaban en control de la situación y quienes esta vez querían asegurarse que Obama no se echara atrás a última hora como en septiembre del 2013.
Ciertamente, aunque no necesariamente, los EE.UU necesitaban del apoyo de los sauditas para revestir de legitimidad una operación ilegal que contraviene el derecho internacional que específica, que ningún país o grupo de países tiene el derecho de lanzar ataques militares sobre otro a menos que exista un caso de defensa propia.
Ese no es el escenario en Siria que desde los inicios de la revuelta ha estado siendo atacada precisamente por los miembros de la supuesta coalición anti EI liderada por los EE.UU que tampoco está involucrado para evitar una agresión militar siria en su territorio.
Esto es sencillamente un ardid monumental por parte de Washington para pretender que tiene algún tipo de mandato legal y para enmascarar el hecho de que los EE.UU están cometiendo un acto de agresión contra un Estado soberano en línea con su agenda geopolítica del cambio de régimen.
Por otra parte y aunque Arabia Saudita es una actor importante en el conflicto sirio, no es el único interesado ni tampoco tiene todo el poder a la hora de decidir sobre la suerte de Assad. Los petrodólares y el príncipe Bandar pueden ejercer enorme influencia en los círculos de poder de Washington, pero es finalmente el gran diseño geoestratégico de la política exterior de Washington lo que determina el curso de los eventos.
Y en este sentido Siria desde hace mucho tiempo ha estado en la mira del Pentágono como un objetivo crucial para cumplir sus planes del rediseño de la región que también incluye a Irán -el gran sueño neoconservador-sionista- pero sobre todo y aún más importante es la eliminación de la influencia de Rusia y China como potenciales adversarios de los EE.UU en el Medio Oriente.
Resumiendo, la coalición anti EI que cuenta con la participación del mayor Estado sunita en contra de un grupo militante sunita, es la tapadera ideal que los EE.UU están utilizando para su campaña de bombardeos aéreos en Siria que, sin embargo, tiene como meta ulterior la eliminación del gobierno de Assad.
Por otra parte esta coalición es la que desde el inicio de la guerra en Siria, con el consentimiento de Washington, ha estado financiando, armando y entrenando a las mismas organizaciones de yihadistas islámistas que han estado sembrando el terror en Siria.
Si en verdad la meta fuera destruir y degradar al Estado Islámico, ¿por qué la renuencia de los gobiernos de EE.UU e Inglaterra en coordinar con Siria, Irán y Hezbolá que durante estos años de guerra han demostrado ser las fuerzas más capaces para enfrentar y derrotar al Estado Islámico y sus aliados? Sin duda aquí queda demostrada su insinceridad y reales intenciones sobre esta cuestión.
Esta guerra, presentada como una nueva guerra contra un nuevo enemigo -EI Estado Islámico- es de hecho la continuación de la guerra de más de tres años de duración contra el Estado sirio que fracasó en su intento inicial de deponer al gobierno de Siria.
El hecho de que muchos de los políticos y funcionarios occidentales que apoyan o están involucrados en esta campaña militar, admitan que los ataques aéreos por si solos no lograran destruir al EI, es una indicación que el propósito de esta guerra es otro, contrario a lo que se ha dicho públicamente.
Otro hecho importante que pone al desnudo las reales intenciones de la campaña anti EI es que se diga que su duración será de tres años o más y que se necesitará de unos 15,000 combatientes sirios “moderados” que serán entrenados en Arabia Saudita para pelear contra ambos, el Estado Islámico y la fuerzas leales a Assad.
Esto además de implicar la formación de una fuerza altamente capacitada y entrenada que indudablemente contará con el debido apoyo de los cabecillas de la operación, es un reconocimiento tácito de que habrá una escalada de la guerra.
Y no será precisamente para degradar y destruir al nuevo enemigo, este es solo el pretexto, el blanco final es, siempre lo ha sido, el Estado sirio.
En este sentido es revelador el patrón de los bombardeos aéreos estadunidenses contra el EI en Siria (sobre instalaciones previamente abandonadas por la agrupación y en yacimientos petrolíferos sirios, poniendo como pretexto la necesidad de evitar que el EI pueda utilizarlos), así como el desplazamiento y las incursiones militares que sin obstáculos, a no ser algunos ataques aéreos más bien simbólicos, esta organización terrorista está actualmente realizando en la región kurda de Siria fronteriza con Turquía que, a pesar de haber declarado oficialmente que intervendrá directamente en Siria para detener el avance del EI, ha permanecido impasible observando desde el lado de su frontera, los ataques del Estado Islámico contra la población kurda de Kobani.
Turquía, uno de los principales responsables del agravamiento de la crisis en Siria, y que al principio había declinado participar en la campaña contra el EI, finalmente ha cedido ante las presiones en su contra y el 2 de octubre el parlamento turco aprobó una resolución que le permitirá al ejército turco penetrar en los territorios de Iraq y Siria para sumarse a la lucha contra el EI.
La resolución también permite que tropas extranjeras se desplacen por su territorio con el mismo propósito, dejando entrever, que muy pronto la base aérea de Incirilik estará siendo usada por la aviación estadounidense para atacar Siria.
Por otra parte el presidente de Turquía, Recep Erdogan ha urgido Occidente a encontrar una solución de largo plazo a las crisis en Iraq y Siria, señalando que dejando caer toneladas de bombas sobre el EI solo proporcionaría un respiro temporal.
Posteriormente admitió que si bien el EI es una prioridad importante para Turquía, “la inmediata remoción de la administración en Damasco” continuaría siendo también su prioridad.Aquí vale la pena complementar lo dicho por Erdogan con lo expresado hace poco por el ministro de Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, en el sentido de que “el régimen del presidente Bashar al-Assad en Siria es no menos peligroso que el Estado Islámico en Iraq y el Levante” y que sus fuerzas eran responsables de 200,000 muertes desde el inicio de la guerra hace tres años.
Erdogan también ha hecho un llamado para el establecimiento de una “zona tapón” en la frontera entre Turquía y Siria que sería puesta en efecto a través de una de una zona de exclusión aérea para garantizar la seguridad.
El establecimiento de una zona tapón y/o de exclusión aérea, en definitiva, equivale a la guerra y a un asalto militar abierto en contra del gobierno soberano de Siria ya que su implementación requerirá ataques aéreos contra los sistemas de defensa aérea de Assad.
Por su puesto que el establecimiento de una zona tapón ha sido siempre parte de los planes de la OTAN contra Siria desde el inicio de la crisis desatada por Occidente en el país.
No hay que olvidar que fue bajo el disimulo de un corredor humanitario o zona tapón en Libia, que se llevó a cabo el bombardeo de la OTAN que trajo como resultado la destrucción de ese país y la caída, y posterior asesinato de Gadafi.
Publicado por LaQnadlSol
USA.