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El presidente Barak Obama ha intensificado la guerra con drones que viene realizando desde hace cinco años y medio manifestando sus intenciones de “degradar y, en última instancia, destruir” al Estado Islámico (EI), también conocido como ISIS o ISIL.
Desde el 8 de agosto, Obama ha ordenado por lo menos 154 ataques aéreos en Iraq. Además, enviará a 475 soldados más, por lo que en total unos 1.600 militares estadounidenses estarán en Iraq.
Obama anunció que realizará “una campaña sistemática de ataques aéreos” en Iraq, y posiblemente en Siria.
Pero no se limitará a esos países; Obama declaró que su campo de batalla abarca todo el mundo: “Cazaremos a los terroristas que amenazan a nuestro país dondequiera que se encuentren... si amenazáis a Estados Unidos, no encontraréis un paraíso donde estéis a salvo”.
Así es; si hubiera una amenaza de ataque inminente contra Estados Unidos, Obama estaría legalmente autorizado a lanzar una operación militar. La Carta de Naciones Unidas, que prohíbe el uso de la fuerza militar, permite una excepción cuando un país actúa en defensa propia.
En el contexto de la Doctrina Caroline establece muy claramente “[la respuesta ante] la necesidad de defenderse debe ser inmediata, abrumadora y no permitir la elección de los medios posibles ni esperar un debate [sobre la situación]”.
El único problema, admitió Obama, es que “todavía no hemos detectado una conspiración específica contra nuestra patria”. Mencionando solo la imprecisa posibilidad de “ataques mortales” en el futuro, Obama declaró una guerra perpetua sin un final específico.
Hay solo una excepción más a la prohibición del uso de la fuerza militar en la Carta de Naciones Unidas; es la que necesita la aprobación del Consejo de Seguridad. Obama dijo que él presidiría una sesión del Consejo dos semanas después de cualquier operación para “movilizar la comunidad internacional”. Pero la Carta de la ONU exige que la aprobación del Consejo sea anterior a cualquier operación militar. La propuesta de resolución del Consejo de Seguridad programada es para que los países miembro declaren como criminal el reclutamiento y el traslado de combatientes extranjeros para integrarlos a fuerzas militares extremistas, para lo cual es necesario compartir información sobre los pasajeros de las aerolíneas. Sin embargo, no autorizará el uso de la fuerza. La guerra de Obama viola la Carta de Naciones Unidas, un tratado que ha sido ratificado por Estados Unidos para que forme parte del cuerpo legal estadounidense bajo la Cláusula de Supremacía de la Constitución de EEUU.
La guerra de Obama también viola la Resolución de Poderes de Guerra, que autoriza al presidente a comprometer a las Fuerzas Armadas de EEUU en hostilidades –en curso o inminentes– solo en tres situaciones. La primera, después de que el Congreso haya declarado una guerra. La segunda, en “una emergencia nacional creada por una ataque contra Estados Unidos, sus territorios o posesiones, o sus fuerzas armadas”, algo que –una vez más– no ha ocurrido. La tercera, cuando hay “una autorización constitucional específica”: Obama no ha pedido autorización al Congreso para realizar sus ataques.
Ciertamente, declaró Obama, “Estoy autorizado a hacer frente a la amenaza del ISIL”. Se estaba refiriendo a la autorización para el uso de la fuerza militar (AUMF, por sus siglas en inglés) aprobada en 2001 por el Congreso y utilizada por el presidente George W. Bush para invadir Afganistán. Pero la AUMF solo autorizaba el uso de la fuerza contra personas, grupos o países que hayan “planificado, autorizado, cometido o ayudado a” la realización de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. En ese momento, el ISIS ni siquiera existía. De hecho, Ayman al-Zawahiri, jefe de al-Qaeda, expulsó formalmente de al-Qaeda al ISIS a principios de este año.
Cuando el Congreso aprobó la AUMF de 2001, rechazó específicamente el pedido de la administración Bush de una autorización con final abierto “para disuadir y anticiparse a cualquier acción terrorista contra Estados Unidos”. Aún más, en la ley de Autorización de la Defensa Nacional de 2012, el Congreso estableció: “Nada de lo que se diga en esta sección (...) amplía los poderes del presidente ni el alcance de la AUMF de 2001”.
Aparentemente. Obama se basa también en la AUMF de 2002, en la que el Congreso autoriza al presidente el uso de las fuerzas armadas si él determina que es lo necesario y apropiado para defender la seguridad nacional de EEUU en relación con la amenaza permanente que plantea Iraq y para hacer cumplir todas las resoluciones relevantes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que conciernen a Iraq. Pero como esa amenaza y esas resoluciones estaban relacionadas con las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, también ese permiso ha caducado. En ese sentido, la Casa Blanca declaró que la AUMF de 2002 “ya no se emplea en ninguna de las actividades gubernamentales de EEUU”. Esto significa que la actual guerra de Obama no es una continuación de la guerra de Iraq emprendida por Bush y que la AUMF de 2002 ya no proporciona una cobertura legal para realizar los actuales ataques aéreos.
La Resolución de Poderes de Guerra obliga a Obama a pedir, antes de que pasen 60 días del comienzo de las “hostilidades”, una nueva autorización del Congreso para poder continuar con su guerra; de no hacerlo, debe retirar las fuerzas antes de que pasen 30 días. El plazo de 60 días se cumple el 7 de octubre. Por lo que parece, Obama no se siente obligado a cumplir con la ley.
Durante la campaña presidencial de 2008, Obama dijo al Boston Globe: “En el contexto constitucional, el presidente no tiene poder para autorizar unilateralmente un ataque militar en una situación que no implique parar un ataque real o una amenaza inminente para la nación”. A comienzos de este año, Obama dijo que “ningún país puede conservar su libertad en un contexto de guerra continuada”. Sin embargo, esto es exactamente lo que está haciendo con su declaración de guerra perpetua.
Obama está violando tanto la legalidad estadounidense como la internacional. Además, está arriesgando la posibilidad de un aumento de las represalias contra este país. El gobierno de Estados Unidos ha desestabilizado Oriente Medio con las guerras de Iraq y Afganistán emprendidas por Bush, y Obama ha asesinado a miles de personas con las incursiones aéreas realizadas con drones. Muchos sunníes temen menos al ISIS que al gobierno títere shií instalado por Estados Unidos en Iraq, que ha torturado, violado, asesinado y encarcelado arbitrariamente a los sunníes durante los últimos dos años y medio.
ISIS es un grupo brutal. Pero Obama está implorando al Congreso la financiación del Nuevo Ejército Sirio que, según The New York Times “acaba de decapitar a seis combatientes del ISIS que habían sido capturados”.
Jugando a dos bandas, Obama pretende luchar contra el ISIS en Siria sin envalentonar al presidente Bashar al-Assad, que también lucha contra el ISIS. Y Obama se reserva el derecho de bombardear Siria, un estado soberano, en abierto desafío a Assad. Obama está jugando con fuego.
Además de ser ilegal, la guerra de Obama promete exacerbar la volátil situación en Oriente Medio y aumentar más aún la hostilidad contra Estados Unidos. En el pasado, ha dicho varias veces que la solución de este conflicto no es militar. Él debería emplear su liderazgo en el Consejo de Seguridad para declarar un cese del fuego, crear una fuerza de mantenimiento de la paz, poner en marcha un embargo total de las armas que se envíen a la región y ponerse a trabajar por una solución diplomática que comprometa a Irán y Siria en el proceso. La guerra perpetua no es la respuesta a los problemas de Oriente Medio.
Artículo original en inglés publicado por Truthout - Copyright, Truthout. Reprinted with permission.