Rebelión//
Hace dos meses se realizó en Cochabamba la “Cumbre Sindical Antiimperialista”, convocada por la Federación Sindical Mundial y la Central Obrera Boliviana, con la adhesión del gobierno de Evo Morales.
Allí se reunieron 1.300 delegados de todas las organizaciones afiliadas a la COB y a la Coordinadora Nacional por el Cambio, junto a un centenar de representantes sindicales de otros países.
El evento aprobó una Tesis Política titulada: “Profundizar el proceso de cambio desde los movimientos sociales en Bolivia”.
En lo esencial esa Tesis afirma que el objetivo estratégico del actual proceso debe ser la construcción del Socialismo Comunitario y que para ello se debe aplicar un programa de gobierno bajo el paradigma del Vivir Bien, desplegando en la práctica sus contenidos revolucionarios anticapitalistas.
No se trata de un retorno a los discursos izquierdistas del siglo pasado, que intente volver a pregonar esos fracasados “socialismos de Estado” que en la Europa oriental sofocaron burocráticamente a las fuerzas transformadoras de la sociedad, impidiéndoles su participación a título de que “el partido”, que controlaba el aparato estatal, pensaba y decidía por todos.
En el caso boliviano la confluencia de la lucha de la clase obrera contra la explotación capitalista y la resistencia de las naciones originarias a la opresión colonialista está dando lugar a la construcción de nuevas formas políticas, en las que las tendencias antiimperialistas, comunitarias y socialistas pueden fortalecerse al mismo tiempo que se profundiza la democracia, superando lo formal-representativo y asumiendo prácticas democráticas participativas y comunales, plenamente reconocidas en el nuevo texto constitucional boliviano.
Es una revolución democrática y cultural que desplazó a la tradicional clase dominante por otras subalternas en la dirección política estatal y abrió un proceso constituyente cuyo principal resultado fue la fundación del Estado Plurinacional.
No exenta de frustraciones, esta revolución política logró también avances en la descolonización y despatriarcalización de las relaciones sociales de dominio en nuestro país, así como la redistribución de la riqueza a través de políticas sociales favorables a los sectores mayoritarios.
La Tesis de los movimientos sociales afirma que la profundización del proceso de cambio debe dar lugar a una transición ininterrumpida de la revolución democrática y cultural a la revolución económica y social. Supone esto defender lo hasta aquí conquistado, pero también seguir aplicando un programa de transformaciones, con énfasis en el nuevo modelo económico.
El programa, que es parte constitutiva de la Tesis, resalta que las nacionalizaciones y la industrialización de los sectores estratégicos de la economía deben continuar, especialmente en la minería donde persiste la presencia dominante del capital transnacional en minas tan ricas como San Bartolomé, San Cristóbal o San Vicente.
Pero junto al fortalecimiento del sector estatal, que es generador neto de excedentes económicos, se debe potenciar al sector social comunitario de la economía, que es generador neto de ingresos y empleo tanto en áreas rurales como urbanas.
Queda así definido el nuevo Modelo Económico Social Comunitario, en el que se transfiere una parte de los excedentes directamente generados por las empresas públicas estratégicas, así como los extraídos vía impuestos y contribuciones del sector industrial privado, desde el sector estatal hacia el sector social y comunitario, en forma de proyectos productivos de carácter asociativo, a los fines de alcanzar la soberanía alimentaria, la reconversión productiva, la sustitución de importaciones y el pleno empleo de la fuerza laboral.
¿Y la Madre Tierra? Recordemos que ningún sistema económico desaparece por sí mismo, al influjo de factores puramente económicos. Hace falta forjar mujeres y hombres nuevos que, emancipados de las relaciones capitalistas de explotación del trabajo y depredación de la naturaleza, puedan crear nuevos procesos productivos respetuosos de la vida.
Hay una relación dialéctica entre los cambios en la conciencia y las transformaciones materiales, lo que nos lleva a plantear que un avance de la Tesis Socialista Comunitaria sólo será posible si es que los movimientos sociales que la enarbolan promueven también la aplicación de un programa revolucionario desde el gobierno, reorientando así la actual tendencia permisiva y limitadamente reguladora de los procesos de acumulación capitalista en sectores tan importantes como la banca, la agroindustria y la minería.
La reconstitución del Bloque Social Revolucionario a través del reencuentro de la COB con el Gobierno que robusteció a ambos; el fortalecimiento de la Coordinadora Nacional por el Cambio que puede convertirse en la máxima instancia de conducción política del proceso; el rearme ideológico y programático de los movimientos sociales que son capaces de debatir una tesis socialista comunitaria; la posibilidad cada vez más cierta de un contundente triunfo democrático de Evo y Alvaro el próximo 12 de octubre.
Todo esto muestra que el camino correcto y consecuente pasa por confiar en el pueblo unido y movilizado.
El pragmatismo electoralista, ese que acoge a personajes de ideología conservadora, sólo introduce factores de incertidumbre y riesgo en el proceso. A la derecha hay que derrotarla ideológicamente, mostrando por ejemplo que la propuesta de Doria Medina del 50/50 es una forma de privatización de nuestros hidrocarburos, o que el planteamiento de Tuto Quiroga de que Bolivia ingrese a la Alianza del Pacífico sólo pretende retornar a esos tiempos en que se quiso engañar al país haciendo creer que el dogma “mercados libres, economías abiertas” llevaba al paraíso neoliberal.
No se trata de recoger los despojos de un partido fascista y mostrarlos sonrientes en un acto público mientras se cambian de camiseta. Esas son sumas que restan o, para decirlo con la frase que se escuchaba en el Chile de Allende, “cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana”.
Nunca olvidemos que las revoluciones se hacen con revolucionarios.