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Las esclavas sexuales del Japón


Incluso siendo católica, la coreana Lee Yong-su, que tiene 87 años, jamás perdonará a Japón por convertirla de niña en una esclava sexual de sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial.

 «Es imposible que los perdone porque destrozaron mi vida», explica a ABC la anciana, que ayer se reunió con el Papa Francisco durante su última jornada en Seúl. Antes de marcharse de Corea del Sur, el Pontífice recordó la tragedia de las «mujeres del consuelo». 

Así se conoce a las 200.000 jóvenes prisioneras, sobre todo coreanas, chinas, filipinas, taiwanesas e indonesias, que fueron utilizadas en los burdeles que regentaba el Ejército imperial nipón para elevar la moral de sus soldados.

«Espero que el Papa nos ayude a que Japón reconozca estos hechos», confió Lee Yong-su, quien nació en Daegu en 1929 y fue raptada una noche por los militares mientras dormía en su casa con solo 15 años.

 La impunidad del régimen colonial nipón era tal que, cuando sus padres se levantaron a la mañana siguiente, ella ya no estaba allí, sino camino de una base aérea de «kamikazes» en Taiwán.

«Aunque me resistí cuando me forzaron, me daban palizas y me torturaban con descargas eléctricas», recuerda la anciana. Obligada a satisfacer a varios hombres al día, Lee Yong-su pasó allí los dos últimos años de la guerra, hasta que pudo volver a Corea del Sur cuando los japoneses se rindieron en 1945.

Pero, cuando llegó a su casa, su madre la repudió y le dijo que estaba «maldita». Desde entonces, sobrevivió como pudo sin casarse y con la única ayuda de la Iglesia católica.

 En 1992, un grupo de activistas elaboró un registro de «mujeres del consuelo» para reivindicar su causa. 

Desde 1996, un asilo atiende a una decena. Una de ellas, Kang Il-chun, de 83 años, fue raptada incluso más joven que Lee Yong-su. «Tenía 13 años y, tras volver del colegio, unos soldados vieron que estaba sola en mi casa, entraron y me llevaron a China, primero en un camión y luego en un tren con más jóvenes», desgrana la mujer.

«Conocer este drama»

Aunque las familias les decían a sus hijas que se escondieran si veían a los militares, Kang Il-chun era tan pequeña que no sabía lo que le esperaba.

 «Pensaba que me llevaban a una fábrica», se lamenta la mujer, que estuvo confinada en una base del Ejército en Changchun, al noreste de China.

 «Como tenía 13 años, "solo" debía satisfacer acuatro o cinco hombres al día, pero otras chicas más mayores eran violadas a todas horas», cuenta la anciana, que aún se acuerda de «una niña de doce años que murió de tantos abusos».

Al terminar la guerra, tampoco pudo regresar a Corea, dividida entre el Norte comunista y el Sur capitalista. Sin recursos, se quedó en China.

 Acogida por unos coreanos que vivían en Changchun, empezó a trabajar como enfermera y, a los 18 años, se casó con un chino, con quien tuvo tres hijos. En 2000, regresó a Corea del Sur con un programa de repatriación gubernamental.

La mujer, que también se reunió con el Papa, espera que su visita sirva «para dar a conocer este drama». Pero, como Lee Yong-su, insiste en que «jamás perdonaré a los japoneses».

http://eltrabajonoshacelibres.blogspot.com/2014/08/las-esclavas-sexuales-del-japon.html

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