Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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Francia en un callejón sin salida

Viento Sur

Los ardientes partidarios del intervencionismo militar francés en África que hacen estragos en nuestros medios se están volviendo más discretos. 

Es fácil de entender si se ve la situación que reina tanto en Malí como en República Centroafricana.
Un año después del lanzamiento de la operación Serval en enero de 2013, la situación en Malí se deteriora. Los recientes ataques con cohetes contra las ciudades del norte, en particular Gao y sobre todo Kidal, demuestran que los yihadistas han logrado abrirse un pasillo entre el sur de Libia y el norte de Malí que les permite el transporte de armas y hombres.

 Esta situación de inseguridad sigue impidiendo el funcionamiento normal de los servicios públicos, en particular la salud y la enseñanza.

Las negociaciones entre el gobierno maliense y los tuaregs no han empezado en realidad y la multiplicidad de mediadores, Burkina-Faso, Argelia, Marruecos y... Suiza, no facilita las cosas. 

Además, el gobierno maliense de Boubacar Keita (IBK) ha declarado en repetidas ocasiones su descontento respecto a las presiones de Francia para la conclusión rápida de un acuerdo de paz con el MNLA tuareg.

 La posición de IBK se debilita: decepción de la población que ve sus condiciones de vida deteriorarse, nepotismo del clan IBK, corrupción con el escándalo revelado por el periódico Le Monde de los lazos entre IBK y la mafia corsa francoafricana no son ciertamente extraños a la remodelación ministerial que ha tenido lugar estos últimos días.

La irresponsabilidad de la potencia francesa

República Centroafricana sigue confrontada a la peor crisis que haya conocido en su historia, la irresponsabilidad de Francia apoyando a los peores dictadores ha hecho de ese país un estado fallido, mucho antes de la desastrosa toma de poder de la Seleka. 

Los enfrentamientos entre poblaciones, exacerbados por las facciones de la clase dominante, se desarrollan en una región en la que los dictadores dictan su ley. Todos esos poderes son apoyados por Francia y hacen ilusoria una solución democrática en República Centroafricana. La reciente dimisión del Tchad de la Misca, la fuerza de la Unión Africana, como consecuencia del informe de Rupert Colville sobre la matanza provocada por los soldados tchadianos que acabó en una treintena de muertos, acentúa esas dificultades.

A esta crisis de seguridad en la que actúan devastándolo todo las milicias armadas, se perfila otra crisis menos mediática pero ciertamente más costosa en vidas humanas, la de la penuria alimentaria provocada por la desaparición de los circuitos de reavituallamiento, la ausencia de semillas y la destrucción de los rebaños, la huida de los pastores esencialmente Peuls, víctima de los anti-Balaka porque les asimilan a los musulmanes.

Diplomacia económica

El anuncio de la llegada de 11.800 cascos azules de las Naciones Unidas en septiembre tiene muchas probabilidades de activar los conflictos, al querer reforzar cada una de las milicias en presencia su correlación de fuerzas militar sobre el terreno.

En Malí, como consecuencia de la decisión sobre la ayuda al desarrollo económico del país, se han concedido préstamos que la gente deberá devolver a los bancos. En ese marco, las empresas francesas son concesionarias a dedo de importantes trabajos para el norte de Malí de un valor de más de 37 millones de euros. Y esto no es más que el comienzo.

La diplomacia económica reivindicada por el nuevo gobierno de Hollande y de Valls está ya en marcha, verificando la nueva fórmula del adagio: “la desgracia de los pueblos constituye la dicha de las multinacionales”.


Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

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