Lo que obtuve en las escuelas dominicales...
fue simplemente una firme convicción de que la fe cristiana estaba plagada de absurdos palpables, y que el dios cristiano era absurdo...
El acto de adorar, tal como lo realizan los cristianos, me parece rebajante, en lugar de ennoblecedor.
Implica humillarse ante un ser que, si realmente existiera, merece ser acusado, en vez de respetado.
H. L. Mencken (1880 -1956)