El 15 de febrero de 1898, se produjo en la bahía de La Habana uno de los hechos más dolorosos del devenir histórico de Cuba, la explosión del acorazado "Maine" de la Armada de Estados Unidos, el cual constituyó el principal pretexto para intervenir en la guerra que libraban los cubanos por su independencia de España.
Desde el año anterior, al asumir el poder el Presidente William Mc Kinley, el Gobierno de EE.UU. se propuso realizar las maniobras necesarias para que la isla de Cuba dejase de ser posesión española y cayese en manos norteamericanas.
La plataforma electoral favorecía la independencia de Cuba, el programa del Partido Republicano contemplaba el reconocimiento de esta, pero el mandatario eludió formular declaraciones comprometedoras.
Su proyección se guio por la sugerencia del Secretario de Estado, John Sherman de que la política "debía estar controlada por los intereses comerciales más que por las simpatías hacia un pueblo que lucha por su libertad".
Los hombres de negocios con intereses en la Isla, presionaban para que se garantizara sus inversiones en peligro: "A fin de impedir pérdidas mayores, restablecer el comercio americano y asegurar la paz para los habitantes que padecen sufrimientos, y Washington debía dar los pasos necesarios para lograr una reconciliación honrosa entre las partes en conflicto"
Con el objetivo de hacer cumplir la teoría de la Fruta Madura, desde junio de 1897 la administración estadounidense inició su ofensiva diplomática. Mc Kinley se inclinó por el autonomismo, que los norteamericanos pensaban podría servir de escuela y puente a la anexión.
Pero pronto se convencieron que era imposible porque la mayor parte del pueblo cubano apoyaba al Ejército Libertador y al Consejo de Gobierno de la República en Armas y la única solución era la Independencia.
Al respecto los periódicos y las agencias de noticias como las de Hearst y Pulitzer, aprovecharon las simpatías del pueblo de EE.UU. con la justa causa de los mambises y su repudio a la genocida Reconcentración de Weyler, para crear una opinión favorable a la intervención norteamericana en Cuba e impulsar la tendencia expansionista de Washington.
El proyecto de expansión del poderío americano hacia otras tierras fuera del territorio continental, venía en proceso desde hacía años con el desarrollo de la teoría del Sea Power del Almirante Mahan, que implicó la construcción de una poderosa y moderna Marina de Guerra capaz de actuar en cualquier parte del mundo.
Con vistas a ejecutar sus fines, el gobierno norteño, que sabía que el Generalísimo Máximo Gómez nunca aceptaría otra solución que no fuera la independencia, se trazó una política de acercamiento a los jefes revolucionarios cubanos, pero sin negociar con las instituciones que representaban a la joven República combatiente.
A la vez preparaban las condiciones para desatar un enfrentamiento militar con España cuyo resultado, con la ayuda de los mambises, era predecible y deseable.
En enero de 1898 aplican la doctrina Evarts, que plantea el derecho de Washington a enviar sus fuerzas armadas a proteger las vidas y haciendas de sus ciudadanos en países donde consideren que existe con inestabilidad política.
Ordenan a cuatro de sus más modernos acorazados a patrullar las aguas del Caribe y el Golfo de México en el conflictivo teatro de operaciones de Cuba, estos se situaron a seis horas de navegación de La Habana.
El cónsul de Washington en la capital cubana, Fitzhugh Lee, informó de los disturbios de los integristas contra la autonomía el 12 de enero de 1898, fomentó así en las conciencias de su pueblo la creencia de la anarquía en la Isla.
El subsecretario de Estado Will Day decidió entonces reanudar "las visitas navales amistosas" a los puertos de Cuba.
Por eso a las 11.00 a.m. del 25 de enero, entra en la rada habanera el acorazado "Maine", de 6682 toneladas de desplazamiento y una velocidad de 19 nudos. Montaba cuatro cañones rayados de 28 cm, seis de 15 cm, siete de tiro rápido de seis libras, ocho de tiro rápido de una libra y cuatro tubos lanzatorpedos.
El "Maine" hizo su saludo a la plaza, contestado por la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, y el crucero "Alfonso XII". Quedó amarrado a la boya cuatro donde la profundidad era 28 pies, adecuada para los 23 de calado del buque.
Eran las 21.45 pm del 15 de febrero, cuando se produjo a bordo una explosión que semejó un cañonazo y levantó el buque de manera perceptible, tras breve intervalo, le sucedió otra de mayor volumen y cuyo sonido fue prolongado, esta causó la voladura parcial de varios pañoles de proa, parte del acorazado fue pasto de las llamas.
Era evidente que los destrozos eran enormes, parecía herido de muerte y enseguida comenzó a hacer agua, no se hundió por completo por las escasas brazas que separaban su quilla del fondo de la bahía en ese lugar.
Al tiempo de ocurrir la catástrofe, el Capitán estaba en su cámara, al sentir la sacudida y escuchar el estruendo, pasó a cubierta y asumió la dirección del rescate de los hombres a su mando, muchos de los cuales fueron evacuados con celeridad a bordo de un barco de guerra español y un mercante de la compañía Ward que por solidaridad se acercaron a la nave siniestrada.
El recuento de las víctimas llegó a la cifra de 266 muertos, entre ellos dos oficiales, un 20% de los marinos caídos eran emigrantes extranjeros.
El entierro se efectuó el día 17, con un impresionante cortejo fúnebre de 300 carruajes que conducían los sarcófagos cubiertos de flores hacia el Cementerio de Colón, a lo largo del camino y en el propio camposanto, el pueblo habanero expresó su dolor y demostró estar conmovido por la tragedia.
España y Estados Unidos se inculparon mutuamente, se crearon dos comisiones para investigar las causas de la catástrofe, una de cada nación, pero mientras la hispana sostuvo que la explosión había sido interna, la norteña planteó una causa exterior con dos variantes: el estallido fue por una agresión española o era un incidente provocado por los cubanos para incitar la intervención norteamericana.
Años después se determinó, que como las placas de acero en los boquetes causados por las detonaciones estaban abiertas hacia afuera, la explosión fue interna, lo cual ha sido confirmado por los modelos digitales en la era de la computación.
Además los peritos han probado que el carbón bituminoso que llevaba el barco como combustible, podía emitir gases que concentrados eran capaces de inflamarse y causar tamaños estragos.
En la práctica, la desgracia del Maine, sirvió para crear un clima revanchista en la sociedad norteamericana.
Fue el pretexto del Gobierno de Estados Unidos para tomar el apetecido sendero de la agresión contra España.
Hoy, el monumento a las víctimas de Maine en La Habana es, desde que se retiró la provocativa águila de su cúspide, lugar de recordación y homenaje a aquellos hijos del pueblo estadounidense, allí el Historiador de la ciudad, Eusebio Leal Spengler, realizó un acto donde expresó que la Revolución triunfante instauró la soberanía y colocó bajo las alas de la paloma de la paz,el ideal de justicia, de igualdad, de redención y de respeto al derecho que se merece nuestro pueblo".
Rafael de la Morena (PL)