Las escenas de violentos enfrentamientos y protestas de la capital ucraniana nos muestran una fotografía distorsionada de lo que realmente está pasando en Ucrania, y sobre todo nos impide observar con nitidez quién está moviendo los hilos en esta nueva crisis.
Los oligarcas, o más bien, el pulso que éstos están manteniendo entre sí, son el motor de la actual situación, y la calle no es más que una de las armas que éstos estarían utilizando en su nueva pugna. Todo ello acompañado además de un claro objetivo, proteger sus propios intereses y aumentar su riqueza y su influencia.
La fractura de la sociedad ucraniana no es nada nuevo, las diferencias regionales, culturales y políticas han sido una constante en las últimas décadas, aunque probablemente, en los últimos veinte años esa división se ha hecho mucho más visible.
El fenómeno de los oligarcas no es algo exclusivo del antiguo espacio soviético, a pesar de que numerosos autores parecen querer circunscribirlo al mismo. Un ejemplo lo encontramos en el libro “Presidentes, oligarcas y burócratas. Formas de gobierno en el espacio postsoviético”, donde se centra en ese fenómeno en países como Rusia, Ucrania, Georgia y las repúblicas de Asia Central.
Esos intentos por circunscribir esa realidad al citado espacio se sirven de numerosos soportes y teorías académicas. Además, como señalan algunos ucranianos estos días, “mientras que el término oligarca aparece una y otra vez en artículos sobre nuestro país, en situaciones similares en otros lugares, incluso en Occidente, esos mismos articulistas prefieren el uso de “magnates o millonarios” para referirse a los mismos protagonistas”.
A pesar de todo, y en el caso ucraniano, es evidente que esos vasos comunicantes entre el mundo de la política, de la economía y las finanzas están representados o protagonizados por los llamados oligarcas. A día de hoy, unos cien oligarcas, que representan el 0,00003 % de la población, controlan entre el 80-85 % del PIB o la riqueza del país. Además, “todo el mundo conoce que entre los parlamentarios, no son pocos los que son corruptos multimillonarios, con sus guardaespaldas y su último modelo de mercedes negro con las ventanas tintadas”.
En los últimos años, los oligarcas ucranianos han seguido el mismo guión que sus semejantes en otros países. Han obligado a la gente a vender sus negocios, se han ido haciendo además con el control de las entidades estatales en las industrias clave: metalurgia, química, petróleo y gas, electricidad, maquinaria…Y para ello, para defender y promocionar sus propios intereses se han aprovechado de la privatización de las empresas públicas, han logrado contratos privilegiados para sus compañías, han asegurado el control y acceso a los recursos estatales, y todo ello en un evidente contexto de corrupción y amenazas.
Los oligarcas y sus intereses dominan, por tanto, el teatro político en Ucrania. En las elecciones parlamentarias, el Partido de las Regiones, del actual presidente Viktor Yanukovych, obtuvo 185 escaños, aunque en los meses posteriores, gracias a diferentes maniobras ha aumentado la cifra a 205, manteniendo una holgada diferencia sobre el partido de Yulia Tymonshenko (con 90 parlamentarios es el mayor partido opositor), la otrora estrella de Occidente, cuyo oscuro pasado oligarca siempre se intenta ocultar, y de quien muchos dicen que ya “es historia”.
La red de apoyos que ha ido gestando el presidente ucraniano y su partido en los últimos años ha traído beneficios para sus intereses, pero al mismo tiempo ha tenido que tejer un complejo equilibrio entre los diferentes grupos e intereses. A día de hoy al menos siete facciones conviven en el Partido de las Regiones, pero sobre todo destacan tres grupos de oligarcas.
Por un lado está el grupo en torno a personajes de la “cuenca del Donets”, relacionados con empresas mineras y dominado por el multimillonario Achmetov, y con el apoyo también del primer ministro Azarov y en el pasado del propio Yanukovych. Por otro lado, encontramos al grupo articulado en torno a la industria química y el comercio del gas, con Dmytro Fistash como su principal figura. Y finalmente, en los últimos años, cada vez cobra más fuerza la llamada “familia”, creada en torno a Yanukovych y sus hijos.
Las pugnas y diferencias entre esos grupos podrían estar tras los recientes acontecimientos y protestas. Algunos medios como el Financial Times señalaban hace semanas que “tanto la política del gobierno, así como las protestas están controladas y financiadas por los oligarcas”. En estos momentos las diferentes fuerzas están maniobrando para defender sus negocios y sus intereses políticos.
En este contexto no parece que las fuerzas opositoras hasta ahora dominantes hayan logrado sacar réditos de la situación. Al contrario, en este complejo escenario, son las fuerzas de extrema derecha, algunas con claras tendencias neonazis, las que parecen sacar tajada. Partidos y organizaciones como Svoboda o Bratstvo están surgiendo con fuerza estas semanas, acentuando aún más la división del país.
Desde Occidente se mira con preocupación el cariz de los acontecimientos, no tanto por la población ucraniana, sino por sus propios intereses. Y ante el posible final de la carrera política de Yulia Tymonshenko, hay quien quiere ver en la figura del antiguo campeón de boxeo, Vitali Klitschko y su partido la Alianza Democrática Ucranian por las Reformas (UDAR en ucraniano y que se traduciría como “golpe” la alternativa más viable.
La política exterior ucraniana parece estar marcando la agenda del país en estas décadas. Algunos han venido definiendo esa política como el resultado de maniobras entre Occidente y Rusia, lo que definen como “una política multi-vectorial”. Por ello los intereses de los grupos oligarcas que controlan el país suelen girar hacia Moscú o Bruselas en función de sus propios intereses.
No obstante, en ese complejo juego, también asoman los movimientos de esos terceros actores. Así, mientras que Rusia no está dispuesta a perder sus beneficios económicos y la importancia geoestratégica de Ucrania para sus gasoductos, la Unión Europea y Estados Unidos, buscan debilitar a Moscú, y frenar el auge y protagonismo que está adquiriendo Rusia en los últimos meses, al tiempo que colocando un gobierno favorable a ellos, le abriría además las puertas a un importante mercado para sus productos (Ucrania tiene más de 46 millones de habitantes), con tierras muy productivas en agricultura o materias primas.
Por ello, parece que algunos oligarcas en estos momentos no verían mal ese acercamiento a la UE, ya que esperan que con el apoyo de ésta y con otras medidas del FMI, disminuya el peso del gobierno y de esa forma asegurar a medio y largo plazo sus propios intereses y seguir dominando la vida política, económica y financiera de Ucrania.
La lucha desatada por algunos sectores oligarcas determinará el futuro del país.
Y como señalaba recientemente un periodista habrá que permanecer atentos a lo que ocurra en las próximas semanas “en los cuarteles y en los consejos de oligarcas”, ya que la posible interrelación de ambos puede condicionar que la nueva crisis ucraniana adquiera un rumbo u otro.