Pablo Gonzalez

¿Por qué hemos de creerle a Obama?


Según varios reportes de las agencias internacionales, el presidente norteamericano, Barack Obama, ha anunciado hoy la suspensión del programa de espionaje masivo implementado desde hace mucho tiempo por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), particularmente la terminación de las cuestionadas prácticas de espionaje contra mandatarios extranjeros, incluso sus propios cercanos aliados y, en consecuencia, la implementación de mecanismos de control sobre la actividad de sus agencias de inteligencia.

Obama lo dijo de la siguiente manera: "He dejado claro que, a menos que medie una situación extraordinaria de seguridad nacional, no supervisaremos las comunicaciones de los jefes de Estado y de Gobierno de nuestros países aliados".

Como a buen entendedor, pocas palabras bastan, la realidad es que Obama no ha descartado el cese del espionaje masivo por parte de la CIA y la NSA, particularmente sobre aquellos a los que –según su apreciación-, pudieran constituir un peligro para EE UU. 

 Todo esto, como es obvio, levanta dudas por doquier y abre la posibilidad de que la gente siga siendo espiada bajo el prisma de una concepción parcializada y viciada por las suspicacias del acontecer internacional.

 Las preguntas saltan a un primer plano: ¿Quién es realmente bueno para Obama? ¿Cómo sabrá él que se es bueno con EE UU y, por tanto, evitar ser espiado? 

Con el mayor desenfado, Obama lo dejó entrever: “Estados Unidos no va a espiar a aquella gente normal y corriente que no amenace nuestra seguridad nacional, y tendremos muy en cuenta las preocupaciones que puedan albergar sobre su privacidad. 

Lo mismo va por los líderes extranjeros".

Demás está decir que esa promesa de no espiar a sus aliados nadie se la cree realmente, pues el monitoreo de sus actividades parece ser un vicio arraigado en el establishment de los servicios estadounidenses, sobre todo para evitar que se descarríen de sus apetencias hegemónicas en el mundo de hoy. 

 Palabras salidas de un mentiroso siempre son caldo de cultivo para las dudas y aún la confianza se siente vulnerada. Por ello, poco vale que Obama prometa lo siguiente: "Los jefes de Estado y de Gobierno con los que trabajamos estrechamente, y de cuya cooperación dependemos, deberían contar con la garantía de que les estamos tratando como verdaderos socios. 

Y los cambios que he ordenado están orientados precisamente a eso".

Es por ello que la vigencia de la sección 215 de la Ley USA Patriot nunca será realmente desmontada por Obama, ni tampoco podrá evitar la costumbre de sus agencias de realizar espionaje y operaciones secretas contra otras naciones. 

La consulta presidencial para autorizar acciones de espionaje es poco creíble y no seré respetada, pues nunca lo ha sido en la historia norteamericana, plagada de escandalosos hechos que casi a diario destapan algunos periodistas, asqueados miembros de esos servicios u otros medios.

A pesar de las promesas de Obama, los analistas de la CIA, la NSA, el FBI y otras agencias, seguirán espiando los flujos de llamadas y mensajes telefónicos. 

Tampoco funcionará el par de supervisores del Departamento de Estado y la Casa Blanca para controlar el manejo de la inteligencia y la salvaguarda de la privacidad de los ciudadanos en el mundo. 

Sus socios del Congreso tienen bien claro que EE UU seguirá espiando a diestra y siniestra, usando a las compañías telefónicas descaradamente, pues más que una cuestión de seguridad nacional, el asunto trata de mantener la hegemonía norteamericana en el planeta. 

La promesa de Obama de desclasificar los dictámenes del Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera de Estados Unidos, el FISA, es otra forma dilatoria de contentar al mundo luego del destape hecho por Snowden. Lo cierto es que, tanto el presidente como el Congreso, tratan de salir de un atolladero de credibilidad y desconfianza que será difícil de dejar atrás.

Obama salió en defensa de la NSA como era de esperar. Nadie lo duda, al menos él sí sabía sobre el desmadre realizado por la misma. Mientras tanto, la procesa diariamente cerca de 200 millones de SMS en el mundo, obteniendo amplia información sobre la gente. 

No lo digo yo, lo dicen el diario británico The Guardian y el canal de televisión Channel 4.

Parafraseando un viejo refrán, podría decirse: “Si te espían una vez, eres negligente. Si te espían más veces, eres estúpido”.

Percy Francisco Alvarado Godoy.

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