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Cómo la CIA creó la epidemia de crack

A comienzos de la década pasada, una nueva droga–el crack–arrasó los ghettos y barrios de Estados Unidos, en una época cuando muchos chavos tenían que recurrir a la economía clandestina para subsistir.



Para los pobres, ya agobiados por la pobreza, desempleo, servicios médicos inadecuados, y escuelas y viviendas en ruinas, el crack llevó otras cargas: más conflictos entre organizaciones callejeras y la desesperación de muchos nuevos adictos.

Con el pretexto de la “guerra contra la droga”, el gobierno lanzó una guerra contra el pueblo: 
viles invasiones policiales de los ghettos, más brutalidad y asesinatos, la detención en masa de muchos chavos negros y latinos, y la criminalización de toda una generación.

Muchos sospecharon desde el principio que el gobierno estaba metido en la explosión de crack en las comunidades oprimidas, como ocurrió con la introducción de heroína durante la guerra de Vietnam.

Ahora se sabe que eso es precisamente lo que pasó.

Un esposé del reportero Gary Webb del periódico Mercury News de San José, California, ha destapado que agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) vendieron toneladas de cocaína en Estados Unidos durante esos años para pasarle las ganancias a la contra: el ejército mercenario de Nicaragua organizado y manejado por la CIA.

Webb investigó “informes desclasificados, testimonios dados en cortes federales, cintas grabadas en secreto, transcripciones de cortes nacionales e internacionales y cientos de horas de entrevistas en los últimos 12 meses”.

Contó con la ayuda de los periodistas Georg Hodel y Leonore Delgado.

El informe de Webb destapa los nombres de los hombres de la contra que compraban toneladas de cocaína a los narcos de Colombia y la repartían a redes de distribución en Estados Unidos.

Documenta que líderes de la contra se reunieron con un alto agente de la CIA antes de empezar la operación.

Revela que la fuerza aérea del gobierno salvadoreño volaba la cocaína a campos de aterrizaje de Texas.

Detalla cómo llegó un río de cocaína barata a las calles de los ghettos, primero en Los Angeles y luego por todas partes.

Y por último, documenta los colosales esfuerzos del gobierno estadounidense por proteger esas operaciones.

Rasgar los velos de engaño del gobierno sobre este tráfico de cocaína ha sido una larga lucha. Durante las audiencias del Congreso sobre el escándalo Irán-Contra a fines de la década pasada, dos personas se pararon y gritaron:

“¨Y qué dicen de la cocaína?”.
 A las dos las arrestaron y las metieron un año a la cárcel.

Los lectores de nuestro periódico recordarán muchos artículos, especialmente en 1988 y 1989, que destaparon cómo la CIA usó cocaína para financiar su guerra secreta en Centroamérica.

Nuestros artículos se basaban en el trabajo de mucha gente, como el Christic Institute, el periodista Alexander Cockburn, los periodistas Martha Honey y Tony Avirgan, la directora de cine Barbara Trent (quien hizo la película Coverup:

Detrás del asunto Irán-Contra), y el profesor Peter Dale Scott (autor del libro La conexión Irán Contra: Equipos secretos y operaciones clandestinas en la era de Reagan).

Ahora se ha encontrado una pieza importante del rompecabezas: Gary Webb documenta que los agentes de la CIA hicieron más que participar en el tráfico de cocaína.

Con lujo de detalles, documenta el papel que desempeñaron en la creación de la explosión de crack que le ha causado tanto daño al pueblo.
El mismo gobierno que proclamaba “¡No más di no!” y que mandó falanges de policías a atacar al pueblo en una “guerra contra la droga”, ¡durante años fue el centro nervioso de las operaciones que traían la droga!

Muchos sospecharon desde el principio que el gobierno estaba metido en la explosión de crack. Aquí están los hechos.

En este artículo, pasaremos a nuestros lectores parte de la información que encontró Gary Webb y la pondremos en el contexto de información documentada por otros sobre el papel de la CIA y la Casa Blanca de Reagan/Bush en el tráfico de cocaína.

La serie completa de Gary Webb, titulada “Dark Alliance”, salió en el Mercury Newsde San José los días 18, 19 y 20 de agosto.
 Está en la Internet en  http://www.sjmercury.com/drugs/

La contra nicaragüense: Operación secreta, autofinanciada de la CIA

En Estados Unidos en 1980, la cocaína era una droga para ricos.
 Gary Webb escribe:

“Un estudio de precios de cocaína pagados por agentes de la DEA dice que costaba $2500 la onza”.

Eso cambió a raíz de decisiones de alto nivel del gobierno.

El 1§ de diciembre de 1981, el presidente Ronald Reagan firmó una Directiva de Seguridad Nacional secreta que aprobaba la labor de la CIA para organizar en secreto un ejército para pelear contra Nicaragua.

En Nicaragua, el brutal dictador Anastasio Somoza, títere yanqui, cayó a manos de los sandinistas en 1979 y se instauró un gobierno izquierdista.

Washington temía que los sandinistas alborotaran su “patio trasero” centroamericano y que le dieran entrada a la Unión Soviética.

En agosto de 1981, el coronel Enrique Bermúdez (quien fue el contacto de Somoza con el Pentágono en Washington) anunció la formación de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN). 
Webb documenta que la CIA organizó la FDN, principalmente con lo que quedaba de la odiada Guardia Nacional de Somoza. 
Luego se conocería como la contra.

Bajo la dirección de agentes de la CIA de Estados Unidos y de Nicaragua, la FDN libró una brutal “guerra de baja intensidad” de muerte y sabotaje para desestabilizar a Nicaragua.

 Webb informa que Bermúdez fue uno de los agentes que “recibieron cheques de la CIA durante más de una década, pagos que se suspendieron poco antes de su asesinato, todavía sin resolver, en Managua en 1991″.

Webb documenta que la directiva secreta de Reagan sólo asignó a la CIA $19.9 millones de fondos directos.

Eso era suficiente para formar la contra, pero no para mantener su funcionamiento militar.

Pero no había necesidad de asignarle más dinero: esta operación secreta se autofinanciaría para que fuera más difícil conectarla con Washington.

Cuando Reagan firmó la directiva, los agentes de la contra ya estaban comprando y vendiendo cantidades industriales de cocaína.
Oscar Danilo Blandón Reyes
El esposé de Gary Webb le dedica mucha atención a la carrera de Oscar Danilo Blandón Reyes, el tipo de la contra directamente encargado de vender cocaína en Los Angeles.

Blandón dio amplio testimonio sobre estas operaciones en marzo de 1966 en San Diego, cuando fue el testigo central en el juicio contra “Freeway Rick” Ross, su propio protegido.

Webb escribe que Blandón, “quien empezó a trabajar para la narco-operación de la FDN a fines de 1981, declaró que dicha operación vendió casi una tonelada de cocaína en Estados Unidos ese año por un valor de $54 millones al precio de mayoreo del momento.

No está claro cuánto del dinero regresó al ejército de la CIA, pero Blandón declaró que `de lo que vendíamos en L.A., la ganancia iba para la contrarrevolución’”.

La reunión que empezó el tráfico de cocaína A Danilo Blandón, hijo de un nicaragüense rico dedicado al negocio de alquilar pésimas viviendas a los pobres a precios del otro mundo, su papi lo mandó a hacer un masters en “marketing” en Estados Unidos.

Cuando Somoza cayó, Blandón vivía rodeado de privilegios como director nacional de mercados de mayoreo y dirigía un programa gringo de $27 millones para crear “un sistema agrícola al estilo americano” en Nicaragua.

Cuando la dictadura cayó, la familia Blandón perdió sus ranchos de ganado y sus tugurios urbanos. 
Blandón empacó para Estados Unidos y en 1981 se metió en la formación de la contra.

Webb escribe que Blandón comenzó a trabajar en la financiación de la contra cuando lo mandaron a recoger a Juan Norwin Meneses Cantarero, otro exilado nicaragüense, en el aeropuerto de Los Angeles.

En el juicio de Ross, Blandón dijo que él y Meneses volaron a Honduras a una reunión con el coronel Bermúdez, principal agente nicaragüense de la CIA.

Después de eso, dijo, “empecé a recaudar fondos para la contrarrevolución”.

Blandón dijo que Bermúdez no sabía que la plata vendría de la venta de cocaína, pero Webb comenta que “la presencia del misterioso Sr. Meneses sugiere fuertemente lo contrario”.

Meneses era un conocido narcotraficante.
 En Estados Unidos la policía tenía bien documentadas sus actividades y en Nicaragua se le conocía como el “rey de la droga”.

Pero tanto Estados Unidos, primero, como la dirección de la FDN, después, le abrieron los brazos. Meneses entró a Estados Unidos en julio de 1979 y poco después recibió visa y permiso de trabajo como refugiado político. 
En 1981, según el propio Meneses, Bermúdez lo puso a cargo de “inteligencia y seguridad” para la FDN en California. Meneses se jactaba de que “nadie podía entrar a la contra allá sin mi conocimiento y aprobación”.
Con la aprobación del gobierno y con la bendición de Bermúdez, Meneses se instaló en el Area de la Bahía de San Francisco y desde ahí supervisó la importación de miles de kilos de cocaína a California, mientras su agente Danilo Blandón trabajaba en Los Angeles distribuyéndola a redes de vendedores.

Blandón declaró en la corte: “Hay un dicho que afirma que el fin justifica los medios y eso fue lo que nos dijo el Sr. Bermúdez en Honduras, ¨OK?”

En junio de 1984, en la cumbre de su operación, Meneses fue fotografiado en una reunión con el jefe político de la FDN, Adolfo Calero. 
Ex gerente de Coca-Cola y viejo agente de la CIA, Calero era la cara pública de la contra para que los viejos asesinos somocistas no tuvieran que salir a la luz.

Todo esto indica que, desde el principio, la operación de cocaína de la contra contó con la aprobación y el apoyo de la CIA.

A lo largo de la década pasada se empezó a ver hasta qué niveles llegaba esa aprobación. 
Oliver North, el especialista de Reagan en operaciones secretas, dijo que nadie de la Casa Blanca sabía que la contra traficara droga. 
Pero un memo del 9 de agosto de 1985 escrito por North a su agente Robert Owens sobre un avión DC-6 que le llevaba suministros a la contra dice que “es probable que traiga droga a Estados Unidos”. 
En otros memos North escribió: “$14 millones para financiar proceden de drogas”. (OR, enero 16, 1989)

En las audiencias del Senado organizadas por el senador Kerry, un hombre de negocios de Oregon metido en tráfico de armas y de drogas llamado Richard Brenneke dijo que Donald Gregg (asistente de seguridad nacional del vicepresidente Bush) era su contacto. 
Brenneke dijo que él llevó un cargamento de armas a Amarillo, Texas, a mediados de 1985, y que tuvo una discusión sobre eso con Gregg, quien le contestó: 
“Tú haz lo que tienes que hacer. 
No cuestiones las decisiones de tus superiores”.

Bendecidos con transporte protegido por el gobierno

En la década del 70 aumentó la producción de cocaína en Latinoamérica y ciertos grupos colombianos empezaron a refinarla y distribuirla.
 Sin embargo, la cocaína era sumamente cara en Estados Unidos porque nadie había encontrado vías confiables para el transporte de grandes cantidades.
 Esa fue la contribución de la contra: conectó las redes de venta de la calle directamente con los carteles de Colombia por medio de redes de transporte creadas por la CIA.

En la película Coverup, John Stockwell, ex especialista de la CIA en guerras secretas, dijo: “Hay bases de la CIA en Costa Rica y Honduras. 
Hay vuelos continuos que aterrizan en bases de Estados Unidos, donde no tienen que pasar por la aduana y donde se entra y se sale con escolta de la CIA”.

Según Webb, el ala Meneses/Blandón de la operación de la contra también utilizaba otra red del gobierno: aviones de la fuerza aérea salvadoreña que aterrizaban en una base de la fuerza aérea en Texas. 
Webb informa que Meneses tenía estrechos lazos personales y comerciales con un comandante de la fuerza aérea salvadoreña llamado Marcos Aguada, y añade que Aguada también es un conocido agente de la CIA.

En 1992, un tipo llamado Enrique Miranda dio testimonio en una corte: declaró que él era un espía del gobierno de Somoza y que, después de la revolución sandinista, trabajó como emisario de Meneses con el cartel de Bogotá. 
“El [Norwin Meneses] y su hermano Luis Enrique financiaron la contrarrevolución con las ganancias de la cocaína que vendían”, declaró Miranda. 
“Esta operación, Norwin me dijo, se ejecutó con la colaboración de personal militar salvadoreño de alto nivel. Se reunían con oficiales de la fuerza aérea salvadoreña, quienes volaban a Colombia y volvían a una base de la fuerza aérea en Texas, él me dijo”. 
En los años 80, el ejército salvadoreño estaba trabado en una guerra de contrainsurgencia con la guerrilla, supervisado directamente por la CIA y asesores militares gringos. Webb escribe:
 “Los documentos de la Oficina General de Contabilidad federal confirman que la fuerza aérea de El Salvador le suministró a las guerrillas nicaragüenses de la CIA aviones y servicios de apoyo de vuelos hasta mediados de los 80″.

Matemáticas de la explosión de crack Blandón declaró que después de la reunión con Bermúdez en 1981, Meneses lo llevó a San Francisco dos días para aleccionarlo sobre el comercio de la cocaína. Luego, Blandón dice, Meneses le dio dos kilogramos de cocaína, los nombres de dos clientes y un boleto de ida a Los Angeles.

Meneses usó diferentes puntos de entrada para meter cocaína en California. Webb escribe:
 “Llegaba en toda clase de empaques: zapatos con suelas huecas, buques de carga colombianos, carros con compartimientos secretos, maletas desde Miami.
 Una vez aquí, era trasladada a varias casas y negocios mediocres de Hayward a San José, de Pacífica a Burlingame, de Daly City a Oakland”.

“Danilo Blandón dirige una sofisticada organización que contrabandea y distribuye cocaína en el sur de California”, dijo el sargento Tom Gordon de los sheriffes del condado de Los Angeles en una declaración jurada de 1986.
 “El dinero de la venta de cocaína es trasladado a la Florida y lavado por Orlando Murillo, un alto ejecutivo de una cadena de bancos llamada Government Securities Corporation.
 Esos bancos dispensan el dinero a los rebeldes de la contra para que compren armas para la guerra en Nicaragua”.

Webb señala que Blandón deliberadamente dirigía su enorme operación de narcotráfico a las comunidades negras de Los Angeles, donde vendía “la droga ilegal más cara del mundo en los barrios más pobres de California”.

Según Webb, Blandón reclutó a un narcotraficante de poca monta de Sur Centro que se llama Ricky Donnell Ross quien, a su vez, vendía la cocaína en Sur Centro y Compton por medio de pandillas asociadas con los Crips y después los Bloods. 
Ross jura que no sabía de dónde Blandón conseguía la droga, solo que Blandón tenía poderosas “conexiones”.

En menos de un año Blandón y Ross controlaban buena parte del narcotráfico en Los Angeles.
 La razón de su enorme éxito es sencilla: el precio. Con transporte barato y protección del gobierno, la contra podía transportar enormes cantidades de cocaína a un precio muy barato. 
Cuando empezó la operación, un kilo de cocaína le costaba a un narcotraficante $50.000, pero la contra lo vendía por $12.000 y le quedaban millones de dólares para la guerra secreta de la CIA.

Webb dice que Blandón y Ross ayudaban a decidir qué organizaciones de narcotraficantes sobrevivían: o le compraban la coca a “Freeway Rick” Ross, el testaferro de la contra, o perdían el negocio.
 Ross dijo: “Fue increíble. Los batimos a todos”. 
Webb cita a Blandón de una grabación hecha por la DEA en 1990, en la que dice que vendió entre dos y cuatro toneladas de cocaína en Los Angeles en los años 80.

Una tormenta azota al ghetto La cocaína de la contra no solo fue lo suficientemente barata como para venderla en la calle, sino también para producir en masa su recién descubierta forma cristalizada y fumable: crack.
 El crack causa una sensación 10 veces más intensa que la cocaína en polvo inhalada.

Webb dice que Blandón es el “sembrador del crack”.
 Para 1983, su enorme operación de cocaína era un enorme negocio de crack. 
Rick Ross calcula que a veces sus redes distribuían entre $2 y $3 millones de crack en un día.
 En las casas donde fabricaban el crack, revolvían las enormes ollas de cocaína hervida con remos de canoa.

Como todo mundo sabe, el impacto de la explosión del crack en las comunidades oprimidas, en las escuelas y en los proyectos ha sido devastador. 
El crack es sumamente adictivo y, gracias a la CIA, sumamente barato.

El legado de la operación de la CIA es miles de adictos que se han quedado sin techo o viven en edificios abandonados, llevados a cometer actos desesperados para satisfacer su vicio.
 La violenta competencia capitalista del narcotráfico, desatada por agentes del gobierno estadounidense, ha atizado conflictos mortales entre el pueblo.

Para colmo de hipocresía, ese mismo gobierno lanzó una guerra contra la droga en los años 80, ¡y mandó sus tropas a las comunidades oprimidas para hostigar, maltratar y detener a miles de jóvenes por el crimen de vender crack que puso a la venta la propia CIA! 
Las autoridades impusieron castigos mucho más duros por la posesión y el tráfico de crack que por cantidades parecidas de cocaína en polvo, que es la forma popular entre los que tienen dinero. 
Como consecuencia, docenas de miles de chavos negros han ido a parar a los penales por pequeñas cantidades de crack.
 Según un estudio de 1993, el 88,3% de los condenados de acusaciones relacionadas al crack en tribunales federales eran negros.

Protección y encubrimiento Webb informa que las agencias antinarcóticos de Estados Unidos investigaron a Meneses en los años 80: 
“Agentes de cuatro organizaciones–DEA, Aduana, Departamento de Sheriffes del Condado de Los Angeles y el Buró de Narcóticos de California–se han quejado de que las investigaciones fueron truncadas por la CIA o por `intereses de seguridad nacional’ no mencionados”.

Webb documenta una redada que organizó la policía contra la operación de Blandón en octubre de 1986, después de cinco años de tráfico ininterrumpido.
 Agentes del FBI, IRS, DPLA y sheriffes se despacharon a docenas de localidades y arrestaron a Blandón y varios de sus cómplices. 
Pero no encontraron nada acusador y nadie fue acusado. Webb escribe: “Ron Spear, un vocero del sheriff del condado de Los Angeles, Sherman Block, dijo que Blandón de alguna manera sabía que la policía lo estaba vigilando. Otros pensaron lo mismo. 
`Los agentes pensaron que la CIA dañó la investigación’, dijo la defensora pública federal de Los Angeles Barbara O’Connor en una reciente entrevista”.

Webb documenta que desde entonces se ha sabido que el escuadrón antinarcóticos de los sheriffes del condado de Los Angeles, y el grupo secreto asignado a capturar a Ross, participó en una enorme corrupción, palizas a sospechosos, robo de dinero a narcotraficantes y falsificación de pruebas.

Cuando terminó la guerra entre la contra y los sandinistas, la pandilla de Meneses y Blandón continuó el negocio por su cuenta y en 1989 el gobierno estadounidense empezó a desmantelar sus operaciones, pero cuidadosamente para no causar problemas políticos. 
Ross, que no sabía nada de la conexión contra-CIA, fue arrestado y acabó preso. 
Cuando salió fue nuevamente arrestado en una trampa que le tendió la DEA con la participación de Blandón y ahora le esperan más años de cárcel.

Meneses se mudó de San Francisco a un rancho en Costa Rica y después los fiscales federales lo acusaron de conspiración para distribuir un kilo de cocaína.
 Webb informa que cuando la policía nicaragüense arrestó a Meneses por narcotráfico en 1991, la jueza encargada expresó asombro por el hecho de que ese conocido narcotraficante jamás fue arrestado en Estados Unidos. 
En una audiencia preliminar la jueza Martha Quezada preguntó:
 “¨Cómo me explican que Edwin Meneses, implicado en narcotráfico desde 1974…jamás fue detenido en Estados Unidos, el país en que vivió y del cual salió y entró muchas veces desde 1974?”

“Pues, eso habría que preguntarles a las autoridades de Estados Unidos”, respondió Roger Mayorga, el entonces director de la agencia antinarcóticos de Nicaragua.

Por su parte, el gobierno estadounidense hizo grandes esfuerzos para suprimir sistemáticamente toda evidencia de la participación de la CIA en la explosión del crack. 
“El Departamento de Justicia nos impidió el acceso a individuos y archivos; no podíamos encontrar nada”, recuerda Jack Blum, principal abogado del subcomité del Senado que investigaba las acusaciones del narcotráfico de la contra. “Fue uno de los asuntos más frustrantes en los que he participado”.

Webb escribe que este año, poco antes de que Blandón diera testimonio en San Diego contra Ross, “los fiscales federales obtuvieron una orden judicial que prohibía a los abogados de la defensa indagar sobre sus conexiones con la CIA”. 
El fiscal auxiliar federal, L.J. O’Neale, argumentó que Blandón “admitirá que fue un gran narcotraficante de cocaína y las investigaciones sobre la CIA no benefician a ningún acusado”.

Para contar con su colaboración, el Departamento de Justicia sacó a Blandón de la cárcel en 1994 y le dio “trabajo de tiempo completo como agente” de la DEA.

Webb escribe: “Según su abogado de Miami, Blandón pasa la mayor parte del tiempo viajando entre San Diego y Managua, intentando recuperar propiedades que dejó atrás en 1979…”. 
Gracias al regreso al poder de un gobierno pro yanqui, es muy probable que Blandón vuelva a manejar el negocio sucio de su familia y a cebarse de los pobres. 
Varias personas afirman que Blandón sigue en el narcotráfico internacional de cocaína.

Webb escribe: “Una solicitud entablada ante la CIA para conseguir documentos según la Ley de Libertad de Información fue rechazada por razones de seguridad nacional. Una solicitud similar hecha a la DEA fue rechazada por razones de privacidad. 
Solicitudes similares hechas hace unos meses al FBI, el Departamento de Estado y el Servicio de Inmigración y Naturalización todavía no han dado resultados.
 Ningún agente de la DEA que trabajó con los dos hombres quiere hablar con periodistas. Las preguntas presentadas a la oficina de relaciones públicas de la DEA en Washington no han sido contestadas, a pesar de repetidas solicitudes”.

Cuando el Mercury News publicó el esposé de Webb, el fiscal auxiliar federal L.J. O’Neale preguntó cómo obtuvo la foto de Danilo Blandón y dijo que su publicación era una violación de una orden judicial.

El hecho de que el gobierno siga suprimiendo toda clase de información relacionada a la operación de narcotráfico de la CIA-contra es en sí una admisión de culpa.

Parece que la información hasta hoy divulgada–y que es devastadora para la CIA–es apenas la punta del iceberg.

Quedan muchas preguntas por contestar: ¨Quién aprobó ese chorro de cocaína a Estados Unidos? ¨Quién decidió que la inundación empezara en los barrios negros de Los Angeles? 
¨Hasta qué punto estuvo involucrada la Casa Blanca–Ronald Reagan y su vicepresidente George Bush–en las decisiones? 
¨Quién ordenó el encubrimiento? 
¨Y quién dice que hay que seguir tapando esto?

“Todo mundo habla del crimen, dime quiénes son los criminales”.

Peter Tosh

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