BY HELENAGUIRRE FERRÉ
Las familias de los militares están furiosas. El presupuesto bipartidista aprobado por ambas cámaras del Congreso elimina $6,000 millones en beneficios de retiro a los veteranos en los diez años próximos, a la vez que incrementa los gastos nacionales y de las fuerzas armadas en $62,000 millones en el nuevo presupuesto federal.
Qué irónico es aumentar los gastos militares mientras se reducen los fondos para los veteranos, pero recordemos que esto es Washington. No todos, sin embargo, estuvimos de acuerdo.
El senador republicano Jeff Sessions, de Alabama, y otros trataron inútilmente de restaurar estos beneficios. Sessions alegó que se podía reducir gastos en otras partes, como en un crédito del IRS de $4,200 millones que beneficia a los niños nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados, pero fracasó. “Al bloquear mi enmienda, vetaron cortar gastos para heridos en combate”, dijo a Associated Press.
Es una vergüenza que Sessions dirigiera esa pelea, porque tiene poca credibilidad para hacerlo. Los republicanos temían que sus esfuerzos condujeran a un cierre del gobierno, lo que sería una catástrofe política, mientras los demócratas temían que perjudicara la medida completa.
En este acuerdo bipartidista, los aumentos por el costo de la vida en las pensiones de los militares se reducen un punto porcentual para los retirados no discapacitados de las fuerzas armadas que tienen menos de 62 años de edad. En este presupuesto, los veteranos de las fuerzas armadas son el único grupo que afronta una reducción de los beneficios.
Las familias de los militares se sienten traicionadas, y con razón. Tienen que pagar el incremento en los gastos federales después de haber servido a la nación, lo que enfurece a Ana Castellanos.
Su esposo, Raimundo, un veterano de la guerra de Vietnam que recibió una Medalla de Bronce por valor, murió en Miami el pasado noviembre a los 69 años.
Ray, como le llamaban sus familiares y amigos, fue de cierta manera una víctima del fuego amigo, ya que entró en contacto con el Agente Naranja mientras servía a su país. Ray no se dio cuenta del impacto que la mortal toxina tuvo en él hasta el 2001, cuando le diagnosticaron diabetes y neuropatía periférica.
Los nervios de las dos piernas estaban dañados y finalmente no pudo caminar. Con el tiempo, el cáncer se extendió por todo su cuerpo. En el 2006, Ray, un exitoso banquero especializado en hipotecas, ya no pudo seguir trabajando.
Aunque tenía derecho al 100% de una pensión por discapacidad como veterano, pasaron años hasta que le aprobaron solo una pensión parcial. Increíblemente, su solicitud de discapacidad “permanente y total” que también le habría dado cobertura médica a Ana nunca se concedió.
La Administración de Veteranos (VA) es un ejemplo de burocracia en su peor expresión. Ana todavía está luchando por su cobertura, no solo para ella sino en honor a su esposo, que quería que ella la tuviera. La pagó con su vida.
La hija de Ray, Elsie Castellanos Valderrama, está enojada pero decidida a defender lo que le pertenece a su madre por el sacrificio compartido de su padre.
“Es realmente triste y vergonzoso que cuando nuestra nación lo pidió, estos hombres y mujeres respondieron, pero cuando ellos necesitan algo y lo piden, se olvidan de ellos”.
El problema del costo para el gobierno federal, por supuesto, no es fácil.
Al igual que en los cuerpos del orden, los retirados del ejército son más jóvenes; la mayoría se retira a los cuarenta y tantos años. En el 2012, el Pentágono gastó más de $52,000 millones en los veteranos y sus familias, una cantidad que se espera que aumente en los próximos años debido en parte a Irak y Afganistán.
La Asociación de Oficiales Militares de los Estados Unidos calcula que la diferencia en los beneficios será enorme con el tiempo.
Lo que enoja particularmente a los militares es que eso se aplica a todos, tanto si llevan 25 años en el ejército como si se acaban de enlistar. Quedará por ver si esta nueva política tendrá algún efecto en el reclutamiento y la retención.
Los problemas que afrontan los veteranos y sus familias son complejos. Lidiar con desafíos de salud física y mental, una buena atención médica y la pesadilla de la burocracia gubernamental es demasiado para muchos. No para la familia Castellanos. Su pelea es personal.
“Le prometí a Ray que continuaríamos esta batalla en su nombre y por todos los otros veteranos que quizá no tengan a nadie que pelee por ellos”, dice Ana.
La reforma de las pensiones para todos ya viene en el sector público pero no debería haber empezado con nuestros veteranos. Por demasiado tiempo han llevado la peor parte, con una pobre atención médica en los hospitales de la VA, un procesamiento escandalosamente lento de las reclamaciones y más. La frustración y el abandono que los veteranos y sus familias sienten son reales. Merecen mejor suerte. Será interesante ver cómo votan el año próximo.