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El bombardeo del Parlamento Ruso hace 20 años

 
 Se cumplen 20 años de los fatídicos acontecimientos que sucedieron en Moscú en octubre de 1993 y que culminaron con el bombardeo del Parlamento.
 
 El 21 de septiembre de aquel año, el Presidente Boris Yeltsin ordenaba la disolución ilegal del Parlamento. 
 
Su objetivo era consolidar y profundizar en las reformas económicas que llevarían a Rusia el capitalismo en su versión más neoliberal, aunque la mayoría parlamentaria se oponía a tal desastre. 
 
Bill Clinton cuenta en su nuevo libro que al ex presidente ruso Boris Yeltsin lo encontraron cerca de la Casa Blanca a altas horas de la noche en ropa interior, aparentemente borracho y buscando pizza.

Ante tal atropello a la legalidad y a la voluntad popular, el Parlamento decide destituir a Yeltsin como Presidente aprovechando su competencia que tiene para tomar esa decisión. 
 
En ese momento Rusia queda dividida entre los partidarios de Yeltsin y los partidarios del Parlamento dirigidos por Alexander Rutskoi.

Los parlamentarios contrarios a Yeltsin ocupan el Parlamento para defender la legalidad, y con ellos lo mejor del pueblo moscovita que acuden a combatir el golpe de estado que supone la actuación de Yeltsin. 
 
 El capitalismo no se podría haber restaurado en Rusia con las remanencias soviéticas y con las instituciones existentes en aquel momento.

La resolución del enfrentamiento la decantaría el Ejército, cuya cúpula mostró su apoyo a Yeltsin. Éste, ordenó bombardear el Parlamento y reprimir cualquier acto de resistencia popular contraria al golpe.

La posterior investigación oficial reconoció 167 víctimas mortales, un número bastante inferior al número real de víctimas. 
 
 
 De ese número, la investigación desglosaba 75 muertos en el Parlamento, 45 en la sede de la Televisión, 19 en otras partes de Moscú y 28 soldados y policías. Sin embargo aún faltan centenares de desaparecidos. 
 
Los testigos de lo sucedido no se creen esa ridícula cifra oficial. 
 
Se llegaron a ver montones de cadáveres amontonados en las morgues que posteriormente desaparecieron de allí. 
 
 
 Algunos testigos vieron sacar esos cadáveres en bolsas, otros vieron como en las afueras de Moscú se improvisaban fosas comunes.

En los aledaños al Parlamento multitud de cuerpos sin vida fueron quemados sin identificar. Los testimonios apuntan a que entre 300 y 400 cadáveres fueron quemados. 
 
Aún no se sabe el número exacto de muertes producidas en el golpe, tan sólo una investigación institucional podría revelar ese secreto. 
 
Son muchos los investigadores independientes que han intentado cifrar las pérdidas humanas, y la mayoría afirman que el número fue superior al millar de víctimas.

El adjetivo de criminal se queda escaso para referirse a aquel alcohólico que ordenó disparar contra su pueblo.
 
 Todo por contentar al capital internacional, que soñaba con Rusia como nuevo mercado. 
 
Hoy, 20 años después los familiares de las víctimas siguen reclamando memoria y justicia. 
 
No suelen contarlo los periódicos, pero la restauración del capitalismo en Rusia se hizo de forma sanguinaria y criminal. 
 
Aunque aquel octubre de 1993 nos lleve a imágenes de muerte, también nos dejó imágenes de heroica resistencia popular frente a aquel golpe de Estado. 
 
 
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