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La guerra, un mal infinito

Arturo Maira Rodríguez
Rebelión

Los intereses geoestratégicos dicen…

Y el pueblo no entiende de intereses geoestratégicos pero muere en la guerra.

Los estrategas y analistas trabajan sobre multitud de documentos, consultan mapas, anotan riquezas a explotar, divisiones de carros de combate disponibles, localización de silos de misiles, cabezas nucleares: panoplia siniestra; y aconsejan la guerra como medio de salvaguardar la paz del mundo civilizado.

Los ricos y poderosos se frotan las manos previendo el gran negocio: armas, suministros, petróleo, reconstrucción, tierras y pobres a explotar; y aconsejan la guerra como medio de salvaguardar la paz del mundo civilizado.

Los políticos animan a sus compatriotas a participar en la masacre. Los enemigos son terribles, malvados y mentirosos. Su ataque es ineludible. No hay otra opción que la guerra. Hay que defender la civilización, la pervivencia de la patria, y el sagrado honor de la bandera.

Todos ellos y sus familias viven bien, tienen un buen trabajo, salen a cenar con los amigos, se sienten importantes, buenos y sabios. 
 
Quieren a sus niños, cumplen con sus deberes religiosos. No verán, ni oirán, ni olerán la guerra. Irán a sus ataúdes conducidos por la vida cotidiana, no sufrirán la violencia guerrera.

Y envían a sus soldados a la guerra injusta, sin declararla y sin consultar al pueblo soberano, engañándolo y burlando la ley, jurando amenazas inexistentes y pruebas irrefutables falsas. La civilización progresa.

Y las bombas o los misiles caen sobre mercados, escuelas, hospitales, colegios, bodas, cualquier sitio donde los infrarrojos detectan humanidad caliente. La civilización progresa.

Y muchos ataúdes o la simple tierra se empiezan a llenar de gente muerta, casi todos humildes y trabajadores. Yacen desgarrados. Sus familias no entienden y lloran. La civilización progresa.

Y muchas mujeres son violadas. Daños colaterales, secuelas inevitables de la guerra. La civilización progresa.

Y muchos niños son despedazados. Daños colaterales, secuelas inevitables de la guerra. La civilización progresa.

Y muchos prisioneros son humillados, torturados y asesinados. La civilización progresa.

Decenas o centenares de miles de muertos, no importa, se intentan ocultar. Ya se olvidará. La civilización progresa.

Y se declara la paz de las ruinas, y políticos y altos jefes militares se unen a la fanfarria de la victoria, celebran misas de acción de gracias y se coronan de laureles. La civilización progresa.

Y se ocultan los cadáveres, y se reúnen los buitres para repartirse los restos del miserable pueblo vencido. La civilización progresa.

Y millares y millares de familias se quedan sin padres, sin jóvenes, sin niños, sin casa, sin nada que comer. La civilización progresa.

Y los ricos y poderosos aumentan sus caudales a costa de la sangre, y lo celebran y se ríen. La civilización progresa.

Y el 11 de marzo del 2004 los terroristas de Al Qaeda ponen sus bombas en los trenes de Atocha. Han visto las fotos de las Azores donde el presidente Aznar apoya la guerra del Imperio, y se ríe ufano y satisfecho. Propaganda maldita. 190 muertos y unos 2000 heridos. La civilización progresa.

Y el mismo político, indiferente a la mortandad y al sufrimiento causado, da conferencias a precios de oro en universidades exóticas del Imperio, donde le alaban y así pagan su contribución a la causa. El pueblo soberano no lo puede juzgar ni condenar. La civilización progresa.

Y al fin EEUU tiene un presidente negro. Que ilusión, le dan el Nobel de la Paz. La civilización progresa.

Y de nuevo la rueda del horror parece repetirse, los Estados Unidos de Norteamérica se erigen otra vez en la salvaguardia de la decencia mundial. Quieren castigar a un dictador asesino, matando a su pueblo.

Está en juego la supremacía mundial, el presidente quiere demostrar su firmeza, se lo exige el cargo, y quizás su raza. Ha trazado públicamente una línea roja. No se puede volver atrás. Es una cuestión de prestigio personal, él es el Comandante en Jefe.

La ONU una vez más no importa, no se convocará el Consejo de Seguridad porque habrá votos en contra de la intervención. China y Rusia se oponen. Que mas da, son países que no entienden, no están en el mundo civilizado.

El presidente Rajoy se muestra favorable a la intervención junto a sus colegas europeos. Farfulla con la boca pequeña unas condiciones a cumplir, que si la ONU por aquí, que si la ONU por allá. Toda la música es conocida. Nadie se pone en el lugar del pueblo que sufrirá las bombas.

Y de repente los representantes del pueblo británico dicen que no, y el presidente de los Estados Unidos no parece disponer del voto favorable del Congreso y del Senado. Rusia echa una mano y todo parece desinflarse.

Y mientras tanto los ciudadanos españoles han estado a punto de entrar otra vez en una guerra por la puerta de atrás, sin tener opción, tampoco ahora, de imponer su voluntad pacífica. Y podrían volver otros 11 M, en Atocha, o en cualquier parte. Los terroristas tendrán la culpa. Nada los habrá empujado a la acción. Su cólera será ciega, como siempre.

Ciudadanos españoles, no nos confiemos, la amenaza no se ha ido, puede volver mañana, o dentro de un mes, o el año que viene. Depende de los llamados intereses geoestratégicos de los EEUU, de las ganas de obtener gloria imperecedera de su presidente, de los planes de dominio de Israel en Oriente Medio, y del seguimiento culpable de los incapaces políticos españoles.

Y nuestros barcos podrán ir a la zona de guerra, y las bases de EEUU en nuestra tierra serán utilizadas para matar, y nuestros propios soldados harán de comparsas.

La Constitución Española de la II República de 1931 decía:

Artículo 6º. España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.

En ningún artículo de la Constitución actual de 1978 se renuncia a la guerra.

Ochenta y dos años más tarde estamos mucho menos civilizados.

“La guerra es ocupación más propia de bestias que de hombres” Juan Luis Vives. Humanista y filósofo español (1492-1540),

Arturo Maira Rodríguez. Capitán de Navío Ingeniero en situación de retiro.

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