Después de presentarse en tres oportunidades como candidato presidencial, el 4 de septiembre de 1970 el pueblo chileno eligió, con un 36,6 por ciento total de los votos, al político socialista Salvador Allende, quien se convirtió en el primer presidente marxista que accede al poder por elección popular.
“Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda”, expresó el médico cirujano de profesión, quien logró el triunfo abanderado de la Unidad Popular (UP), que agrupaba a comunistas, socialistas, radicales, cristianos de izquierda, socialdemócratas e independientes.
“Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo”, expresó desde el Balcón de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), en Santiago de Chile, rodeado de una multitudinaria concentración.
En 1970, a sus 62 años de edad, Allende llega al poder en Chile tras una larga trayectoria como líder de la satanizada izquierda, fundador del Partido Socialista, en 1933, parlamentario desde 1937, ministro de Salud con el Frente Popular, en 1939, y amigo de los líderes de la naciente Revolución Cubana Fidel Castro y Ernesto Che Guevara.
Durante su Gobierno, que solo duró tres años, el presidente chileno nacionalizó la banca privada, el comercio exterior y el cobre y aumentó el salario de los trabajadores, además radicalizó la reforma agraria, generó formas colectivas de producción y creó un sector social de la economía, administrado por los trabajadores.
En su discurso, Allende advirtió sobre las amenazas inminentes contra el Gobierno socialista que se inauguraba y afirmó que la derecha “no será jamás capaz de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en sus luchas, nacida de su dolor y de su esperanza”.
“Chile abre un camino que otros pueblos de América y del mundo podrán seguir. La fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino”, exaltó el presidente chileno, al resaltar el importante papel que jugaba su país en una década marcada por dictaduras represoras y la guerra anticomunista del imperio estadounidense.
Tres años pasaron de aquella noche en la que el pueblo chileno celebró su victoria en la apuesta por la construcción de un país verdaderamente democrático, soberano e independiente.
El 11 de septiembre de 1973, Allende muere durante un golpe de Estado perpetrado por órdenes de Augusto Pinochet, jefe del Ejército, quien -con apoyo de Estados Unidos- atacó La Moneda, y posteriormente instauró una sangrienta dictadura que dejó 3.200 muertos, 8.000 torturados y cerca de 300.000 exiliados.
“Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse, sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, fueron las últimas palabras que Salvador Allende dirigió al pueblo chileno desde el palacio de gobierno, desde donde defendió hasta el final el Gobierno popular y democráticamente electo.
AVN