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Desde que Cuba es Cuba


A 55 años de la celebración del Primer Congreso Campesino en Armas, el hecho se erige como fundamento histórico y moral de los logros de los campesinos

Eduardo Pinto Sánchez
digital@juventudrebelde.cu

SANTIAGO DE CUBA.— El 21 de septiembre de 1958 fue un domingo diferente. Para los campesinos que se reunieron en aquella promisoria mañana en el salón de baile del comerciante Juan Clavel, ubicado frente a una pequeña valla de gallos del poblado de Soledad de Mayarí Arriba, significó la reivindicación de la clase más pobre y oprimida del país y que sería patentizada meses después del triunfo de la Revolución con la firma de la primera Ley de Reforma Agraria.

El Primer Congreso Campesino en Armas aconteció en plena insurrección contra la tiranía pronorteamericana de Fulgencio Batista, en el que más de 200 campesinos, convocados por el mando del II Frente del Ejército Rebelde, denunciaron al régimen y confirmaron su alianza irrevocable con los revolucionarios.

Aquel convite campesino y sus acuerdos eran el resultado de la tradición patriótica y de combatividad revolucionaria heredadas de nuestros antepasados, pero también de las luchas libradas por los campesinos contra las injusticias en las zonas rurales en la primera mitad del pasado siglo, entre las que cuenta como un hito la rebelión campesina de Realengo 18, liderada por Lino de las Mercedes Álvarez en la década del 30.

Aquellos a los que les convenía el estado de las cosas en los campos cubanos de aquella época, trataron de sabotear y frustrar el evento para defender los intereses de los terratenientes y de algunos comerciantes de la zona, pero su campaña difamatoria fracasó.

A pesar de celebrarse bajo una situación de guerra, el Congreso se rigió por basamentos democráticos que marcaron decenas de asambleas masivas en las montañas de Oriente, como proceso previo a la celebración del Congreso Campesino y como muestra de una política dirigida a incorporar a las masas rurales al proceso revolucionario, en los duros momentos de la lucha armada y, con posterioridad, en las complejas tareas de la Revolución.
Hasta Mayarí, como sea

El encuentro debió trasladarse hasta Soledad, en el actual municipio santiaguero de Segundo Frente, pues originalmente se convocó para Calabaza de Sagua, sede de la Comandancia del Frente guerrillero, pero la poca garantía de la seguridad de la reunión aconsejó el cambio, pues el primer sitio fue bombardeado por la aviación batistiana.

Participaron delegados pertenecientes a las 84 bases campesinas, representando a los seis municipios que comprendía el Frente guerrillero de la entonces provincia de Oriente —San Luis, Mayarí, Sagua de Tánamo, Yateras, Baracoa y Guantánamo—, quienes estuvieron acompañados por dirigentes obreros, con lo que se puso de manifiesto la alianza obrero-campesina.

Allí estuvieron representados pequeños campesinos, aparceros, precaristas, semiproletarios, gente acosada por los desalojos, las persecuciones y los asesinatos, gente indefensa ante un sistema que imponía la ley de la fuerza para privarlos de sus derechos.

Cuentan que muchos delegados, incluyendo mujeres y ancianos, no se enteraron del cambio de sede, realizado a última hora, pero decididos a participar, caminaron tres días con sus noches, primero hasta Calabaza de Sagua, y desde allí a Soledad de Mayarí Arriba, en muchos casos por caminos fangosos, bajo la lluvia, cruzando ríos crecidos y bajo la amenaza constante de ser bombardeados y ametrallados por las fuerzas de la tiranía.

Ni los torrenciales aguaceros característicos de esa época del año, ni las grandes distancias a recorrer, unas a caballo y otras a pie, impidieron la asistencia de los delegados, procedentes de todos los municipios liberados y de algunas zonas que aún no estaban controladas por el Ejército Rebelde, entre ellas Banes y Antilla. Fue un largo peregrinar por caminos intransitables, para algunos delegados un periplo tan engorroso, que llegaron al lugar de la cita cuando el Congreso había concluido.

La efectiva organización desplegada por Pepe Ramírez, José Serguera Riverí y el veterano líder campesino Romárico Cordero, permitió que este evento se convirtiera en tribuna de demandas económicas y sociales, y que en él se trazaran estrategias para el logro de reivindicaciones básicas.

Este Congreso fue presidido por el joven Comandante Raúl Castro Ruz, cuya presencia como jefe del II Frente Oriental Frank País inspiró emoción y generó confianza entre los participantes para señalar sin temor los males padecidos durante años.

Los presentes nombraron sin temor a los testaferros asesinos y propietarios autores de crueles desalojos; denunciaron las extorsiones de los garroteros, y exigieron precios fijos para las cosechas, atención médica, caminos, una política de créditos y otras mejoras económicas y sociales.

Además, se analizó críticamente la situación económica, política y social de la nación y se denunció la dependencia económica con respecto a Estados Unidos, la monopolización de las riquezas y los medios de producción. También se abogó por el fortalecimiento de la alianza obrero-campesina, por la demanda y la reivindicación de ambos sectores, la importancia de una genuina Reforma Agraria y por la culminación victoriosa de la insurrección.

Por su parte, los líderes guerrilleros explicaron que todas esas denuncias constituían algunos de los argumentos esenciales de la lucha armada, llevada a cabo para eliminar la dependencia económica del imperialismo norteamericano, primera causa de la miseria y el desamparo de la población rural.

Pero todos, sin duda, estaban expectantes a la espera del verbo siempre enérgico de Raúl, quien dijo en las conclusiones, ya cerca de las 11 de la noche de aquel memorable día: «Hoy, 21 de septiembre de 1958, ha sido y será por mucho tiempo un día memorable para ustedes, para nosotros, para la Revolución Cubana» (...) «Jamás, desde que Cuba es Cuba, jamás, repito, habíamos presenciado un congreso campesino, un congreso de campesinos revolucionarios en medio de una guerra...».

Después de 15 años de aquel suceso, el propio Raúl lo valoraba así: «El campesino pobre y el peón agrícola comprendieron bien pronto que el Ejército Rebelde era su ejército, que la Revolución era su revolución, y el hombre humilde de estas montañas compartía con el combatiente sus escasas viandas y su pobre bohío. Ingresó con sus hijos en las filas del Ejército Rebelde, su esposa curó a los heridos, su hija lavó y cosió las raídas ropas de aquel ejército, vestido con harapos pero abanderado de una noble causa y de una decisión inquebrantable: liberar a Cuba de la opresión».
Congreso histórico

En términos concretos el Congreso consolidó la alianza estratégica entre el campesinado y los rebeldes, fortaleció la unidad entre los pobladores de territorios libres, alentó a los movimientos juvenil y femenino, y se incrementó la movilización contra las injusticias de la tiranía batistiana, pues los agricultores aprobaron aportar el diez por ciento del valor de sus producciones para la lucha insurreccional. Además se fortalecieron las coordinaciones con el Buró Agrario del Frente.

Veinte días después, el 10 de octubre, en el aniversario 80 del Grito de Yara y como homenaje al inicio de las luchas independentistas cubanas, el Comandante en Jefe Fidel Castro firmaba en la Sierra Maestra la Ley No. 3 sobre el derecho de los campesinos a la tierra, que se puso en vigor de inmediato en todos los territorios liberados. Esta ley demostró que el deseo expuesto por las masas campesinas representadas en el Congreso era ya una realidad, y se erigió en antecedente de la Primera Ley de Reforma Agraria, firmada también por Fidel en 1959, una vez obtenida la victoria revolucionaria.

Ya con el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959, se desarrolló de inmediato en todo el país un proceso de reorganización y constitución de asociaciones y comités campesinos, que ayudó a explicar el contenido de la Ley de Reforma Agraria. Estas organizaciones participaron en su aplicación, y en todas las grandes movilizaciones de masas en respaldo a las medidas puestas en práctica por el Gobierno Revolucionario. De este modo, las organizaciones campesinas se unieron el 17 de mayo de 1961 en la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y han tenido un relevante papel en las transformaciones revolucionarias en las zonas rurales, aliento que nació en las montañas orientales.
Fuentes:

—Primer Congreso Campesino en Armas: Sueños vestidos de guerrilleros, artículo de Orlando Guevara, periódico Sierra Maestra, 20 de septiembre de 2012.

—El Congreso Campesino en Armas: un digno antecedente histórico, trabajo de Carlos Bastón Chils, Radio Progreso, 13 de mayo de 2010.
 
 

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