Hay desazón en muchísimos paraguayos, hay tristeza honda, amargura y decepción.
En muchos ambiente se palpe un sentimiento de traición entre mujeres y hombres que cinco años atrás habían comenzado a convivir con un gobierno democrático y hoy sólo ven oscuras perspectivas en el panorama político, abierto con la elección del empresario multimillonario Horacio Cartes como Presidente.
El mero sentido común convoca, sin embargo, a una profunda reflexión sobre causas y efectos y a un análisis con autocrítica responsable.
Ese es el desafío que debe enfrentar la ciudadanía más consciente de los derechos y deberes que tiene en una sociedad democrática.
Es necesario comprender que esta hora paraguaya exige un gran esfuerzo del pensamiento republicano progresista para hallar una salida hacia la justicia y la equidad social, como antídoto a la depresión sicológica colectiva que si no se rectifica, puede caer en el nihilismo alienador.
Cartes se impuso holgadamente porque convirtió la disputa política en una clásica guerra comercial, en la cual se jugó invirtiendo nuevamente mucho capital, buscando el máximo de rentabilidad y, en primera fase la ha conseguido, claro que con trampas de toda laya y comprando insensibilidades, miles de votos, encuestadoras y funcionarios electorales, además de alquilar por 24 horas conciencias débiles que lo hicieron depositario de sus documento de identidad durante las horas del escrutinio.
Desde el punto de vista moral, el comportamiento de Cartes y de las cúpulas colorada y liberal, es una abyección, pero ello no es nuevo en la politiquería de Paraguay y de casi todo el mundo, minimizada o alterada hasta el sumun por la prensa corrupta, eterna enemiga de la decencia humana.
Sin dudas que la inmoralidad del ganador de estas elecciones es consustancial con la prostitución política que, imposible de ocultar, tiene gimnastas en todos los partidos, movimientos y organizaciones, erráticos intérpretes del Príncipe Maquiavelo y cínicamente incoherentes si se dicen de izquierda.
Cartes, por encima de ciertas actividades delictivas que se le imputa desde diferentes sitios, es un pragmático inversor de capitales, sean lícitos o no, y desde hace años parecería que ha triunfado en casi todos sus emprendimientos, seguramente sin el menor decoro o escrúpulo.
La alianza que llevó a Lugo a la Presidencia en agosto del 2008, parecería que terminó por convencerlo de que la política podía ser buen negocio, en la que también podía incursionar, a condición de trabajarla entre capitalistas de grueso calibre, de dentro y fuera del país, mejor si foráneos, es decir, excluyendo la participación del pueblo.
En ese momento, no figuraba en el padrón electoral nacional y su primer voto lo puso recién este domingo 21 de abril, lo cual demuestra su desdén por la política pero, al mes de instalarse el gobierno del cambio, se afilió al Partido Colorado, dos años después invirtió algunos millones de dólares para hacerle ganar varias Intendencias, entre ellas Asunción y, meses después, forzó la modificación de los estatutos, que exigían diez años de afiliación para poder aspirar al primer cargo del Ejecutivo Nacional.
El tenía dos.
Un método similar había aplicado años atrás, cuando compró una pequeña fábrica de gaseosas y la convirtió en un emporio. Luego hizo lo mismo con el agónico Club de fútbol Libertad, y lo catapultó a la cima.
Para engorde de su egolatría, consiguió abrir una sucursal de sus bebidas en Estados Unidos, en momentos que recorría la región un informe diplomático de ese país, acusándolo de cabeza de una organización delictiva, dedicada al narcotráfico, contrabando de cigarrillos y lavado de dinero.
Con ese exitoso e inescrupuloso patrón, titular de 25 empresas, en algunas hasta podría figurar como prestanombre de capos mafiosos, cuatro años prófugo de la justicia paraguaya, pero sobreseído en el 2000, ignorando una denuncia por fraude al Banco Central por 34 millones de dólares en 1985, y con procesos en Brasil y Argentina, tendrá que verse la ciudadanía honesta de este país en los próximos cinco años, salvo imponderables que aún no aparecen en el horizonte, quizás por oscuro.
La algarabía que vive el conjunto del Partido Colorado, incluido un nutrido número de invitados de piedra, impide naturalmente el razonamiento en sus propias filas y también entre la gente de la otra vereda, donde hay mucho nerviosismo y la ansiedad que habitualmente impone el cortoplacismo enceguecido ante lo que diversas corrientes militantes y de opinión, consideran una derrota estrepitosa, corriendo el riesgo de equivocarse nuevamente en el estudio de la coyuntura y las posibles salidas.
A simple vista, el candidato colorado sacó una mayoría aplastante, con un millón 100 mil votos, consiguiendo copar la Cámara de Diputados (47 bancas en 80), y 19 Senadores entre el total de 45, guarismos que convierten al Congreso en una herramienta al servicio exclusivo del partido victorioso que, además, se hizo con varias gobernaciones importantes en el interior del país.
Sin embargo, es posible que llegue el momento de hacerse luz sobre la naturaleza de ese electorado y quizás lo que quede flotando sea una gran ensalada, cuya grosera cantidad de elementos le haga perder calidad al degustarla.
Por eso, mirando las cifras solamente, está claro que esta nación ha retrocedido sensiblemente en el proceso de modernización institucional, de relacionamiento internacional y en los cambios políticos, aunque leves, iniciado en agosto del 2008 por el Gobierno de Fernando Lugo, a la cabeza de una coalición heterogénea de partidos y movimientos.
En esa alianza, el mayor peso electoral lo aportó el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), elemento que, por efecto de un mal cálculo táctico y estratégico, hizo que su conducción, presa de viejos complejos plebeyos, se considerara con suficiente derecho para reclamar un tratamiento superior al de las otras fuerzas, pese a ocupar la Vicepresidencia y algunos ministerios, sin siquiera compartir la idea de introducir cambios en las políticas sociales y económicas.
Ese egoísmo, a poco andar, se convirtió en deslealtad, en particular por la persona del segundo del Ejecutivo y, ¡¡AL FIN!!, Presidente del régimen desde el 22 de junio del año pasado, producto de un Golpe de Estado, mediante un obsceno juicio político.
El dirigente disidente y último caudillo liberal, Domingo Laíno, opina que ese quiebre institucional fue planificado con frialdad criminal, porque una semana antes fueron acribillados unos 20 campesinos y siete policías, en un latifundio que, junto a las legales, tiene otras miles de hectáreas fiscales, ocupadas desde hace años por uno de los “osos blancos”, exPresidente y exSenador del coloradismo, Blas Riquelme (+).
Esa emboscada, de alta rentabilidad para la derecha toda, habría sido el pretexto escogido para derrocar a Lugo y, a la vez, otra canallada contra las organizaciones campesinas, victimizadas una vez más, con más de una docena de dirigentes presos desde entonces, sin que el Ministerio Público pueda presentar pruebas concretas contra ellos y unos cincuenta labriegos, declarados prófugos, que viven escondidos como si fueran delincuentes.
Los autores de ese mazazo a la civilidad, que hipócritamente gustan en llamar decisión soberana del parlamento, resultó una teledirigida traición abierta a la apertura democrática del país, en aplicación obediente y venal al diseño imperial y de sus corporaciones financieras enquistadas en el agronegocio y la megaminería, que encuentran en la administración corrupta de Paraguay campo fértil para la evasión impositiva, un territorio muy rico en agua y minerales, y con abundante mano de obra barata.
Paraguay, vecino de tres países con gobiernos demócratas y des-obedientes del imperio, tiene una misión importante en el plan geoestratégico que Estados Unidos aplica desde hace tres años en Honduras, con la sustitución de gobiernos elegidos en las urnas por regímenes lacayunos, vergonzantes ejecutores de la despiadada política que Washington aplica en el subcontinente que, según la confesión pública, poco oportuna pero sincera de su Secretario de Estado John Kerry, continúa siendo su patio trasero que no están dispuestos a perder.
El perverso acoso a Venezuela ejemplifica.