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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

La propuesta del Cuban Study Group


El Cuban Study Group (CSG), integrado por empresarios, intelectuales y activistas políticos cubanoamericanos que se identifican con la llamada “línea moderada del exilio”, acaba de emitir un documento titulado “Restoring Excutive Authority over U.S. Policy Toward Cuba”, donde plantea críticas a la política norteamericana hacia la Isla y adelanta sus propuestas de cambio.

La más importante de estas propuestas es la eliminación de las leyes Torricelli y Helms-Burton, con lo que indiscutiblemente se ubica en el meollo del problema, toda vez que la existencia de las mismas impiden cualquier avance significativo en las relaciones entre los dos países y amparan las posiciones beligerantes más extremas.

 No obstante, hasta tanto esto no ocurra, describe algunas medidas que pudiera tomar el presidente Obama, las cuales sin duda resultarían un paso positivo en esta dirección.

Hay que destacar que ningún otro grupo de su tipo ha sido tan diáfano al asumir esta posición y ello aporta un elemento cualitativo a un debate al que actualmente se suman diversos sectores estadounidenses, indicando la posibilidad de que el futuro inmediato se fortalezca esta tendencia dentro del propio establishment norteamericano.

De esta manera, el CSG en cierta medida resuelve el problema del desbalance que, desde mi punto de vista, ha existido entre su crítica al sistema cubano y la política norteamericana, centrando su atención donde realmente puede ser más efectiva su contribución a la problemática existente, con lo que potencia su importancia y legitimidad en ambos países.

Con razón, el GSC argumenta que la actual política es “contraproducente a los intereses norteamericanos y daña a la sociedad civil cubana”, solo que su definición de los “intereses norteamericanos”, en vez de basarse en las ventajas que tendría para las dos naciones mejorar el estado de sus relaciones, retoma el argumento que ello resultaría más eficaz para promover el “cambio de régimen” que Estados Unidos aspira lograr en Cuba, lo que contamina la naturaleza de sus objetivos, dificultando el diálogo que pretende promover, toda vez que se ubica en la misma postura intervencionista que ha sido el centro de la disputa.

A decir verdad, esto no debe sorprendernos, toda vez que responde a su condición de entidad norteamericana vinculada a los grupos de poder de ese país, los cuales no han renunciado a este propósito estratégico, por lo que es de esperar que actúe según la lógica que guía la doctrina de la política exterior de Estados Unidos.

El proyecto hegemónico norteamericano respecto a Cuba se remonta a los orígenes de esa nación, se concretó en el Estado neocolonial, y no es una variable del diferendo entre los dos países, sino su contexto específico, determinando las condicionantes de la independencia desde José Martí hasta nuestros días, por lo que a lo máximo que podemos aspirar es a la existencia de un clima de convivencia entre contrarios.

Creo que a partir de esta premisa histórica, dado que el conflicto de Cuba con Estados Unidos no comenzó con la Revolución, es que debemos evaluar la pertinencia de las propuestas del CSG y también sus contradicciones e insuficiencias.

Varios dirigentes del CSG han expresado su compromiso con la defensa de la soberanía cubana y el documento critica a aquellos que esperan que Estados Unidos “resuelva el problema de Cuba”.

No tengo razones para dudar de su sinceridad al respecto, sin embargo, invito a pensar que una soberanía que necesita ser defendida es porque alguien la amenaza, y el documento no solo no reconoce la fuente de esta amenaza, sino que atribuye a Estados Unidos prerrogativas sobre la vida nacional cubana, que no se corresponden con los derechos de un Estado soberano.

Prueba de ello es que a la extensa crítica que hace el CSG de la ley Helms-Burton le faltó un argumento: ser una propuesta tan intervencionista que ni siquiera la Enmienda Platt se atrevió a tanto.

La verdad es que no se puede defender la soberanía cubana sin ser antiimperialista y para ello no se requiere ser marxista, ni apoyar el socialismo, sino reconocer esta condición como fundamento de un orden internacional más justo y democrático, que es a lo que aspiran los pueblos del Tercer Mundo, particularmente Cuba.

Las reformas en marcha del modelo económico cubano, cuyo objetivo es adecuar su funcionamiento a las realidades que impone la situación del país y las reglas que rigen la economía mundial, responden a necesidades del propio sistema socialista, el cual, obviamente, no puede ser concebido igual que cuando existía un campo socialista al cual integrarse.

Está claro que esto implica un esfuerzo intelectual inmenso, ampliar el debate interno para la construcción de nuevos consensos y un cambio en la mentalidad en los funcionarios del Estado y los propios ciudadanos.

Efectivamente, como dice el CSG, las reformas potencian el desarrollo del sector privado y ello puede generar contradicciones hacia lo interno de la sociedad cubana, que implican riesgos para el modelo. Pero asumirlos ha sido una iniciativa del Estado, no contra él, como se infiere en el documento, sino que parte de un criterio inclusivo, que pretende buscar fórmulas que favorezcan su articulación en el fin social común, en definitiva la esencia del socialismo.

Dentro de esta lógica también está incorporado el desarrollo de vínculos más estrechos con la emigración, como ha dejado constancia la nueva política migratoria, y, de hecho, ya son muchos los emigrados que participan de los cambios en curso, aunque es cierto que aún falta un marco legal más abarcador al respecto. El CSG, al igual que otras organizaciones cubanoamericanas, pueden contribuir a este proceso y efectivamente sus propuestas contra la actual política norteamericana encajan perfectamente en esta dinámica, pero se autolimitan al concebirse como antípodas de las premisas que la inspiran.

Sin duda, el proyecto emprendido por Cuba es muy complejo y avanza, como ha reconocido el propio gobierno, por caminos “ignotos”, por lo que es previsible que puedan cometerse errores, así como sufrir avances y retrocesos, pero una cualidad que lo distingue es que puede ser enfrentado en plena soberanía, sin injerencias e imposiciones externas, por lo que el triunfo o el fracaso, va a depender exclusivamente de los cubanos, un lujo que la mayoría de los países del mundo no pueden darse y que, desde mi punto de vista, constituye la esencia de lo alcanzado hasta ahora y lo que vale la pena defender a toda costa.

El documento del CSG ignora de manera absoluta la resistencia demostrada por el pueblo cubano para asegurar esta condición y parte del supuesto que las reformas en curso resquebrajarán esta voluntad, sin detenerse a pensar que más bien pueden fortalecerla, como pretenden la mayoría de los sectores revolucionarios, que por eso las respaldan.

Es una verdad histórica que precisamente gracias a esta capacidad de resistencia es que ha resultado “fallida” la política norteamericana y vale decir que el documento hace un buen inventario de su fracaso, aunque no de sus causas.

Sin embargo, creo que el CSG se queda corto en su análisis, ya que en la actualidad esta política no solo resulta fallida, sino “inviable”, dado el deterioro relativo de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo, particularmente en América Latina.

De todas formas, quizás sin proponérselo, el documento del CSG nos acerca a esta conclusión y ello sería un buen punto de partida para el diálogo que proponen con la “sociedad civil cubana”, donde supongo incluyan a los que no compartimos sus concepciones sobre el futuro de la nación y la naturaleza de las relaciones con Estados Unidos.

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