Pablo Gonzalez

Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, candidato Papable

Cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Cardenal arzobispo de Tegucigalpa, en Honduras. 
 
En el anterior cónclave ya aparecía como papable del sector latinoamericano. 
 
Es también el presidente de Cáritas Internacional.

Cardenal golpista Oscar Rodríguez, acusado en los años 80 de complicidad con desapariciones.

A finales de enero de 1982, el sacerdote hondureño Fausto Milla se vio obligado a abandonar el país, “casi como un asilado”, luego de recibir numerosas amenazas de muerte, así como de ser víctima de un intento de secuestro y desaparición. 
 
El diario Tiempo lo entrevistó antes de su partida hacia México, a donde partía para salvaguardar su vida: “no hubiera querido salir de esta forma”, afirmó, “nunca por amenazas y encañonamientos militares”.

Milla llevaba a cabo una labor de defensa de derechos humanos en la diócesis de Copán, fronteriza con El Salvador. 
 
Su trabajo a favor de los pobres y en contra de la represión militar le convirtió en un virtual prisionero en su parroquia de Corquín, en el departamento de Lempira, sin que hubiera cometido delito alguno: “tenía la ciudad como cárcel”, aseveró.

Entre otras acciones que molestaron a los militares, Milla destacó la denuncia de la masacre del Río Sumpul del 14 de mayo de 1980, cuando contingentes militares salvadoreños dieron muerte deliberadamente a un número no inferior a trescientas personas no combatientes, inclusive mujeres y niños, que intentaban cruzar el Río Sumpul para huir hacia Honduras. 
 
La masacre se hizo posible como consecuencia de la cooperación de las Fuerzas Armadas hondureñas, que impidieron el paso de los pobladores salvadoreños.

Obispo Rodríguez Maradiaga, cómplice de los militares

En sus declaraciones al momento de exiliarse, Milla denunció al coronel Oscar Armando Mejía Peralta, jefe del XII Batallón de Santa Rosa, como el principal responsable “de la represión desatada contra mi persona, así como contra otros agentes de la pastoral de la Iglesia”. 
 
Milla también denunció la complicidad con el ejército del actual cardenal Rodríguez Madariaga, que por entonces era obispo de la Diócesis de Copán: fue “cómplice de todo lo que los militares nos hacen”, afirmó.

El sacerdote exiliado acusó a Rodríguez de haber desmantelado toda la estructura de apoyo pastoral a los pobres y de lucha contra la represión que había favorecido su predecesor en el cargo, monseñor Jose Carranza. 
 
“Mi obispo más parece un coronel sin charretera, que un pastor”, sentenció, para luego concluir con una dura acusación: 
 
“Lo que uno no se explica es que nuestros jerarcas superiores, que firmaron documentos como el de Puebla, vengan a ponerse al lado de quienes ese documento de la iglesia condena por ser los interesados en mantener el régimen de la seguridad nacional que significa inseguridad para toda la población y solo seguridad para los dineros que ellos acumulan”.

Pieza de colección.

El documento “Edificar desde la crisis”, emitido por la Conferencia Episcopal de Honduras, ha despertado fuertes reacciones. 
 
La carta es una muestra poco frecuente de hasta dónde puede llegar la manipulación de conceptos y el enmascaramiento de la realidad.

El propio título es un embuste con el cual se intenta maquillar un golpe de estado, el avasallamiento de libertades y derechos fundamentales, y el atropello a la voluntad popular.
 
 De ahí en adelante desarrolla un grotesco ejercicio seudojurídico a fin de justificar lo injustificable.

Para completar la figura, el Cardenal hondureño, Oscar Rodríguez Maradiaga, finalizó la lectura del engendro indicando que el regreso del presidente legítimo podría desatar un baño de sangre. 
 
Con ello subrayó la lógica subyacente: la única víctima es el criminal, y a la verdadera víctima se la debe culpabilizar y criminalizar por males pasados, presentes o por venir.
 
 La advertencia va dirigida a Manuel Zelaya, pero su objetivo es debilitar a la resistencia popular, que según su particular óptica pasa a ser responsable automática de todas las posibles desgracias o muertes.

Ante semejantes piruetas, resulta difícil no evocar la figura de aquel carpintero galileo que afirmaba la primacía del ser humano y su dignidad por sobre cualquier ley, aún aquellas escritas en piedra (claro que semejante audacia le costó cara frente a agudísimos letrados, siempre dispuestos a manipular o inventar jurisprudencia para sostener un orden socioeconómico y religioso que decían era la voluntad del mismísimo Dios…). 
 
Los obispos hondureños se suman así, con franqueza inusual, a no pocas conferencias episcopales latinoamericanas que son producto del proceso de restauración animado enfáticamente por Juan Pablo II, notable enemigo de profetas, declarado promotor de burócratas eclesiales, y defensor de grupos ultraconservadores, que son hoy los que llevan la voz cantante en la iglesia católica, mimando a banqueros, financistas, terratenientes, grandes empresarios, militares golpistas, que aparecen como fervorosos cristianos.

Confirmado: Al cardenal golpista Oscar Andrés Rodríguez se le paga 5 300 dólares mensuales

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