“Redescubrimiento” de América
El gran aporte del siglo XIX, en el que España no participa, es el descubrimiento de una realidad cultural americana anterior al arribo de los europeos.
El gran aporte del siglo XIX, en el que España no participa, es el descubrimiento de una realidad cultural americana anterior al arribo de los europeos.
Lo que los primeros españoles no estaban en condición de percibir en el siglo XVI, ahora por fin es revelado para el resto de los europeos.
Las culturas mayas, aztecas e incas, y otros complejos culturales -todo lo precolombino-, se abre al conocimiento metódico con una perspectiva insospechada, con un sello singular de originalidad y de autonomía.
Una imagen más auténtica, verdaderamente geográfica e histórica de Hispanoamérica aparece en este siglo y, con el impulso romántico, surge un nuevo tipo de viajero, buscador de nuevos horizontes, de emociones y aventuras.
Eran muchos de ellos viajeros de profesión, de distintos países de Europa, cultivadores de un nuevo género literario de gran boga: la literatura de viajes; estos nuevos viajeros se internaron tierra adentro siguiendo el ejemplo de los científicos del siglo XVIII.
Eran muchos de ellos viajeros de profesión, de distintos países de Europa, cultivadores de un nuevo género literario de gran boga: la literatura de viajes; estos nuevos viajeros se internaron tierra adentro siguiendo el ejemplo de los científicos del siglo XVIII.
También siguieron el impulso del conocimiento real de los territorios americanos, divididos ya en los países que hoy son, y ayudaron a diluir mitos, misterios o fantasías del pasado.
Pero también crearon otros, y contribuyeron a cambiar -sobre todo los franceses- el nombre del continente, un continente que el libertador Simón Bolivar poco antes había llamado con nombres tan diferentes como La América, Nuevo Mundo, Nuevo Hemisferio, Hemisferio de Colón, Colombia, América Meridional, etc., y que a finales del XIX se le empieza a nombrar por el más conocido hoy, Latinoamérica.
América Precolombina
Por los mismos años los españoles, por su parte, hacen otro tipo descubrimiento, lo que se podría llamar un “descubrimiento pasivo o íntimo”, un descubrimiento sin barcos y sin viaje pues lo que se descubre es la existencia del otro, del hispanoamericano que es el que viaja en dirección contraria a la establecida por los españoles para traerles a España por primera vez una noción de América, sobre todo la América literaria, la que ensaya un nuevo manejo del lenguaje poético en una renovación que se va a conocer con el nombre de Modernismo.
Coincide con el surgimiento en España de un movimiento panhispanista de aproximación a las repúblicas hispanoamericanas, a cuyo fin se creó en Madrid, en 1885 la Unión Iberoamericana: un institución que proponía ser, según sus mismos términos, la “casa de los americanos.”
América Precolombina
Por los mismos años los españoles, por su parte, hacen otro tipo descubrimiento, lo que se podría llamar un “descubrimiento pasivo o íntimo”, un descubrimiento sin barcos y sin viaje pues lo que se descubre es la existencia del otro, del hispanoamericano que es el que viaja en dirección contraria a la establecida por los españoles para traerles a España por primera vez una noción de América, sobre todo la América literaria, la que ensaya un nuevo manejo del lenguaje poético en una renovación que se va a conocer con el nombre de Modernismo.
Coincide con el surgimiento en España de un movimiento panhispanista de aproximación a las repúblicas hispanoamericanas, a cuyo fin se creó en Madrid, en 1885 la Unión Iberoamericana: un institución que proponía ser, según sus mismos términos, la “casa de los americanos.”
Para lograr sus objetivos, La Unión organizaba veladas literarias y artísticas en las que tomaban parte españoles, portugueses y americanos y que reunió una gran biblioteca de libros, periódicos y revistas, todos hispanoamericanos.
También editaba su propia revista en cuyas paginas se hacía patente que, tras la pausa de la Independencia se abría un período institucional de acercamiento.
Ni qué decir que esta nueva actitud de España propició el viaje de escritores e intelectuales hispanoamericanos, lo que se incrementó poco después con motivo de las celebraciones del IV centenario del descubrimiento de América, cuando el gobierno español invitó a representantes de todos los países hispanoamericanos a participar activamente en todos lo acontecimientos.
Distintas instituciones se convirtieron en foro de actuación de escritores hispanoamericanos que hablaron ante los españoles, ya casi olvidados de América, salvo por los llamados desastres de Cuba y Puerto Rico, sobre temas americanos de enorme interés.
Hombres y mujeres de las letras hispanoamericanas vinieron a recordarnos su existencia, que pensaban y escribían en la misma lengua que nosotros y trataban de hacernos tomar conciencia del enorme potencial de la cultura en lengua española.
Hombres y mujeres de las letras hispanoamericanas vinieron a recordarnos su existencia, que pensaban y escribían en la misma lengua que nosotros y trataban de hacernos tomar conciencia del enorme potencial de la cultura en lengua española.
Desgraciadamente no todos los comprendieron ni a todos interesaron sus propuestas, sólo algunas personalidades muy señaladas los recibieron y los tomaron en consideración. Primero la condesa de Pardo Bazán, Núñez de Arce, Juan Valera, Menéndez Pelayo; poco después Valle Inclán, Cansinos Assens, y muchos de los miembros de la generación del 27. Desde Rubén Darío hasta Pablo Neruda, pasando por Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, César Vallejo y muchos más, se produjo un lento proceso de recepción y aceptación por parte de los españoles.
De ahí no se tardó en llegar a la amistad verdadera, que fue contestada con una gran solidaridad, institucional e individual, y que se hizo especialmente notoria con la activa participación de escritores hispanoamericanos que vinieron al Congreso de escritores antifascistas de 1937.
España necesitaba una gran convulsión para volver a América y ésta se había producido con la Guerra Civil; entonces el viaje se llamó exilio y América volvió a ser una necesidad, no como en el siglo XVI por “hambre de espacio” sino por “hambre de libertad”.
España necesitaba una gran convulsión para volver a América y ésta se había producido con la Guerra Civil; entonces el viaje se llamó exilio y América volvió a ser una necesidad, no como en el siglo XVI por “hambre de espacio” sino por “hambre de libertad”.
De nuevo se ponen en marcha los barcos y los viajes. Los barcos se vuelven a cargar, no ya para un viaje exploratorio, como búsqueda sino como huída, pero el destino era la libertad y la solidaridad.
Un viaje paradigmático es el que realiza un viejo carguero francés llamado Winnipeg. Por primera vez la expedición no está organizada por la corona española sino por un gobierno hispanoamericano, apoyado por el gobierno de la república española en el exilio. Pablo Neruda había solicitado ayuda al presidente de Chile, que le envió a Francia con el título de cónsul especial para la inmigración española.
Un viaje paradigmático es el que realiza un viejo carguero francés llamado Winnipeg. Por primera vez la expedición no está organizada por la corona española sino por un gobierno hispanoamericano, apoyado por el gobierno de la república española en el exilio. Pablo Neruda había solicitado ayuda al presidente de Chile, que le envió a Francia con el título de cónsul especial para la inmigración española.
Neruda organizó los preparativos con toda la aceleración posible y, por primera vez en la historia de los viajes a América, no se embarcaron sólo los expedicionarios sino familias enteras.
El 4 de agosto de 1939 zarpaba el Winnipeg con 2.250 españoles desde el puerto de Trompeloup, cerca de Burdeos, con destino al puerto de Valparaíso en Chile.
Como ese barco, zarparon muchos más con españoles dispuestos a vivir la experiencia americana del exilio que fue muy distinta según las circunstancias.
Como ese barco, zarparon muchos más con españoles dispuestos a vivir la experiencia americana del exilio que fue muy distinta según las circunstancias.
Hace poco, Tomás Segovia nos hacía caer en la cuenta de que hubo tres modos de vivir la condición del destierro:
1) la de los que llegaron ya formados, profesionales o artistas en pleno ejercicio, que perdieron todo, y aunque pudieron rehacer su vida, no estaban en condiciones de integrarse en América porque la nostalgia se interponía entre ellos y la realidad que les rodeaba.
Fue el caso de Alberti que cuando miraba el paisaje argentino sólo veía a España.
2) La de los que empezaban a formarse y tenían entre 20 y 30 años y terminaron allí su formación con la consiguiente aceptación de la realidad americana en convivencia con la española.
3) La de los niños, como era Tomás Segovia cuando llegó a México, y con él otros niños españoles que también fueron poetas americanos como Manuel Durán, Luis Rius, Nuria Parés, Enrique de Rivas, y otros, en los que existía también la lealtad, la nostalgia, la tradición española, etc. , pero en un grado que no impidió el salto a la identidad con lo americano: son los únicos que se integraron plenamente.
Estos poetas optaron por vivir el presente, sin nostalgias, como un verdadero goce de los sentidos y en un estado de conciencia alerta y reflexiva sobre el mundo que les rodeaba.
Después de tantos siglos de viajes de conquistadores, exploradores y científicos cruzando el Océano siempre en la misma dirección, sólo el viaje de los poetas hizo posible llegar a una América verdadera. Verdadera por interiorizada y vivida sin prejuicios.
Después de tantos siglos de viajes de conquistadores, exploradores y científicos cruzando el Océano siempre en la misma dirección, sólo el viaje de los poetas hizo posible llegar a una América verdadera. Verdadera por interiorizada y vivida sin prejuicios.
Al fin y al cabo como decía Cernuda: “¿quién mira el mundo[...] con mirada desinteresada? Acaso el poeta y nadie más”.
Los descubrimientos de América (I)
Referencias bibliográficas:
CERNUDA, Luis, Obra completa, Madrid, Siruela, 1994
COLÓN, Cristóbal, Los cuatro viajes. Testamento, (Ed. de Consuelo Varela), Madrid, Alianza Editorial, 1992
FUENTES, Carlos, Valiente mundo nuevo, Madrid, Mondadori, 1990
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro, Historia de la cultura en la América Hispánica, México, FCE, 1961
LA CONDAMINE, Charles Marie de, Viaje a la América Meridional, Madrid, Espasa-Calpe, 1999
O’GORMAN, Edmundo, La invención de América, México, FCE, 1958
Los descubrimientos de América (I)
Referencias bibliográficas:
CERNUDA, Luis, Obra completa, Madrid, Siruela, 1994
COLÓN, Cristóbal, Los cuatro viajes. Testamento, (Ed. de Consuelo Varela), Madrid, Alianza Editorial, 1992
FUENTES, Carlos, Valiente mundo nuevo, Madrid, Mondadori, 1990
HENRÍQUEZ UREÑA, Pedro, Historia de la cultura en la América Hispánica, México, FCE, 1961
LA CONDAMINE, Charles Marie de, Viaje a la América Meridional, Madrid, Espasa-Calpe, 1999
O’GORMAN, Edmundo, La invención de América, México, FCE, 1958
http://hemisferiozero.com/2012/08/11/los-descubrimientos-de-america-ii/