Una práctica de luchas, un ideal claro, un compromiso social irrefutable y revolucionario, conformaron los hilos del gran entramado social que impulsaron la concreción del 8 de marzo, como “Día Internacional de la Mujer”; un accionar que se venía gestando desde los albores de la historia, y que impulsaron y concretaron nuestras:
Clara Zetkin, Kathy Duncker, Rosa Luxemburgo y Alejandra Kollontai, aquel 17 de agosto de 1907, en “La primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas”, realizada en Stuttgat, Alemania; donde ante la asistencia de cincuenta y ocho participantes de Europa, India y Japón; se adoptaron entre sus resoluciones, la del derecho al voto de la mujer; principal impulsor incuestionable de la incesante lucha por los derechos políticos de la mujer.
Pero, si a Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai y Kathy Duncker, debemos la concreción de esas luchas; no es menos cierto que otras mujeres, en distintas latitudes y situaciones épocales, también hicieron grandes aportaciones a la lucha por la dignificación de la mujer; de tal manera que es obligante recordar a la francesa Olimpia de Gouges (1748-1793), quien al estallar la revolución francesa, pone en práctica sus dotes de oradora y escritora, redactando panfletos y pronunciando discursos a favor de la libertad, el divorcio, el reconocimiento de los derechos para la descendencia ilegítima, y la igualdad de derechos para la mujer; señalando además, que la exclusión de las mujeres de los derechos políticos traía como consecuencia la corrupción de los sistemas de gobierno; a ella le debemos, parafraseando el gran documento programático de la revolución, aquello de que:
La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos y que “la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, `personalmente o por Medio de sus representantes, a su formación. (Montauban, 1748-París, 1793)
Planteamientos feministas no compartidos por los líderes revolucionarios (ni siquiera por los más radicales); que ameritó ser catalogada como una enemiga de la revolución, durante la época del terror, por lo que fue encarcelada y guillotinada en 1793.
Por supuesto, que tampoco podemos olvidar a Flore Celestine Therèse Henriette Tristán Moscoso Laisney, mejor conocida como “Flora Tristán” (1803-1844), escritora y activista parisina que trabajo, desde muy niña, como obrera, y luchó, a lo largo de los años, por los derechos de las mujeres y los obreros; se opuso a la esclavitud, al oscurecimiento religioso y a la pena de muerte; sensibilidad que se arraigo al vivenciar las situaciones cruentas de la guerra civil, donde pudo palpar la gran diferencia entre las distintas clases sociales y el trato diferenciado para los que menos tienen, lo cual será significativo para su futuro, convirtiéndola en la defensora declarada de los derechos y libertades de la clase obrera y de la mujer.
Pero, si a Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alexandra Kollontai y Kathy Duncker, debemos la concreción de esas luchas; no es menos cierto que otras mujeres, en distintas latitudes y situaciones épocales, también hicieron grandes aportaciones a la lucha por la dignificación de la mujer; de tal manera que es obligante recordar a la francesa Olimpia de Gouges (1748-1793), quien al estallar la revolución francesa, pone en práctica sus dotes de oradora y escritora, redactando panfletos y pronunciando discursos a favor de la libertad, el divorcio, el reconocimiento de los derechos para la descendencia ilegítima, y la igualdad de derechos para la mujer; señalando además, que la exclusión de las mujeres de los derechos políticos traía como consecuencia la corrupción de los sistemas de gobierno; a ella le debemos, parafraseando el gran documento programático de la revolución, aquello de que:
La mujer nace libre y debe permanecer igual al hombre en derechos y que “la Ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, `personalmente o por Medio de sus representantes, a su formación. (Montauban, 1748-París, 1793)
Planteamientos feministas no compartidos por los líderes revolucionarios (ni siquiera por los más radicales); que ameritó ser catalogada como una enemiga de la revolución, durante la época del terror, por lo que fue encarcelada y guillotinada en 1793.
Por supuesto, que tampoco podemos olvidar a Flore Celestine Therèse Henriette Tristán Moscoso Laisney, mejor conocida como “Flora Tristán” (1803-1844), escritora y activista parisina que trabajo, desde muy niña, como obrera, y luchó, a lo largo de los años, por los derechos de las mujeres y los obreros; se opuso a la esclavitud, al oscurecimiento religioso y a la pena de muerte; sensibilidad que se arraigo al vivenciar las situaciones cruentas de la guerra civil, donde pudo palpar la gran diferencia entre las distintas clases sociales y el trato diferenciado para los que menos tienen, lo cual será significativo para su futuro, convirtiéndola en la defensora declarada de los derechos y libertades de la clase obrera y de la mujer.
Flora, esa mujer emancipada, libre, revolucionaria, activa, que invadía los dominios tradicionalmente considerados como exclusivos del hombre, escribe obras de gran calidad humana, como:
La Emancipación de la Mujer (1842), a ella, también le debemos la consideración siguiente:
(…) En nombre de vuestro propio interés, hombres, en nombre de vuestra mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.
Evidentemente las luchas fueron incontables, y las señaladas son sólo un microscópico ejemplo de ese trajinar libertario por emancipar a la mujer.
(…) En nombre de vuestro propio interés, hombres, en nombre de vuestra mejora, la vuestra, hombres; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.
Evidentemente las luchas fueron incontables, y las señaladas son sólo un microscópico ejemplo de ese trajinar libertario por emancipar a la mujer.
Sin embargo fue Clara Zetkin, incansable militante comunista, una de las primeras impulsoras de la organización de mujeres a nivel internacional; quien en 1907 impulsa la primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, y en 1910, con ese discurso efervescente que le caracterizaba, durante la Conferencia de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague, propone la resolución que convirtió, un año más tarde (1911), al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, en homenaje a las 129 trabajadoras de la fábrica Sirtwood Cotton de Nueva York, que murieron carbonizadas en su interior, cuando discutían sobre reivindicaciones laborales, un salario digno y la reducción de la jornada de trabajo a 10 horas, incendio que provocó su patrono como respuesta a esa pacífica huelga.
Pero además, es una conmemoración que se consolida, como respuesta al accionar que se hace aleccionador, gracias a la milenaria lucha de mujeres como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alejandra Kollontai, Kathy Duncker, y tantas otras que le antecedieron.
Pero además, es una conmemoración que se consolida, como respuesta al accionar que se hace aleccionador, gracias a la milenaria lucha de mujeres como Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Alejandra Kollontai, Kathy Duncker, y tantas otras que le antecedieron.
Un hecho trascendente, sin lugar a dudas, pues no sólo fue producto de milenarias luchas; sino que además, fue forjándose a través de arduas discusiones, conferencias, innumerables escritos, huelgas, y un accionar constante y beligerante, e incluso de la vida de mujeres sensibles, humanistas, y revolucionarias de todas las épocas.
Un accionar que debe continuar, pues la filosa “hoja” de quienes siempre han querido el oscurantismo, está allí al acecho, buscando retrogradar, recordemos a
Clara Zetkin al señalar que
Las masas de mujeres que trabajan deben ser movilizados para estas peleas.
Clara Zetkin al señalar que
Las masas de mujeres que trabajan deben ser movilizados para estas peleas.
No hay trabajo en el Partido, no hay lucha del movimiento en cualquier país en el que las mujeres no lo consideramos como nuestro primer deber de participar. (Organising Working Women Organización de Mujeres Trabajadoras.1922)
También recordemos a Rosa Luxemburgo, cuando nos señala que “La Historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado”.
También recordemos a Rosa Luxemburgo, cuando nos señala que “La Historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado”.
Entonces hagámosle combativo, no ofendamos esas tantas luchas, y la sangre derramada, con la celebración de un 8 de marzo declarativo e insulso; nadie discute que hemos avanzado, pero tampoco podemos obviar que existen momentos históricos de muy poco avance, y eso es terrible; pero más aberrante, son esos históricos retrocesos.
Es necesario la crítica y la autocrítica, para que podamos evaluar esos momentos, corregirlos y seguir avanzando y conmemorar un combativo 8 DE MARZO COMO EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.
Dra. Elena Ibarra
Valencia, 06 de Marzo de 2012
Publicado por Género con Clase
Dra. Elena Ibarra
Valencia, 06 de Marzo de 2012
Publicado por Género con Clase