Maletas
llenas de dinero en efectivo iban y venían, mientras sólo el 1,5% de las
licitaciones municipales se solventaban de acuerdo con las normas
establecidas.
Decenas de millones de francos desviados de contratos de
viviendas subvencionadas pasaron a llenar las arcas del partido de la
derecha, el Rassemblement pour la République (RPR). Jean-Claude Méry, un
antiguo hombre de negocios de la construcción reconvertido en tesorero
del RPR, confesó que había entregado una maleta con el equivalente a
650.000 euros actuales a uno de los colaboradores más cercanos del
alcalde.
Éste, desde luego, no era un hombre desagradecido: el personal
del ayuntamiento constaba de aproximadamente 300 personas en nómina, de
las cuales sólo 45 aparecían en el listín telefónico de la alcaldía.
Entre ellos había amigos en situación precaria, escritores, incluso un
bailarín de ballet.
Ayer, jueves 15 de diciembre de 2011, el peso de la ley cayó sobre Jacques Chirac, el hombre que con tanta desfachatez había metido la mano en la lata, y lo hizo sin violencia, con sólo un leve carraspeo del juez que dictó la sentencia.
El condenado, de 79 años, no estaba
presente ante el tribunal que lo juzgó, porque sus abogados habían
argumentado con éxito que no es capaz de seguir los procedimientos
judiciales.
Le han caído sólo dos años de cárcel que no tendrá que
cumplir, pero es el primer ex jefe de Estado francés al que se condena
desde el mariscal Pétain.
La reacción política ha sido moderada. Sus
enemigos en las filas de la derecha han resistido a la tentación de
cantar victoria.
Sus amigos a la izquierda, sobre todo su paisano
François Hollande, el candidato del Partido Socialista a las elecciones
presidenciales del próximo año, ha dicho que nadie está por encima de la
ley y, a continuación, ha añadido que hay que ser considerados con un
hombre con problemas de salud.
De manera previsible, el comentario más
severo ha sido el de Jean-Marie Le Pen, el antiguo líder de la extrema
derecha, según el cual a Chirac le han echado el guante a las puertas
del cementerio.
En otras palabras, todo ha quedado en puros símbolos. Bajo cualquier aspecto, Chirac es un chorizo, un hombre capaz de negar lo innegable y vivir para contarlo.
En otras palabras, todo ha quedado en puros símbolos. Bajo cualquier aspecto, Chirac es un chorizo, un hombre capaz de negar lo innegable y vivir para contarlo.
Incluso el actual deterioro de su estado mental
está puesto en duda.
Valéry Giscard d’Estaing suele decir que Chirac
podía tener la boca llena de mermelada, los labios chorreando, los dedos
dentro del bote abierto frente a él y, aun así, jurar que nunca la
había tocado.
¿Es un pillo campechano o sólo un pillo?
Eso depende de
qué parte de su larga carrera política se analice (dos veces primer
ministro, y el presidente francés que ocupó el cargo durante más tiempo
de la historia de la República).
Durante años fue inmune a la acción de
la justicia. Cuando dejó el cargo de alcalde de París sus abogados
pleitearon a su favor durante más de una década para evitar un juicio,
mientras que otros compinches de su banda, como el actual ministro de
Asuntos Exteriores Alain Juppé, caían en el saco.
Su partido, el RPR,
hizo un trato extrajudicial con el Partido Socialista, actual inquilino
en el ayuntamiento de París, para devolver 1,6 millones de euros.
Lo importante ahora es que el plan cuidadosamente establecido para salvaguardar a Chirac ha fracasado.
Lo importante ahora es que el plan cuidadosamente establecido para salvaguardar a Chirac ha fracasado.
El largo brazo de la ley existe
incluso para él y eso todavía importa en una democracia.
Por: The Guardian/Tlaxcala