Todos los
días, en todo el mundo, millones de seres humanos como nosotros resultan
disminuidos por la religión: una religión que quizá los obliga a
mutilar a sus hijos, cubrirse el cabello o la cara, permanecer callados
cuando tienen mucho más que decir que los que los reprimen, ceder
control sobre su reproducción, donar dinero que no pueden permitirse,
obedecer y someterse a sus inferiores, negar la realidad, renunciar a la
educación, cerrar sus mentes, rechazar un tratamiento médico apropiado,
sufrir innecesariamente, sentirse abrumados por una culpa sin sentido, y
vivir bajo el espectro de la tortura eterna.
Todos los días la religión
trabaja buscando nuevas víctimas entre los jóvenes, los enfermos, los
pobres y los desposeídos, los viejos: todos los que son débiles y
vulnerables son un blanco legítimo a los ojos de la religión.”
— Richard Dawkins, en un mensaje de apoyo al blog Young Freethought (“Librepensamiento Joven”), publicado allí el 6 de diciembre de 2009.
