Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

La Operación Cóndor contra Cuba. Asesinos en Nicaragua

http://nuestrabandera.lamula.pe/wp-content/blogs.dir/8215/files/2011/03/0_172.jpg Los tentáculos de la Operación Cóndor se extendieron a Centroamérica desde el mismo triunfo de la Revolución sandinista el 19 de julio de 1979. 

Hacia la región fueron enviados decenas de asesores argentinos pertenecientes al Batallón de Inteligencia 601 del Ejército, que se diseminaron por todos los países de la región. 

Algunos pasaron directamente a operar en los campamentos de la Contra nicaragüense asentados en el sur de Honduras desde donde incursionaban hacia el interior de Nicaragua sembrando el terror dentro de la población civil y para atentar contra la economía de la emergente, liberada y democrática nación que había derrocado, tras largos años de lucha,  a la dinástica dictadura de los Somoza.

Los revolucionarios nicaragüenses se enfrascaron en reconstruir  un país saqueado durante décadas de atroz dictadura, con una secuela de problemas sociales de salud y educación. Cientos de miles de nicaragüenses eran analfabetos y  fue una de las primeras medidas tomadas el erradicar ese flagelo. Cuba ofreció su experiencia y ayuda solidaria para tan noble propósito.

De inmediato se convocó en Cuba a profesores experimentados para organizar la campaña de alfabetización en Nicaragua. Cientos de jóvenes docentes se ofrecieron para llevar el pan de la enseñanza a los más remotos confines de la geografía nicaragüense. 

El 3 de noviembre de 1979, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se reunió con el primer grupo del Contingente Internacionalista de Maestros Augusto César Sandino.

Apenas transcurridas 72 horas después, el día 6, los primeros cien jóvenes maestros cubanos arribaron a Managua, Nicaragua, con la tarea de comenzar a alfabetizar a todo el que lo necesitara.

Fueron diseminados en los lugares más apartados donde el olvido de y la pobreza prevalecían.

Mientras los sandinistas se disponían a extirpar para siempre estos males, las amenazas se cernían para destruir ese proyecto revolucionario. 

En noviembre de 1980 el general Vernon Walter, uno de los directivos de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana y el nicaragüense Horacio Aguirre dueño del Diario Las Américas en Miami, viajaron a Buenos Aires, Argentina para coordinar con la Junta Militar en el poder en ese país la creación de un ejército guerrillero antisandinista.

El 20 de enero de 1981, asume la Casa Blanca el republicano Ronald Reagan, es nombrado Director de la CIA William Casey con la misión de fortalecerla. 

Aceleradamente trabajó en el diseño de un programa subversivo contra la Revolución Sandinista, que ya en marzo estaba estructurado y casi terminado con la participación de los gobiernos de Honduras, Guatemala, Costa Rica y Argentina. Así comenzó la ayuda militar de Estados Unidos a Costa Rica, desde donde también se agredería a Nicaragua.

En el mismo enero de ese año los militares argentinos Osvaldo Ribeiro y Santiago Hoya, seleccionados para instrumentar la agresión, viajaron a Miami para explorar allí la utilización y supervisar los preparativos de los antisandinistas formados por antiguos militares del derrocado ejército somocista. 

Hoya conoce al grupo del coronel Enrique Bermúdez y el Chino Lau de la Legión 15 de Septiembre a través de paramilitares guatemaltecos jefes de escuadrones de la muerte asociados a estos exoficiales  de la dictadura.

De esta coordinación preliminar  surge el primer contingente seleccionado de somocistas para ser enviados a Buenos Aires donde recibieron entrenamiento, procedían de la Legión 15 de Septiembre basificados en Honduras. 

En ese momento había comenzado las incursiones de los grupos contrarrevolucionarios dentro del territorio nicaragüense. 

La modalidad inicial era entrar, atacar objetivos de cualquier tipo y retirarse al territorio hondureño, después comenzaron el asentamiento en comarcas fronterizas y más tarde comenzaron a adentrarse en el país, asolando poblados.

En marzo y abril de 1981 se producen las visitas a Estados Unidos del Presidente de la Junta Militar Argentina Roberto Viola y del general Leopoldo Fortunato Galtieri, jefe del Ejército de ese país.

El terrorista anticubano José de Jesús Basalto León sirvió también a los intereses de los servicios especiales argentinos, que entonces captaron a varios cubanos agentes de la CIA para  operar contra dirigentes de la organización argentina  Montoneros. 

Según ha declarado Basulto, se subordinaba al Agregado Militar argentino en Washington. En esa época miembros del Batallón 601 del Ejército argentino habían sido distribuidos como asesores en Centroamérica para organizar la guerra contra Nicaragua.

Resulta interesante el análisis realizado por la CIA de los factores regionales y globales que podían impactar negativamente en los intereses norteamericanos y de aliados locales.

En primer término consideraban que el respaldo de Estados Unidos a Gran Bretaña en el conflicto de Las Malvinas podía disminuir su influencia en aérea incluso y citamos: “…los Estados Unidos tienen posibilidades de verse solos en América Central.”

En segundo lugar estimaba que el gobierno de Venezuela, que apoyaba a fuerzas políticas en Nicaragua y El Salvador, no querría una identificación pública con las actividades de Estados Unidos en la región centroamericana.

Y finalmente, la posición hasta ese momento protagónica de la dictadura Argentina en América Central como gendarme de Estados Unidos, podría variar como resultado del desenlace del conflicto militar en Las Malvinas y su malestar hacia Estados Unidos podría conducir a los argentinos a retirarse o buscar políticas opuestas a las de Washington.

Para consolidar esta unión los jefes de la Contra, William Baltodano, Edmundo Chamorro alias El Negro y otros Contras viajaron en el mes de abril a Buenos Aires, invitados por los militares argentinos para discutir detalles de la alianza. 

Fueron recibidos por el general Alberto Valin, jefe del Estado Mayor del Ejército y por el coronel Dario Davico, jefe de la Inteligencia.

En esta cita criminal se acordó incrementar la presencia de asesores argentinos en San José y Tegucigalpa dando paso a la Operación Calipso que abarcaba diseminar miembros de los servicios especiales de Argentina por el continente para trabajar contra los refugiados políticos de ese país en la región.

Nuevamente en agosto de 1981 el general Galtieri visitó Washington y fue recibido por el general Edwin Meyer, jefe del Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos.

En septiembre, el jefe de los asesores argentinos en Panamá, Juan Carlos Gallessio, quien actuaba como periodista, entregó a otros dos asesores argentinos Héctor Francés y Juan Martín Ciga Correa, 10,000 dólares para trasladarlos a Honduras y entregarlos al coronel Ribeiro.

El general Galtieri vuelve a Washington en noviembre y se reúne con el director de la CIA William Casey y ultima la participación argentina en la formación de la resistencia antisandinista.

A su regreso los militares argentinos conceden al gobierno de El Salvador un crédito de ocho millones de dólares, mientras Ronald Reagan presiona al Congreso y obtiene del mismo la aprobación para reanudar la ayuda militar a Argentina, paralizada desde 1978, como consecuencia de la escalada represiva de la dictadura que gobernaba en ese país.

También el Congreso ratifica a Vernon Walters como Embajador, en esta función logró la ayuda financiera a los Contras, a través del gobierno de Argentina a donde viajó en seis ocasiones.

En diciembre de 1981 el subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos reveló en una sesión ante el Comité de Inteligencia del Senado y la Cámara que se realizaban operaciones encubiertas de Estados Unidos en Centroamérica.

La CIA era la encargada de suministrar secretamente dinero, entrenamiento y armas a los ex guardias somocistas, que estos fondos se canalizaban por medio de países latinoamericanos, acuerdo logrado por el general Vernon Walters, embajador itinerante con servicios especiales de Argentina, Venezuela, Colombia y Chile.

La agresión contra el gobierno revolucionario de Nicaragua se incrementó y los cooperantes cubanos que solidariamente asistían al pueblo en ese país se convirtieron en blanco de los actos de terror de los militares somocistas armados y entrenados, en alianza, por Estados Unidos y el gobierno dictatorial argentino como su gendarme de turno.

Es en ese escenario bélico que los maestros cubanos continuaron su honrosa misión. En la agresión contra Nicaragua, el gobierno de Estados Unidos involucró a algunos de sus aliados en el fortalecimiento militar de Honduras como punta de lanza en la región. 

Según estadísticas entre 1969 y 1988 la República Federal Alemana, Francia, Corea del Sur, Taiwán, Canadá, Bélgica, Argentina, Italia, Marruecos, Inglaterra y Japón, proporcionaron asistencia de este tipo.

Los bandidos nicaragüenses ya se ubicaban cerca de las ciudades principales y causaban terror a las poblaciones civiles. 

El 7 de junio de 1981, en las montañas de Las Nubes, ubicadas en el distrito de San Miguelito, perteneciente al Departamento de Río San Juan, en Nicaragua, dos maestros cubanos fueron atacados por sorpresa, por una banda. 

Uno de los jóvenes alfabetizadores, Francisco Concepción Castillo de 29 años, resultó gravemente herido de un balazo. Sus compañeros lograron rescatarlo.

Durante cinco horas de marcha forzada a campo traviesa el herido fue llevado a recibir asistencia médica. 

Había perdido mucha sangre, pero llegó con vida a un puesto médico que le dio los primeros auxilios. Después fue trasladado hacia Managua.

La herida de Francisco fue grave, el proyectil se había alojado entre el corazón y los pulmones, provocando lesiones de cuidado. 

La atención que necesitaba requirió su traslado a Cuba, donde no obstante los esfuerzos médicos falleció el 6 de septiembre del mismo año, varios días después de practicársele una complicada intervención quirúrgica para extraer el proyectil.

Esta agresión  lejos de atemorizar a los maestros cubanos, renovó la disposición de asumir todos los riesgos y peligros para continuar su obra educativa. Miles de jóvenes se ofrecieron voluntariamente para ocupar el puesto de su compañero caído.

Un mes después de la acción terrorista contra el maestro cubano en Nicaragua, el 7 de julio, se graduaron 10 658 alumnos del Destacamento Pedagógico Universitario Manuel Ascunce Domenech, en el polígono de Ciudad Escolar Libertad, en La Habana. 

En el discurso que pronunciara Fidel señaló: “…ser maestro significa ante todo serlo en todos los órdenes de la vida.

En el ejercicio de la profesión está implícita su ejemplaridad, divisa del educador comunista y condición indispensable para cumplir los altos objetivos de la escuela socialista”.

Con el propósito de continuar atemorizando a los maestros  cubanos y provocar que se retiraran de Nicaragua, los asesores militares argentinos en Honduras indicaron a la Contra nicaragüense que empleara el terror contra ellos. 

Las emisoras que incitaban a la violencia radiaban una consigna asesina: “Haga patria, mate un cubano”.

Y así sucedió. Muy pronto el terrorismo cobraría nuevas vidas de cubanos.

Esta vez el 21 de octubre de 1981, en la localidad de Consuelo Bajo, a unos 30 kilómetros del poblado minero de Siuna, en el Departamento de Zelaya Norte, otra de las bandas terroristas financiadas y abastecidas por la CIA, atacó a los maestros cubanos Pedro Pablo Rivera Cué, de 26 años y Bárbaro Rodríguez Hernández,  de 27, que resultaron acribillados a balazos junto a dos de sus alumnos campesinos que los acompañaban, todo con la intensión de desanimar la campaña de alfabetización que había iniciado el gobierno nicaragüense.

Al día siguiente Fidel recibió un mensaje de Daniel Ortega Saavedra, coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua, en el que se decía: “en esta hora de dolor común, nuestro pueblo quiere reafirmar su voluntad de seguir adelante en nuestra lucha por una Nicaragua nueva, en cuya construcción, los maestros cubanos están contribuyendo con generosidad y alto espíritu internacionalista”.

Otro maestro cubano asesinado en Nicaragua, fue el joven de 28 años Águedo Morales Reina,  el 4 de diciembre de 1981, cuando se trasladaba en una camioneta junto a varios compañeros. 

Al cruzar una quebrada, en la comarca de Aguas Sarcas, en las cercanías de Villa Sandino, a unos 50 kilómetros de la localidad de Juigalpa, en el Departamento de Chontales, cayó en una emboscada tendida por la Contra nicaragüense en la que Águedo recibió tres balazos que pusieron fin a su fecunda vida.

La hermosa y noble obra de de este maestro cubano no se extinguió con su muerte.  

Sus alumnos en Nicaragua aprendieron a leer y escribir. Sus compañeros, sin amilanarse, continuaron impartiendo clases y compartiendo la vida y el trabajo con sus educandos hasta el final del programa. La Revolución cubana siguió brindando su ayuda desinteresada.

El día 6 de diciembre de 1981, la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) remitió una carta a Fidel, donde resaltaba la calidad humana y revolucionaria de los maestros internacionalistas cubanos, hombres y mujeres jóvenes que se habían alejado de sus familias en Cuba, para viajar a los lugares más recónditos de Nicaragua a enseñar a leer y escribir en condiciones muy difíciles a las personas más pobres de ese pueblo.

El 10 de junio del 2008, durante una de las sesiones del Congreso Iberoamericano de Alfabetización y Educación Básica para Personas Jóvenes y Adultas, celebrado en el Palacio de Convenciones de La Habana, Luis Cabrera González, embajador de Nicaragua en Cuba, pidió un minuto.

Muchos de los presentes pensaron que era un minuto de silencio, como es habitual para rendir homenaje a los caídos.

Pero el representante nicaragüense sorprendió al auditorio, al solicitar un minuto de aplausos para los 4 maestros internacionalistas cubanos, que en 1981 habían sido asesinados en su país por bandas terroristas organizadas, armadas y financiadas por el imperialismo norteamericano.

Un millar de participantes de treinta naciones, incluyendo 125 especialistas cubanos, se pusieron de pie, visiblemente emocionados, para rendir un breve, pero merecido homenaje, a los jóvenes Francisco Concepción Castillo, Pedro Pablo Rivera Cué, Bárbaro Rodríguez Hernández y Águedo Morales Reina. 

¡Sus vidas no se habían perdido en vano!

En este año, cuando se cumplirá medio siglo el 22 de diciembre de la heroica epopeya que significó erradicar en menos de un año el secular analfabetismo en Cuba y que ha permitido después sacar de la ignorancia a millones de latinoamericanos y en otros continentes por medio de campañas similares o con el sistema de Yo si puedo, llevado a varios idiomas, es digno recordar a esos mártires de la educación cubana, paradigmas de consagración y entrega.

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