Si el presidente de EEUU Barack Obama pretendiera realmente librarse del nuevo hombre del saco du jour, Joseph Kony, de Uganda –un antiguo monaguillo convertido en político/profeta cristiano místico, que se trajina al menos a 60 esposas-, hubiera ordenado al Fiscal General estadounidense Eric “A todo gas” Holder que tramara un complot y subcontratara para el golpe a un lunático iraní vinculado con el cartel de la droga en México.
El Plan B supondría ordenar a las Naciones Unidas que le dijeran a la Organización del Tratado del Atlántico Norte que impusiera una zona de exclusión aérea sobre los “rebeldes” del Ejército de la Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) de Kony y después les bombardearan hasta la inconsciencia.
El Plan C consistiría en machacar al LRA hasta la muerte con aviones teledirigidos, una flota de MQ-9 Reapers; pero la base más cercana de este tipo de aviones se encuentra lejos, en Djibuti, en el Cuerno de África.
Como no había incautos mexicanos disponibles y los “rebeldes”, en esta ocasión, son los chicos malos, Obama se decantó por la opción imperial clásica: tiró de un AfPak y ordenó un incremento de botas y semen sobre el terreno, enviando a 100 tipos de las Fuerzas Especiales estadounidenses para que ayudaran a un dictador corrupto –el presidente ugandés Yoweri Museveni- a aplastar a su panda de “rebeldes” locales.
Puede excusarse que cualquiera vea a Uganda como una Libia al revés, porque eso es exactamente lo que es; el dictador, en este caso, consigue la etiqueta de chico bueno –uno de “nuestros hijos de puta”- mientras los “rebeldes” hacen un pacto con el diablo. ¿Pero es eso todo?
Necesito poner en marcha un incremento
La realidad de Uganda es de un caos homicida absoluto. Al igual que los “rebeldes” del LRA, el gobierno de Museveni (ayudado por Washington) ha perpetrado también masacres horrendas contra los civiles. Kony puede resultar incluso un amateur comparado con Museveni, una especie de dictador perpetuo que acaba de supervisar el desplazamiento y asesinato masivo de al menos 20.000 ugandeses en nombre de las corporaciones británicas. Además, Museveni robó básicamente las elecciones ugandesas celebradas a principios de este año.
El incremento de Obama en Uganda debería considerarse como un intercambio crucial de favores con Museveni, que ha enviado miles de soldados ugandeses a las fuerzas de la Unión Africana que están combatiendo a los islamistas de núcleo duro de los al-Shabab en Somalia.
Por tanto, mientras Uganda combate en una guerra por poderes para EEUU en Somalia, Washington ayuda al dictador a librarse de los “rebeldes” del LRA. No es de extrañar que el Pentágono se haya encariñado tanto con Uganda; Museveni consiguió recientemente 45 millones de dólares en equipamiento, incluidos cuatro aviones teledirigidos pequeños.
El LRA –un grupo irregular de duros fundamentalistas cristianos- tiene su base en el norte de Uganda pero se reparte por cuatro países, incluido el nuevo Sudán del Sur y el Congo, en África Central. No llevan armas pesadas. No tienen posibilidad de desestabilizar al gobierno ugandés, mucho menos de representar una amenaza para la “seguridad nacional” de EEUU. El hombre del saco Kony puede estar escondido en algún lugar a lo largo de la inmensa frontera entre el Congo y Sudán, y puede que no le queden más que 400 guerreros.
La proximidad de Uganda con el nuevo país de Sudán del Sur es clave en toda la ecuación. Hasta ahora, el LRA ha sido para el Sudán del Norte una especie de cortafuegos armado convenientemente contra el títere de Occidente, Museveni. Pero sobre todo, toda esta zona constituye un bien inmueble de muy alta calidad donde se juega la feroz batalla entre China y los estadounidenses/europeos, una batalla centrada en el petróleo y los minerales, todo ello formando parte de la Gran Guerra del Siglo XXI por los Recursos de África.
He ahí el reino mineral
Todo eso nos lleva a Uganda como una nueva tierra de provisión. ¡Ah, cuantas posibilidades ofrecen las guerras humanitarias! Para revestirse de una apariencia de éxito, los pasos iniciales del incremento africano de Obama tendrían que incluir una base militar con una larga pista de aterrizaje y un mini-Guantánamo donde encerrar a los “terroristas”. Si eso suena demasiado bueno para ser verdad, es porque lo es; piensen que los cuarteles de AFRICOM del Pentágono contemplarán pronto la posibilidad de viajar en el tiempo desde Stuttgart, Alemania, a algún lugar de Uganda.
Cualquier estudiante de realpolitik sabe que EEUU no hace intervenciones “humanitarias” per se. El incremento del AFRICOM va en paralelo con el nombre real del juego: minerales preciosos y minería. Sucede que Uganda –y el cercano Congo oriental- tienen cantidades fabulosas de, entre otros, platino, cobre, cobalto, estaño, fosfatos, tentalita, magnetita, uranio, mineral de hierro, yeso, berilio, bismuto, cromo, plomo, litio, niobio y níquel. Muchos de ellos son los ultra-preciosos tierras raras, sobre los cuales China ejerce un monopolio virtual.
La fiebre por el mineral de África es ya una de las guerras por los grandes recursos del siglo XXI. China va a la cabeza, seguida por compañías de la India, Australia, Sudáfrica y Rusia (que, por ejemplo, ha construido recientemente una refinería de oro en Kampala). Occidente se está quedando rezagado.
El nombre del juego para EEUU y los europeos, que no se andan con rodeos, es socavar la miríada de acuerdos comerciales de China por toda África.
Después tenemos el ineludible ángulo de Oleoducstán. Uganda puede tener “varios miles de millones de barriles de petróleo”, según Paul Atherton, de Heritage Oil, como parte del reciente descubrimiento de petróleo, el mayor hasta ahora, en tierras de África Subsahariana.
Eso implica la construcción de un largo oleoducto de 1.200 kilómetros de largo, con un coste de 1.500 millones de dólares, que iría hasta Kampala y la costa de Kenia.
También tenemos otro oleoducto desde el “liberado” Sudán del Sur. Washington quiere asegurarse de que todo ese petróleo esté solo a disposición de EEUU y Europa.
Obama, el rey de África
La administración Obama insiste en que los 100 elementos de las Fuerzas Especiales serán “asesores” y no tropas de combate. Piensen en Vietnam en los primeros años de la década de los sesenta; se empezó con “asesores”, y el resto es ya historia. Ahora se espera que los “asesores” se dispersen desde Uganda a Sudán del Sur, la República Centroafricana y la República Democrática del Congo.
Y ni siquiera es la primera vez que esto sucede. George W Bush intentó lo mismo en 2008. Acabó en un desastre sin paliativos debido –nada nuevo bajo el sol- a la corrupción del ejército ugandés. Kony recibió un aviso y se escapó horas antes de que atacaran su campamento.
Por tanto, en la superficie tenemos una edificante narrativa acerca del primer presidente negro de EEUU profundamente preocupado por la “crisis humanitaria” en otra nación africana: Uganda. Y en una perfecta historia tapadera para la satrapía estadounidense, se dedica a apuntalar a Uganda como base de avanzada para que Washington hunda su daga dentro del África islámica.
La cantilena oficial de Washington martillea en el hecho de que el LRA ha “asesinado, violado y secuestrado a decenas de miles de hombres, mujeres y niños”. Ahora compárenlo con la devastación perpetrada por Washington durante más de dos décadas sobre Iraq: al menos 1,4 millones de personas asesinadas directa e indirectamente, millones de refugiados, una guerra civil entre sunníes y chiíes que aún sigue viva y coleando y el flanco oriental de la nación árabe totalmente destruido.
Compárenlo con el estruendoso silencio de la Casa Blanca de Obama cuando los racistas “rebeldes” del este de Libia acorralan, acosan, torturan e incluso eliminan a los africanos subsaharianos.
África ha estado luchando desde hace una eternidad contra los múltiples aspectos del gran amo blanco esclavista genocida, ayudado y amparado por múltiples corrientes de serviles dictadores/cleptócratas negros, para acabar topándose a principios del siglo XXI con un presidente estadounidense con ascendencia directa africana que no tiene nada mejor que ofrecer que fuerzas especiales, aviones teledirigidos, incrementos bélicos e intervenciones “humanitarias” impregnadas de hipocresía.
Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Global_Economy/MJ18Dj06.html