Esa expresión turfística significa que Cristina Fernández está ganando
con tranquilidad y sin apuro la carrera. Las encuestas y la sensación
térmica coinciden: la elección del domingo próximo está definida.
Hubo un tiempo en que los comicios provinciales y nacionales solían
terminar con resultados muy equilibrados, casi de empate técnico.
En
2007 Juan Schiaretti le ganó la gobernación de Córdoba a Luis Juez por
un puñado de votos. Pero luego, excepto la última elección en Chubut
donde el sucesor de Mario Das Neves ganó por una levísima ventaja, las
distancias entre el primero y el segundo han sido considerables.
Las diferencias amplias fueron positivas en un aspecto: los perdedores
salieron rápidamente a admitir su derrota. La provincia en cuestión se
ahorraba así muchas polémicas y dudas sobre el que resultaba electo y
debía gobernar.
Todo indica que las presidenciales del 23 de
octubre confirmarán la tendencia, de ganadores netos e indiscutibles,
con un margen abrumador de sufragios.
La última encuesta de
CEOP, publicada ayer en Página/12, otorga a la presidenta un caudal del
50 por ciento, con casi cuarenta puntos de ventaja sobre el segundo,
Hermes Binner, que capitalizaría el 12 por ciento. Como Ricardo Alfonsín
tuvo en esa medición un punto menos, esa segunda ubicación todavía no
está asegurada para el santafesino.
Los dos candidatos que
Horacio Verbitsky llamó del “peornismo”, Eduardo Duhalde y Alberto
Rodríguez Saá, ocuparían la cuarta y quinta posición, con escuálidas
cosechas.
Otras mediciones, de Equis (Artemio López), tenían al puntano
por sobre quien prometió vanamente que “quien depositó dólares tendrá
dólares”.
De todas maneras, si Duhalde saca unos votos más que Rodríguez
Saá o si resulta a la inversa, eso no le importa en absoluto a la
abrumadora mayoría de los argentinos.
Sobre todo el bonaerense
es un cadáver político. Sintiéndose perdido, ha fugado hacia delante,
con declaraciones contrarias al aborto y al matrimonio igualitario,
buscando el voto evangelista y del sector conservador de la Iglesia.
“Es
un asesinato, un homicidio”, agitó con respecto al primer asunto, en
oposición a muchísimas mujeres y hombres que quieren que Diputados
empiece de una vez a debatir la despenalización del aborto. “No es
posible que una mayoría circunstancial cambie la institución del
matrimonio”, expresó sobre el segundo tema.
La aprobación de
esa ley ha puesto a Argentina en una posición de vanguardia a nivel
internacional, y Duhalde quiere volver al período anterior. Jorge
Bergoglio puede estarle agradecido en lo íntimo, pero se cuidará de
expresarlo públicamente por una razón obvia. Según el sondeo del CEOP,
el “pastor” antediluviano mide sólo 8,2 por ciento de cara a las urnas
del 23 de octubre.
Elisa Carrió está disputando la sexta
colocación con el trotskista Jorge Altamira, arañando el 2 por ciento
que sepultó hace años al radical Leopoldo Moreau.
Carrió está terminando
de devorar su última criatura, la Coalición Cívica, después de haber
implosionado el Acuerdo Cívico y Social, y el ARI.
Su especialidad es la
denuncia, nunca la proposición. Y como todas sus agorerías fueron
desairadas por la vida, Lilita cayó por su propio peso, que es excesivo.
Lo que está bien
La ubicación de los
presidenciables en el podio está bastante clara, aunque pueda darse
algún "sorpasso” entre el segundo y el tercero, y/o entre el cuarto y el
quinto. Esa acumulación o pérdida de votos no ha sido arbitraria pues
responde más o menos a lo que cada fuerza y candidato puso sobre la
mesa.
Cristina marcha primera en las preferencias porque para
la mitad del electorado hizo las cosas buenas como la Asignación
Universal por Hijo, la recuperación de los fondos previsionales, la
reactivación de la economía y la ley de medios.
La AUH está al
tope de las preferencias de los encuestados, con el 38 por ciento de
éstos. Fútbol para Todos, que tantas críticas concitó de la oposición,
sería la carta decisiva para sólo el 12 por ciento. Incluso más abajo
figura la ley de medios con 8,4 por ciento de las preferencias.
No hay que tomar al pie de la letra todas las encuestas, aún las
coincidentes. Podría haber una deformación “profesional”, pero la
importancia de la ley de medios de la democracia parece ser bastante
mayor que la medida por CEOP.
Se cumplieron dos años desde que
el Congreso votó esa norma con una mayoría amplia, pese a la obstinada
campaña de Clarín y otros monopolios.
Esos intereses
empresarios y sus aliados parlamentarios no se dan por vencidos y siguen
disfrutando de las “cautelares” de jueces tan amigos como Eduardo
Carbone en Capital.
Así demoran la venta del excedente de licencias, que
en el caso de Clarinete son más de 250. También quieren limitar el rol
de las cooperativas en el nuevo espectro audiovisual.
Expresando su desconocimiento a la normativa, las minorías opositoras
del Congreso no han designado sus representantes ante la Autoridad
Federal. Es un boicot a la aplicación de una ley que no pudieron abortar
en el parlamento.
Falseando la realidad, Adrián Ventura
aseguró en “La Nación” (“Dos años de ley de medios con menos
democracia”, 13 de octubre), “que en la actualidad hay muchos más medios
oficialistas que antes y hay mucho menos pluralismo”. Para él el
gobierno es el gran enemigo de la libertad de prensa, y por eso
preguntaba, en rigor exhortaba: “¿Tendrá fuerza o valor la Justicia para
ponerle un límite a las pretensiones hegemónicas del Gobierno?”.
En vez de poner la realidad patas para arriba, habría sido interesante
Ventura escribiera unas líneas de solidaridad con su colega Claudio
Minghetti, despedido por los Mitre-Saguier de la Sección Espectáculos,
por haber escrito un comentario favorable a la película “Juan y Eva”.
Esa oposición a la ley no es “irracional”. Su “razón” de ser es
mantener posiciones monopólicas en los medios y zafar del juicio por
haberse apropiado de Papel Prensa mediante la comisión de delitos de
lesa humanidad.
Esa negativa sistemática de Clarín se parece
mucho al nuevo spot de Alfonsín, donde a regañadientes le dice a
Cristina “probablemente usted vaya a ganar”, pero a continuación le
espeta: “pero yo no le creo nada”. Lamentablemente para el candidato
radical, la mitad del electorado sí le cree.
La mayoría de los
argentinos juzga con más objetividad que Héctor Magnetto si las medidas
del gobierno son buenas, regulares o malas. Y vota en consecuencia.
Subjetividad y hechos
Un ejemplo de subjetividad mucho peor que el de Alfonsín fue el del ex
marino al que su padre Raúl Ricardo ascendió en más de una oportunidad:
Alfredo Astiz.
En sus últimas palabras ante el TOF 5 que lo juzga junto a
un lote de genocidas, el rendido sin honor en las Georgias del Sur se
declaró un perseguido político.
Luego de desconocer al tribunal que lo
juzgaba como “especial”, dijo que la sentencia en su contra era un
“linchamiento político”.
Cuesta creer tanta desfachatez en un
asesino que secuestraba monjas para que fueran arrojadas desde aviones
militares, que integraba grupos de tareas que torturaban a mujeres
embarazadas y luego les robaban sus criaturas, etc.
El ex
marino ha tenido un largo juicio con todas las garantías legales, el
mismo que negó a sus víctimas.
Ha contado con abogado para su defensa en
juicio, lo mismo que los demás acusados.
En todos estos largos años de
impunidad a lo sumo recibió un huevazo en ocasión de entrar a Tribunales
protegido por la Federal, nada más. El ultimó de un balazo por la
espalda a la adolescente sueca Dagmar Hagelin.
¿De qué se queja?
Subjetividad por subjetividad, parece que la del titular de la Corte
Suprema, contacta más con lo que hoy piensa la mayoría de la sociedad.
Ricardo Lorenzetti declaró que ”los juicios por la dictadura son un
logro de todos”. De todos menos uno, diría Mercedes Sosa. Bueno, de
todos menos varios Astiz.
Siguiendo con las subjetividades, que
no son inocentes porque contienen un claro interés político, hay que
subrayar la de la cadena televisiva ABC News de Estados Unidos.
En medio
de una denuncia inverosímil del gobierno norteamericano contra Irán,
por un supuesto plan para asesinar al embajador saudita en Washington,
aquel medio agregó por su cuenta que también se preveían atentados en
Buenos Aires.
Solamente Mauricio Macri, la AMIA-Daia y “Gaceta Ganadera”
dieron crédito a esas versiones tan subjetivas como interesadas en
alinear a Argentina con Washington y producir un quiebre del incipiente
diálogo con Irán.
Hay otros temas donde la subjetividad corre
por cuenta del gobierno nacional, que debería atender más a esos datos
de la realidad. Por ejemplo, hay un peligro cierto de que al compás de
la crisis internacional, algunas empresas suspendan o despidan personal
en nuestro país. Esto ya se produjo en Alpargatas y Acindar, y se
anunció pero luego se dio marcha atrás en Fiat y Renault.
Cristina Fernández no puede aducir que sean situaciones inéditas. Esta
película ya la vimos en 2008, cuando la industria automotriz batía
record de producción y ventas pero a semanas del desplome de Lehman
Brothers empezó a suspender y cesantear personal.
Si vuelven con ese
libreto hay que mandarlos a Hollywood y cortarles reintegros, subsidios y
créditos blandos. Primero la Argentina y su gente.