Los atentados del
lunes produjeron el mayor número de muertos del año en un solo día, con
al menos 89 personas muertas y 315 heridas.
La ola de atentados se
materializó en 42 ataques independientes en 12 ciudades distintas.
La
coordinación de los ataques golpeó a las fuerzas de seguridad iraquí en
las áreas suníes, incluidas las ciudades de Ramadi –donde una bomba de
carretera asesinó a tres policías e hirió a otros dos– y Tikrit, donde
los suicidas atacaron una unidad antiterrorista dando muerte a sus tres
miembros.
En Baquba, los atacantes, provistos de armas con silenciador,
atacaron a un grupo de oficiales del ejército iraquí, dando muerte a
cinco de ellos.
En otro de los ataques, hombres uniformados
entraron en una mezquita situada a las afueras de Bagdad y empezaron a
leer en voz alta los nombres de las personas que aparecían en una lista y
que habían formado parte de la milicia Consejos del Despertar [al
Sahua], unas milicias auspiciadas por la ocupación estadounidense para
eliminar a la resistencia.
Los hombres armados arrastraron a siete
personas fuera de la mezquita, asesinaron a cuatro de ellos e hirieron
de gravedad a los otros tres. Oficiales iraquíes dijeron que al lado de
los cuerpos se había encontrado una nota que identificaba a los autores
como miembros del Estado Islámico de Iraq.
Los ataques más
sangrientos se produjeron en la zona de predominio shií en la ciudad de
Kut, donde un par de explosiones en la zona del mercado mataron a 40
personas.
También se produjero ataques en las ciudades sagradas shiíes
de Najaf y Karbala.
Los responsables iraquíes han
responsabilizado de los ataques a Al Qaeda, aunque en Iraq el término se
utiliza sin rigor para referirse a la resistencia sunní.
La
Casa Blanca condenó los atentados y en un fórum celebrado en la
Universidad Nacional de la Defensa, en Washington, tanto Hillary
Clinton, Secretaria de Estado, como Leon Panetta, Secretario de Defensa,
señalaron que el gobierno de Obama está preparado para revisar el
calendario de la retirad de sus tropas.
Clinton, que especuló
con que la oleada de atentados “[…]
Muy bien podría deberse a Al Qaeda
en Iraq en un intento por reafirmarse como organización”, declaró que si
el régimen iraquí de Nuri al Maliki pidiera que las fuerzas
estadounidenses permanecieran en Iraq, “[…]
Sería irresponsable por
nuestra parte no escucharle”.
Panetta, por su parte, declaró que
“[…] Con Iraq vamos a mantener una relación amistosa a largo, ya sea en
un contexto diplomático o militar, para estar seguros de que el país se
mantiene estable”.
Añadió que ambos gobiernos podría negociar la
continuación del despliegue de tropas estadounidenses en el país, cuya
misión sería el entrenamiento de las tropas y las operaciones
‘contraterroristas’.
Bajo el acuerdo de seguridad (SOFA en sus
siglas en inglés) negociado entre el gobierno de Bush y el régimen
iraquí, las 48.000 tropas que permanecen en Iraq tendrían que abandonar
el país a finales de 2011.
A principios de este mes, bajo la presión del
gobierno de Obama y del Pentágono, el parlamento iraquí autorizó
negociaciones con Washington sobre la ampliación de la presencia militar
estadounidense, supuestamente para ‘entrenar y asesorar'. Los
responsables estadounidenses han informado de que Washington pretende
mantener de forma indefinida unas 10.000 tropas sobre suelo iraquí,
incluidas unidades especiales que podrían seguir realizando misiones de
‘asesinato o captura’ contra los sospechosos de pertenecer a la
resistencia.
Las milicias shiíes del Partido Dawa de Maliki y
del Partido Iraqiya, de base esencialmente suní, liderado por Iyad
Allawi –un shií secular y antiguo bastión de la CIA– han apoyado las
negociaciones sobre la ampliación de la ocupación militar
estadounidense.
No obstante, una amplia mayoría del pueblo iraquí se
opone a la continuación de la presencia de las tropas estadounidenses,
que han provocado la pérdida de más de 1.200.000 vidas y ha convertido
en refugiados a millones de iraquíes tras la invasión de 2003 y los
subsiguientes ocho años de ocupación.
Esta hostilidad popular ha
encontrado un reflejo distorsionado en la inestable coalición de
gobierno de Maliki.
Sin ir más lejos, la semana pasada Tareq al-Hashemi,
vicepresidente iraquí, difundió una declaración advirtiendo de que la
continuación de la presencia de tropas estadounidenses podría suponer
“[…]
Un problema, no una solución” “[…]
La retirada de tropas
combatientes estadounidenses llevaría a una mejora de la seguridad en
Iraq al tranquilizar a los países vecinos que se sienten amenazados”,
añadió.
Hashemi afirmó además que el gobierno iraquí no tenía
necesidad de renegociar el acuerdo de retirada de tropas estadounidenses
para asegurarse el entrenamiento, las armas y el equipamiento de sus
fuerzas de seguridad. “[…]
Espero que en un futuro próximo, Iraq se abra
a Rusia, al sudeste asiático y a la Unión Europea, afirmó. “[…]
Existen
muchos países cuya tecnología es comparable a la que dispone Estados
Unidos y además compite con ella a precios más bajos”.
La
alusión de Hashemi a la ‘preocupación de los países vecinos’ sobre la
presencia de Estados Unidos se refería, obviamente, a Irán, país que ha
impedido el intento estadounidense de dominar los negocios iraquíes,
incrementando su propia influencia tanto en lo político como en lo
económico.
Muqtada as-Sáder, el clérigo radical shíí, que
mantiene estrechas relaciones con la jerarquía clerical iraní, ha
condenado sin paliativos las negociaciones para ampliar el plazo de la
presencia militar estadounidense y ha advertido de que las tropas que
permanezcan en Iraq tras el 31 de diciembre serán consideradas objetivo
militar. “[…]
Se las tratará como a cualquiera que permanezca en Iraq
como un ocupante tirano al que se ha de resistir con medios militares”,
afirmó as-Sáder en una declaración que publicó en su sitio web.
Además,
as-Sáder publicó una carta en inglés dirigida a las tropas
estadounidenses, en las que las apremiaba a abandonar el país. “[…]
Si
afirmáis que habéis venido a liberarnos, hacedlo y liberadnos de vuestra
maldad […]
Sabed que resistiremos y lucharemos con tanta firmeza y
dureza –igual que hasta ahora– hasta que abandonéis nuestra tierra
–igual que haríais vosotros si vuestro país estuviera invadido”.
A
pesar de que la facción parlamentaria de as-Sáder se ha opuesto a la
renegociación de otro acuerdo de seguridad y abandonó el parlamento
mientras se producía la votación [sobre si permitir o no las
negociaciones] sigue formando parte del gobierno de Maliki y mantiene
una serie de puestos ministeriales.
La retórica militante contra la
continuación de la ocupación estadounidense es únicamente de cara a las
bases del movimiento saderista, que pertenecen a los sectores sociales
más deprimidos de la clase trabajadora iraquí en ciudad Sáder, una
ampliación sin control urbanístico de la ciudad de Bagdad, así como en
ciudades del sur shií de Iraq.
Mientras la sangrienta oleada de
ataques del lunes se atribuía a las fuerzas sunníes, el ejército
estadounidense culpaba a las milicias shiíes del ataque contra sus
fuerzas [1].
Quince soldados estadounidenses fueron asesinados en junio y
otros cinco en julio.
El pasado domingo [14 de agosto], Campo Delta, la
mayor base militar estadounidense fuera de la sureña ciudad Kut, fue
atacado por un misil Katiuska, aunque no se produjeron víctimas.
Campo
Delta, que ocupa una extensión de casi 96 kilómetros cuadrados, es la
única base militar estadounidense que todavía no ha entregado
formalmente el control a las fuerzas iraquíes.
Situada cerca del mayor
paso fronterizo con Irán, el campo cuenta con una larga pista, aloja a
más de 6.000 tropas y en el que se han invertido decenas de millones de
dólares para nuevas construcciones desde que se alcanzó el acuerdo de
seguridad [SOFA].
Al día siguiente de la atribución de los
atentados del lunes [15 de agosto] atribuidos a militantes suníes [2],
un portavoz de la ocupación militar estadounidense afirmó que el
Pentágono consideraba a las milicias shiíes, supuestamente apoyadas por
Irán, como la gran amenaza para Iraq.
Jeffrey Buchanan, general
de División y portavoz del ejército estadounidense en Iraq, afirmó que
el Pentágono informó el martes que la fuerza iraní de Al Quds está
apoyando a las milicias shiíes “[…]
En términos de tropas, equipamiento e
inteligencia”. Acusó a Irán de tener como objetivo “[…]
Mantener a Iraq
en una posición débil y asilada del mundo, de todos sus vecinos y de
Estados Unidos”.
El análisis del general dice tanto de los
objetivos de Estados Unidos como de los de Irán. Washington está
determinado a perseguir los objetivos que tenía cuando invadió Iraq en
2003: la dominación del país, la explotación de su petróleo y de sus
riquezas y la utilización del territorio iraquí para proyectar el poder
militar estadounidense en toda la región.
Paulatinamente, el
control estadounidense sobre Iraq se ha visto gravemente comprometido
por la considerable influencia iraní así como por los crecientes
intereses económicos sobre el país de otros poderes como Turquía y
China.
Este es el motivo por el cual el Pentágono y la campaña del
gobierno de Obama prometen el final de la guerra en Iraq, sin embargo
están determinados a mantener una férrea presencia militar en el país.
Sea
o no capaz el gobierno de Maliki de firmar un trato para asegurarse una
ampliación negociada de la presencia de las tropas estadounidenses,
Washington ha trabajado para asegurarse un papel militar.
En los ocho
años de ocupación, Estados Unidos ha limitado deliberadamente la
capacidad del ejército iraquí, dejando al país sin una fuerza aérea o
marítima y, por lo tanto, sin capacidad para proteger sus fronteras.
El
poder aéreo estadounidense continuará controlando los cielos iraquíes,
con independencia de la decisión que tome el parlamento de Iraq.
Entretanto,
como parte de la preparación de la retirada de las tropas, el
Departamento de Estado estadounidense está llevando a cabo una
militarización cada vez mayor de sus propias operaciones en Iraq, las
cuales verán el continuado despliegue de unos 17.000 ‘civiles’
estadounidenses organizados alrededor de la mayor embajada del mundo.
En
este número están incluidos unos 5.000 contratistas militares armados,
respaldados por una flota de helicópteros de guerra controlados por la
empresa DynCorp International.
Walter Pincus, del diario The
Wasington Post, informó el martes [16 de agosto] que el Pentágono había
cambiado un contrato del ejército por servicios de inteligencia para el
Departamento de Estado de modo que las operaciones de inteligencia
militar estadounidense podrían continuar sin problemas en el caso de que
el calendario de retirada de tropas se cumpliera.
El Pentágono ha
mantenido en secreto la naturaleza concreta de los servicios que figuran
en el contrato.
No obstante, el documento que subraya su transferencia
al Departamento de Estado indica que el contratista, L-3 Communications,
“[…]
Apoyará todos los aspectos relativos a las actividades de la
inteligencia con la finalidad de aportar información oportuna y
práctica”.
Pincus cita el contrato original, firmado en 2009,
que señala que L-3 ha sido contratada para suministrar a las fuerzas
estadounidenses en Iraq “[…]
Apoyo a las operaciones de inteligencia,
cobertura para las personas contratadas in situ, oficiales de las
fuerzas especiales de seguridad, equipos de personal de apoyo de
inteligencia, apoyo a las operaciones de información y apoyo al
espionaje”.
La implicación es tal que el Departamento de Estado y
sus contratistas militares continuarán con las operaciones llevadas a
cabo anteriormente por el ejército estadounidense, incluido, con toda
probabilidad, operaciones de contraterrorismo coordinadas con unidades
del ejército iraquí.
Notas de IraqSolidaridad
1.-
También las mezquitas suníes han sido objeto de atentados recientes,
como el atentado contra la mezquita Um al-Qura, la más importante de
Bagdad, en la que el ataque suicida costó la vida a 24 iraquíes muertos y
30 heridos.
Al Quds al Arabi, 29 de agosto de 2011 (traducción
disponible en español en www.boletin.org).
2.- De estos atentados también han sido acusados grupos vinculados a
Al Qaeda, pero distintos analistas han vuelto a poner en duda la
capacidad de realizar estas sieries de atentados simultáneos y de gran
envergadura sin la colaboración de las fuerzas de seguridad en un país
que está totalmente tomado por los distintos cuerpos de policía y el
ejército.
* Bill Van Auken es un político y activista
estadounidense del SEP (Socialist Equality Party), de tendencia
trotskista. Fue candidato a las elecciones presidenciales
estadounidenses de 2004.
Traducido para IraqSolidaridad por Paloma Valverde: http://iraqsolidaridad.wordpress.com/author/iraqsolidaridad/
Fuente original en inglés en: http://www.wsws.org/articles/ 2011/aug2011/iraq-a17.shtml
