LA JORNADA / APORREA – Me referiré a un añejo tema de casi 13
años que se remonta a la candidatura de Bill Clinton, quien operó un
acuerdo secreto” con las “manos invisibles” ya muy vistas de la
plutocracia oligárquico-oligopólica de los banqueros de Wall Street
(Nicholas D. Kristof y Edward Wyatt, NYT 15, 16, 17 y 18/2/99)
Queda expuesto el secuestro tanto de la “democracia” como de la
actividad de la “política” y la “economía” subyugadas por las fuerzas
del inexistente “mercado financiero”, manipuladas por un puñado de
banqueros, quienes maniobran en la opacidad absoluta.
Que conste que nos encontramos a inicios del siglo XXI.
Exhumamos (Bajo la Lupa, 31/8/11) un inquietante artículo de Louise
Story en The New York Times (NYT, 11/12/10) quien revela que “cada
tercer miércoles del mes, nueve miembros de la elite de la sociedad de
Wall Street se reúnen en Manhattan” con el fin de “proteger los
intereses de los grandes bancos en el vasto mercado de los derivados
financieros, uno de los más redituables y controvertidos campos de las
finanzas”.
Los ocultos nueve banqueros conforman “un poderoso (sic) comité que
ayuda (sic) a vigilar las transacciones de los derivados, instrumentos
que, como los seguros, son usados para cubrir los riesgos” en un gran
negocio de “multibillones”.
En realidad, ya rebasaron el millar de billones, en una equivalencia
de varias veces el PIB global y cuyo monto se desconoce debido a su
“desregulación” (carece de vigilancia tanto gubernamental como
ciudadana) y su “contabilidad invisible” (off balance sheet) en los
“paraísos fiscales” (off shore).
Los “derivados financieros” hipertóxicos (“armas financieras de
destrucción masiva”, Warren Buffet dixit) constituyen un incurable
cáncer financierista, cuyas metástasis han alcanzado todos los rincones
del planeta donde opera la desregulada globalización, que antes de
extinguirse cobrará muchas víctimas.
Las víctimas, es decir, los ciudadanos del planeta, se encuentran
impotentes para lidiar con tal incurable cáncer financierista, debido a
que desconocen su identidad, cuando ni la clase política, patéticamente
más ignara que nunca, entiende su dinámica.
Louise Story se extravía en nimiedades (en los excesivos “costos”) y
se enfoca al rechazo de parte de los nueve banqueros al ingreso de otros
marginados de su meganegocio, como sucede con el discriminado Bank of
New York (fundado por Alexander Hamilton en 1784), que maneja 23
billones de dólares de “dinero institucional”. ¿Los ocultos nueve
banqueros practican el racismo y/o la discriminación financiera?
Anjay Kannambadi, ejecutivo del Bank of New York, fustiga que la
razón por la cual discriminan a su banco de ingresar es “para preservar
sus ganancias, además de que fueron quienes ayudaron a redactar las
reglas del ingreso de las membresías”.
Si equiparamos la especulación de los “derivados financieros” con el
futbol asociado, sería algo así: son dueños de la cancha, del balón y
los dos equipos que juegan –después de haber impuesto al jefe de la
policía, al presidente municipal de la ciudad sede, al gobernador del
estado y al presidente de la república– son también propietarios de la
transmisión exclusiva del partido por sus mendaces multimedia
ologopólicos (que también controlan), imponen las reglas del juego y
están conectados a un casino donde apuestan al resultado que también
conocen, como acaba de suceder con el megaespeculador George Soros quien
fue avisado por “alguien” (¿por su correligionario Ben Shalom
Bernanke?) de la degradación de la “deuda soberana” de Estados Unidos
por la descalificada “calificadora” S&P y descolgó cómodamente una
“ganancia” descomunal de 10 mil millones de dólares (según The Daily
Mail).
Esto no lo puede decir Louise Story, quien defiende a un grupo de
banqueros locales neoyorquinos marginados de las grandes ganancias por
los otros nueve banqueros cuya identidad ha sido soplada por “alguien”:
JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Deutsche Bank (del que
es asesor el locuaz Alan Greenspan), UBS (que apuesta contra los
interese de Pemex a través de su empleado, el hijo de un ex director de
la paraestatal que funge ahora como director de la depredadora
Schlumberger); la británica Barclays; Credit Suisse; Bank of America; y
Citigroup (accionista de la “calificadora” Moody’s).
Lo mejor del jueguito financierista: se desconoce la identidad del
“árbitro”, cuando el mismo juego es virtual. Lo único real son las
supuestas “ganancias” de los bancos y, sobre todo, sus “pérdidas”, que
endosan a los impotentes ciudadanos, que ni vieron ni entienden el
partido.
A juicio de Louise Story resulta que “nadie (¡extra súper sic!) de
los reguladores gubernamentales entiende (sic) completamente el tamaño y
la interconexión del mercado de los derivados financieros, en especial
los Credit Default Swaps (CDS), que aseguran (sic) contra las quiebras
de empresas o bonos hipotecarios”.
Los ominosos CDS –que se calcula andan entre 30 y 70 billones de
dólares (¡el equivalente del PIB global!), dependiendo quién imagine su
monto– apuestan a la quiebra de los países (literal) y hoy tienen en
agonía –como dicen– a los PIIGS (por sus siglas en inglés: Portugal,
Irlanda, Italia, Grecia y España).
Todavía está por develarse la lúgubre historia en el noveno círculo
dantesco de los avernos entre la aseguradora AIG y sus contratos,
mediante CDS, con los nueve banqueros de la elite secreta de Wall
Street.
La crisis de 2088 llevó a la creación de tres “cámaras de
compensación” (clearinghouse), de quien “nadie conoce la identidad de
sus comités de riesgo”, pero que controlan los nueve banqueros de la
elite secreta. ¡Viva la transparencia!
Se recuerda que los bancos insolventes (técnicamente quebrados)
fueron rescatados con el dinero público de los ciudadanos, quienes ni
siquiera tienen derecho a conocer la identidad de sus rescatados.
Ahora
los miserables estadunidenses viven el “síndrome Fobaproa/IPAB”, que ya
padecimos con “el itamita México neoliberal”, con el mismo cártel
bancario trasnacional (cuya bisagra aquí es Joseph Marie-Cordoba y su
aliado Guillermo Ortiz Martínez, hoy mandamás del Banco Internacional de
Pagos; Zedillo era un simple “ejecutivo”).
Resulta que “la misma gente detenta posiciones influyentes (sic) en
otras cámaras de compensación o en sus comités en la poderosa (sic)
Asociación Internacional de Swaps y Derivados que ayudan a gobernar
(sic) el mercado”.
Louise Story comenta que “quizá (sic) ningún negocio en las finanzas
sea tan redituable como los derivados” y cuyo “monto preciso (sic) se
ignora”: su carácter “secreto (¡súper sic!) constituye el factor
principal que permite a los nueve banqueros obtener tales colosales
ganancias”.
La primera auditoría en la historia de la Reserva Federal acaba de
revelar “16 billones de dólares (nota: el equivalente del PIB de Estados
Unidos) de rescates secretos (¡súper sic!)”, teledirigidos a los
correligionarios de Ben Shalom Bernanke, que incluye al secreto club
selecto de nueve banqueros (IPS, 29/9/11).
¿Cómo vamos a contrarrestar los ciudadanos del mundo a esta nihilista bancocracia secreta?
La luz pública es el mejor antídoto para domar a la bancocracia
“secreta” que florece y prospera en los caños y desagües donde predomina
la fétida oscuridad.