La Jornada, México...
Con la fórmula desplegada en la agresión contra Libia por la OTAN, se
intenta configurar un nuevo patrón, aplicable a otros países con
algunas variantes.
Según declaró Ben Rhodes, vice jefe del Consejo de
Seguridad Nacional de Estados Unidos en entrevista con Foreign Affairs,
el “método” utilizado por la administración de Obama en el país
norafricano es “más efectivo” al de gran despliegue de tropas aplicado
por Bush en Iraq y Afganistán.
Cabría añadir que continuado por el
actual inquilino de la Casa Blanca, y superado en el segundo país, pero
no nos distraigamos.
El tema fundamental ahora es la grave amenaza de
repetición de este engañoso y taimado esquema en otros países con
recursos de interés estratégico para Washington y sus aliados o
intolerables posturas políticas independientes, como unos cuantos en
América Latina y el Caribe.
Rhodes, un apellido, por cierto, de alcurnia colonialista como pocos,
apunta:
“El hecho es que la marcha de los libios dentro de Trípoli, no
sólo proporciona una base de legitimidad sino también un contraste con
la situación cuando un gobierno extranjero es el ocupante”.
Según él
Obama “subrayó” desde el comienzo de la intervención en Libia dos
principios.
Primero, era mucho “más legítimo y efectivo” para el “cambio
de régimen” el que fuera perseguido por un movimiento “autóctono” y no
por Estados Unidos.
Segundo, poner énfasis en “compartir la carga” y
recibir una “significativa” contribución internacional en lugar de
cargar con el grueso del “esfuerzo”.
A confesión de parte relevo de
pruebas.
Así que la zona de exclusión aérea para “proteger a la
población” -reclamada insistentemente por Obama, Sarkozy y Cameron a fin
de conseguir la aprobación de la resolución 1973 del Consejo de
Seguridad de la ONU- era una burda mentira pues el verdadero objetivo,
confiesa Rhodes, era el cambio de régimen. Claro, se necesitaba mucha
candidez para creer lo de la “protección a la población” pero Rusia y
China, con cuestionable perspectiva estratégica, optaron por la omisa
abstención.
Sin contar las bocinas asalariadas, no faltaron
intelectuales y analistas incautos que llevaran agua al molino de la
agresión con prédicas suspendidas en el vacío que minimizan el principio
de no intervención.
Una vez arrancada la resolución al exclusivo y selecto club que
controla la ONU, la OTAN la hizo trizas a punta de matar civiles y
destruir gran parte de la infraestructura de Libia con bombardeos no
autorizados por aquel, siempre en función de arrasar los lugares por
donde debían avanzar la pandilla de Bengazi.
Es obvio que también
pensando en la “reconstrucción” por compañías de países de la propia
alianza atlántica, que no reconstruyen nada pero ganan mucho dinero.
No
conforme con eso, vulneró groseramente una prohibición expresa de la
resolución al entrenar y armar a los alzados y lanzar a la guerra
fuerzas y medios militares terrestres de Estados Unidos, Francia,
Inglaterra, las contrarrevolucionarias monarquías del Consejo de
Cooperación del Golfo y la jordana.
En síntesis, lo que se suponía tenía
el propósito de proteger a la población libia se convirtió en una
intervención militar extranjera de considerable magnitud contra esa
misma población.
Eso sí, presentada mediante trucos y detestables
montajes mediáticos, como una idílica proeza de los idealistas
“rebeldes” libios.
Para colmo, la fuerza que ocupó Trípoli no está
formada por la anárquica y aventurera tropa de Bengazi sino por
fogueados militantes libios de Al Quaeda con apoyo de tribus bereberes
de las montañas Nafusa, entrenados por fuerzas especiales
estadunidenses.
Se machaca por numerosos papagayos
mediáticos la semejanza de Gadafi con Chávez, algunos invitando
abiertamente a aplicarle, como a Cuba, la solución “libia”, que
estrafalariamente vinculan con un 15M.
En realidad, se trata de repetir,
principal -pero no únicamente- contra los países de la Alternativa
Bolivariana para las Américas el guión de la “rebelión reprimida por el
dictador” y la operación aérea para proteger a la población.
Como tal
escenario no va a ocurrir en países donde el pueblo es protagonista del
poder, la viabilidad de la intervención depende del montaje de una
realidad virtual aprovechando el control monopólico mediático de
Washington.
Denunciarlo y desnudarlo desde ahora y prepararse para
enfrentarlo en todos los terrenos es trascendental para la independencia
y la paz de nuestra América y del mundo.