Los ciudadanos de nuestros países democráticos deben alzarse y
hacer oír sus voces para tratar de evitar a Siria la pesadilla de la
intervención militar de las fuerzas de la OTAN bajo mandato de la ONU o
de las “coaliciones de voluntarios” que han padecido y que continúan
padeciendo los pueblos de Afganistán, de Iraq, de Somalia y de Libia.
Indignada por la visión unilateral generalizada por los periodistas
sobre las guerras cada vez más destructivas y sanguinarias que se
desarrollan ante nuestros ojos, Anne Morelli, profesora de la
Universidad Libre de Bruselas y Presidenta de “Mujeres por la Paz”,
reacciona por medio de este hermoso y generoso texto (Silvia Cattori).
Los principios generales de la propaganda de guerra siempre son similares.
Tratan de hacer que nos unamos a una causa belicista por medio de
declaraciones primero pacifistas y después resignadas: nos vemos
“obligados” por el Otro a hacer la guerra.
Él la ha provocado y nosotros
vamos a comprometernos en ella por unas causas nobles: la protección
humanitaria de los civiles, la democracia, la lucha contra el
militarismo desenfrenado de nuestro enemigo ...
Por supuesto,
nuestro enemigo comete sistemáticamente atrocidades, mientras que
nuestro ejército está compuesto de gentilhombres, todo lo más
susceptibles de un “abuso” involuntario.
Además, nosotros no arriesgamos
nada con esta guerra: la aplastante superioridad de nuestros ejércitos
nos garantiza unas “pérdidas cero”, mientras que nuestros enemigos están
condenados desde un principio a la derrota.
Finalmente, quien se oponga
a esta guerra corta, moral y ferozmente victoriosa solo puede ser un
agente del enemigo.
Reuní estos principios que rigen la
propaganda, previa y contemporánea a todas las guerras desde el inicio
del siglo XX, en un pequeño volumen [1].
Con cada nueva edición tengo
que añadir a este mismo esquema ejemplos de patrañas que se han
utilizado para movilizar a la opinión pública en los conflictos más
recientes: Afganistán, Iraq...
Y cada vez formulo en vano un deseo
siempre desmentido: espero que los lectores, entendidos, dejen de caer,
no caigan en las burdas trampas de la propaganda...
Pero, por
desgracia, la reciente guerra de la OTAN contra Libia nos obliga a
constatar que estos principios están activos... ¡y funcionan muy bien!
Nosotros somos pacifistas y “reaccionamos” ante los actos violentos libios
Según
la tesis oficial de la OTAN, nuestros bombardeos vía la operación
“Protector unificado”(sic) tienen por objetivo impedir que el régimen
libio (las palabras tienen toda su importancia) prosiga con sus bárbaros
ataques contra el pueblo libio [2].
Por consiguiente, “él” es quien
comenzó y nosotros lo único que hacemos es reaccionar ante los actos
violentos enemigos que, además, son difíciles de cuantificar y juzgar.
Así, ¿son verdaderamente civiles inocentes los “rebeldes” de Bengasi
contra los que actúa Tripoli, aunque hasta en las muy primeras fotos nos
los mostraban armados hasta los dientes (¿por quién?) y aunque su
Consejo Nacional de Transición se queje cuando se dirige a la OTAN en
Bruselas de no recibir suficiente dinero para profesionalizar a su
ejército? [3].
Los bombardeos, rebautizados, “campañas de ataques
aéreos” fueron autorizados por el Consejo de Seguridad de la ONU el 18
de marzo de 2011 como “reacción” a estas supuestas masacres de civiles y
para “proteger a los civiles libios”.
Puede parece que bombardear
civiles para “protegerlos” es contradictorio, pero la misión se lanzó
verdaderamente en estos términos [4].
Por lo tanto, la guerra sería una
“réplica” a lo que la OTAN llama “los bárbaros ataques de régimen de
Gadafi contra el pueblo libio”.
Gadafi, monstruo en funciones
La
propaganda canaliza clásicamente el odio y los resentimientos de la
opinión pública hacia un dirigente enemigo, que se supone es la causa de
todos los males.
Este será al mismo tiempo un loco, un demagogo, un
cínico, un militarista...
Así, durante la Primera Guerra Mundial,
Guillermo II - antes de Ben Laden, Milosevic o Saddam Hussein –
personificó al enemigo que había que abatir.
Evidentemente, la guerra
tiene como objetivo su captura, después de lo cual la humanidad
recuperará la felicidad.
El conflicto con Libia no es una
excepción a esta regla, pero la construcción mediática del personaje de
Gadafi es particularmente interesanre.
En efecto, tras haber sido la
personificación del mal, del “terrorismo internacional” y el enemigo
público n°1 al que se hizo responsable de todo tipo de atentados, el
coronel (que también había nacionalizado las compañías petroleras de su
país) volvió a ser recomendable.
Cuando en junio de 2011 el ministro
belga de Defensa, De Crem, asegura querer bombardear Libia mientras no
se libre de Gadafi, parece haber olvidado que el jefe del anterior
gobierno belga, Guy Verhoofstadt, recibió a Gadafi en Bruselas unos
pocos años antes con toda la consideración posible.
Entonces Gadafi
volvía a ser un interlocutor válido tanto para Berlusconi como para
Sarkozy, quienes le autorizaron a instalar su campamento en sus
jardines, lo trataron con familiaridad y le hicieron firmar sobre todo
el compromiso de detener en su país los flujos migratorios del sur
deseosos de ir a Europa [5].
Unos bombardeos nobles
Uno
de los principios de la propaganda de guerra quiere que se haga creer a
la opinión pública que nuestro compromiso belicoso tiene unos nobles
fines.
Nunca debe tener que ver ni con recursos económicos que hay que
controlar ni con objetivos geoestratégicos, sino verdaderamente con una
democracia que hay que imponer, con un militarismo que hay que sofocar y
con pobres personas en cuya ayuda acudimos.
Así, en el caso libio no
tendrá que ver con el control de los recursos petroleros de excelente
calidad de este país ni con la situación estratégica entre dos países
con un destino político desestabilizado por la “primavera árabe”.
En
cambio, toda la propaganda se estructurará en torno a la falta de
democracia del país (lo que no es falso, pero no provoca
sistemáticamente intervenciones armadas de la OTAN como en Arabia Saudí y
en los Emiratos...) y a los libios que esperan nuestra “ayuda”.
Esta
vez no se trata de socorrer a los kosovares ni a las mujeres afganas
ávidas de emancipación ni a los kurdos iraquíes ni a los chiíes
oprimidos, sino más bien de salvar a unos civiles a los que debemos
proteger de la brutalidad de las fuerzas de Gadafi.
Por lo tanto,
nuestros bombardeos sobre Libia tendrían un fin noble y altamente
“humanitario”.
Las“atrocidades” libias y los “abusos” de la OTAN
Las
guerras arrastran inexorablemente tras de sí su cortejo de actos
violentos, de iniquidades y de víctimas inocentes.
Aunque en grados
diversos, en cada campo se asesina a niños y ancianos, se viola y se
tortura.
El genio de la propaganda de guerra es hacer creer al
público que “nosotros” llevamos a cabo una guerra “limpia”,
contrariamente a nuestros enemigos.
Así, en la guerra de la OTAN contra
Libia los medios de comunicación describen en el menú las atrocidades
enemigas, pero tratan de silenciar las de la OTAN y sus aliados.
A pesar
de ello, la tortura se “legalizó” verdaderamente en el campo occidental
con ocasión de la guerra contra Iraq [6], pero no se hace la menor
alusión a ello.
En cambio, cuando se haga imposible negar el
carácter mortífero de los bombardeos de la OTAN, habrá que minimizar su
carácter atroz.
Rebautizados “ataques”, se supone que son “incursiones
de precisión” que tienen por objetivo únicamente blancos militares.
Y
cuando se deduzca que las víctimas son civiles e incluso niños, habrá
que negarlo primero, utilizar el condicional, hablar de las
“alegaciones” del “régimen” de Gadafi que no se pueden verificar y
después reconocer finalmente un “abuso”, haber matado “accidentalmente” o
“por error” a civiles.
Así, una incursión de la OTAN en 20 de junio en
Sorman, a 65 km al oeste de Tripoli, causó quince muertos civiles, tres
de los cuales eran niños.
Después de que un periodista de la Agencia
France Presse constatara que verdaderamente eran las víctimas, la OTAN
ya no puede negar que esta “incursión de precisión” solo haya atacado
objetivos militares.
También tendrá que reconocer haber matado el 19
junio a civiles “por error” durante un bombardeo nocturno de Tripoli, en
el barrio de Souk-al-Yuma (que, sin embargo, ¡se suele señalar como
hostil a Gadafi!) y haber atacado accidentalmente a una columna de
vehículos “rebeldes” en la región de Brega el 16 de junio de 2011 [7].
Para minimizar los daños ocasionados por el bombardeo de una vivienda
particular [el periódico belga] Le Soir [8] pone hábilmente en duda el
testimonio de la víctima escribiendo que Khalid El-Hamidia afirma haber
perdido a su mujer, a sus tres hijos pequeños y su casa durante un
ataque de la OTAN y más adelante que según él su casa había sido atacada
por un bombardeo de la OTAN.
Como el titular habla de un “blanco
legítimo” (sin signo de interrogación), muy evidentemente retoma el
punto de vista de la OTAN y desacredita el de la víctima.
Por
supuesto, estos “errores trágicos” y “daños colaterales” son
inexorables, pero solo se observan entre los enemigos.
Cuando quienes
son culpables de ellos son nuestros ejércitos o nuestros buenos aliados
de la “rebelión” libia, la discreción es de rigor.
Desde las primeras
semanas de la “rebelión” y al menos hasta julio de 2011 la ONG Human
Right Watch (HRW) de origen estadounidense y poco susceptible de
simpatía por Gadafi, señala que la “rebelión” libia se entrega a graves
excesos contra los civiles de las regiones que controla: palizas,
saqueos de bienes, incendios de casas, saqueos de hospitales, domicilios
y comercios...
Pero cuando se trata de nuestros buenos aliados, la
información de HRW se publicará en condicional (“habría tenido lugar
unos incidentes”) [9] contrariamente a lo que concierne a las
“atrocidades” de nuestros enemigos que siempre se consideran confirmadas
a priori.
Por lo que se refiere a quienes huyen de Libia, no olvidemos
que la causa principal de su exilio reside en nuestros bombardeos.
Pérdidas cero
Para
tranquilizar a la opinión pública, la propaganda repite machaconamente
que nuestros ejércitos son tan eficientes que no hay ningún riesgo en
que nuestro ejército participe en esta nueva “operación”.
Es
cierto que unos bombardeos son, evidentemente, menos arriesgados para
quien bombardea que para aquel que es bombardeado (sobre todo si no
tienen una defensa antiaérea eficaz).
Sin embargo, este desequilibrio
flagrante de los riesgos empieza a difuminarse cuando la “operación” se
prolonga por tierra.
Las guerras en Afganistán e Iraq también se debían
haber saldado teóricamente en “cero muertos” pero, naturalmente, la
realidad desmintió esta previsión.
El balance de muertos se
calcula muy a la baja ya que generalmente solo tiene en cuenta las
muertes producidas entre los soldados “oficiales”.
Ahora bien, cada vez
más la ocupación se confía a mercenarios privados, llamados
“contratistas”.
En Afganistán, por ejemplo, estos subcontratados son tan
numerosos como los “verdaderos” militares estadounidenses, pero sus
contratos escapan al control parlamentario y mediático.
Solo la sociedad
L3-Com cuenta a día de hoy con 350 muertes de soldados privados [10].
Así pues, en caso de que la operación libia se prolongue por tierra,
hemos de estar atentos cuando se nos presenten balances tranquilizadores
de “nuestras” tropas en caso de que estas incluyan también a
mercenarios que, además, son difíciles de controlar en su manera de
actuar y a veces son reclutados sobre el terreno sin discernimiento.
¿Cómo seguir siendo crítico?
La
crítica histórica nos enseña que discernir los hechos exactos exige
contrastar las informaciones que provienen de fuentes diversas.
En el
caso que nos ocupa, este ejercicio es muy complicado si no imposible: se
filtran pocas informaciones independientes de Libia, la radiotelevisión
libia es absolutamente inaccesible en el extranjero porque los emisores
satélite están bloqueados y porque nuestros medios de comunicación
acompañan inmediatamente cualquier información molesta de un comentario
de los “rebeldes” a los que apoyamos o de la OTAN.
Así, el contribuyente
que se pregunta por qué una parte de sus impuestos se destina a pagar
las salidas excepcionales de los F-16 belgas y sus bombas solo puede
contar consigo mismo ante la propaganda que domina en nuestros medios de
comunicación, ejercer su sentido común y dudar.
Notas
[1]Anne Morelli, Principes élémentaires de propagande de guerre applicables en cas de guerre chaude, froide ou tiède, 1ª edición 2001, última edición Aden 2010. La obra se ha traducido a siete idiomas, entre ellas el japonés. [Hay traducción en castellano: Principios elementales de la propaganda de guerra: (utilizables en caso de guerra fría, caliente o tibia…), Hondarribia, Hiru, 2001].
[2]Declaración del comandante de la operación “Protector unificado”, general Charles Bouchard (La Libre Belgique, 21 de junio de 2011).
[3] Mahmoud Jibril en la sede de la OTAN en Bruselas, 13 de julio de 2011 (La Libre Belgique, 14 julio de 2011).
[4] El Congreso estadounidense puso en duda la legitimidad de estas operaciones militares contra Libia, que no fueron objeto de su autorización y, por consiguiente, según la legislación estadounidense hubieran debido terminar 90 días después de su inicio (La Libre Belgique, 16 de junio de 2011).
[5] El acuerdo “contra los refugiados” firmado con Italia data de 2008.
[6]Véase el testimonio del general Riccardo Sanchez que dirigió las fuerzas internacionales en Iraq de 2003 a 2004 y que reconoció que estas utilizaban sistemáticamente el maltrato y la tortura ignorando las Convenciones de Ginebra (cf. el documental de Marie-Monique Robin, «Torture made in USA», La Une, 15 de junio de 2011.
[7]Despacho de AFP (La Libre Belgique, 21 de junio de 2011)
[8] 29 de julio de 2011
[9] Despacho de AFP (La Libre Belgique, 14 de julio de 2011). Aunque HRW denunciaba que en junio y julio habían tenido lugar excesos, el periódico titulaba “La rebelión niega los excesos” y ponía un pie de foto: “Al principio de la revolución habrían tenido lugar incidentes (sic)”, es decir, ¡a mediados de febrero! Por consiguiente, “incidentes” viejos.
[10]Véase al respecto el artículo de P. Descu, «Externalisation et privatisation de la guerre: un pari risqué», en Tribune-CGSP, julio-agosto de 2011.
Anne Morelli es profesora de “Crítica histórica” en la Universidad Libre de Bruselas y Presidenta de “Mujeres por la Paz”.