Sentado en un tren Amtrak de New Haven a Washington, DC, el viernes, iba gozando de mi novela policíaca The Man in the Window [El hombre en la ventana] de Kjell Ola Dahl.
Las novelas de procedimiento policial de Dahl tienen lugar en Oslo, Noruega, donde los notables detectives Frank Frølich y Gunnarstranda enfrentan el corazón del mal moderno:
La propiedad es frecuentemente el centro del conflicto, pero también lo es la ineluctable historia del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial.
Una valerosa historia de pacifismo, en parte dentro del Partido Laborista noruego, mantuvo al país fuera de la Primera Guerra Mundial.
Sus puertos y una ruta directa al mineral de hierro sueco la hicieron irresistible para los nazis, y sus fuerzas invadieron Noruega, en gran parte indefensa, en 1940.
Para dirigir el país, los nazis se volvieron hacia el líder de Nasjonal Samling de Noruega, el partido nazi del país, Vidkun Quisling, (de quien obtuvimos el sustantivo para traidor).
Fue la era de Quisling (repleta de campos de concentración), la que plantó el árbol del nazismo en suelo noruego.
Los residuos de los nazis escandinavos se reagruparon después de la Segunda Guerra Mundial, pero siguieron siendo pequeños y desconocidos.
La socialdemocracia escandinava dio traspiés en los años ochenta cuando fueron reducidos los beneficios económicos de su Estado de bienestar.
El sentimiento contra los inmigrantes y contra la izquierda creció entre sectores de la clase trabajadora y la clase media desposeída, cuyos elementos más militantes formaron los Skinheads.
Fueron la base del renacimiento del neonazismo en los años noventa.
Como consecuencia de esa emergencia la izquierda sueca creó en 1995 Expo, la revista antirracista editada por Stieg Larsson.
También es el motivo por el cual las novelas de procedimiento policial y las historias de suspenso son tan buenas (de Henning Mankell a Larsson a Jo Nesbø): producen una soberbia forma de arte de la hipócrita negación burguesa del fascismo, y cómo es la
derecha blanda de los “moderados” la que tolera y alienta a la extrema derecha.
En Noruega, los Skinheads se transformaron en grupos como los Boot Boys, que pasaban su tiempo troleando por las calles a la busca de gente que parecieran ser inmigrantes.
En 2002, tres de los Boot Boys mataron a un niño de quince años, Benjamin Hermansen.
Cuando ocurrió este incidente, el periódico Dagsavisen escribió: “Esto debe abrir los ojos a las autoridades y a todos los que no quieren reconocer la existencia del nazismo y del racismo en Noruega”.
El 1 de febrero de 2001, 40.000 de los 4,4 millones de noruegos se reunieron en Oslo para manifestarse contra ese asesinato. La multitud incluía al primer ministro Jens Stoltenberg y al príncipe heredero Haakon.
El Centro contra el Racismo en Oslo señala que desde fines de los años ochenta, ha habido casi dos mil incidentes de racismo en el país, algunos de ellos realzados por la retórica del así llamado Partido del Progreso y, claro está, las sectas nazis.
Mi I-Phone hizo ping, y llegaron las noticias sobre el atentado en Oslo y la masacre en la isla Utøya.
Los muertos en este último lugar eran de la Liga de la Juventud Trabajadora (AUF) ligada al Partido Laborista Noruego, pero con raíces en los movimientos comunistas y socialistas de los años veinte.
El actual primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, fue otrora líder de la AUF.
La reacción inicial en Occidente fue que los ataques habían sido realizados por yihadistas musulmanes. Se ha convertido en una costumbre – después del atentado de 1995 en Oklahoma City, Jim Stewart de CBS, dijo:
“Se apuesta a que son terroristas de Medio Oriente”. Por cierto fue más Medio Oeste que Medio Oriente, pero no hubo ninguna disculpa de los medios hacia los musulmanes en EE.UU.
Los primeros informes del New York Times sugirieron que el atacante de Oslo fue un yihadista (el profesor Will McCants twiteó que el perpetrador era Ansar al-Jihad al-Alami, lo que fue repetido por el Times, que posteriormente dijo que “el grupo no era conocido previamente y es posible que ni siquiera exista”).
Cuando la neblina de la islamofobia se aclaró parcialmente, y le dieron su ocasión a los policías noruegos, estos revelaron que el verdadero asesino era un nazi, Anders Behring Breivik, quien podría haber sido perfectamente un personaje de una novela de Dahl.
Unas pocas horas después, el manifiesto de Breivik comenzó a aparecer en diversos sitios en la web. En él, Breivik despotrica contra “marxistas-multiculturalistas” .
Se ha convertido en un refrán familiar entre los defensores de Fortaleza Europa: quieren asegurar su continente contra la reconquista por los moros.
La tendencia está llena de odio hacia los inmigrantes y el Islam.
Pero no son sociópatas marginales. Sus puntos de vista fluyen por el centro de la corriente del conservadurismo europeo.
En octubre del año pasado, la canciller alemana Angela Merkel dijo que el multiculturalismo “ha fracasado completamente.
“Los inmigrantes tienen que ser impulsados por la fuerza hacia la cultura alemana, y si eso no es posible, no se debería permitir que entren al país”.
En febrero de este año, Cameron de Gran Bretaña y Sarkozy de Francia siguieron la iniciativa de Merkel. Cameron culpó a la “doctrina del multiculturalismo estatal” por alentar a los inmigrantes a “vivir vidas separadas, separados los unos de los otros y de la corriente dominante”.
Sarkozy de Francia hizo un encarnizado discurso contra el multiculturalismo y luego dijo a los parlamentarios de su partido “Unión por un Movimiento Popular” que quería leyes para controlar el Islam.
En lo electoral, Sarkozy quería sobrepasar la creciente popularidad del Frente Nacional de Martine Le Pen.
“Tuvimos un debate sobre la burqa”, dio, “ahora debemos tener un debate sobre predicadores callejeros”.
Es menos un debate y más una vitriólica campaña contra el Islam y los que parecen ser musulmanes.
El conservadurismo europeo adopta una dura posición frente a sus inmigrantes africanos y asiáticos.
No hay mucho que separe a estos sofisticados dirigentes de sus antecesores (es decir Enoch Powell y su discurso de “ríos de sangre” de 1968) y los neonazis (es decir Breivik).
Esta cepa de conservadurismo odia la diferencia y la diversidad, y promueve monoculturas en la vida social. No puede comprender que seres humanos puedan vivir vidas amigables con los que son diferentes.
Quisiera culpar la diversidad por los problemas de la sociedad.
Lo último imaginable es que se haga caer la responsabilidad en las jerarquías de la propiedad, del poder y las buenas costumbres, todas las cuales son generalmente ajenas a la sociabilidad común de la gente de a pie.
Cuando Breivik escribe que “europeos indígenas” cometen “suicidio cultural” al dar hospedaje a esos inmigrantes, muestra la típica ignorancia del nazismo – no tienen sentido de los largos siglos de interacción a través de los continentes, de los mecanismos de ideología colonial que continuaron esas interacciones en medio del crecimiento de un racismo tóxico, y de las recientes historias de vida social policultural que se ha hecho tan importante para las vidas de la gente en su propia Europa.
Al ver secuencias televisivas de Utøya, se notaba que la juventud laborista tenía en su medio a hijos de inmigrantes de Sri Lanka y África del Norte. Su Noruega, no es la Noruega de Breivik.
BDS
El 20 de julio, días antes de la masacre, el dirigente de la AUF Eskil Pederson dio una entrevista al tabloide Dagbladet.
La AUF había realizado una manifestación por el boicot de Israel en la isla Utøya, y había fortalecido su posición frente a la campaña de BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones) Pederson dijo al tabloide que creía que “ha llegado la hora para medidas más drásticas contra Israel”.
Quería que el Ministerio de Exteriores noruego impusiera un boicot económico contra Israel. “Nosotros, en la Juventud Laborista, tendremos un embargo económico unilateral de Israel desde el lado noruego”.
Noruega tiene una posición muy avanzada respecto a la campaña internacional contra la Ocupación del pueblo palestino.
La federación sindical noruega (LO), que incluye un quinto de la población del país, desinvirtió de una serie de firmas israelíes, como ser África Israel Investments, Danya Cebus, y Elbit Systems.
Es uno de los mayores fondos soberanos del mundo, y su acción aplica presión sobre otros fondos. Noruega también tiene un embargo de armas sobre Israel.
La sociedad civil noruega ha sido muy activa en la presión por un boicot académico y cultural de Israel (el apoyo proviene de un 42% de la población, incluido el entrenador de fútbol noruego Egil 'Drillo' Olsen, quien es miembro del Partido Comunista Noruego de Trabajadores).
El año pasado, el Ministerio de Exteriores noruego se negó a permitir que los alemanes probaran en aguas noruegas submarinos destinados a la venta a Israel.
Unos pocos días antes de la masacre, el ministro de exteriores de Noruega, Jonas Gahr Støre, visitó a los jóvenes de la AUF, quienes le dijeron que querían que se reforzara el boicot.
Una foto de Støre en el campamento de la AUF al pasar frente a un letrero que decía “Boicot Israel” apareció en los tabloides.
La vista de Støre al campamento de la AUF tuvo lugar justo después que se reunió con el dirigente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, para reafirmar el apoyo de Noruega a la solicitud palestina de reconocimiento del Estado en las Naciones Unidas durante este año.
Es significativo que Oslo haya sido la sede de los acuerdos de paz entre Israel y Palestina en 1993. La obstinación de Israel ha cambiado la ecuación desde entonces.
“No pienso que haya algún palestino o alguien en el mundo que dude de que Noruega apoya el derecho a reconocimiento del Estado de los palestinos”, dijo Støre.
Støre es también un gran partidario de la diversidad en Noruega; utiliza frecuentemente la expresión “Los Nuevos Nosotros” para referirse a la sociedad noruega.
Su “nosotros” incluye a los demandantes de asilo político, a los inmigrantes, los musulmanes y los judíos.
Sobre mi escritorio tengo un afiche de una manifestación dirigida por la Acción Antifascista en Copenhague en junio de 1995. “No a los malditos fascistas”, dice.
Es el sentimiento de los jóvenes de la AUF asesinados la semana pasada. Breivik era ciertamente un militante derechista, y sin duda inspirado por el eurofascismo de Merkel-Sarkozy-Cameron.
La prensa podrá estar obsesionada por su teoría del “pistolero solitario”.
Ven las cosas en términos policiales, lo que quiere decir, en términos de quién lo hizo en la práctica, y de quién suministró el apoyo material para la acción. La acción en
Utøya no fue el acto de un demente, y no fue una tragedia humana. Fue un acto de asesinato político contra gente que se había comprometido con un mundo sociable no solo para su amada Noruega, sino para todos los que viven bajo la Ocupación en otros sitios.
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Vijay Prashad es catedrático de Historia del sur de Asia y director de Estudios Internacionales del Trinity College de Hartford, EE.UU. Su libro más reciente, titulado The Darker Nations: A People’s History of the Third World, ganó el premio Muzafar Ahmad de 2009. Las ediciones sueca y francesa acaban de aparecer. Para contactos: vijay.prashad@trincoll.edu