Pablo Gonzalez

Nicaragua: Repliegue Táctico-estratégico de Managua a Masaya


¿Por qué y cómo fue el Repliegue de Managua a Masaya?..

Habían pasado 17 días de heroicos combates en los Barrios Orientales de Managua contra la guardia genocida del somocismo.

Se habían registrado ya los Repliegues a la Hacienda El Vapor, el de Ciudad Sandino a San Andrés de La Palanca y a Mateare, la Insurrección de los Barrios Occidentales y en particular en San Judas, incluida Ciudad Sandino.

La banda de asesinos de la guardia  somocista ejecutó las masacres de Batahola, Kilocho, El Paraisito y la Colina 110, cuando se produjo el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, el 27 de junio de 1979,  en la noche.

·         Resumen breve sobre por qué y cómo fue el Repliegue Táctico-estratégico de Managua a Masaya, aquel 27 de junio de 1979, extraído de mi libro “Insurrección Sandinista Victoriosa, Repliegue a Masaya.

Por:    Pablo E. Barreto Pérez

 La Insurrección Final contra la tiranía en San Judas se produjo el ocho de junio. En los Barrios Orientales de Managua, concretamente en Bello Horizonte, la Insurrección comenzó el nueve de junio a las diez de la noche con el grito prolongado de ¡!Patriaa Libre o Morir, Patria o Muerte, Venceremos¡¡

En Monseñor Lezcano, Santa Ana, Acahualinca, Altagracia, Las Brisas, Linda Vista, Loma Verde, Barrio  Cuba y otros vecindarios, el tableteo de metralla contra la guardia se inició el diez de junio.

En estos dos sectores de Managua encabezaban la lucha armada Gabriel Cardenal Caldera, Eduardo "el Chele" Cuadra, René Cisneros (caído en combate),   Pedro Meza, Adrián Meza Soza, Víctor Romero, Genie Soto y Danilo “Pequeño Veneno” Serrano (ya fallecido), entre otros. Por las masacres de Batahola y “Kilocho” y el Repliegue al Vapor, la Insurrección de los Barrios Occidentales, quedó prácticamente desarticulada, debido a que faltaban armas de guerra y municiones.

Las fuerzas combativas fueron reorientadas hacia el Sector Oriental de Managua, o tomaron rumbo hacia El Crucero, Mateare y Nagarote.

Durante el día 27 de junio de 1979, mientras tanto, el Estado Mayor del Frente Interno del Frente Sandinista, encabezado por los Comandantes Carlos Núñez Téllez, Joaquín Cuadra Lacayo y William Ramírez Solórzano (fallecido recientemente), mandó a explicar a Combatientes Populares, a Colaboradores y población del Sector Oriental, involucrada en la Insurrección Final de Managua, en absoluto sigilo, que esa misma noche se produciría el célebre Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

La explicación sigilosa, por parte de los cuadros revolucionarios, guerrilleros y Combatientes Populares más confiables, indicaba que faltaban armas de guerra y municiones, que la Insurrección Final ya había cumplido sus objetivos de desgastar militarmente a la tiranía somocista en la Capital, que debían salvarse las fuerzas combativas de Managua y que era indispensable fortalecer el Frente Oriental Carlos Roberto Huembes Ramírez, con la finalidad de liberar también ciudades como Granada, fortalecer la liberación de Masaya y sus poblaciones aledañas y encaminarse a asaltar los comandos de la guardia genocida en Masatepe, Diriamba, Jinotepe, San Marcos, Diriomo, Diriá, Nandaime, Granada, etc.

A centenares de guerrilleros, combatientes populares y Colaboradores del FSLN no les gustaba la idea del Repliegue de Managua a Masaya, porque consideraban que la guardia genocida del somocismo haría una verdadera carnicería en los Barrios Orientales y Suroccidentales de Managua, donde decenas de miles se habían insurreccionado para propiciar el derrumbe y demolición definitiva del aparato opresor de la dictadura somocista o “Estirpe Sangrienta”, fundada, entrenada, educada y financiada por el gobierno criminal de Estados Unidos en 1927, cuando el traidor José María “Chema” Moncada Tapia firmó con el coronel yanqui Stimpson, invasor y agresor militar, el infame “Pacto del Espino Negro”, en Tipitapa.

Gracias a ese “Pacto del Espino Negro” y la organización de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza García y su pandilla de asesinos, ladrones y torturadores, poco tiempo después asesinaron a Sandino y a casi todos los miembros del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional.

A estos Combatientes Populares no les gustaba la idea, pero la realidad era aplastante después del prolongadísimo combate con la guardia en el Barrio El Paraisito, donde se le propinó una derrota militar extraordinaria a la soldadesca criminal del somocismo, aunque habían caído más de 40 combatiente en este sector de Managua, y a partir de ese momento las balas habían escaseado mucho más.

Un  avión clandestino del FSLN que pasó tirando sacos de municiones, de noche, sobre los Barrios El Edén y Costa Rica, en esos días de junio de 1979, no había cambiado esa realidad militar en relación al poder de fuego de la guardia genocida del somocismo.

Hubo desconcierto. Estos poderosos argumentos militares y de orden estratégico no convencían totalmente a los Combatientes Populares y sus Colaboradores en los sitios insurreccionados del Oriente de Managua.

En completo sigilo

Sin embargo, el Repliegue de Managua a Masaya comenzó a organizarse en el más completo sigilo desde más o menos las diez de la mañana del 27 de junio de 1979, hace 31 años. A mi me visitaron “Venancia” (Isabel González) y “el 101”, cuyo nombre es Danilo Norori. “No podemos dejarte, porque te asesinan”, me dijo “Venancia”.

Se organizó, de manera rápida y hasta en los más últimos detalles, inclusive sobre cómo se llevarían más de  un centenar de heridos que estaban alojados en los Hospitales clandestinos del Instituto Experimental México y Silvia Ferrufino Sobalbarro, ambos ubicados en el Reparto Bello Horizonte, específicamente en las Etapas III y IV, y en la Iglesia Sagrada Familia (Ducualí),  los cuales habían sido sometidos a feroz bombardeo aéreo con tres aviones push and pull, dos helicópteros artillados con bombas de 500  y mil libras, más el lanzar de ráfagas de ametralladoras calibre 50 desde lo que se conoció como “el dundo Ulalio”, un avión amarillo, de un solo motor, que al parecer era destinado a fumigaciones de algodón.

Cada combatiente y Colaborador sabía de antemano en qué columna y con qué jefe guerrillero  iría.

Cuando comenzó a caer la noche de ese 27 de junio, a las 6:40 p.m., comenzamos a salir en gruesas columnas silenciosas, que parecían “cien pies” resbalándose por los costados de paredes y andenes, bajo los árboles, en la oscuridad, procedentes de los Barrios Santa Rosa, Bello Horizonte, Costa Rica, Villa Progreso, Ducualí, Primero de Mayo, Meneses (hoy Barrio Venezuela), Maestro Gabriel, Salvadorita  (hoy Cristian Pérez Leiva), El Edén, Larreynaga, Diez de Junio, Colonia Colombia, El Dorado, Colonia Don Bosco,  San Cristóbal, María Auxiliadora,  El Paraisito, San José Oriental...!todos hacia la Calle, ubicada de la Clínica Don Bosco hacia el Este¡, es decir, por donde estaba la Gasolinera San Rafael.

Estos momentos de organización y concentración en un solo punto fueron en un silencio tenso, nervioso, en rigurosa clandestinidad, “hablándonos por medio de “señas” y órdenes de “levanten los pies al caminar”, “no hagan ruido”, “no lleven objetos que brillen”, “no fumen, no enciendan fósforos ni focos de manos...”

Uno de los instantes más peligrosos se vivieron en el “puente colgante” (hoy es puente firme) entre Bello Horizonte y el Barrio Meneses (hoy Venezuela), el cual se mecía como una hamaca larga por el peso de los Combatientes Populares que cargaban a los heridos, ya fuese en camillas, en hamacas de sacos y mecates o en hombros.

El transporte de los heridos fue, precisamente, la complicación más grande que llevábamos al salir de Bello Horizonte, pues no podían ser dejados allí, a su suerte, porque la guardia los hubiera matado a todos.

 Seis mil personas en tres columnas

Puestos en la Calle de Don Bosco, unas seis mil personas entre Guerrilleros, Combatientes Populares, Colaboradores Históricos y población en general desarmada, incluidos niños, mujeres, adolescentes y ancianos, en silencio sepulcral, en una noche oscura y con una llovizna leve, después de 17 días de heroicos combates en la zona Oriental de Managua, luego de una lucha tensa y silenciosa para organizarlo durante el día, el Repliegue de Managua a Masaya fue organizado en tres grandes columnas:

Una delantera, jefeada por Ramón “Nacho” Cabrales; otra, en la retaguardia, conducida por el Comandante Carlos Núñez Téllez (jefe del Estado Mayor General del Frente Interno), y la tercera, la del centro, la más grande, enorme, dirigida por los comandantes William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo,   auxiliados éstos al mismo tiempo por jefes guerrilleros como Walter Ferrety, Osvaldo Lacayo, Mónica Baltodano Marcenaros Rolando “Cara Manchada” Orozco, Raúl Venerio Plazaola y Marcos Somarriba.

Esta organización del Repliegue en tres columnas finalizó casi a las diez y media de la noche. Estos seis mil ciudadanos y ciudadanas de Managua estabámos a punto de convertirnos en participantes, testigos y sobrevivientes de una de las hazañas político-militares más excepcionales de la lucha insurreccional del FSLN, para derrumbar y demoler al régimen tiránico y sangriento de la dictadura somocista genocida.

Y en mi caso personal, además de haber participado en la Insurrección de septiembre de 1978 y en esta Insurrección Sandinista u Ofensiva Final de junio de 1979, estaba, en ese momento, comenzando también mi labor de convertirme en Cronista o historiador participante, testigo y sobreviviente de la Insurrección y del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

A esa hora mencionada, empezamos a salir por la entonces Farmacia González, en el Noreste de la Colonia Nicarao y luego enrumbamos hacia los semáforos de Rubenia, donde había una barricada inmensa que la guardia no había podido derrumbar.

Tomamos el camino viejo a Sabana Grande, escabroso, lleno de troncos erizos como clavos, hoyos, piedras y bívoras como envoltorios de plantas rastreras, y pasamos rosando las “barbas” de la guardia somocista genocida en la Fábrica de Baterías Hasbani, donde la GN tenía acantonado casi un batallón de soldados.

La fábrica de Baterías Hasbani, propiedad del somocista Luis Hasbani, estaba donde es hoy el Barrio Pablo Ubeda, en la periferia misma del “Reparto René  Schick Gutiérrez”.

En medio de esas condiciones eran transportados los heridos mencionados, entre los cuales iba un hombre gordo, a quien llamaban Carlos “El sobrino” Sánchez.

La circulación de semejante cantidad de gente silenciosa y en rigurosa clandestinidad, era lento, tan lento, que parecía el desplazamiento de una tortuga tora en la playa arenosa.

Después de las doce de la noche estábamos pasando por el famoso “Tanque Rojo” del Reparto Schick, donde hubo un cruce de disparos con "orejas" del sector; se hizo “un alto”, y seguimos por unos potreros, cruzando alambrados, machucando serpientes, charcos y púas de alambres, y oyendo los cantos asustados de pocoyos y de las veloces lechuzas que raudas volaban sobre la multitud silenciosa, conspirativa, insegura ante un futuro incierto que le deparaba en las próximas horas, pues todos recordábamos la ferocidad sanguinaria de los guardias genocidas del somocismo en las calles de Managua.

Muchos llevaban consigo maletas pequeñas de ropa, mochilas con un poco de comida, leche en polvo, mucha sed por la caminata nocturna e invadidos por el miedo o pánico de encontrarse repentinamente con la guardia en esos potreros y caminos solitarios, rumbo a Masaya.

La mañanita del 28 de junio nos sorprendió entre matorrales, zacatales, cultivos de maíz y bosques ralos, mientras los rayos matutinos del Sol, color de oro, se filtraban entre las ramas de los árboles y se estampaban también en los rostros desconcertados de los replegados capitalinos.

Con el alba, el Medio Ambiente me pareció tan lleno de vida, pues también los pajaritos alzaban vuelo haciendo bellísimos juegos de colores a contraluz o cuando los tibios rayos del Sol les daban de frente.

La mañanita estaba fresca, pero nosotros, presionados por la caminata y la posibilidad de que la guardia somocista genocida nos descubriera, sudábamos copiosamente.

Yo iba atento a no caer en huecos, tropezar en troncos erizos, evadiendo zarzas, espinas de todo tipo y fijándome para no machucar una víbora.

Todos los integrantes de esta columna del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, jefeado por William Ramírez Solórzano, tratábamos de ir rápido, pero la carga de los heridos volvía lento nuestro desplazamiento hacia la meta en la “Ciudad de las Flores”.

Unos cavilábamos y caminábamos,  mientras otros hurgaban en el horizonte inmediato, obstaculizado por matorrales y árboles.

Las dos escuadras exploradoras continuaban su trabajo cuidadoso y ágil de exploración, para que no fuésemos a caer todos en una emboscada.

El Sol comenzó a elevarse en el horizonte.
Precisamente en esas preocupaciones íbamos, cuando un poco después de las siete de la mañana,  se estaba produciendo el primer incidente o encontronazo militar con la guardia somocista genocida cuando ingresábamos a una finca de la Comarca Veracruz, ubicada del Empalme de Ticuantepe varios kilómetros al Norte.

Habíamos entrado a un sitio cubierto de árboles y chagüites o plátanos.

De repente, allí se produjo un combate sostenido, nutrido, con una patrulla de guardias genocidas, los cuales portaban una ametralladora calibre 50, instalada en un camión, el que estaba repleto de tiros.

Todos los integrantes de la columna, hombres y mujeres civiles, se tiraron al suelo, para evadir las balas de ametralladora 50, que silbaban por entre la maleza, perforaban árboles y cortaban ramas de matorrales.

Los jefes guerrilleros, combatientes populares y milicianos, se desplazaron, parapetados en árboles, en posición de combate.

En este momento pude ver a William Ramírez Solórzano, en la primera fila de fuego, arrastrándose y dirigiendo el combate contra la patrullas de guardias somocistas genocidas.

El combate, en medio de la arboleda tupida, fue de aproximadamente quince minutos, durante el cual cayeron dos guerrilleros, que se dijo eran originarios de Matagalpa y Jinotega. 

 Enterramos sus cadáveres en la orilla de un árbol de ceibo (ceibón), en la orilla de un chagüite de plátanos y guineos.

Uno de los combatientes muertos tenía desbaratada la cara por uno de los balazos de la ametralladora calibre 50.

En su huida veloz, los guardias dejaron abandonada la ametralladora calibre 50, el camión y varios miles de tiros y una enormidad de cartones de cigarrillos.

Puestos allí, en la finca de Veracruz, fue cuando nos enteramos de que en ese sitio estaba el grueso del Repliegue a Masaya, es decir, la mayor cantidad de gente, compuesta esencialmente por civiles desarmados y Combatientes Populares poco experimentados.

Asimismo, allí quedó establecido que la columna de Ramón “Nacho” Cabrales posiblemente ya estaba en Masaya, pues habían capturado camiones y camionetas en el Empalme de Ticuantepe, lo cual les había facilitado el viaje a Masaya, adonde llegaron por el “desvío a San Carlos”, es decir, no pasaron por entre “La Barranca” y la fortaleza de “El Coyotepe”, situados ambas en la orilla de la Carretera Managua-Masaya-Granada, y en el extremo Norte de la Ciudad de Masaya.

No se sabía nada de la Columna de Retaguardia, jefeada por el Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Había cruzado al Sur de la Carretera a Masaya y tomado un camino por territorio de Ticuantepe, para llegar a la Ciudad de Masaya por el  lado Sur de la Laguna de Masaya.

Descubren el Repliegue

En esa finca de Veracruz,  fuimos reorganizados por William Ramírez Solórzano en una sola columna, de dos grandes hileras, en la carretera, y se dio la orden de caminar ordenadamente por una encajonada matorralosa y con la instrucción de “vayan cubriéndose” bajo los árboles, para que la guardia no nos descubra”, cuando ya íbamos rumbo a ¨Piedra Quemada”, mientras unos cargábamos sacos o costales con bombas de contacto, salveques de tiros, pistolas y rifles 22, la mayoría sin municiones, y un grupo iba hecho cargo de la ametralladora calibre 50 recuperada.

Antes de esta reorganización, la inmensa mayoría de jefes guerrilleros, combatientes populares, milicianos y civiles, pudimos vernos nuevamente las caras de cerca, nos abrazamos y nos alegramos de estar vivos, y dispuestos a vencer a la tiranía somocista mediante esta contienda militar justiciera.

Era un poco después de las ocho de la mañana cuando íbamos por esa “encajonada” montosa, con árboles retirados unos de otros a ambos lados del alambrado.

Aparentemente, la guardia genocida no había descubierto el Repliegue a Masaya a esa hora (8 a.m.) del 28 de junio. Los aviones de los guardias genocidas somocistas empezaron a sobrevolar el Repliegue un poco después de la nueve de la mañana, lo cual nos obligó a permanecer acostados y sentados entre la maleza y bajo los árboles de tigüilote, guásimos, chilamates, espinos negros, acetunos, jocotes, jobos, etc., ubicados como dos hileras o alamedas de la encajonada mencionada.

Cortamos jocotes, hojas de los mismos jocotes, quelites y  verdolagas, y las comimos para matar el hambre.

“Bebé un poco de agua. Dale también a tus hermanos”, me dijo Juan “Tonatiú” Rivera, jefe guerrillero, alargando la cantimplora para dármela.

“Tené cuidado con esas bombas de contacto. Te veo muy relajado con ellas”, me expresó en tono de reclamo  Isabel “Venancia” Castillo, pues yo cargaba uno de los salveques llenos de bombas de contacto, mas mis cámaras fotográficas, rollos de películas, una filmadora, y al mismo tiempo iba tomando fotografías del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Caminábamos un poco y nos deteníamos. Nos sentábamos bajos árboles y matorrales, o sencillamente nos tirábamos al suelo, acostados, para evitar que nos descubrieran.

Al parecer, la guardia somocista genocida se convenció de que esta movilización popular militar insurreccional iba en ese rumbo cuando ya eran cerca de las diez de la mañana, pues ya en ese momento comenzaron los aviones a sobrevolar bajitos, rasantes, amenazantes sobre la encajonada, que nos conducía hacia el camino a Piedra Quemada.

Bombardeo infernal y mortal

No fue imposible ocultarnos por mucho tiempo. Era demasiada gente como para que no notaran algo raro en ese camino, entre cauces, encajonadas, caminos carreteros y arboledas ralas a ambos lados de la ruta en que íbamos.

 Teníamos que seguir caminando porque la meta era llegar a Masaya. Cuando entramos a Piedra Quemada, más o menos a las 11 de la mañana del 28 de junio de 1979, empezó el bombardeo aéreo en lo fino.

Eran lanzados a granel desde tres aviones: un Push and Pull, un  T-33, un DC-3  y dos helicópteros, centenares de rocketts  y bombas de 500  y mil libras, cuyas explosiones y charneles sobre casas campesinas  y columnas de seres humanos, provocaban estruendos y daños aterradores.

Por la experiencia acumulada en Managua, yo busqué de inmediato donde parapetarme o protegerme entre rocas de la misma “piedra quemada”.

Aquello fue realmente un infierno mortal. El pánico se generalizó entre los campesinos locales  y los replegados capitalinos, especialmente los que eran civiles, los que corrían desesperados de un lado a otro, en vez de buscar protección o perapeto entre las rocas y los troncos de los árboles en Piedra Quemada.

Algunas casitas campesinas volaban en miles o millones de pedazos, mientras a mi alrededor centenares de jóvenes, hombres y mujeres inexpertos, atrapados por el pánico, corrían sin cesar en busca de protección o escape, lo que  les acarreó la muerte en segundos.

Los charneles de los morteros y las bombas de 500 libras los partían también a ellos en pedazos, mientras asimismo caían ramas y árboles destrozados por las ondas expansivas y por cortes violentísimos de los charneles.

Decenas cayeron muertos a mi lado o heridos mortalmente, lo que aproveché para hacerles fotos en los estertores de la muerte.

Escuchaba yo que de las casas campesinas, alcanzadas por las bombas de 500 libras y rocktts, escapaban alaridos humanos desesperantes de mujeres y niños por los dolores intensos que provocaban los “machetazos” de los charneles.

¿Vos crees que podamos salir de este infierno de bombas? ¿Saldremos con vida, hermanito?, me preguntó mi hermano Mauricio Barreto Pérez, a quien notaba desesperado, pero siguiendo mis consejos de no salir corriendo como “loco” mientras los aviones y helicópteros lanzaban las cargas mortíferas en contra de nosotros.

En un instante en que pude apreciar lejanía temporal de los aviones, encontré una zanja profunda, como refugio antiaéreo y le pedí  a gritos a civiles, jefes guerrilleros, combatientes populares y milicianos que nos metiéramos dentro, para evadir las explosiones de bombas.

Mientras tanto, desde el camión con la ametralladora calibre 50, recuperada en el combate de la finca o hacienda de Veracruz, se les disparaba a los aviones y helicópteros, lo cual resultaba poco eficiente porque estabámos con la visión nublada o entorpecida por los árboles, bajo los cuales íbamos cuando los somocistas genocidas desataron el bombardeo infernal.

El bombardeo feroz duró casi tres horas continuas. Durante un breve “descanso” de los pilotos somocistas de la muerte, tal vez porque fueron a traer más bombas, se pudo apreciar que la mortandad posiblemente llegaba a más de cien y más de un centenar de heridos.

 (Alejandro “Comandante Huesito” Mairena sostiene que fueron 115 los muertos en “Piedra Quemada”).

Cuando cesó un poco el bombardeo como a las dos de la tarde, el grueso de los replegados (guerrilleros, milicianos y civiles),  salimos a la orilla Norte de la Carretera a Masaya y ahí no más siguimos por el camino viejo a Nindirí,  por donde iban cargando a los heridos y parte de los muertos en el bombardeo.

Al menos unos 20 de los muertos fueron sepultados rápidamente allí mismo en “Piedra Quemada”, que en realidad es un colchón de roca o piedra, formada a raíz de erupciones violentas y antiguas del Volcán Masaya, hace varios centenares de años. 

En esa “Piedra Quemada” hay centenares de casas campesinas, las cuales quedaron, casi todas, destruidas por el bombardeo aéreo somocista.

Busqué a los jefes guerrilleros del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, en medio de aquel infierno, y se me dijo que William “Aureliano” Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo, iban adelante, en la orilla del camión con la ametralladora calibre 50, recuperada a los guardias en Veracruz.

En este escenario dantesco, de muertos y heridos por el bombardeo aéreo somocista, algunos jefes guerrilleros se lamentaron de haber llevado desarmadas varias ametralladoras calibre 50, con las cuales, suponían ellos, se hubiera podido contener  o derribar los aviones y helicópteros que nos lanzaron la avalancha de bombas, rocketts y balas de ametralladoras 50.

Mis hermanos Mauricio, Leopoldo y “Chepita” (mi cuñada) y yo salimos a esa orilla de la Carretera Masaya, cuando todavía un avión Push and Pull lanzaba rocketazos en contra de nosotros.

El bombardeo se reinició un poco después de la tres de la tarde, y esta vez lo concentraron en los alrededores del poblado de  Nindirí,  la Carretera a Masaya y La Barranca (frente a la Fortaleza elevada del Cerro del Coyotepe), por donde ya se movían los Combatientes Populares, milicianos y los replegados civiles, tanto sanos como heridos.

Al llegar a Nindirí, cayó la combatiente popular Marta Lucía Corea, una muchacha jovencita de Bello Horizonte, quien tenía apenas 17 años. Un charnel de rocketts, lanzado desde un Push and Pull por los aviadores somocistas, le partió la vida. Tuvimos que sepultarla, en medio de una corta ceremonia, allí en suelo heroico de Nindirí.

Ya puesto en Nindirí, se organizó nuevamente el Repliegue para que todo mundo diera una comidita ligera y a disponerse a seguir hacia la Ciudad de Masaya, la cual estaba ya tomada por las fuerzas libertarias del Frente Sandinista, mientras la pandilla de asesinos, jefeados por el general genocida Fermín Meneses Cantarero, había huido y estaba posesionado de la Fortaleza del Cerro de El Coyotepe, ubicada al Este de Nindirí, y desde donde bombardeaban constantemente  los Barrios de  la Ciudad de Masaya o “Ciudad de las Flores”, situada al Sur de esa Fortaleza.

Aproveché para visitar a Manuel Salazar, fotógrafo y antiguo compañero de trabajo en el Diario LA PRENSA. “El Negro” Salazar nos dio unos bocados de comida a mis hermanos Mauricio, Leopoldo y a mí.

Andábamos hambrientos. No habíamos comido en todo el día.

Estábamos ya en el casco urbano de Nindirí, situado a menos de un kilómetro al Oeste de la Fortaleza del Cerro del Coyotepe y de La Barranca, donde estaban encuevados los guardias somocistas, después de huir de su Comando de Masaya, cuando se produjo un nuevo incidente terrible, mortal, para nosotros.

El Estado Mayor de Managua le ordenó a Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca que intentara pasar con alrededor de 20 heridos, en una camioneta de tina, usando el desvío hacia San Carlos, o sea, debía tomar un camino al Oeste, a la derecha, de La Barranca, entre los desfiladeros de la Laguna de Masaya y la misma La Barranca.

“Chico Garand” Guzmán Fonseca lo intentó. Aceleró la camioneta a fondo, para ver si lograba llegar a la gasolinera y desaparecer por detrás de la Loma de La Barranca.

En la tina, cuidando a los heridos, iba la “Negra, pelo liso”. ¡Qué va! Apenas iba a unos 100 metros sobre la Carretera, más allá de la salida de Nindirí, cuando la camioneta recibió una andanada de balazos de ametralladora calibre 50 y morterazos desde lo alto de la Fortaleza del Coyotepe y también desde La Barranca.

Casi al instante, también apareció en picada, hacia la camioneta, disparándole rocketts, una avioneta Push and Pull.
A  ”Chico Garand” no le quedó más remedio que dar la vuelta en redondo hacia Nindirí, de nuevo. Esa vuelta en redondo fue fatal para la “Negra, pelo liso”, quien salió disparada hacia el pavimento, donde murió “desnucada”, lamentablemente.

La camioneta tenía decenas de perforaciones de bala, y el mismo “Chico Garand” había recibido varios balazos en las piernas y en un costado. Estrelló la camioneta en un poste, y quedó allí casi inconsciente.

Varios de los heridos resultaron muertos.
Un poco más tarde, en un camión, los heridos y el mismo “Chico Garand” Guzmán fueron transportados, usando el camino pedregoso del Oeste de la Laguna de Masaya, para entrar por el lado de Masatepe, y de ese modo llegaron los heridos primero que nosotros, replegados, para que los atendieran en el Hospital, controlado ya por el Frente Sandinista en Masaya.

Por los desfiladeros peligrosos de la Laguna de Masaya

La columna del Repliegue Táctico  de Managua a Masaya, jefeada por William Ramírez  Solórzano, fue reorganizada más cuidadosamente para caminar, esta vez, por los desfiladeros profundos y peligrosos de la Laguna de Masaya, en el lado Noreste, con la finalidad de sortear o evadir a la guardia genocida, que estaba acantonada y superarmada en La Barranca y El Coyotepe, donde tenían instalados lanzamorteros, ametralladoras 50 y abastecimiento técnico-militar para los guardias que estaban todavía en la Fábrica  de Clavos-INCA y en la “Hielera”, ambas empresas e instalaciones situadas al otro lado de la Carretera, es decir, en la orilla Norte de la Carretera Managua-Masaya-Granada y en la orilla Norte de la Ciudad de Masaya.

Reorganizando y dirigiendo esta nueva etapa del Repliegue de Managua a Masaya pude ver a William Ramírez Solórzano y a Mónica Baltodano Marcenaros, quienes guiaban a los jefes guerrilleros de escuadras para que ordenaran “a su gente”.

Estábamos en el centro del casco urbano de Nindirí, frente al parque.

Allí mismo, estaban en disposición de enfrentar lo que fuese las llamadas columnas móviles especiales de combate, de “caza perros”  y francotiradores. El jefe de los francotiradores, Chico Garand” Guzmán Fonseca, estaba herido gravemente.

Los jefes guerrilleros hablaron con voz alta a todos los movilizados. 

Sostuvieron que cualquier indisciplina, un ruido, una voz elevada en vez de susurro, el brillo de cualquier objeto, la impaciencia, el no guardar la distancia con el que iría delante de uno, el no asegurarse de poner firme el pie o los pies y caerse de repente, podría significar que todos los replegados corriéramos riesgo de que la guardia genocida somocista nos descubriera e iniciaran un ataque  armado en gran escala y nos masacraran a todos.

William “Aureliano” Ramírez Solórzano dio la orden de salida. Tomamos por el lado Oeste de la  Gasolinera que he mencionado, por predios montosos al borde de los abismos o paredones profundos de la Laguna de Masaya.

Fueron los momentos más peligrosos desde el punto de vista de la movilización, en oscuridad total, bajo una llovizna persistente, en silencio total, despacito, arrastrándonos en los desfiladeros verticales  y piedras, tocando con las manos el sitio en que íbamos a poner los pies calzados  o descalzos, para, finalmente, llegar a Masaya con un peso de cansancio profundo, multiplicado por el miedo a perder la vida, ante la posibilidad de recibir una ráfaga de metralla  calibre 50 ó los charneles de las bombas de 500 libras y de los rockettes que la soldadesca somocista genocida lanzaba desde  aviones y desde las  alturas de la Fortaleza del Cerro de El Coyotepe, donde los asesinos y torturadores de la Guardia Nacional somocista aún estaban posesionados de poder militar y fuego mortal.
La Fortaleza del Cerro del Coyotepe y la llamada “Barranca” están, exactamente, una junta a la otra, separadas por la Carretera Masaya-Managua-Granada y a la vez enfrente y a la orilla Norte de la Ciudad de Masaya.

Aunque no lo quisiéramos, especialmente, quienes nunca habían andado escalando montañas o colinas muy difíciles, de repente caían en una zanja, o ponían el pie en una piedra resbalosa.

Con quienes llevaba yo inmediatamente delante y atrás, optamos por irnos auxiliando con pedazos de palos gruesos, agarrados por los extremos. De este modo, evitábamos caer, y a la vez los palos nos servían para ir explorando el suelo profundamente accidentado.

Esta caminata lentísima y peligrosa comenzó a las siete de la noche. Entre esta hora y la una y media de la mañana, apenas caminamos unos dos kilómetros hasta el Reparto San Carlos, adonde los replegados llegamos minutos antes de las dos de la mañana.

Era el 29 de junio en la madrugada.

Alcanzamos la ansiada meta del Repliegue Táctico de Managua a Masaya: ¡llegar a la Ciudad de Las Flores ¡

Llegamos con el rostro, la ropa y zapatos llenos de lodo. Hedíamos a sudor, a “zahíno”, estábamos profundamente cansados y pienso que ese cansancio se profundizó por el estrés o miedo a perder la vida durante el bombardeo aéreo.

Teníamos mucha sed nuevamente y hambre.

No había información  oficial todavía sobre la cantidad de muertos y heridos por los bombardeos aéreos somocistas genocidas de Piedra Quemada.

El Comandante Carlos Núñez Téllez dijo que los muertos eran menos de 50.
Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando lo contradijo: fueron 115 muertos desde la salida a la llegada a Masaya.

Varios centenares de hombres y mujeres civiles se habían extraviado o perdido en el trayecto, incluyendo mis dos hermanos: Mauricio y Leopoldo y la esposa de éste, “Chepita”.

Centenares de pobladores, jefes guerrilleros, entre otros: Hilario Sánchez y Ramón “Macaco” Moncada Colindres; combatientes populares y Colaboradores Históricos de Masaya estaban esperando allí en San Carlos a los replegados, quienes fuimos recibidos con vítores de alegría, abrazos efusivos, lágrimas de unos y de otros; inclusive vi rodar lágrimas en el rostro endurecido de William “Aureliano” Ramírez Solórzano.

Acompañado todo esto con “brindis” de tibio o pinol y café calientes, tortillas tostaditas con cuajada y frijolitos fritos.

¡Estábamos a salvo! ¡Llegamos a territorio liberado de asesinos somocistas genocidas!

Estábamos en Territorio Libre, en Masaya, un poco antes de las dos de la mañana del 29 de junio de 1979, dos días después de haber salido de Managua en Repliegue silencioso, clandestino, en una audaz maniobra militar, de carácter estratégico, hacia la Ciudad de Las Flores, convertida ya en una nueva hazaña militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional

Los replegados fuimos llevados por una calle tachonada de minas explosivas, debido a  lo cual nos decían dónde debíamos poner los pies. Los sitios en que había bombas estaban marcados con unos puntos blancos.

*Fuimos ubicados en un patio enorme y dentro del Colegio Don Bosco o Salesiano.
Mientras íbamos sorteando “minas” o bombas de contacto enterradas, ya se nos decía que llevábamos con objetivos militares fundamentales:

*Reforzar el Frente Oriental Carlos Roberto Huembes
*Reforzar, profundizar la Liberación de Masaya
*Expulsar a los guardias somocistas genocidas de la Fortaleza de El Coyotepe, de La Barranca, de la Fábrica INCA y de la Hielera
*Emprender inmediatamente la liberación total  de Jinotepe, Diriamba, San Marcos, Pueblo Blancos, Masatepe,  Diriomo, Diriá, Nandaime y Granada

El cansancio era acentuadísimo. Aquella masa de jefes guerrilleros, combatientes populares, milicianos  y pobladores civiles de Managua fuimos ubicados en varios pisos del Colegio La Salle (Don Bosco) y en su patio enorme; y en los Barrios San Miguel y Monimbó, donde dormimos un rato sobre tablas, troncos gruesos, en el piso y en el suelo hasta las seis de la mañana del mismo 29 de junio de 1979.

Esa madrugada del 29 de junio de l979, la tarea era dormir un poco, reponer fuerzas.

A mí me ubicaron en el Laboratorio del Colegio La Salle –situado frente a la entrada de Monimbó--, donde dormí en una tablita de menos de medio metro de ancho por más o menos un metro y medio de largo, ubicada encima de otros combatientes populares que fueron ubicados en el piso de uno de los pisos del Colegio Don Bosco.

A las seis de la mañana fuimos levantados y formados para organizar, para explicarnos que nuestra llegada a la “Ciudad de Las Flores” era para Reforzar la liberación de Masaya, expulsar a los guardias somocistas genocidas de la Fortaleza del Coyotepe, del Comando GN de La Barranca, expulsarlos de la Fábrica de clavos INCA, sacarlos de la Hielera y de otros sitios en que todavía estaban encuevados, teniendo rehenes con ellos y bombardeando constantemente la Ciudad de Masaya y el poblado de Nindirí.

 El Estado Mayor General del Frente Interno, el Estado Mayor de Managua y el Estado Mayor de Masaya, coordinados todos por el Comandante Carlos Núñez Téllez, explicaron, frente a los replegados de Managua, formados en el patio inmenso del Colegio La Salle, que otra de nuestras misiones militares eran:

Reforzar el Frente Oriental “Carlos Roberto Huembes” del Frente Sandinista, jefeado por los Comandantes Luis Carrión Cruz y Henry Ruiz Hernández, y que en esos momentos luchaba a “vencer o morir” en los Departamentos de Chontales, Boaco y la mayor parte de la Región Atlántica.  
Además, reforzar la Liberación de la Ciudad de Masaya y otros pueblos y ciudades del Departamento de Masaya; iniciar inmediatamente los asaltos militares para liberar las ciudades de Masatepe y todos los “Pueblos Blancos”; San Marcos, Diriamba, Jinotepe y Granada, Nandaime, Diriá y Diriomo, ciudades del Sur y Oriente de Nicaragua.

“Es una jornada patriótica voluntaria, larguísima, cansada, llena de peligros mortales y de alegrías indescriptibles, porque se trata de la liberación de Nicaragua”, me dijo el famoso periodista Roberto González Rocha, masayense, quien había llegado a recibirnos en la madrugada y estaba allí, acompañándonos.

Los jefes guerrilleros dijeron que ese día 29 descansaríamos allí dentro de las instalaciones del Colegio La Salle, y que al siguiente día, 30 de junio, todos seríamos distribuidos en columnas y escuadras, para iniciar las nuevas tareas militares, políticas, propagandísticas y de inteligencia militar.

Se informó que ese mismo día se formaría un Batallón Móvil con los jefes guerrilleros y combatientes populares más destacados en los combates contra la guardia somocista en Managua, Masaya y Carazo, con 300 hombres y mujeres diestros en el arte militar, audaces, valientes, capaces de ir sólo en ofensiva sobre los sicarios del régimen tiránico somocista cuando, en término brevísimo, fuesen a cumplir las órdenes de asaltar a los guardias en sus cuarteles y en las calles de las Ciudades de Jinotepe, Diriamba, Masatepe, Pueblos Blancos, Nandaime, Diriomo, Diriá y Granada.

De repente, Masaya tenía otros 6,000 hombres y mujeres, comprometidos todos en la lucha de ¡Patria Libre o Morir!, ¡Patria o Muerte, Venceros!, hasta derrocar o demoler a la dictadura somocista genocida.

Era un refuerzo extraordinario para fortalecer la defensa de la Ciudad de Masaya, pero a la vez una enorme carga en comida y seguridad para los jefes guerrilleros, combatientes populares, Colaboradores Históricos y para el Estado Mayor del Frente Sandinista en Masaya.

Róger “Aniceto” Cabezas, uno de los combatientes populares de Managua, fue nombrado jefe de orden de los replegados en el edificio y patio del Instituto La Salle o Don Bosco.

Los hermanos Cairo, Tobías y Ariel Jiménez y Raúl Cordón, combatientes populares de Bello Horizonte (Managua), fueron ubicados como auxiliares del Estado Mayor General del Frente Interno y del Estado Mayor d Managua, en Monimbó.

El mismo Raúl Cordón se convirtió, inmediatamente después de nuestra llegada, en uno de los responsables de una de las cárceles en que se metían a los guardias genocidas y “orejas” asesinos capturados por combatientes revolucionarios en Masaya.

*Columnas perdidas

La columna jefeada por el Comandante Carlos Núñez Téllez llegó a Masaya  el mismo 29, un poco después de las dos de la mañana, debido a que tuvieron que hacer una gran vuelta por el lado Sur de la Laguna de Masaya, como yendo hacia los Pueblos Blancos o Brujos,  o hacia Masatepe.

Para evadir a la guardia genocida en El Coyotepe, habían tomado un camino al Este de Ticuantepe, que los condujo a salir por detrás del Cerro Ventarrón y de los cráteres del Volcán Masaya.

Al terminar el mítin mencionado, me enteré de que una columna de más de 100 compañeros, hombres y mujeres, entre combatientes populares, milicianos, replegados civiles y heridos, jefeados por Juan “Bernardino” Cruz, mi antiguo compañero de trabajo en el Diario LA PRENSA, se habían extraviado al Oeste del Complejo del Volcán Masaya, en el Cerro Ventarrón, y de la Laguna de Masaya.

Juan Cruz me contó después que a esta columna le tocó ir lidiando con  una cantidad cercana a 30 heridos. “Fuimos bombardeado casi toda la tarde del 28, porque los pilotos y guardias genocidas del Cerro del Coyotepe nos detectaron entre el colchón de piedra quemada, cercana a los cráteres del Volcán Masaya”, me contó Juan Cruz.

A la hora del aguacero del día anterior, en la tardecita, en la oscurana, se extraviaron, desligándose de toda la columna de retaguardia que jefeaba el Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe de los Estados Mayores del Frente Interno del Frente Sandinista en Managua, Masaya y Carazo.

Por el extravío por el lado del Cerro Ventarrón, tuvieron que ir a dar una vuelta más larga, por el lado del Balneario de “Venecia”, al Suroeste de la Laguna de Masaya.

En se trayecto hacia “Venecia” se encontraron otros 15 heridos y un grupo de combatientes populares, todos de Managua, miembros del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Una familia campesina de “Venecia”, identificada con la causa sandinista, les dio donde acampar en un patio. Les hicieron comida, les dieron agua y les ayudaron a curar los heridos.

Allí mismo encontraron, dichosamente, a un combatiente popular de Masaya, que les sirvió de guía el 29 de junio en la mañana.

Al salir de allí de “Venecia”, con el guía al frente, tomaron el camino hacia Masatepe, entre zanjones y subidas, poblado de arboledas frutales como mangos, guayabas, nísperos, naranjas, guanábanas, zapotes, de las cuales iban tomando para comer.

En ese camino, según me relató Juan José “Bernardino” Cruz, se hallaron un saco de municiones de Fal.

Tomando precauciones extremadas, cargando los heridos, finalmente giraron por un camino carretero hacia Masaya.

Llegaron casi a las dos de la tarde del 28 de junio al casco urbano de Masaya, por el lado de Monimbó.

En el caso de la columna del Comandante Guerrillero Ramón “Nacho” Cabrales, en la cual iban Mayra “121” González, los hermanos Ariel, Tobías y Cairo Jiménez y Alfredo Marenco, entre otros, llegaron a Masaya a eso de las nueve de la mañana del 28 de junio de 1979, es decir, al siguiente día de nuestra salida de la Calle de la Clínica Don Bosco, en el hoy Barrio Venezuela, en Managua.

“Vistes que logramos engañar a esos guardias hijos de puta. 

Te aseguro que hay desconcierto en la guardia genocida. Vamos por su demolición definitiva. Desde aquí terminaremos de “noquearlos”, me comentó Cairo Jiménez, uno de los integrantes de la Columna del Repliegue de Managua a Masaya, jefeada por Ramón “Nacho” Cabrales.

El relato que me dieron es que “Nacho” Cabrales, jefe guerrillero audaz y rápido, le imprimió paso acelerado a su columna del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, y tomaron un rumbo que a las siete de la mañana del  28  los colocó en el Puente de Ticuantepe, entrada del poblado de Ticuantepe, en la Carretera Managua-Masaya-Granada.

Puestos allí, urdieron un plan audaz.
Vistieron como campesina a Mayra “121” González. Ella misma se dedicó a “pedir raid”, y al mismo tiempo usaron las armas, hasta conseguir apoderarse de un autobús de pasajeros, varios camiones, una camioneta y varios automóviles.

Llevaban también unos 20 heridos. A estos los subieron en los automóviles. Los jefes guerrilleros, combatientes populares y civiles se acomodaron apiñados en los camiones. ¡Qué audacia y qué suerte tuvieron!, dijimos nosotros después en Masaya.

La caravana de vehículos arrancó rauda y recorrió los 17 kilómetros que la separaban de la entrada al Reparto San Carlos, por donde lograron pasar a la derecha, bordeando el lado Este de la Laguna d Masaya, ¡y entraron a Masaya antes de las nueve de la mañana!

Dichosamente la guardia somocista genocida no se había enterado de la marcha del Repliegue Táctico de Managua a Masaya, y de todas maneras guardias y pilotos criminales ya estaban concentrados en sus sospechas de que al Norte de Piedra Quemada se movía gente “extraña”.

Los heridos de las tres columnas del Repliegue Táctico de Managua a Masaya  fueron, todos, ubicados en el Hospital de Masaya, incluyendo a Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca.  Este Hospital estaba ya en manos del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Allí fui a donar sangre varias veces, para salvar vidas de los combatientes populares heridos.

Replegados perdidos

Esa mañana del 29 fue alegrísima y triste al mismo tiempo, pues reflexionábamos sobre estar vivos, pero lamentando la caída o muerte de compañeros valiosos en el camino del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Pasamos, formados en columnas ordenadas, al Barrio San Miguel, donde nos dieron de comer un pedacito de carne, “gallo pinto”, café con leche caliente y tortillas calientes.

Fue triste porque muchos de los replegados comenzaron a preguntar por familiares suyos, integrados en el Repliegue a Masaya, pero que no habían llegado con nosotros.

Efectivamente, por ejemplo, mis hermanos Mauricio y Leopoldo no llegaron. Unos tres días después me mandaron un mensaje desde Tipitapa, informándome que en el mismo desfiladero de la Laguna de Masaya se extraviaron y tuvieron que “jugársela” entre milpas y bosques ralos, y se fueron a Tipitapa, donde “Chepita” tiene familiares.

El 30 de junio supimos que los combatientes populares Salvador “Iguana” Oporta y Carlos “Aguja” Cuadra Rodríguez, replegados, fueron capturados por guardias somocistas genocidas cuando andaban perdidos en las cercanías de “La Barranca”.

Ambos fueron llevados a la cima de El Coyotepe, donde los torturaron, los obligaron a cavar zanjas para sepultar ciudadanos asesinados y también soldados caídos en emboscadas y en combate. Lograron salir de allí hasta que los guardias huyeron de la Fortaleza de El Coyotepe el 19 de julio de 1979, en la madrugada.


*Masaya semidestruida
*Roberto González Rocha
*Bombardeos constantes desde El Coyotepe

Ya dije que allí en Don Bosco nos encontramos a Roberto González Rocha, periodista famoso, promotor de espectáculos artísticos  del “Toro Venado” en Masaya, integrado a la Insurrección Sandinista y liberación de Masaya.

González Rocha era, al mismo tiempo, corresponsal del Diario LA PRENSA en Masaya, y teníamos amistad por asuntos profesionales, por vinculación laboral y por andar profesando las mismas ideas sandinistas  en relación a la lucha para demoler a la tiranía somocista genocida.

“Comé y después nos vamos a la calle. Te voy a mostrar cómo los guardias somocistas han destruido Masaya con bombardeo incesante, cañonazos y ametrallamientos desde la cima del Cerro Coyotepe, desde lo alto de la Fábrica INCA y desde los muros de la Hielera”, me contó e invitó Roberto González Rocha, quien poco después se convirtió en el primer Alcalde, o jefe de la Junta de Reconstrucción, de la Revolución Popular Sandinista, nombrado o elegido o aclamado en medio de la Insurrección Rebelde, en la Masaya liberada.

Efectivamente, la “Ciudad de las Flores” tenía huecos y charnelazos por todos lados, debido a los bombardeos constantes.

El Estado Mayor del FSLN guerrillero en Masaya, jefeado por Hilario Sánchez, Ramón “Macaco” Moncada Colindres y Alma Luby Morales, con sus jefes guerrilleros, combatientes populares y milicianos habían puesto en fuga a toda la soldadesca somocista genocida, la cual fue desalojada del Comando GN, al mando del general Fermín Meneses Cantarero, y se llevaron como rehenes a todos los presos sandinistas y opositores hacia la Fortaleza de El Coyotepe.

Mientras caminábamos, más o menos a las ocho de la mañana del 29 de junio, hacia el Norte, buscando la Fortaleza de El Coyotepe y la Carretera Managua-Masaya-Granada, podíamos escuchar los silbidos característicos de los morteros desplazándose en el aire y explotando hacia el Sur de la “Ciudad de Las Flores”.

Los morteros y cañonazos eran lanzados en forma de abanico, es decir, comenzaban los disparos en el lado Oeste (Reparto San Carlos, en la orilla de la Laguna de Masaya) y terminaban en el Este, como quien va hacia “Los Sabogales”.

Se respiraba un olor o tufo intenso a pólvora, a gasolina y a quemado, debido a los bombardeos constantes.

En la mayoría de las casas, además, habían
refugios antiaéreos y antibalas, debido a esta criminal de la Guardia Nacional somocista.

Cuando caminábamos por los cuatro costados de Masaya, calle por calle, Barrios por Barrio, Roberto me confió: “Todas las fuerzas replegadas de Managua van a ser ubicadas en distintos lugares de Masaya, con el fin de que si hay una agresión de la guardia, no vayan a salir heridos o muertos todos”.

“Además –añadió Roberto—van a seleccionar inmediatamente a los mejores combatientes, como a los élites en el arte militar, que van a los operativos de liberación de los Pueblos Blancos, de Masatepe, de Diriamba, de Jinotepe, San Marcos, Nandaime, Diriá y Diriomo, y finalmente irán al asalto de la Ciudad de Granada. El resto, van a cumplir tareas de combates aquí en la Ciudad de Masaya, para intentar desalojar a los guardias genocidas del Coyotepe, de la Fábrica INCA, del Comando de La Barranca y de la Hielera”.

“Hay otra gente que va a ser destinada a fabricar lanzamorteros caseros, bombas de contacto y explosivos de todo tipo, para los mismos fines. Esto último se hará mayoritariamente en Monimbó y en San Miguel”, apuntó Roberto González Rocha, mientas seguíamos caminando.

Uno de los sitios más importantes para fabricar o cocinar la comida todos los días, para los replegados de Managua, será el Barrio San Miguel o “Barrio Loco, como le dicen, me informó González Rocha.

A mí me dijeron que vos te podés quedar alojado en mi casa y en la casa de Roberto Vega”, me anunció González Rocha

Esa mañana fuimos hasta las barricadas, pozos tiradores y trincheras de combate frente a la Fábrica INCA y frente a la Hielera, situadas ambas al otro lado de la Carretera ya mencionada.

Allí encontramos, supervisando las acciones militares contra la guardia genocida, a los Comandantes William Ramírez Solórzano, a la Comandante Mónica Baltodano Marcenaros y la Comandante “Cero”, Alma Luby Morales, miembro del Estado Mayor del Frente Interno de Masaya.

Morterazos y rocketazos, lanzados desde El Coyotepe y de los techos de la INCA, nos caían a pocos metros y centímetros de las trincheras de combate.

Cuando ya salíamos de allí, empezaron a silbarnos las balas cerca de la cabeza. “Son francotiradores somocistas disparándonos…vamos a tener que ir a rastras todo el trayecto de unas tres cuadras, hasta que logremos una esquina de calle”, me advirtió González Rocha.

Ya estaba acostumbrado yo a este trajinar mortal en Managua, para evadir francotiradores.

Al salir de este trance de los francotiradores, enderezamos hacia el Hospital de Masaya. Cuando íbamos llegando, pudimos ver decenas de carretones de mano, empujados por ciudadanos masayenses, con heridos  y mutilados dentro, debido al horrible bombardeo, constante, que mantenían los somocistas genocidas sobre la “Ciudad de las Flores”.

Ese mismo día 29 de junio me comunicaron que yo quedaría con Roberto González Rocha en misión de recuperar armas y municiones de todo tipo, en la Ciudad de Masaya, especialmente en casas de somocistas y de gente que decía “no me meto en nada”.

Ese mismo día acordamos pedir ayuda en Laboratorios Fotográficos para revelar las películas con las fotos que había tomado yo en la Insurrección Sandinista en Managua y en Repliegue Táctico de Managua a Masaya.
Ese día 29 escuché en la Radio Difusora Nacional de Nicaragua (radio del Estado somocista genocida) que Anastasio Somoza Debayle y el alto mando de la Guardia Nacional anunciaban la realización de “una operación limpieza en Masaya”.

Como ya dije en otra parte de este libro, “operación limpieza” significa iniciar una gran matanza en cualquiera de las ciudades o pueblos del país, incluyendo encarcelamientos, fusilamientos, robos generalizados por donde los guardias somocistas genocidas iban pasando.

“No te preocupés. Aquí no se meten. Más bien salieron huyendo del cuartel que tenían y se encuevaron en la Fortaleza de El Coyotepe”, me comentó Roberto González Rocha.

Inclusive, de forma inmediata con los jefes guerrilleros y combatientes populares venidos de Managua, los replegados, van a reforzar la defensa de la Ciudad de Masaya por los cuatros costados, especialmente frente al Coyotepe, frente a la INCA y frente a la Hielera, con el fin de mantener “a raya” allí a los guardias genocidas”, añadió González Rocha.

Cuando volvimos al Colegio de La Salle o Don Bosco, ya habían reubicado a por lo menos la mitad de los  y las replegados de Managua, en diferentes vecindarios o sitios, en los cuales se construyeron refugios antiaéreos, para que no les fuesen a caer encima las bombas que estaban lanzando desde El Coyotepe.

Pude ver, al medio día, una fila enorme de replegados de Managua, esperando la comida en el “Comedor Guerrillero” de San Miguel.

Al mismo tiempo, llegaban escuadras de hombres y mujeres, también de los replegados de Managua, con carretones de mano, también a traer la comida para su grupo, ubicado en alguno de los sitios que dije.

“Hagamos fila de una vez, comemos y después nos ponemos a trabajar en la misión de recuperación de armas, que nos dieron”, expresó González Rocha.

Era un verdadero festín. En el plato de comida había un pedazo de carne, guiso de pipianes, frijolitos fritos, un trozo de queso, y el refresco respectivo en una bolsa plástica.

El almuerzo lo fuimos a comer a la casa de Roberto González Rocha, la cual tenía hoyos en el techo y perforaciones en las paredes frontales, debido a los bombazos tirados desde El Coyotepe.

Roberto se mostró confiado en que no nos cayera un mortero mientras estábamos comiendo.

Me puso al día sobre los combates libertarios en Masaya y de cómo habían sido vencidos los guardias.
Cómo  se le prendió fuego a la sede del Comando de la  Guardia Nacional genocida, de cómo huyeron los sicarios somocistas con rehenes para encuevarse en El Coyotepe. 

Sobre el heroísmo de los combatientes en Masaya, dirigidos todos por Hilario Sánchez, Ramón “Macaco” Moncada Colindres y Alma Luby Morales.

González Rocha me mostró su refugio antiaéreo y antibalas, construido en el patio de su vivienda. Lo había rodeado de piedras canteras, para que fuese más resistente.
“Aquí dormimos mi familia y yo.

Nos metemos dentro cuando el bombardeo es muy intenso hacia esta zona de Masaya”, indicó.

*Estados Mayores planifican el derrumbe final de tiranía

Ese mismo día se reunieron: el Estado Mayor General del Frente Interno, el Estado Mayor de Managua, el Estado Mayor de Carazo y el Estado Mayor de Masaya, todos jefeados ahora por el Comandante Carlos Núñez Téllez, con el fin de examinar la situación militar general en Nicaragua, la particular de Masaya, la del Frente Oriental Carlos Roberto Huembes, encabezado por el Comandante Luis Carrión Cruz; y de cómo organizarían las ofensivas militares para el asalto o liberación definitiva de:

Los Pueblos y Masatepe (Masaya), San Marcos, Diriamba y Jinotepe (Departamento de Carazo), Nandaime, Diriomo y Diriá (Departamento de Granada) y la Ciudad de Granada o “gran sultana”, profundamente conservadora y contraria a movimientos políticos revolucionarios liberadores como el Sandinista.

Efectivamente, los tres Estados Mayores dispusieron reforzar Masaya, con el fin de tener neutralizada a la guardia somocista en El Coyotepe, la INCA y la Hielera, y si era posible, sacarlos a punta de balazos de esos tres lugares, porque estaban causando destrozos en Ciudad de Masaya, tanto a seres humanos como en las viviendas, edificios públicos, en los parques, calles, escuelas, Colegios, centros culturales, árboles y animales de todo tipo.
Los Estados Mayores acordaron asimismo organizar a los replegados de Managua, para la defensa de Masaya y comenzar los asaltos a las Ciudades de Jinotepe, Diriamba, San Marcos, Masatepe, Nandaime, Diriomo y Diriá.

Según lo acordado, “en base a lo anterior, los mandos reunidos deciden: primero, fortalecer la defensa periférica de la ciudad (Masaya), desde el Tip-Top hasta la Planta Eléctrica, situada en la Carretera a Granada, con varias unidades militares bajo el mando de los Comandantes César Augusto Silva (caído en combate en días posteriores) y Marcos Somarriba; segundo, realizar todo un trabajo de organización, educación y movilización de la Ciudad para fortalecer la defensa, crear los órganos de poder (Junta de Gobierno Municipal y Tribunales Militares) y proceder a la administración de los bienes confiscados al somocismo; tercero, reactivar en la medida de lo posible el Mercado y la producción; y cuarto, imponer paulatinamente el orden revolucionario en la Ciudad tomada, suprimiendo la anarquía y el saqueo. Estas última tareas se le encomiendan a los compañeros Julio López Campos, Glenda Monterrey, Lea Guido, Moisés Hassan Morales y Marcos Valle.

Sigue el acuerdo de los Estados Mayores: “Cortar el abastecimiento del ejército somocista hacia el Frente Sur “Benjamín Zeledón Rodríguez”, asegurando la toma de Diriamba y liberando en su totalidad el Departamento de Carazo. 

De esa forma, a la vez consolidamos nuestras posiciones, el enemigo será bloqueado al cortarse la posibilidad de utilizar las vías de comunicación de la Carretera Sur;  con ese movimiento no solamente se logra un mayor aislamiento de sus fuerzas en el Frente Sur, sino también la comunicación con su centro de operaciones, ubicado en la Ciudad de Granada. Esta decisión tiene como objetivo la toma de Jinotepe en todos sus aspectos.

Continúa: El cumplimiento del objetivo anterior tenía que lograrse sin debilitar la defensa de la Ciudad de Masaya.

Por consiguiente, al ratificar los mandos en la reunión mencionada, se tomó la decisión de seguir encomendado al Comandante Hilario Sánchez la Plaza de Masaya, mientras al Estado Mayor de Managua se le encomendaba la misión de planear la toma de Jinotepe, convirtiendo a las fuerzas llegadas de Managua  en una impresionante fuerza móvil, con suficiente capacidad, de rápido desplazamiento y un extraordinario espíritu ofensivo. 

Es así cómo un primer experimento –caso de la Liebre—cuyo laboratorio en Managua, ampliado con la creación de la Columna Móvil “Oscar Pérez Cassar, adquiere una dimensión gigantesca con la creación de ocho pelotones de combatientes selectos que posteriormente se denominaría “Batallón Móvil Rolando Orozco”.

Final de los acuerdos de los Estados Mayores: “Tener como siguiente objetivo –una vez liberado Jinotepe, iniciada la organización de la población, descansando brevemente los combatientes, organizada la logística militar y elaborado el recuento de la victoria--, la toma  del Departamento de Granada, para cortar de una vez por todas las posibilidades del enemigo de seguir fortaleciendo a sus tropas en el Frente Sur”.(Es decir, en Rivas).

De ese modo, quedaba hecho el Plan de fortalecimiento de la defensa y ampliación del círculo militar ofensivo, para impedir, eliminar cualquier posibilidad de que los guardias somocistas genocidas (“perros”, “bestias”, “esbirros”, “asesinos crueles”, les decía la población) pueda retomar ni una sola pulgada del territorio urbano de Masaya, del cual habían salido derrotados, huyendo y con rehenes hacia la Fortaleza de El Coyotepe.

Ese día 29 de junio descansaron los replegados de Managua, especialmente los jefes guerrilleros, combatientes populares y milicianos.

Preparativos para fortalecer defensa de Masaya

Hablando con algunos jefes militares insurreccionales de Masaya, me informé de que ya estaba tomada la decisión de que Roberto González Rocha sería designado jefe de la Junta de Reconstrucción de Masaya. 

Sería ésta, la primera Junta de Reconstrucción del régimen revolucionario sandinista, establecida en Masaya.

Los otros miembros de la Junta serían: Luis Santiago Palacios, Elías López, Constantino Tapia y Róger Rodríguez.

Cayó la noche. No había luz, el agua potable escaseaba y los teléfonos no funcionaban, igual que en Managua, pues el régimen somocista genocida, de “perros”, “bestias”, “esbirros”, asesinos, “orejas” despreciables, “jueces de mesta criminales” y ladrones, habían mandado a suspender los teléfonos también.

Casi al mismo tiempo en que caía la noche, también arreciaron los morterazos y ametrallamientos sobre las viviendas de Masaya, provenientes de la elevación del Cerro Coyotepe.

Cada estruendo o explosión significaba una o varias vidas asesinadas o heridas, o una casa destruida.

Fuimos al comedor colectivo o de combatientes en San Miguel. “Pediremos un poco de comida”, me dijo Roberto González Rocha.

También fuimos a buscar agua donde un vecino que tenía pozo en su patio.

González Rocha tendió dos hamacas a la orilla de muros de su casa, de tal manera que los muros eran como el frente hacia el lado del Coyotepe.

“Durmamos aquí. Espero no nos caigan directamente los morteros que están tirando del Coyote”, expresó.

A pesar de estar cansado profundamente, dormí poco, porque eran constantes las explosiones en distintos rumbos de la Ciudad de Masaya. Temía que una de esas bombas cayera donde estábamos durmiendo en aquellas hamacas.

Muy de mañana, González Rocha y yo fuimos al comedor de San Miguel. Eran las seis y media.

Allí estaban una parte de los replegados de Managua, con carretillas de mano, buscando la comida de todos sus compañeros y compañeras.

Andaban apresurados. 

El Estado Mayor de Managua los esperaba a las siete y media de la mañana, para formar las escuadras y pelotones móviles para mantener “a raya” a los guardias somocistas genocidas, encuevados en El Coyotepe, la INCA y la Hielera de Santa Rosa.

Además, esas escuadras y pelotones tendrían como objetivos también ampliar el anillo de fuego militar en contra de estos “esbirros” genocidas, y si era posible expulsarlos de estos tres lugares.

Se formaron las escuadras y pelotones al mando de César Augusto Silva, combatiente sencillo, brillante en la dirección de combates, y quien cayera poco después; y Marcos Somarriba.

Estas escuadras y pelotones móviles ya habían funcionado en Managua, y eran las que habían vencido una y otra vez a la enorme cantidad de soldadesca criminal del somocismo genocida en la Capital nicaragüense.

Además, ese mismo día en la mañana se armó un equipo especializado, de jefes guerrilleros, combatientes populares y civiles de Managua, para fabricar armas caseras, desde bombas de contacto, lanzamorteros “hechizos” y “reconstrucción” de balas para los fusiles, escopetas y armas deportivas.
Esta armería y fábrica de municiones se instaló en las cercanías de la Iglesia Magdalena, en Monimbó.

“Elaboremos un plan para la misión de recuperar armas y municiones. 

Vamos a comenzar inmediatamente. 

No hay tiempo que perder”, me advirtió González Rocha cuando ya terminábamos de ingerir la comidita que habíamos conseguido en el comedor guerrillero de San Miguel.

Roberto conocía Masaya como sus manos. 

Yo conocía poco. 

Elaboramos un plan en base a la gente que él conocía que tenía armas diversas.

Salimos a las calles de Masaya, con la finalidad del “recupere de armas”, a las nueve de la mañana.

Para entonces, ya se escuchaba la fiesta de bombazos y balazos que se tenían los jefes guerrilleros y combatientes populares de Managua en contra de los guardias somocistas genocidas, encuevados en la INCA y en la Hielera de Santa Rosa.

En conjunto, combatientes populares de Masaya y Managua les lanzaron a los guardias somocistas genocidas, un diluvio de bombas de contacto por encima de los muros de la Fábrica INCA (clavos y alambres) y de la Hielera de Santa Rosa.

Esta contraofensiva contundente, sin parar, tenía como objetivo inmovilizarlos en sus cuevas, darles una muestra de que si salían de sus escondites, sencillamente serían barridos por los pelotones móviles de combatientes populares y jefes guerrilleros, llegados de Managua.

Mientras tanto, para desorientar a la población e intentos de “moralizar” a sus tropas desmoralizadas, por medio de la Radio Difusora Nacional (del Estado somocista genocida), sus periodistas y locutores decían que el FSLN guerrillero, insurreccionado, habían abandonado Managua, que habíamos huido a Masaya.

Estaban retorciendo la verdad una vez más, para consolarse, pues casi al mismo tiempo decían que los “sandino-comunistas-terroristas” atacaban a la “invicta” Guardia Nacional en El Coyotepe.

Y en pocas horas tendríamos encima una ofensiva militar descomunal que los obligaría a salir huyendo de todos los Comandos GN genocidas de Carazo, del mismo Departamento de Masaya y del Departamento de  Granada.
Roberto González Rocha (ya fallecido), periodista, fotógrafo, promotor de espectáculos artísticos y del “Toro Venado” burlón), era hombre muy conocido y conocedor de Masaya.

Cuando andábamos dedicados al “recupere” de armas y municiones, todo mundo lo recibía amistosamente. “Al terminar la guerra, me la devolvés, oístes, Roberto”, era el pedimento de alguna gente.

“Recuperamos” más de 20 armas cortas y muchas municiones ese día.

Comienza plan de asalto a Jinotepe

Llegó el día 1 de julio. Los combates arreciaron contra la guardia encuevada en el lado Norte de Masaya.

González Rocha y yo fuimos temprano hacia la INCA y la Hielera, al momento en que un nutrido grupo de combatientes populares, replegados y de Masaya, jefeados por César Augusto Silva y Marcos Somarriba, lanzaban una lluvia de bombas de contacto y granadas de fragmentación a los guardias somocistas genocidas, por encima del muro de la INCA.

Los soldados o “esbirros” somocistas se vieron obligados a retroceder, pero al mismo tiempo se desató un mortero feroz desde la cumbre del Coyotepe en contra de la Ciudad de las Flores y de los combatientes populares, cercanos al muro, a los cuales, por supuesto, no les hacían nada porque ya tenían todo preparado.

Ese mismo día, supe, se habían reunido en Masaya el Estado Mayor General (Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo) con los Estados Mayores de Managua, de  Masaya y de Carazo, para planificar el asalto armado a Jinotepe, San Marcos y completar el dominio sandinista sobre Diriamba.

Los jefes del Estado Mayor de Carazo eran los compañeros César “Alí” Delgadillo y Noel “Oscar” Escobar.

Ya estaba tomada Diriamba por parte del Frente Sandinista, pero su situación era débil.

Además, la toma de Diriamba se mantenía como “un equilibrio de fuerzas” entre el mando insurrecto revolucionario en Diriamba y el Comando militar genocida de la Guardia Nacional somocista, encabezada por el coronel Rafael Lola.

Los Estados Mayores (General) y de Managua, Masaya y Carazo, consideraron que esta situación debía resolverse de inmediato, pues se debía pasar a la ofensiva estratégica, porque esa era una de las misiones fundamentales del movimiento del Repliegue Táctico de Managua a Masaya.

Esta ofensiva estratégica debía ser potente, audaz, rápida, con un poder de fuego sólido, con destreza militar de primera, capaces de golpear mortalmente al enemigo y desalojarlos sin contemplaciones de sus cuarteles.

Se decidió, entonces, formar ocho pelotones con combatientes populares y jefes guerrilleros seleccionados, para integrar el Batallón Móvil,  hasta una cantidad aproximada de 300 hombres, de los más fogueados, los más diestros en el manejo de estrategias militares y en la conducción de los combates móviles contra la guardias genocida somocista, según la experiencia puesta en práctica en la Zona Oriental de Managua, “donde está el corazón del enemigo”.

Entre los jefes guerrilleros selectos de este grupo de combatientes replegados de Managua y Masaya, estaban Rolando “Cara Manchada” Orozco y Justo Rufino Garay, ambos audaces, valientes, diestros, maestros y fieros en los combates en contra de la guardia somocista genocida en Managua.

También iba entre ellos Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando.

Se elaboró el plan de asalto a Jinotepe, el cual incluía el uso de varios camiones, rutas clandestinas para no ser detectados por los enemigos, moverse de noche y de madrugada, y caerle a Jinotepe cuando todavía fuese de madrugada.

En esa reunión de los cuatro Estados Mayores del FSLN: General, de Managua, de Masaya y de Carazo, se emitieron una serie de instructivas para guardar la disciplina en toda la tropa insurrecta, reiniciar entrenamientos militares cada vez más profundos, mantener la moral elevada en estas tropas populares, propagar con megáfonos, altoparlantes y periódicos chiquitos las orientaciones propagandísticas hacia la población civil en general; organizar la búsqueda de materiales de todo tipo para la fabricación de armas, municiones y bombas  caseras; mejorar la búsqueda de alimentos para todos los combatientes de Managua, Masaya y Carazo, administrar los bienes públicos de la Ciudad de Masaya y meterse, inclusive, a producir aquellos alimentos necesarios y que no los hubiere a la mano.

Toma posesión Junta de Reconstrucción d Masaya

Se iniciaron de inmediato la aplicación de las instructivas militares de los cuatro Estados Mayores mencionados.

Recuerdo yo que ese mismo día los Comités de Defensa Civil (CDC) se transformaron en Comités de Defensa Sandinistas (CDS), con la finalidad de organizar la vigilancia revolucionaria en Masaya, y de ese modo controlar a los enemigos somocistas, especialmente a los “orejas”, “jueces de mesta” y a los mismos guardias infiltrados.

La verdad es que no recuerdo, eso sí, si fue ese mismo día que tomó posesión la Junta de Reconstrucción de Masaya, a cuyos miembros designados por los Estados Mayores del FSLN presentó Moisés Hassan Morales, quien después del  Triunfo de la Revolución sería miembro de la Junta de Reconstrucción Nacional.

La Junta de Reconstrucción de Masaya fue la primera Junta integrada en la Nicaragua liberada.
Los miembros de la Junta eran:
Roberto González Rocha, Constantino Tapia, Elías López, Luis Santiago Palacios y Róger Rodríguez.

Los cuatro pasaron a administrar los bienes públicos de la Ciudad de las Flores, lo cual se hizo público mediante megáfonos, altoparlantes y volantes o periodiquitos del FSLN en Masaya.

La toma de posesión de la Junta fue ante una gran asamblea de varios miles de pobladores y combatientes populares, en los patios de Don Bosco.
Fue alegrísimo. Lleno de vítores, de abrazos, felicitaciones, y de comentarios de que por fin, después de 45 años de genocidio somocista, ya no serían los Alcaldes ni guardias, ni “orejas”, ni “jueces de mesta”, ni los serviles arrastrados y ladrones del Partido Liberal Nacionalista.

El discurso de apertura de la asamblea lo hizo el Comandante Hilario Sánchez, jefe del Estado Mayor de Masaya y quien fuera uno de los integrantes del Comando Juan José Quezada para el Asalto a la Casa de “Chema” Castillo Quant en diciembre de 1974.

Moisés Hassan Morales, de la Comisión Política del Estado Mayor de Managua, hizo la juramentación pública.

Estábamos en esa actividad jubilosa en la calle, cuando se escuchó que encima de nosotros había ya varios helicópteros  para descargar su carga mortal de bombas de 500 y mil libras.

Efectivamente, soltaron centenares de bombas de 500 libras e incendiarias sobre la “Ciudad de las Flores, y en poquísimo tiempo habían no menos de 50 incendios en toda Masaya.

Una de las bombas de 1,000 libras cayó sobre un conjunto de casitas de madera, situadas en el costado Norte de la Iglesia San Jerónimo. La explosión hizo millones de pedazos a las casitas mencionadas.

Dentro de ellas habían alrededor de 60 combatientes populares replegados de Managua y de Masaya, 13 de los cuales murieron por los charnelazos  y unos 20 resultaron heridos.

Así actuaban los guardias somocistas genocidas. 

Huían y después usaban estos medios aéreos para matar más gente, más nicaragüenses.

Hasta este momento se afirmaba que habían matado a 50,000 nicaragüenses en 45 años de dictadura sangrienta.

Asalto a Jinotepe cambia correlación de fuerzas militares

El Batallón Móvil, de ocho pelotones, con 300 combatientes y jefes guerrilleros, estuvo listo el  de julio en la tarde.

Salió las once de la noche, por rutas clandestinas, para estar en Diriamba a eso de las tres de la mañana del 4 de julio de 1979.

La orden militar de los cuatro Estados Mayores insurrectos era que esa fuerza militar móvil de 300 jefes guerrilleros y combatientes populares selectos se lanzarían con el elevadísimo espíritu ofensivo, sin retroceder un milímetro; irían con fuego nutrido de ametralladoras, lanzamorteros, fusilería, bombas de contacto y de fragmentación; lo harían como un arma que van sin retroceso, sin detenerse a construir barricadas, en un solo empujón, para sorprender y llenar de pánico a los guardias somocistas genocidas, como ya había ocurrido en Managua con los pelotones móviles de cazaperros y francotiradores

Y de ese tipo de combatientes eran Rolando “Cara Manchada” Orozco y Justo Rufino Garay y el Alejandro “Comandante Huesito” Mairena Obando, por ejemplo.

El Comando GN genocida de Jinotepe, jefeado por el coronel Rafael Lola, tenía unos 400 soldados distribuidos en el comando central y 16 comandos en toda la Ciudad, como ocurría en Managua, donde también 16 Secciones de Policía  (“Sierras”, les decían).

En silencio, y aprovechando que Rafael Lola se había hecho a la idea de que había algo así como “una tregua” de equilibrio de fuerzas militares entre la Diriamba tomada por el Frente Sandinista y su Jinotepe, fortificada, el Batallón Móvil de 300 combatientes selectos de Managua, Masaya y Diriamba (ahora), se deslizaron como felinos en el corto trayecto que separa a Diriamba de Jinotepe, el 5 de julio de 1979.

La sorpresa fue mayúscula para Rafael Lola y su banda de asesinos, ubicados en el Comando central y en las 16 guarniciones en toda la Ciudad.

A las siete de la mañana les cayó la ofensiva sorpresiva, como una lluvia de balas y bombazos, en los 16 cuarteles regados en Jinotepe.

Al mismo tiempo, estaban siendo atacados con fortaleza sostenida los guardias asesinos en Masaya, en  Rivas, en León y en la Managua misma, para impedir que movilizaran tropas hacia Jinotepe.

Seguramente, estos “invictos” de la Guardia Nacional nunca habían sentido una ofensiva militar tan nutrida. Se les lanzaban morteros, el Batallón Móvil se movía con ametralladoras calibre 30 y 50, con las cuales inutilizaron tanquetas, y los guardias salieron corriendo, por ejemplo, de donde tenían varias ametralladoras en torreones frente al Parque.

Al medio día, la  mitad de la Ciudad de Jinotepe ya estaba en poder d  Frente Sandinista insurrecto. Unos cuarteles fueron aniquilados en combate, otros se rindieron.

Coronel genocida huye

Durante la contienda de este día cayeron combatiendo los valiosísimos jefes guerrilleros Rolando “Cara Manchada” Orozco, Rufino Garay y Erick Castellón.

Cayó la noche y siguieron algunos combates. Los fogonazos de cañonazos, morterazos y balazos, cruzaron  toda la Ciudad de Jinotepe.

El coronel somocista genocida Rafael Lola, aprovechó la oscuridad para fugarse hacia el lado de Masatepe con parte de la tropa que tenía asignada por el alto mando de la Guardia Nacional genocida en el comando central, o sede en que Lola estaba.

Los combates siguieron en la noche y en la madrugada del 6 de julio. Al ya saber que su jefe Lola los había abandonado, muchos guardias se rindieron.

Muy temprano de la mañana de ese 6 de julio, ya se sabía que la victoria sandinista había llegado. La audacia, la destreza en el manejo del combate, el arrojo de 300 combatientes selectos había hecho pedazos la “invencibilidad” de la Guardia Nacional genocida en Jinotepe.

Varios de esos hombres valiosos, murieron, mientras disparaban con el corazón y la mente llenos de patriotismo revolucionario.

Las campanas de las Iglesias católicas de Jinotepe lanzaron sus sonidos al viento, en anuncio de la victoria sandinista. Toda la población salió a las calles, se abrazaron, lloraron, hicieron fiesta callejera.

Después se conoció que el alto mando de la Guardia Nacional somocista genocida tenía planeado lanzar una ofensiva gigantesca, precisamente el día 7 de julio de 1979, según ellos para aplastar definitivamente al Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Sin embargo, la toma de Jinotepe les quebró los planes y al mismo tiempo cambió definitivamente la correlación de fuerzas militares, pues al instante también se estaba liberando San Marcos y se consolidaba la liberación total de Diriamba.

Todo Carazo era libre del somocismo genocida, y era, realmente, el Primer Territorio completamente liberado de fuerzas criminales de la dictadura somocista sangrienta.

Además, los guardias somocistas genocidas, incluyendo sus jefes generales, coroneles, mayores y capitanes, estaban cada vez desmoralizados.

El Batallón Móvil se consolidó. Comenzó en Managua como una escuadra llamada “La Liebre” o de “Cazaperros” (guardias).

Ya tomado Carazo, los cuatro Estados Mayores emitieron la instructiva de pasar a administrar los bienes públicos de estas dos ciudades, para lo cual designaron a los primeros miembros de Juntas de Reconstrucción, parecidas a la de Masaya.
Otra instructiva de los Estados Mayores es que de ahora en adelante el Batallón Móvil pasaba llamarse “Batallón Móvil Rolando Orozco”, en honor a aquel extraordinario combatiente guerrillero, caído en los combates de la liberación de Jinotepe.

Según las informaciones recogidas, el arrogante torturador y represor genocida, Rafael Lola, fue visto llegar en huida a Masatepe, desmoralizados, y de paso terminaron de desmoralizar a la tropa somocista que estaba en la Ciudad de Masatepe, que también abandonó sus trincheras de combate.

Cae César Augusto Silva

Los cuatro Estados Mayores (General, de Managua, Masaya y Carazo) instruyeron asimismo que se profundizaran los entrenamientos de los combatientes selectos. También que se le dieran entrenamiento a la población civil, con la finalidad defender los territorios ya liberados, e ir en ofensiva si era necesario.

Por este motivo, los entrenamientos militares se hicieron masivos en Masaya, Catarina, Niquinohomo, Nandasmo, Masatepe, San Marcos, Diriamba y Jinotepe.

Después de la toma de Jinotepe y San Marcos, los aires de victoria antisomocista se hicieron generales.
En Masaya se acrecentaron la fabricación de armas, municiones y bombas caseras, en un taller de torno, situado en Monimbó, cerca de la Iglesia Magdalena.

En las cercanías de La Barranca, en Masaya, se le tendió una emboscada a la guardia somocista, la cual tuvo 35 bajas mortales.
En revancha bombardearon sin cesar toda la Ciudad de las Flores.

En busca de realizar otra emboscada, César “Moisés” Augusto Silva, andaba haciendo una exploración, cuando fue “pegado” por francotiradores somocistas genocidas de El Coyotepe. Esta caída fue realmente dolorosa, pues Silva era considerado  uno de los combatientes y jefes más audaces, originario de las Américas IV, en Managua.

Aterrizan aviones con municiones

No recuerdo la fecha, pero uno de los acontecimientos más memorables fue cuando dos aviones sandinistas aterrizaron una mañana en dos puntos distintos: uno del Motel Las Flores hacia el Sur, en la Carretera hacia los Pueblos Blancos; y el otro, en la Carretera Managua-Masaya-Granada, del Motel Las Flores hacia el Oeste.

De los dos aviones se descargaron municiones. Uno de los aviones se dañó porque la Carretera resultó muy estrecha, y chocó con un jeeps en que andaban los miembros del Estado Mayor de Masaya.

Les dispararon desde El Coyotepe, pero no le dieron a ninguno.
Ese día, precisamente, Masaya fue objeto, una vez más, del horrible y cruel bombardeo aéreo somocista.

Se aparecieron sobre el cielo de la Ciudad de las Flores, tres helicópteros, dos aviones Push and Pull.

Cuando los aviones aparecieron en el cielo, se creyó que llegaban a tirar bombas de 1,000 libras, lo que motivó la salida corriendo de los arsenales de dinamita y pólvora con que se fabricaban armas y bombas caseras. Incluso, los Comandantes Carlos Núñez Téllez y William Ramírez salieron en estampida de uno de esos arsenales.

Los pilotos de los aviones Push and Pull sólo amagaron y se fueron. Parecía que tenían prisa por irse a otro sitio a lanzar su carga mortal.
Se quedaron los helicópteros, de los cuales empezaron a deslizarse barriles de gasolina y fósforos encima de la Ciudad de Masaya.

Se calcula que ese día tiraron no menos de 200 barriles de gasolina en toda la Ciudad de Las Flores.
Donde caían, estos barriles de gasolina y fósforo provocaban un incendio.
La gente ya se había organizado para hacerle frente a este asunto, y de inmediato se fueron adonde habían estallado los incendios y les ayudaban a las familias masayenses afectadas a apagar el fuego.

Parte de los trabajos de la administración pública, de la Junta de Reconstrucción de Masaya, coordinada por Roberto González Rocha, era enfrentar este asunto de los incendios, provocados por los guardias somocistas genocidas.

A veces, yo conseguía comida, a veces no. Para bañarnos, un grupo de compañeros nos íbamos de vez en cuando a bajar por la “bajada de Cailagua”, para bañarnos en la Laguna de Masaya.

Alternaba mis dormidas en el patio del Colegio Don Bosco y en la casa de Roberto González Rocha, a quien ya poco veía porque estaba ocupado en los asuntos de la administración pública local de Masaya.

Cae Danilo Aguirre Aragón

Los combates e intercambios de balazos y bombazos eran asunto de todos los días y a cada momento, entre los combatientes populares y los guardias. Estos siempre estaban encuevados en el Cerro del Coyotepe, en La Barranca, en la INCA y en la Hielera.
En uno de estos tiroteos cayó también Danilo Aguirre Aragón, uno de los replegados de Managua.

Aguirre Aragón había participado en un  combate en que se le destruyó una tanqueta a los guardias somocistas genocidas en las cercanías de La Barrancada.

Ya había terminado el combate. Danilo fue a ver de cerca cómo había quedado la tanqueta, cuando recibió un balazo mortal, disparado desde la cima del Coyotepe.

Asalto a Granada

El 15 de julio, según supe, se reunieron los Estados Mayores: Estado Mayor General del Frente Interno, Estado Mayor de Managua, Estado Mayor de Carazo y ahora el Estado Mayor del Batallón Móvil Rolando Orozco, para planificar el asalto militar a la Ciudad de Granada.

Ese mismo día se estaba urgiendo al Estado Mayor del Frente Oriental “Carlos Roberto Huembes”, jefeado por el Comandante de la Revolución Luis Carrión Cruz, que acelerara las tomas o liberaciones de Juigalpa y Boaco, porque el Batallón Móvil Rolando Orozco entraría en acción el 17, para liberar Granada, y de se modo darle el golpe definitivo a la dictadura somocista genocida.

En un lugar desconocido se había reunido también la Dirección Nacional Conjunta: Daniel Ortega Saavedra, Humberto Ortega Saavedra, Henry Ruiz Hernández,  Carlos Núñez Téllez, Víctor Tirado López y Tomás Borge Martínez, sin la presencia de Bayardo arce Castaño, Jaime Weelock Román y Luis Carrión Cruz, debido a que estos se les imposibilitó dejar la Dirección de los Frentes de Guerra “Norte Carlos Fonseca Amador”, “Oriental Carlos Roberto Huembes” y “Occidental Rigoberto López Pérez”.

La Dirección Nacional Conjunta se había reunido clandestinamente, para acelerar el plan de derrocamiento de la dictadura somocista genocida.

Emitieron una instructiva de cinco puntos, que fue remitida por radio a todos los Estados Mayores de los Frentes de Guerra insurreccionados en todo el país.

Decía esa instructiva:

a)      Introducir al país, cuanto antes, por la vía clandestina, a los miembros de la Junta de Gobierno Provisional.
b)     Ordenar a las fuerzas del Frente Occidental la definición de la contienda del Departamento de Chinandega; al Frente Interno, la toma de Granada; al Frente Norte, la toma de Estelí; al Frente Oriental, la toma de Juigalpa; y al Frente Sur, modificar su estrategia militar, para atacar por los flancos a las fuerzas somocistas comandadas por Bravo, asegurando, su avance sobre Rivas.
c)      Consumados los primeros pasos, dar la orden de avance hacia la Capital a las fuerzas sandinistas que fueran consolidando sus posiciones; es decir, que hubieran definido a su favor la contienda.
d)     Rechazar enfáticamente cualquier  ampliación de la Junta de Gobierno Provisional y ofrecer garantías plenas que, allí donde la guardia se rindiera, serían respetados los acuerdos de rendición, en base a los convenios internacionales de guerra.
e)      Exigir a Somoza la renuncia inmediata del poder, la rendición de sus tropas mediante llamados hechos por él mismo, ofreciéndoles las garantías de que las vidas de los prisioneros serán respetadas si no presentan combate.

Mientras tanto, el Batallón Móvil Rolando Orozco fue instruido de que a las doce de la noche del 16 de julio partiría clandestinamente hacia Granada, en varios camiones, en una operación militar relámpago, ofensiva e implacable, similar a la de Jinotepe.

Los Estados Mayores insurrectos: General, el de Managua, de Carazo, de Masaya, del Frente Sur Benjamín Zeledón Rodríguez, en Rivas, comandado por Ezequiel, y el Estado Mayor del Batallón Móvil Rolando Orozco, acordaron previamente lo siguiente:

a)     Lanzar el Batallón Móvil Rolando Orozco en una operación eminentemente ofensiva, contra la Ciudad de Granada, hasta conseguir la derrota del enemigo. Para conseguirlo, de previo debería asegurarse el transporte y el desplazamiento de todas sus fuerzas, así como la coordinación con el mando de Masaya, para evitar cualquier incidente o cualquier equivocación. La noche del ataque, desde tempranas horas, el Batallón Móvil debía estar en Masaya, y alrededor de las doce de la noche, partir a Granada, a cumplir su misión.
b)      Cortar de un solo tajo cualquier eventual retirada del enemigo, atacando en las primeras horas del 18 de julio los Municipios de Diriá y Diriomo. Para ello, la guarnición de los lugares mencionados debería ser reducida en el menor tiempo posible. De esta operación se encarga el Estado Mayor de Carazo.
c)      Impedir cualquier posible refuerzo proveniente de la Ciudad de Rivas, atacando Nandaime en operación combinada con los pelotones de Carazo. De su ejecución se encarga el Comandante Ezequiel.
d)     Una vez conseguidos todos los objetivos, preparar aceleradamente todas las condiciones para retornar a la Capital en una acción de convergencia del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, del Frente Norte Carlos Fonseca Amador, del Frente Oriental Carlos Roberto Huembes y del Frente Interno de Managua.

El Batallón Móvil Rolando Orozco se deslizó clandestinamente, por veredas, en camiones, con unos 300 combatientes selectos y jefes guerrilleros, entre otros: Mónica “Isabel” Baltodano Marcenaros, “Willy” y “Eugenio”.

Entraron raudos de madrugada a la periferia de la Ciudad de Granada. Como felinos en ofensiva, se tendieron por los cuatro costados de la Ciudad y como huracanes o tornados incontenibles, empezaron a barrer los retenes militares que tenía la guardia somocista genocida, regados en las entradas y en medio de la Ciudad de Granada.

De forma implacable, en esos retenes llovió fuego de ametralladoras calibre 30, de fusilería y también se les lanzaban bombas de fragmentación.

El ataque madrugador fue demoledor. Los guardias retrocedían, llenos de pánico, e iban buscando el cuartel principal de la Guardia Nacional genocida, conocido como “La Pólvora”, donde habían sido torturados y asesinados centenares de granadinos y nicaragüenses en general.

Además de la sorpresa, jamás se imaginaron a un grupo pequeño, de unos 300 hombres y mujeres, con tanta decisión, solidez y destreza en el manejo del combate ofensivo, sin retroceso, desde el inicio.

Los jefes guerrilleros y combatientes populares avanzaban y avanzaban, sin permitir descanso a los enemigos; subían techos, abrían huecos en las paredes de casas, evadían los cañonazos de tanquetas, les salían por los costados a los guardias somocistas genocidas, que, al fin de cuentas, iban sólo retrocediendo, ya enloquecidos por aquella feroz ofensiva militar guerrillera, digna de la escuela guerrillera de Sandino en las montañas del Norte de Nicaragua.

En poco tiempo, ya en pleno día, la enorme cantidad de guardias, unos mil quizás, iban quedando reducidos al cuartel principal de “La Pólvora”.

La presión del fuego nutridísimo del Batallón Móvil Rolando Orozco sorprendió también a toda la ciudadanía granadina, mayoritariamente conservadora, sede de la oligarquía, y que tradicionalmente no apoyaba la lucha guerrillera del Frente Sandinista.

Una de las primera en llegar a las cercanías del Comando G:N. de “La Pólvora” fue la Comandante Mónica “Isabel” Baltodano Marcenaros.

El Comandante Carlos Núñez Téllez contó después que el Coronel genocida Ruiz quedó sorprendido al ver que una mujer era una de las comandantes de la tropa revolucionaria que ya los tenía acorralados, y sin posibilidad alguna de fugarse.

Al mismo tiempo de este combate violentísimo, relampagueante, tal como se había planeado, eran tomados también por asalto las guarniciones  somocistas genocidas de Nandaime, Diriomo y Diriá, para impedir cualquier refuerzos a los gendarmes genocidas de Granada.

Lo mismo estaba ocurriendo con ofensivas militares revolucionarias igualmente contundentes en Rivas, Estelí, Chinandega, Matagalpa, Juigalpa, Boaco, Somoto, Ocotal… de manera que el fin, la agonía, le estaba llegando a la dictadura somocista genocida, a la tiranía sangrienta de los Somoza vendepatrias y ladrones.

El Coronel Ruiz se vio obligado a negociar su rendición y la de toda su tropa de guardias somocistas genocidas.

Yo personalmente pude presenciar cómo la arrogancia de aquel coronel genocida, se vino abajo, agachaba la cabeza, se hundía la gorra sobre las narices, estaba nervioso y fumaba sin parar, como para consolarse, pues jamás creyó que un grupo de guerrilleros y combatientes “chapuceros”, como decían ellos, los hayan derrotado tan vergonzosamente como ese día glorioso en Granada.

El 18 de julio ya estaba todo consumado en cuanto a la toma o liberación de Granada, la Ciudad mayoritariamente más reaccionaria en cuanto a la lucha armada del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Gato Colindres escondido

En Granada encontré a los Comandantes Carlos Núñez Téllez, William Ramírez Solórzano, Osvaldo Lacayo, Mónica Baltodano Marcenaros, a Glenda Monterrey, a Julio López Campos.

El Batallón Móvil Rolando Orozco tenía totalmente controlada y liberada la Ciudad de Granada.

Los guardias somocistas genocidas y el mismo coronel Ruiz estaba ahora presos en las cárceles en que ellos antes metían a los opositores, a lo sandinistas, a quienes torturaban y mataban en esta tenebrosa cárcel de “La Pólvora”.

Hubo algún júbilo, pero no tanto como en Jinotepe, Diriamba, San Marcos, Masatepe, Diriomo, Nandaime, Diriá o la misma Masaya.

Poco después de la rendición de los guardias genocidas, alguien llevó el mensaje donde el Comandante Carlos Núñez Téllez de que el despreciable “oreja”, agente de la Oficina de Seguridad, torturador, asesinos atroz, miembro de los “escuadrones de la muerte” (Mano Blanca”), “Gato” Colindres, estaba escondido, vestido de mujer, dentro de las instalaciones oficiales de la Cruz Roja en Granada.

Fue una escuadra de exploración a la Cruz Roja y comprobaron que allí estaba el “Gato” Colindres.

El Comandante Núñez Téllez expresó inmediatamente que asesinos y torturadores como el “Gato” Colindres, el “Macho Negro”, “El Chele Aguilera” y otros miles de esbirros parecidos a éstos, no eran objeto de negociación, ni de rendiciones, para el Frente Sandinista.

Entonces, el “Gato” Colindres fue sacado de su escondite, se le hizo un juicio sumario público y fue fusilado sin contemplaciones  en plena calle.

Mortereo a caravana triunfante

Ya conocíamos que Anastasio Somoza Debayle, el tirano genocida, sangriento, ladrón, torturador, saqueador de recursos naturales de la nación, responsable de la matanza de 50,000 nicaragüenses, había huido el 17 de julio en la noche.

Nosotros no habíamos podido celebrar la huida del tirano por los combates feroces de Granada.
Sabíamos también que Somoza Debayle pretendía escamotear el triunfo revolucionario, y que otras fuerzas reaccionarias pretendían que quedara instalado “un somocismo sin Somoza Debayle”. Salvar la Guardia Nacional e imponer la ampliación de la Junta de Gobierno Provisional.

Después de controlar totalmente “la gran sultana”, el Comandante Carlos Núñez Téllez, dio la orden de que una caravana de combatientes populares y civiles se dirigiera a Masaya, “para continuar los preparativos del derrumbe final de la tiranía somocista”, y salir a Managua muy de mañana del 19 de julio.

Mientras la caravana de ocho camiones y camionetas circulaba por la Carretera Granada-Masaya, ya de noche del 18 de julio, tomando las debidas precauciones, pudimos ver con inmensa alegría cómo salían centenares o miles de campesinos a esta vía pública a celebrar el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

Encendieron fogatas en la Carretera, nos decían “Adios”, ¡Triunfamos!, ¡Somos libres!, ¡los asesinos somocistas han sido sacados del poder!”
Aquello parecía un sueño, hecho realidad.

Yo iba incómodo dentro de uno de los camiones porque el propio Comandante Carlos Núñez Téllez me puso a cuidar al coronel Ruiz, a quien el jefe del Estado Mayor General del Frente Interno y jefes de todos los  Estados Mayores de esta Zona Oriental, le había concedido, generosamente, mandarlo a entregar a su familia en Jinotepe.

Mi incomodidad en medio de tanta gente dentro de los camiones, era porque como siempre andaba cargando mis cámaras fotográficas, películas, una pistola calibre 45, y de paso ahora traía cruzado un fusil Fal y tenía que ir apuntando con esa arma corta al mencionado Coronel Ruiz.
El propio Comandante Núñez Téllez había dado la orden de que al dar la vuelta por el Motel Las Flores, para entrar a Masaya por el laso de “Los  Sabogales”, se apagaran las luces de todos los vehículos.
Sin embargo, nunca supe quién, no apagó las luces de una de las camionetas.
Esto fue suficiente para que desde el Cerro del Coyotepe, los guardias genocidas nos dispararan decenas de morterazos, uno de los cuales cayó dentro de uno de los camiones, ocasionando varios muertos y numerosos heridos.

Hubo pánico de todo mundo en ese sitio, porque el mortereo seguía sin cesar y no teníamos forma de defendernos.
En el sitio, además, había zanjas y una de las camionetas se precipitó a uno de los huecos.

Yo tenía temor de que el tal coronel Ruiz aprovechara la confusión, para intentar huir, pero no hizo ni el más mínimo intento. No sólo, más bien colaboró para que pudiéramos buscar camino, a pie, en medio de la oscuridad, para ir rumbo hacia Monimbó.

El Comandante Núñez Téllez estaba furioso. Le echó mil maldiciones a quien no apagó las luces de la camioneta y a la vez llamó por radio a “Palo Alto”, pidiéndole a la Dirección Nacional Conjunta que le dijeran al Cardenal Miguel Obando Bravo que la guardia somocista debía para ese bombardeo, pues de lo contrario esos guardias somocistas genocidas de El Coyotepe serían tratados como el “Gato” Colindres, “El Chele Aguilera” o el “Macho negro”, es decir, serían capturados y fusilados en el acto.

Varios combatientes populares de Masaya nos guiaron en la oscuridad, para salir de allí, mientras el bombardeo no cesaba.

 Llegamos a pie a Monimbó y el bombardeo en el rumbo del Motel Las Flores, seguía en los fino.
Al llegar a Monimbó, me ubicaron en la sala de una de las cárceles que tenía el Estado Mayor del FSLN en Masaya, siempre cuidando al coronel Ruiz.

Eran ya casi las diez de la noche. En un ratito llegaron a traer al coronel Ruiz, y lo montaron en una camioneta. No supe más de él, entiendo que lo fueron a dejar a Jinotepe.

Guardias genocidas huyen del Coyotepe

El resto de la noche fue agitadísima, de tensa espera, pues ya se sabía que la guardia genocida estaba huyendo, se estaba entregando o ya no podría resistir los embates armados del Frente Sandinista insurrecto en todo el país.

Me fui a la casa de Roberto González Rocha, el Coordinador de la Junta de Reconstrucción, casi a las doce de la noche, y me dormí.

Me levanté a las cinco de la mañana, sobresaltado, por explosiones de cohetes y gritos de “!Somos libres, Triunfó la Revolución! Los guardias somocistas genocidas del Coyotepe, también huyeron!

Tomé mis cámaras y me fui a la Fortaleza de El Coyotepe. Cuando yo iba corriendo, ya una romería de gente subía el famoso Cerro Coyotepe, donde estuvo un centro de torturas y cárceles espantosas del régimen somocista genocida.

Los guardias somocistas, encabezados por el general Fermín Meneses Cantarero, habían huido a esos de las dos de mañana, según me contaron Salvador “Iguana” Oporta y Carlos “Aguja” Cuadra Rodríguez, quienes en esos momentos habían sido liberados del interior de las cárceles tenebrosas por combatientes populares de Masaya.
“Iguana” y “Aguja” eran de los combatientes populares, replegados de Managua, que fueron capturados cerca de La Barranca al extraviarse cuando íbamos caminado por los desfiladeros o paredones de la Laguna de Managua.

Según “Aguja” e “Iguana” los guardias se disfrazaron de “paisanos” a esos de las dos de la mañana, y se bajaron en “fila india” por las laderas del Cerro Coyotepe, rumbo al Norte, buscando “Los Altos de Masaya”, y tal vez rumbo a Tipitapa.

Minutos antes de esta huida en ese rumbo, me relataron “Aguja” e “Iguana”, un helicóptero llegó a traer a Meneses Cantarero y a otros altos oficiales de la Guardia Nacional somocista genocida.

Dentro de las instalaciones militares de El Coyotepe, los guardias dejaron centenares de uniformes, varios centenares de fusiles Fal, Garand y galil, numerosas ametralladoras calibre 50, varios lanzamorteros, centenares de miles de municiones, y un fosa común, en la cual había echado los cuerpos asesinados de centenares de opositores y sandinistas de Masaya y todo el país.

Según “Aguja” e “Iguana” a ellos, precisamente, los obligaron a seguir cavando, profundizando, la zanja en que echaban los cadáveres de los asesinados.

Celebran Triunfo en Masaya

A partir de ese momento, la alegría era contagiante entre casi toda la población de Masaya.

Había llegado a su fin el bombardeo criminal y la presencia de asesinos de la Guardia Nacional somocista genocida.

En las calles de Masaya ya fue indetenible una fiesta popular callejera, que incluía bailes folklóricos, tiradera de cohetes, estallido de bombas de mecate, disparos de ráfagas de ametralladoras y fusiles al aire.

¿Cuáles fueron las motivaciones de la Insurrección en los Barrios Occidentales?

 

* Pablo E. Barreto Pérez


Lo fundamental era que las fuerzas sandinistas tenían una beligerancia política y militar constante, sobre todo en la zona del Barrio San Judas y el OPEN III o Ciudad Sandino.

La Insurrección Final estaba planteada para todo Managua. Sin embargo, “el centro de la Insurrección” se debía desencadenar en los Barrios Orientales capitalinos. Pero para dispersar a la guardia genocida y de desajustarle su capacidad militar, se organizó la “toma o Insurrección de los Barrios Orientales”, incluso iniciando con los Barrios Occidentales para provocar una especie de “diversionismo” en los mandos de la oprobiosa Guardia Nacional.

Cuando se produce la “toma o Insurrección de los Barrios Orientales”, la guardia está dispersa, no ubica dónde es propiamente el “foco” insurreccional o de resistencia de las fuerzas sandinistas de Managua.
Esta táctica sirvió de mucho porque la guardia utilizó mucha fuerza militar para combatir la Insurrección en los Barrios Occidentales, mientras al mismo tiempo tenía la presión en los Barrios Orientales. O sea, la guardia estaba dispersa en todo Managua.

La resistencia que se hizo en los Barrios Occidentales permitió que se consolidara el foco principal que eran los Barrios Orientales.

¿Se ha especulado sobre que eran fuerzas distintas las de San Judas y las de Santa Ana, por ejemplo?

No, era una sola fuerza. La Insurrección era una sola. Lógicamente, como Managua estaba dividida en ese momento, en lo que era el Regional, dividido por sectores, lógicamente en el sector Santa Ana y  Cristo del Rosario, allí operaba una fuerza, en Altagracia operaba otra fuerza, igual en Ciudad Sandino, lo que es San Judas y Loma Linda era otra fuerza, pero estamos hablando de un todo.

Incluso, el excomisionado Eduardo Cuadra, quien era miembro del Estado Mayor del Frente Sandinista en el sector Suroccidental, en ese momento era uno de los miembros del Regional del FSLN en Managua, y era el responsable del sector de Monseñor Lezcano, Santa Ana y Altagracia. Sin embargo, a la hora de la Insurrección, Cuadra estaba asignado con el resto del Estado Mayor en San Judas.

Ese Estado Mayor Conjunto, de las “ tres tendencias”, lo integraban: Gabriel Cardenal Caldera, Eduardo Cuadra, René Cisneros Vanegas, Adrián Meza Soza, Geny Soto, Víctor Romero, Yuri Valle, Cristóbal Casaya, Víctor Cienfuegos Aburto, Alonso Flores, Danilo Serrano, Antonio Zepeda, Boanerges Munguía, Mauricio y Jorge Ramírez.

Gabriel Cardenal Caldera era como el “delegado político-militar” de parte del Estado Mayor Central, para coordinar los trabajos en el sector Suroccidental de Managua.

Mientras tanto, la guardia genocida tenía tres convoyes de soldados, todos de las llamadas huestes élites de asesinos de la “Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería” (EEBI), la cual era dirigida personalmente por Anastasio “Chigüin” Somoza Portocarrero, quien ya ostentaba el grado de “coronel” otorgado por su padre-jefe-asesino.

¿Por qué el Repliegue al Vapor?

La Insurrección se inició con “tomas”, con la intención de agitar los Barrios Occidentales. El pueblo, de manera realmente impresionante, se lanzó masivamente a las calles, creyendo que ya era la Insurrección Final y efectivamente ya no se detuvo.

Los Barrios quedaron tomados. Se dio una Retirada momentánea, pero después se volvió a tomar el Barrio San Judas. Los Barrios Monseñor Lezcano, Santa Ana, Cristo del Rosario, Linda Vista, la Colonia Morazán y demás,  se insurreccionaron también.

En el caso de San Judas, el Barrio se mantuvo tomado por dos días. Se hizo un Repliegue Táctico hacia el lado de los Lomos de El Crucero, y a los tres días estamos de vuelta. Se da la toma ya final del Barrio San Judas, pero comienza también a darse la Retirada de los otros Barrios, primero Altagracia, donde desmontan la toma del Barrio, una buena parte se repliega para San Judas, otra parte se queda en la misma Altagracia.

Monseñor Lezcano, Cristo del Rosario, Santa Ana...toda esta gente que tenían tomado esos Barrios durante varios días, deciden replegarse hacia San Judas, que era el lugar más seguro en ese momento, porque estaba allí una fuerza combatiente considerable, y además  había la posibilidad, prevista con anticipación, de un Repliegue Táctico hacia la zona de los Lomos de El Crucero.

Estas fuerzas sandinistas deciden retirarse el 15 de junio, día en que se produce la emboscada y masacre de Batahola, protagonizada por la guardia genocida del somocismo. Allí matan entre 130 y 160 compañeros y compañeras. Esa Retirada ellos la habían organizado para juntarse con nosotros en San Judas, en función de, “primero, para evitar la acción fuerte de la guardia, porque faltaban armas y municiones...otra parte logra llegar y se quedan con las fuerzas combatientes de San Judas”.

El 16 de junio se produce el Repliegue a El Vapor, el cual se da porque ya habían dificultades para resistir las embestidas de la guardia genocida del somocismo.

Este 16 de junio, la guardia inició el día roqueteando y mortereando todas las posiciones ocupadas por las fuerzas del FSLN en San Judas. Se resistió hasta el medio día del 16 de junio, y al final se decidió replegar a los combatientes populares hacia los lomos de El Crucero.

¿Cuál era la relación de estas fuerzas con las que estaban en Ciudad Sandino?

Había una relación, pero al definirse que el grueso de la Insurrección iba para los Barrios Orientales, entonces, los Barrios Occidentales hacen la “toma”, pero con menos fuerza comparándolo con el Oriente de Managua.

Entonces, Ciudad Sandino queda como un foco de resistencia, un poco aislado en comparación al grueso de combatientes que estábamos en San Judas y en el sector Oriental. Sin embargo, todo obedecía a un “plan único insurreccional”.

¿Qué pasó realmente en El Vapor?

Todas las fuerzas se retiraron. Eramos unas mil personas, entre combatientes fogueados, combatientes populares y sector de la población  civil sumada a la Insurrección. Nos ubicamos en tres haciendas, la primera era El Vapor, y habían otras dos haciendas, todas cafetaleras, donde también  habían fuerzas insurrectas.

Era lógico que la guardia, al ver que el Barrio San Judas quedó “libre” de la Insurrección, decidió seguirnos, y logró ubicar a las fuerzas retiradas. Desgraciadamente,  no se tenían las suficientes armas, lograron hacernos un movimiento envolvente. Sigilosamente lograron atacar la Hacienda El Vapor. 

Había vigilancia nuestra, pero el problema era de superioridad en armas por parte de la guardia en relación a nosotros, porque voluntad de lucha teníamos, pero no pudimos enfrentar a todo un contingente de la guardia, de la EEBI concretamente, bien armado hasta los dientes, con armamento pesado, mientras entre nosotros eran muy escasas las armas de guerra y los tiros.

Después de este ataque, todas las fuerzas se dispersaron en distintas direcciones. Un grupo que andaba en los cerros de El Crucero, decidimos bajar nuevamente al Barrio San Judas, y con la solidaridad de los pobladores, nos escondemos y después desde aquí organizamos el traslado de fuerzas combativas para los Barrios Orientales.

En este esfuerzo, cae Gabriel Cardenal Caldera, quien estaba organizando toda la movilización militar revolucionaria. Otro grupo se desplazó hacia El Crucero y estuvo unos días operando en ese sector, algunos llegaron, inclusive, hasta Diriamba.

Otro grupo logró llegar hasta León, algunos se quedaron en La Paz Centro y Nagarote. También alguna fuerza militar se quedó operando aquí mismo en estos Barrios Suroccidentales de Managua, aunque con dificultades terribles.

Una buena cantidad logró llegar a los Barrios Orientales. Un grupo logró penetrar hasta Ticuantepe, cruzando cerros, después de lo ocurrido en El Vapor. Este grupo participó en los ataques a la guardia en Ticuantepe.

¿Dónde capturaron a Gabriel Cardenal Caldera?

A él lo capturan saliendo por el lado de Villa Fontana, buscando la zona de los Barrios Orientales. Iba con Douglas Mejía en un carro, en el cual llevaban armas hacia los Barrios Orientales de Managua.

A Gabriel Cardenal Caldera ya lo andaban siguiendo. Parece que lo tenían controlado. Cardenal Caldera era una figura que no se perdía por su condición física, pero, además, era el jefe de la Insurrección en los Barrios Suroccidentales de Managua.

Las informaciones obtenidas indican que después de capturarlo, lo sometieron a torturas brutales en las mazmorras de la Oficina de Seguridad de Somoza y después decidieron matarlo y lanzar su cadáver a las cercanías del Teatro Rubén Darío, donde era común que aparecieran decenas de asesinados por los sicarios de la tiranía genocida del somocismo.

En esos días, la guardia “quiebra” otra Casa de Seguridad, en San Judas, donde estaba Gersán organizando grupos hacia los Barrios Orientales de Managua.

¿En qué momento fue capturada la doctora Erlinda López?

La capturaron en esos días de la Insurrección. Su cadáver fue tirado a las Lomas de San Judas, donde la guardia echó a más de 200 asesinados. 

Algunos fueron identificados y otros fueron comidos por aves de rapiña y no fue posible identificarlos.

La guardia hizo allí, en las Lomas de San Judas, un verdadero “matadero”...a todo el que agarraban en San Judas, Altagracia, en el ZUMEN o en cualquier sector Suroccidental, lo mataban y lo lanzaban a los montes de las Lomas de San Judas.
En este sector fue asesinado un hermano de Alexis Argüello.

¿Cómo fue la masacre del “Kilocho”?

La emboscada del “Kilocho” se da como parte del operativo de toma ya final del Barrio San Judas. Se había dado una primera toma cuando la gente, mediante un operativo armado, la gente cree que es la Insurrección y se lanza, entonces durante dos días se mantuvo tomado el Barrio San Judas.

Eso fue el 14 de junio. Un grupo de compañeros se va al “Kilocho” a colocar una emboscada. Los “orejas” le informaron a la guardia, y los soldados montan un operativo envolvente y masacran a 36 compañeros, para lo cual usaron helicópteros artillados, tanquetas y ametralladoras. Inclusive, hubo algunos de los combatientes que se refugiaron en la Iglesia de San Patricio, de donde los sacaron y también los asesinaron.

Posteriormente, sus cadáveres fueron recogidos con “palas mecánicas” y llevados a tirar a un guindo de la “Cuesta de la Gallina”, para el lado de San Rafael del Sur. Entre los masacrados se contaron Aura Lila “Guadalupe” Mendoza  (ella era la jefa de los CAP o Comités de Acción Popular) y Jorge Serrano.

¿Quiénes eran los “orejas”?

Bueno, los más famosos fueron: “Polvorón”,  el “Pli”, El Canoso, Pedro Pistola, “Colocho”... El “Pli” y “El Canoso” fueron los responsables de la mayoría de los asesinatos por parte de la guardia en San Judas, pues ellos denunciaban a los sandinistas ante la soldadesca criminal y la Oficina de Seguridad de Somoza.

El caso de “Pedro Pistola” era muy particular, pues agarraba a balazos las manifestaciones de protesta. Todos éstos fueron “ajusticiados” por las fuerzas combativas populares.

Tomado de una entrevista, efectuada por este autor, con varios excombatientes populares sandinistas de San Judas, incluyendo a  Ronald “El Pollón” López Gaitán  y  Modesto Munguía Martínez

Pablo E. Barreto Pérez: periodista, editor, investigador histórico, Cronista de la Capital, fotógrafo . Colonia del Periodista No. 97 y teléfonos: 88466187 y 22703077.

Las “barricadas” brotaban como los hongos el ocho de junio de 1979

El “Pollón” en la Insurrección de San Judas

* Pablo E. Barreto Pérez

El ocho de junio nos levantamos masivamente en San Judas. Como no habían armas de guerra, nos dedicamos a improvisar “barricadas” y zanjas en el pavimento, con el fin de impedir el ingreso de los guardias al Barrio.

Los combatientes populares andábamos con rifles 22, pistolitas también 22, escopetas y bombas de contacto. Teníamos tomada Vista Hermosa, La Quebradita, donde efectuamos una emboscada; nos tomamos el “Mercadito” cuando se metió la guardia a San Judas, y empezamos a hacer un replieguito hacia el Camino de Bolas, cogimos por el camino que te lleva a Pochocuape, pasamos por un pozo antes de llegar a El Vapor.

La guardia tenía tomada la Hacienda del viejo lotificador Humberto Torres Molina, desde donde nos disparaban hacia la Hacienda El Vapor, cafetalera... Varios compañeros cayeron sobre la vía o camino mencionado.

En El Vapor comíamos papayas verdes, cocidas, como ayotes; también otras frutas que encontramos mientras permanecimos replegados en ese sector del Sur de Managua.

Cuando la guardia llegó a El Vapor, algunos estábamos descansando en un “gancho de caminos. Entonces, la Geny Soto ordenó que nos fuéramos más adentro, porque estábamos muy visibles, pues la soldadesca nos podía sorprender.

Nos fuimos al fondo, a la Hacienda San Francisco, donde se produjo  el primer tiroteo. Algo que nos ocurrió allí, por desconocimiento, es que buscábamos cómo salir del perímetro de las Haciendas San Francisco Y El Vapor, distanciadas ambas de 500 metros, y volvíamos a regresar al mismo punto.

Tuvimos que tomar rumbos desconocidos, mientras íbamos dispersos. Algunos fuimos a salir, por ejemplo, al Sur de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, mediante veredas de Jocote Dulce, hoy también conocida como Silvia Ferrufino Sobalbarro.

En el propio San Judas, un grupo numeroso de combatientes populares estuvimos en los alrededores de la Escuela Panamá, una cuadra arriba, tres al lago, donde tuvimos una de las barricadas más grandes.
También estuvimos en la parte Sur, del Puente del Ceibo, cuatro cuadras abajo...allí estuvimos parapetados, combatiendo a la guardia genocida.

Conocí un montón de gente en esta lucha político militar de San Judas: Modesto Munguía Martínez, Víctor Cienfuegos Aburto, Beatriz Narváez,  Carlos Jácamo, Medardo Hurtado, Aníbal Bendaña, Hugo Norori, Oscar Loza, Jairo Téllez, Glauco Robelo, Francisco Cano, los “Cheles Urbina”, Geny Soto, los Navarretes, los Ramírez Fornos, un hijo de Onofre Guevara (caído en la Insurrección de San Judas), los Guillenes, Toño Zepeda, Francisco Javier Zúniga Alvarado, Miguel,   un tipo al que le llamaban “Calentura”, Mario y Carlos Cienfuegos Aburto, la Verónica, el “Chaparro” Harris, Danilo Serrano, quien salió herido por donde la “Jolota”; Julio García y mucha gente “importada” de otros Barrios,  más los sobrevivientes de la masacre de Batahola.

Una buena cantidad de combatientes de San Judas después formaron la famosa columna de Rolando “Cara Manchada” Orozco, quien cayó combatiendo heroicamente cuando se producía la toma de Jinotepe, después del Repliegue Táctico a Masaya. Esta columna anduvo por Masatepe, Jinotepe y llegó hasta Montelimar en las cercanías de San Rafael del Sur, y por Santa Rita, al Sur del Departamento de Managua.
Esta columna estuvo a cargo, al final de Omar Gaitán

Datos obtenidos mediante una entrevista a Ronald “El Pollón” López Gaitán.

*Pablo E. Barreto Pérez: periodista, editor, investigador histórico, Cronista de la Capital, fotógrafo, Orden Independencia Cultural Rubén Darío, Hijo Dilecto de Managua, Orden Servidor de la Comunidad del Movimiento Comunal Nicaragüense, Orden José Benito Escobar Pérez de la Central  Sandinista de Trabajadores (CST nacional) y Orden Juan Ramón Avilés de la Alcaldía de Managua.
Colonia del Periodista No. 97. Teléfonos: 88466187, 88418126 y 22703077.


Listado breve de sobrevivientes del Repliegue Táctico a Masaya, en 1979

El listado breve, inicial, es el siguiente:

-Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Repliegue Táctico a Masaya, ya fallecido.
-          William Ramírez Solórzano, uno de los jefes del Repliegue, ya fallecido.
-          Ignacio “Nacho” Cabrales, otro de los jefes del Repliegue a Masaya.
-          Joaquín Cuadra Lacayo, uno de los jefes del Repliegue, fue jefe del Ejército
-          Osvaldo Lacayo
-          Comandante Walter Ferrety, ya fallecido, fue jefe policial
-          Marcos Somarriba, ya fallecido, fue Comandante Guerrillero sobresaliente
-          Mónica Baltodano Marcenaros, volteada ahora contra el FSLN
-          Moisés Hassan Morales, volteado ahora contra el FSLN
-          Federico López Argüello, dedicado hoy a negocios comerciales
-          Amada Pineda, famosa mujer que fue violada por guardias genocidas
-          Bernardo Aráuz, marido de Amada Pineda
-          Pablo E. Barreto Pérez, periodista, investigador histórico, Concejal del FSLN
-          Isabel “Venancia” Castillo, reside ahora en Matagalpa
-          Mayra González (era la jefa guerrillera “121”)
-          Julio, el Comandante “JC”
-          Alfredo Marenco Aguilar
-          Juan Cruz (“Bernardino”)
-          Glenda Monterrey, una de las jefas policiales actuales
-          Eduardo Holman, actualmente Alcalde en San Juan del Sur
-          Carlos  Cuadra Rodríguez (“La Aguja”), desempleado, en la miseria actualmente
-          Hermógenes Prado
-          Francisco “Chico Garand” Guzmán, desempleado, en dificultades serias
-          Róger Cabezas, fue uno de los primeros jefes policiales
-          Rafael Solís Cerda, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia
-          Lucío Jiménez Guzmán, fue Secretario General de la CST
-          Iván García Abarca, fue Secretario General de la CST
-          Pedro Ortiz Sequeiro, fue el primer Secretario General de la CST nacional y Vicealcalde de Managua
-          María Lourdes Casco Mendieta, fue una de las dirigentes de la CST nacional
-          Carlos Borge Galeano, abogado y dirigente de la CST
-          Rubén Ulloa, fue uno de los dirigentes de la CST
-          Irma Morales, obrera antes de 1979, trabaja en la Zona Franca
-          Ulises Portobanco
-          Erlo Vanegas, fue uno de los fundadores de la CST
-          Ricardo Robleto Espinoza, fue uno de los fundadores de la CST
-          Donald Alemán
-          Dámaso Vargas Loáisiga, fue dirigente de la CST
-          Ronaldo Membreño Caldera, fue dirigente de la CST
-          DEnis Meléndez, fue uno de los dirigentes de la CST
-          Luisa Molina
-          Hermanos Tobías, Ariel y Cairo Jiménez, de Bello Horizonte
-          Ernesto Chacón, contador, desempleado
-          Juan Rivera (“Tonatiú”)
-          Lea Guido, fue ministra de Salud
-          Danilo Norori, era el jefe guerrillero “106”, hoy abogado.
-          Brenda Ortega
-          Sara Torres
-          Nubia Peinado, hoy Auditora
-          Raúl Venerio, fue uno de los jefes del Ejército, trabaja actualmente en la Alcaldía
-          Miguel y Sergio Maltez López
-          José Sabino Castellón Rayo
-          Nubia  y Guadalupe Obando
-          Arbo César Ramírez
-          Hugo “Leonel” Rizo
-          Mauricio “Momia” Tanfer
-          Manuel “Fidel” Martínez
-          César “Marvin” Augusto Núñez
-          Francisco “Chico” Otero
-          Oscar Vargas
-          Ronald Elizondo
-          Róger Cabezas hijo
-          Pedro y Ricardo Picado
-          Róger Velásquez
-          Claudio Picaso, quien tenía como seudónimo “106”, ahoga es abogado
-          Los dos hermanos Casanova
-          Mauricio y Leopoldo Barreto Pérez, desempleados ambos actualmente
-          Josefa “Chepita” Briceño
-          Marcos Largaespada
-          Alberto Montano (“Tolón”)
-          Carlos Duarte Orzoco (“Taholamba”)
-          Alfonso Mejía (“La Mascota”)
-          Alejandro Mairena Obando (Comandante “Huesito”), trabaja en la Alcaldía
-          Reyna López Castro (“La Morenita”)
-          Denis Sánchez (“El Tirador”)
-          Jorge Rostrán Reyes (“Norman”)
-          Jorge Palacios (“El Negro”)
-          Jairo Blandón (hoy conductor de la Alcaldía de Managua)
-          Luis Gómez, abogado actual
-          Carlos Rostrán Mora, abogado actualmente, tenía 15 años en junio de 1979
-          César Núñez Dávila
-          Luis Solís, trabajó en el Estado Mayor del Ejército Nacional
-          Rosendo Pavón López (“El Tigre”). Este llevaba el saco de pólvora durante el Repliegue a Masaya, en junio de 1979.
-          Donald Mendoza (“Cara de Piña”)
-          Raúl Áreas
-          Frank “Machillo” González Morales, fue concejal FSLN en la Alcaldía
-          Raúl Cordón, ejerce la profesión de abogado

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