Una vez se conociera el triunfo democrático de Ollanta Humala como presidente electo del Perú, y sin haberse terminado aún la contabilización de los votos oficiales, lo primero en haberse escuchado en el ámbito nacional e internacional, ha sido la disconformidad mostrada con su triunfo por las fuerzas transnacionales del derrotado sistema neoliberal.
Y que mejor modo para expresar ello, que hacerle oír los clarines de guerra de su hostilidad -y contrariedad-, por interrumpir 20 años continuos de explotación feudal de la economía peruana a su libre albedrío.
Con el fin de sugerirle, que supuestamente el verdadero poder político en el Perú aún es -y lo intentaría ser- “el sistema”, éste se ha encargado de enviarle tempranos mensajes abiertos -y otros velados- a través de diversos entes y miembros de su clero económico, político, y mediático continental.
Estos han ido desde la feroz medida de fuerza de traerse abajo al día siguiente del triunfo de Humala a su propio ente bursátil -la Bolsa de Valores de Lima- e indicadores macro-económicos del país, hasta utilizar un coro mediático de agencias noticiosas que auguran “grandes fluctuaciones” de la economía por su inobjetable éxito electoral, las que proseguirían hasta una extrañamente aludida “estabilización” política.
Ello a su vez ha estado matizado, por titulares periodísticos de la prensa manipuladora peruana, haciendo entrever que dichas desregulaciones continuarían hasta el momento aquél, en que se defina a las personas encargadas de manejar las funciones de la económica nacional.
Para ello esa prensa mercenaria –la misma utilizada durante las elecciones-, sirviendo de voz trasmisora de los intereses del neoliberalismo hacia el futuro presidente, se ha atrevido inclusive a “imponer” en sus principales titulares los nombres de aquellos personajes corruptos de siempre, que según ellos debían ser las personas obligadamente nombradas para esas funciones y de éste modo presuntamente, aplacar la furia del monstruo económico que se habría despertado en etapa de pre-gobierno nacionalista.
En tanto se producía ese desorden artificial, y para darle el marco apocalíptico necesario, las desestabilizaciones económicas conciliadas en Lima presentaban a su vez repercusiones “graves” en Wall Street, las cuales eran amainadas por otro lado, con comentarios tranquilizadores de “no existencia de peligros” y de “transitoriedad” salidos de las resucitadas empresas “calificadoras de riesgos” de los EE.UU., aquellas que no pudieron prever ni su propia caída al final del gobierno de Bush, durante la explosión de la actual crisis económica mundial del 2008 y el estallido de la burbuja financiera.
Las declaraciones efectuadas a la prensa por el futuro presidente Humala, en las que señala que el Perú se integrará a todos los ámbitos regionales de los cuales se había auto-excluido por sujeción al “sistema” durante la última década, sería el punto coyuntural que estaría creando la mayor desazón en los intereses imperiales, de lo cual se ha obviado hacer referencia por el momento.
Esto le hace entrever a esos intereses, la posibilidad de reactivación de la Comunidad Andina de Naciones como ente económico regional, la posibilidad que el Perú desdeñe su participación en el proyectado “alquita” del Pacífico –Hugo Chávez, dixit-, con fórmula estadounidense, que se intenta conformar como un bloque anti “Alba” con Chile-México-Perú-Colombia, así como también, que cobre preponderancia para el Perú la integración a “UNASUR” y también a la flamante entidad de países latinoamericanos “CELAC”, que reemplazará en Julio funcionalmente a la OEA.
Un viraje político-económico de integración al empleo del “Sucre”, como moneda de intercambio regional y el depósito de las reservas monetarias internacionales en el que sería el flamante y suramericano “Banco del Sur”, ahondaría mucho más aún las preocupaciones del “sistema”, después de haber gozado éste de las exclusividades y ganancias económicas que le proporcionaba su hegemonía en el Perú.
Todo esto significaría para el Departamento de Estado del gobierno de los EE.UU., el alejamiento del Perú del auto-denominado por los EE.UU. “eje del bien” -pro estadounidense- conformado por Chile y Colombia, para integrarse con Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela al “eje del mal” suramericano, satanizado así por los aparatos de manipulación norteamericanos.
Todo este panorama que ya lo ha venido avizorando el neoliberalismo a raíz de la recuperación por parte del Perú de su soberanía, estaría promoviendo a modelar el plan de acciones que emprendería la potencia estadounidense para doblegar las intencionalidades manifiestas del futuro presidente peruano, con posterioridad al 28 de Julio en que se producirá el cambio de mando presidencial.
En ese contexto a Ollanta Humala le corresponderá definir después de asumir el gobierno, si seguirá insistiendo en su ponencia de conciliar el ejercicio de la economía de mercado, con los conceptos de soberanía y atención de las necesidades nacionales -expuestas por la población-.
Ningún experimento habido en Latinoamérica en ese camino –ni en el propio Brasil-, ha podido hacer trabajar mancomunadamente, a estos tres elementos juntos.
Siempre ha sido el neoliberalismo -la araña viuda negra-, que se ha tratado de engullir a los otros dos, por estar en su propia naturaleza y en su esencia filosófica.
Lo que si se observa -por el sonido de los clarines neoliberales-, que se avecina una batalla promovida por “el sistema” no electo, contra aquél ciudadano a quien el pueblo le ha otorgado su mandato en lid democrática.
Con el fin de sugerirle, que supuestamente el verdadero poder político en el Perú aún es -y lo intentaría ser- “el sistema”, éste se ha encargado de enviarle tempranos mensajes abiertos -y otros velados- a través de diversos entes y miembros de su clero económico, político, y mediático continental.
Estos han ido desde la feroz medida de fuerza de traerse abajo al día siguiente del triunfo de Humala a su propio ente bursátil -la Bolsa de Valores de Lima- e indicadores macro-económicos del país, hasta utilizar un coro mediático de agencias noticiosas que auguran “grandes fluctuaciones” de la economía por su inobjetable éxito electoral, las que proseguirían hasta una extrañamente aludida “estabilización” política.
Ello a su vez ha estado matizado, por titulares periodísticos de la prensa manipuladora peruana, haciendo entrever que dichas desregulaciones continuarían hasta el momento aquél, en que se defina a las personas encargadas de manejar las funciones de la económica nacional.
Para ello esa prensa mercenaria –la misma utilizada durante las elecciones-, sirviendo de voz trasmisora de los intereses del neoliberalismo hacia el futuro presidente, se ha atrevido inclusive a “imponer” en sus principales titulares los nombres de aquellos personajes corruptos de siempre, que según ellos debían ser las personas obligadamente nombradas para esas funciones y de éste modo presuntamente, aplacar la furia del monstruo económico que se habría despertado en etapa de pre-gobierno nacionalista.
En tanto se producía ese desorden artificial, y para darle el marco apocalíptico necesario, las desestabilizaciones económicas conciliadas en Lima presentaban a su vez repercusiones “graves” en Wall Street, las cuales eran amainadas por otro lado, con comentarios tranquilizadores de “no existencia de peligros” y de “transitoriedad” salidos de las resucitadas empresas “calificadoras de riesgos” de los EE.UU., aquellas que no pudieron prever ni su propia caída al final del gobierno de Bush, durante la explosión de la actual crisis económica mundial del 2008 y el estallido de la burbuja financiera.
Las declaraciones efectuadas a la prensa por el futuro presidente Humala, en las que señala que el Perú se integrará a todos los ámbitos regionales de los cuales se había auto-excluido por sujeción al “sistema” durante la última década, sería el punto coyuntural que estaría creando la mayor desazón en los intereses imperiales, de lo cual se ha obviado hacer referencia por el momento.
Esto le hace entrever a esos intereses, la posibilidad de reactivación de la Comunidad Andina de Naciones como ente económico regional, la posibilidad que el Perú desdeñe su participación en el proyectado “alquita” del Pacífico –Hugo Chávez, dixit-, con fórmula estadounidense, que se intenta conformar como un bloque anti “Alba” con Chile-México-Perú-Colombia, así como también, que cobre preponderancia para el Perú la integración a “UNASUR” y también a la flamante entidad de países latinoamericanos “CELAC”, que reemplazará en Julio funcionalmente a la OEA.
Un viraje político-económico de integración al empleo del “Sucre”, como moneda de intercambio regional y el depósito de las reservas monetarias internacionales en el que sería el flamante y suramericano “Banco del Sur”, ahondaría mucho más aún las preocupaciones del “sistema”, después de haber gozado éste de las exclusividades y ganancias económicas que le proporcionaba su hegemonía en el Perú.
Todo esto significaría para el Departamento de Estado del gobierno de los EE.UU., el alejamiento del Perú del auto-denominado por los EE.UU. “eje del bien” -pro estadounidense- conformado por Chile y Colombia, para integrarse con Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Ecuador y Venezuela al “eje del mal” suramericano, satanizado así por los aparatos de manipulación norteamericanos.
Todo este panorama que ya lo ha venido avizorando el neoliberalismo a raíz de la recuperación por parte del Perú de su soberanía, estaría promoviendo a modelar el plan de acciones que emprendería la potencia estadounidense para doblegar las intencionalidades manifiestas del futuro presidente peruano, con posterioridad al 28 de Julio en que se producirá el cambio de mando presidencial.
En ese contexto a Ollanta Humala le corresponderá definir después de asumir el gobierno, si seguirá insistiendo en su ponencia de conciliar el ejercicio de la economía de mercado, con los conceptos de soberanía y atención de las necesidades nacionales -expuestas por la población-.
Ningún experimento habido en Latinoamérica en ese camino –ni en el propio Brasil-, ha podido hacer trabajar mancomunadamente, a estos tres elementos juntos.
Siempre ha sido el neoliberalismo -la araña viuda negra-, que se ha tratado de engullir a los otros dos, por estar en su propia naturaleza y en su esencia filosófica.
Lo que si se observa -por el sonido de los clarines neoliberales-, que se avecina una batalla promovida por “el sistema” no electo, contra aquél ciudadano a quien el pueblo le ha otorgado su mandato en lid democrática.