Por: Michael Donhauser....
La escena recuerda a una de las muchas parodias militares que pueden verse en la televisión británica: una unidad especial de las Fuerzas Armadas de Reino Unido vuela con un helicóptero con armas y pasaportes falsos hasta territorio libio y allí es apresado por sus propios aliados.
Y un barco de la Marina de su Majestad debe recoger a los héroes batidos y devolverlos a casa tras la desafortunada “misión diplomática”.
Hasta los rebeldes libios sacudieron el domingo la cabeza con resignación al escuchar la historia. “Si se trataba de una delegación oficial, ¿cómo es que vienen con un helicóptero militar?”, se pregunta uno de los opositores al régimen de Muamar al Gadafi. “Hay reglas para casos así. Por ejemplo, pedir un permiso de aterrizaje”, agrega.
Con su chapucera actuación, los británicos hicieron un flaco favor a los rebeldes. “¡Vergüenza!”, es la expresión más repetida al respecto en la prensa local. Según el diario británico “The Guardian”, la convicción de que la revolución en Libia sólo tienen raíces libias, ha sido socavada.
Gadafi entre tanto, saca provecho de la historia. Un portavoz de los opositores habló con el embajador británico en libia, Richard Northern. Y, no se sabe cómo, un fragmento de esa llamada fue a parar a la televisión pública libia. Así, amigos y enemigos del gobernante pudieron escuchar en toda Libia como el embajador británico se veía obligado a admitir un “malentendido”.
El ministro de Exteriores británico, William Hague, intentó entretanto salvar la cara en Londres. Las dificultades se superaron “satisfactoriamente”, aclaró el domingo. Un día después, Downing Street confirmó que el titular de Exteriores conocía los planes para la misión.
Según “The Guardian”, a bordo del helicóptero viajaban, además de un diplomático y seis miembros de una unidad militar especial, también dos agentes del servicio secreto de Exteriores, el MI 6.
Cómo el comando especial británico se dejó atrapar por un puñado de rebeldes, es una cuestión para los militares. Lo que los políticos deben responder es qué hacían allí las tropas. Oficialmente, la delegación debía establecer “contacto con los rebeldes”. Pero aún está por saberse por qué eran entonces necesarios helicópteros cargados de munición, armas y pasaportes falsos de cuatro países distintos.
Para el primer ministro británico, David Cameron, no se trata de la primera situación vergonzosa en relación con la crisis libia. La semana pasada, el premier se precipitó y fue el primero en poner sobre la mesa una posible intervención militar de Occidente en el país africano. Sus colegas a ambos lados del Atlántico, más experimentados en estas cuestiones, le dieron la espalda.
Como alternativa, Cameron pretendía armar a los rebeldes, como en los años 80 hizo Occidente con los talibanes en su lucha contra la extinta Unión Soviética. Pero pocas horas después de proponerlo, Cameron cambió de opinión, al menos públicamente. Se trataba, de momento “de conocer mejor” a los rebeldes.
El primer encuentro en el desierto no funcionó sin embargo según lo previsto. El experto militar de la BBC Frank Gardner comparó la acción con la parodia que el cómico Rowan Atkinson (conocido por su papel en Mr. Bean) hace de un espía de los servicios secretos británicos en “Jonhy English“.