Parte del conocimiento que he adquirido, durante un largo proceso de aprendizaje, lo utilicé para dictar un curso, en el último semestre del 2008, en la Escuela de Historia de la UCV, focalizado en el convulso periodo de la presidencia de John F. Kennedy.
Inevitablemente, durante ese seminario, tuve que referirme a su asesinato en Dallas y pasearme por las distintas teorías que existen sobre las causas de tan impactante crimen. Dentro del proceso de preparación de esas clases compré, por internet, uno de los “clásicos” de la amplia bibliografía existente sobre la muerte de JFK, “The Last Investigation” (“La última investigación”) de Gaeton Fonzi.
Se trata de uno de los libros más serios sobre el tema, escrito por un periodista norteamericano que participó, como investigador a tiempo completo, de dos comités del Congreso de los EEUU, dedicados a establecer, durante los años 70, si hubo o no una conspiración detrás del asesinato de JFK. Junto a lo anterior, Fonzi fue editor del Philadelphia magazine, escribió artículos para el Chicago Tribune y el New York Daily News, aparte de haber sido asesor de los noticieros televisivos “60 Minutes,” “NBC Nightly News,” e “Inside Edition”.
Su balance de la experiencia de haber sido investigador, durante ambas pesquisas oficiales, se encuentra contenido en “La última investigación”, elogiado por Oliver Stone como un libro que evoca la clásica confrontación entre un hombre honesto en busca de la verdad, al precio que sea, y los poderes fácticos que gobiernan en Washington.
Aunque es el relato de un fracaso, el libro de Fonzi expone un conjunto de evidencias que apuntan hacia la participación de la CIA y de la mafia cubanoamericana en el magnicidio de noviembre de 1963.
En el proceso de mostrarnos tales evidencias, Fonzi nos coloca ante una sórdida galería de personajes ligados a múltiples crímenes cometidos, bajo la excusa de la “razón de Estado”, por la inteligencia norteamericana: David Phillips, Antonio Veciana, Frank Sturgis y George de Mohrenschildt, entre otros.
Por cierto, recientemente, el excelente periodista colombiano Hernando Calvo Ospina, ha publicado un libro, “El Equipo de choque de la CIA” que muestra el contexto general de la “guerra sucia”, durante los años 50, 60 y 70, dentro del cual operaron estos personajes que Fonzi investigó de manera exhaustiva.
No es este el lugar para intentar una síntesis de la rica información contenida en “La última investigación”, sino para enfocarnos en uno los personajes referidos por Fonzi: David Morales Sánchez, conocido también como el “Indio”, “Didi”, o “Dave Morales”.
Con la salvedad de que tampoco podremos, en estas breves páginas, exponer todo lo relacionado con este asesino de la CIA, cuya carrera se remonta a principios de los años 50, dejando un enorme rastro de muerte y destrucción en, al menos, dos continentes.
Una gran cantidad de evidencias indica que Sánchez Morales fue uno de los más importantes sicarios de la CIA.
En tanto hombre de confianza de altos funcionarios del espionaje norteamericano, como David Atlee Phillips y Ted Shakley, estuvo involucrado en el derrocamiento de Jacobo Arbenz, la invasión de Playa Girón, probablemente en el asesinato de los hermanos Kennedy, el asesinato del Che en Bolivia y, sin dudas, en el programa de exterminio “Fénix”, creado por los norteamericanos para destruir la base social de la resistencia vietnamita, causando decenas de miles de muertos durante la etapa más cruenta de la guerra de liberación nacional en ese país asiático.
Es en dos capítulos de “La última investigación”, el 42 y 43, donde Fonzi expone sus pesquisas en torno Sánchez Morales y su probable vinculación con el asesinato de JFK.
Dentro de este contexto se entrevista con familiares y amigos del ya fallecido (en 1978) agente de la CIA, particularmente en Phoenix, Arizona, donde había nacido, en un hogar mexicano-americano, en 1925.
Cabe destacar que diversos investigadores del magnicidio de Dallas, entre ellos el propio Fonzi, al referirse a Sánchez Morales han destacado el dato de que era alcohólico y que, en diversas ocasiones, la bebida le “aflojó la lengua”, particularmente en lo que se refiere al asesinato de Kennedy.
Es por ello que, mientras Fonzi conversaba con uno de los amigos de la infancia de Sánchez Morales, Rubén Carbajal, éste último le refirió las infidencias, hechas entre tragos, por el antiguo operador de la CIA.
En una de ellas (la más importante para estas notas) Carbajal le relataba a Fonzi las “hazañas” tanto de su amigo Sánchez Morales (a quien llama, familiarmente como “Didi”) como de otro agente de la CIA de apellido Sforza. En este contexto encontramos lo siguiente:
“Oh, sí, ellos mataron gente para la Agencia [Sánchez Morales y Sforza]. “Didi” me contó que había matado a un tipo muy importante en Venezuela y que después, cuando los tupamaros comenzaron a actuar en Uruguay, ¿te acuerdas?, justo después de que ellos mataron a aquel agente de los Estados Unidos que estaba entrenando la policía por allá, ¿Cómo era su nombre, Mitrano?, ellos [Sánchez Morales y su gente] tomaron ese complejo de apartamentos o algo por el estilo. Didi me dijo que él se fue para allá y los exterminó. No es que él fuese un asesino a sangre fría.
Él era uno de los hombres más patriotas que yo haya conocido en mi vida…” (pgs. 384 y 385).
Cabe destacar un elemento muy importante del anterior fragmento: la ejecución, por parte de los tupamaros, de Dan Mitrione, especialista en torturas norteamericano (enviado para asesorar al Estado uruguayo, en la lucha contra las guerrillas) ocurrió en agosto de 1970.
La célebre película de Costa Gavras, “Estado de sitio”, ha familiarizado a un amplio público con las características de este importante hecho de la vida política del Uruguay contemporáneo.
La fecha de la ejecución de Mitrione nos da un primer indicio cronológico para empezar a interrogarnos en torno a quién pudo haber sido ese “tipo muy importante” asesinado, con anterioridad, por Sánchez Morales en Venezuela.
Hay otras pistas, contenidas en una narrativa personal de Sánchez Morales, perteneciente a los archivos de la CIA, la cual fue desclasificada por uno de los Comités del Congreso norteamericano en los que participó Fonzi (ver una copia del original, al final de este ensayo, en el anexo número 1). En dicha narrativa destacan varios elementos que ayudan a situar, en términos cronológicos, el crimen del “tipo muy importante”.
En primer lugar, Sánchez Morales relata que estuvo trabajando, bajo cobertura diplomática, entre 1955 y 1960, en Venezuela y Cuba. Se sabe que el “Indio” ya se encontraba en 1959 en La Habana (ver, al final, la entrevista de Fabián Escalante por Jean Guy-Allard, anexo 6).
Esto indica que Sánchez Morales habría estado en Venezuela entre 1955 y 1958, aproximadamente.
Siendo uno de los hombres de la CIA en la Venezuela de los últimos 3 años de la dictadura de Pérez Jiménez, no cabe duda de que tenía que estar familiarizado con la figura de Fabricio Ojeda quien, como es sabido, emerge como jefe de la Junta Patriótica a la caída de la tiranía.
Siguiendo con la narrativa personal de Sánchez Morales, vemos cómo relata su actuación, entre 1960 y 1965, en tanto asesor, en técnicas de contrainsurgencia, de la Fuerza Área Norteamericana y consejero de fuerzas de seguridad de gobiernos aliados a Washington trabajando, la mayor parte del tiempo en Florida y en la capital de los EEUU. Posteriormente sostiene que fue asesor en contrainsurgencia de la Guardia Nacional del Perú entre 1965 y 1967.
Seguidamente, desde finales de 1967 hasta mediados de 1971, actúa, también en calidad de asesor, en Laos y Vietnam. Finalmente, desde mediados de 1971 hasta 1975, es asesor, en asuntos de contrainsurgencia para América Latina, del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los EEUU, viajando, “ampliamente”, sostiene, por Argentina, Panamá, Paraguay y Uruguay.
Todo lo anterior pudiera indicarnos que el crimen del “tipo muy importante” en Venezuela, contado por Carbajal a Fonzi, sólo pudo haber ocurrido entre 1960 y finales de 1967.
Si tomamos en cuenta que, entre 1960 y 1965, Sánchez Morales se encontraba, principalmente, entre Washington y Miami, es bastante probable que el crimen del “tipo muy importante”, haya sido cometido entre 1965 y finales de 1967.
Recordemos que Fabricio Ojeda fue asesinado en Junio de 1966.
Pero hay un último dato que resulta muy relevante y que aparece en la excelente entrevista que concedió, el pasado 7 de febrero, el Contralor General de la República, Clodosbaldo Russián, al “Correo del Orinoco”, para exigir que se acabe la impunidad en torno al asesinato de Fabricio. Se trata de un dato, mencionado por el entrevistado, que llamó inmediatamente mi atención puesto que encaja con el perfil de Sánchez Morales:
“Nos llegó información de que en el crimen había participado un sargento de la misión estadounidense, aunque eso sería mucho más difícil probarlo, porque con seguridad no aparecerá en los expedientes. También nos dijeron que estuvieron presentes los agentes de la Digepol de origen cubano, los batisteros que trabajaban en el aparato policial”.
Resulta que Sánchez Morales utilizaba, con frecuencia, la cobertura de oficial del ejército norteamericano. De hecho, al inicio del capítulo 42 de “La última investigación”, Gaeton Fonzi nos describe la lápida de la tumba de Sánchez Morales, ubicada en el pequeño poblado de Willcox, Arizona, y en ella se lee: “David S. Morales, Sargento de Primera Clase del Ejército norteamericano”. Al respecto comenta Fonzi:
“Es como si, incluso en su muerte, la CIA ha continuado su charada de encubrimiento, disminuyendo el estatus de uno de los más importantes, más audaces, efectivos y, quizá, más mortales, de sus agentes clandestinos” (pg. 366)
Falta mucho por investigar y, sin duda, lo expuesto en estas breves páginas no es suficiente para establecer quién o quiénes fueron los autores materiales del asesinato de Fabricio Ojeda.
Pero ojala que esto que hemos expuesto pueda ser investigado, de manera exhaustiva, recurriendo quizá a la desclasificación de documentos, tanto en Venezuela como en los EEUU, de manera que pueda confirmarse o descartarse la participación de David Morales Sánchez en uno de los crímenes más importantes cometidos por la IV República.
Se lo debemos a Fabricio y a la noble memoria de las luchas de nuestro pueblo, una memoria que no admite ni complicidades ni silencios con los enemigos de la liberación nacional y el socialismo.
ANEXOS
- Portada del libro de Gaeton Fonzi, citado en las páginas precedentes:
- Documento obtenido por el House Select Committee on Assassinations, en el que David Sánchez Morales hace la cronología de sus acciones como agente de la CIA. Se encuentra en el portal de la Mary Ferrell Foundation:http://www.maryferrell.org/mffweb/archive/viewer/showDoc.do?mode=searchResult&absPageId=383583
- Fotografías de distintas etapas de la vida de David Sánchez Morales:
“Dave” Morales en Vietnam:
- Entrevista a Fabián Escalante por Jean Guy Allard:http://axisoflogic.com/artman/publish/printer_62001.shtml
- Art. de un diario uruguayo que hace la crónica de una serie de acciones violentas que pudieran ser las contadas por Sánchez Morales a Rubén Carbajal:
- Perfil de Morales Sánchez, en la página web de la Mary Ferrell Foundation, en el que se sostiene que actuaba bajo la cobertura de ser empleado por el ejército norteamericano:http://www.maryferrell.org/wiki/index.php/David_Morales_-_We_Took_Care_of_That_SOB
- Entrevista a Russián sobre el asesinato de Fabricio Ojeda:http://www.correodelorinoco.gob.ve/tema-dia/clodosbaldo-russian-todavia-hay-tiempo-para-castigar-a-asesinos-fabricio-ojeda/
- hernandezgarciajuan@yahoo.com
JUAN ANTONIO HERNÁNDEZ / APORREA –